De El Extranjero a Sísifo: La superación del Absurdo en Albert Camus

Arlette Vasallo García
3/12/2018

Cualquier hombre a la vuelta de cualquier esquina,
puede experimentar la sensación del absurdo,
porque todo es absurdo.

Albert Camus

Albert Camus considera a Sísifo el héroe del absurdo. Entendamos por absurdo algo (o alguien) que no actúa de acuerdo a un pensamiento lógico o normal, que se aparta de la razón. Los dioses le imponen a Sísifo el castigo de subir sin cesar una roca a la montaña, la roca cae una vez y otra, hecho que lleva a Sísifo a pensar que no hay algo peor para él que el trabajo inútil y sin esperanza. ¿No será que los dioses habrán castigado al resto de la humanidad y, a diferencia de él, de Sísifo, sin ser absolutamente conscientes de ello, vivimos todos idéntica tragedia? Pudiera pensarse que a la humanidad condenada a empujar una roca, una cuyo peso se iguala al de la vida, recorre la piedra el mismo sendero, de tal suerte que cuando la pensamos en la cima cae inevitablemente. El héroe absurdo, en cambio, no pierde esperanzas. Vuelve a intentarlo. Gana así la batalla, y la gana porque se tiene por más fuerte que la roca, es capaz de arremeter una vez y otra contra ella.


Albert Camus cree en una existencia atea donde el hombre resulte amo de sí mismo. Fotos: Internet

 

Camus plantea una interrogante: ¿en qué consiste el castigo si el penado mantiene la esperanza de conseguir su propósito?

Precisamente ese es el punto en el cual Sísifo burla a los dioses, se regocija en su alegría silenