Como una (re)creación sonora de lo onírico y lo paradójico, transmutada desde la cuentística de Gabriel García Márquez, pudiera definirse el álbum Retratos y escenas peregrinas, del compositor y pianista cubano Javier Iha Rodríguez. Su merecida nominación al Premio Cubadisco 2021, en el área Música Instrumental/Música de Cámara, es consecuencia del galardón obtenido en 2017: la Beca Conmutaciones de la Asociación Hermanos Saíz (AHS).

Interpretar la música de Javier Iha es crecer espiritualmente, mientras la técnica se perfecciona y surgen nuevas estrategias para la ejecución instrumental. Por ello, cada músico involucrado en la creación de Retratos y escenas peregrinas fue transformado en el proceso, al aportar visiones diversas de la interpretación musical contemporánea.

De igual forma, el equipo de producción integrado por la musicóloga Carmen Souto, los compositores Juan Piñera y Javier Iha, el director de orquesta José Antonio Méndez, el cellista Alejandro Martínez, y el ingeniero de sonido Giraldo García, se constituyó para gestar esta obra fructífera que explora las disímiles y eternas conexiones entre música, palabra e imagen.

Compositor Javier Iha Rodríguez. Foto: Jesús Linares

Retratos y escenas peregrinas es un macrocosmos. En lugar de presentar obras individuales, el álbum propone ciclos de piezas que —cual microhistorias dispuestas en suite— poseen una interconexión dramatúrgica indisoluble.

La obra inaugural es “Retrato de naipes”, interpretada por el oboísta Jorge Daniel Ruiz y por el propio Javier Iha en el piano. Sus cuatro movimientos están basados en la baraja francesa, cuyo concepto inspiró al prestigioso artista cubano Nelson Ponce para la concepción del diseño gráfico del álbum. Musical y retóricamente, cada pieza retrata un afecto distinto: la “K de diamantes” denota la sonoridad fantasiosa de una fábula y recuerda el ambiente narrativo de cuentos como Alicia en el país de las maravillas; por su parte la “Q de picas” aporta lirismo, por el referente impresionista presente en su melodía, armonía y textura; la “Jota de trébol” recrea retóricamente la figura de la realeza que ha sido emparentada con esta carta de la baraja: un joven príncipe aventurero y rebelde; finalmente, el “9 de corazones” recrea el tópico del amor e, indirectamente, anuncia a un García Márquez transfigurado.

El ciclo “Escenas para un amanecer” cuenta con tres piezas breves, interpretadas por el trío clásico Emmanuel. Sobre la secuencia melo-armónica del piano, la flauta y el violín logran homologar sus timbres, evocando el impresionismo musical y la estética compositiva orientalista. A su vez, se percibe la influencia del manejo tímbrico de Olivier Messiaen y Francis Poulenc, lo mismo que el influjo pictórico de Vasili Kandinski o Paul Cézanne; y, para hacer honor al arte y la cosmogonía latinoamericanos, emerge un meditabundo Wifredo Lam.

Retratos y escenas peregrinas es un macrocosmos. En lugar de presentar obras individuales, el álbum propone ciclos de piezas que —cual microhistorias dispuestas en suite— poseen una interconexión dramatúrgica indisoluble”.

Avanza metafóricamente el día y resuenan las “Escenas de un atardecer”, cuyas tres partes —más efímeras que las anteriores— se materializan en la homogeneidad tímbrica de un trío de clarinetes. Su peculiaridad es el sonido del clarinete bajo, instrumento que ha ganado espacio en la música de cámara contemporánea. Resulta interesante el tratamiento contrapuntístico que rememora al compositor alemán Johann Sebastian Bach y sugiere la sonoridad del argentino Astor Piazolla, generando una especie de Neobarroco latinoamericano. Paralelamente, la convergencia de registros de los clarinetes en si bemol con el clarinete bajo crea una uniformidad sonora, que sugiere a un solo actor desdoblado en varios personajes.

En función de epílogo, las cinco “Escenas a un anochecer” cuentan con la interpretación del dúo Promúsica, una de las agrupaciones camerales más reconocidas de nuestro país. Algunos momentos lentos, que reflejan el carácter reflexivo asociado a la noche, se enlazan con pasajes más agitados en los que violín y piano reflejan estilos diversos. En este sentido, el compositor emplea referentes novedosos como las estructuras melódicas y acordales provenientes del estilo violinístico folklórico irlandés.

De izquierda a derecha: María Victoria del Collado y Alfredo Muñoz (duo Promúsica), compositor Juan Piñera, ingenieros de sonido Giraldo García, Harold Merino y Dayana Liz García. Imágenes: Cortesía de la autora

Como puente dramatúrgico, las “Variaciones libres (sobre un tema de Béla Bartók)”, para cello y piano, muestran una eficaz exploración sobre las cualidades rítmico-tímbricas y expresivas de los instrumentos de cuerda frotada. El virtuosismo del cellista Alejandro Martínez y su exquisito trabajo cameral junto a Javier Iha en el piano convierten las “Variaciones libres…” en una de las piezas mejor logradas del fonograma. Sin dudas, resurge el compositor húngaro Béla Bartók como influencia primigenia en la creación de Javier Iha, con aquella preocupación etnomusicológica por el ritmo, como una de las esencias espirituales de la cultura.

El sonido metálico y enérgico del trombón inaugura el segundo segmento del disco, con los “Cuentos peregrinos (sobre los Doce cuentos peregrinos de Gabriel García Márquez)”, interpretados por la trombonista Marisel González acompañada por Javier Iha. En este ciclo, el compositor traduce musicalmente las impresiones literarias contenidas en los relatos del escritor colombiano. Así, en “Diecisiete ingleses envenenados”, las frases melódicas van en ascenso numérico y reflejan las múltiples referencias matemáticas presentes en el cuento. Por su parte, en “Espantos de agosto” resultan singulares los glissandos que realiza el trombón como alegoría al sentido fantasmagórico del relato. Finalmente, la ritmática acelerada de “Tramontana” alude al tornado, así como al sentido confuso y dramático que domina en esa historia.

El colofón del álbum es el “Concertino para piano, marimba y orquesta de cuerdas”, interpretado por el pianista Abel Figueredo, la percusionista Janet Rodríguez y la sección de cuerdas de la Orquesta del Lyceum de La Habana, bajo la dirección de José Antonio Méndez. En los tres amplios movimientos del “Concertino…”, el compositor recrea un sinnúmero de referentes artísticos, filosóficos y músico-arquitectónicos: desde sonoridades helenísticas y, en general, mediterráneas hasta las influencias del impresionismo francés. Respectivamente, la obra manifiesta tanto la belleza, según el concepto idealista platónico, como ciertas sonoridades acuáticas en la factura pianística alusivas a la estética de Claude Debussy y Maurice Ravel.

“Concertino para piano, marimba y orquesta de cuerdas”, dirigido por José Antonio Méndez.

Estas peculiaridades se conjugan con la maestría de Javier Iha en el manejo de la orquestación, fruto tanto del influjo del compositor ruso Nikolái Rimsky-Kórsakov como del maestro cubano Juan Piñera. Asimismo, para completar este caleidoscopio sonoro se añade el timbre especial de la marimba que remite a la estética latinoamericana —mexicana y guatemalteca— inherente al instrumento. Por la sumatoria de estas características, el “Concertino para piano, marimba y orquesta de cuerdas” es posiblemente la obra más compleja de las que integran el catálogo de Javier Iha.

Todas las piezas del álbum guardan un sentido de brevedad perenne, como si en un instante —y con intrínseca cualidad teatral— transitaran delante del oyente la vida e historia de los personajes creados por García Márquez en sus relatos peregrinos. Al mismo tiempo, la profundidad de cada obra es equiparable a sus contribuciones interpretativas perceptibles, por ejemplo, en el ámbito de las técnicas extendidas y del trabajo de cámara. Retratos y escenas peregrinas es un fonograma para escuchar y contemplar: su máximo tesoro es la invitación a elevar el espíritu mediante una cohesión sensible y atinada entre literatura y música.

1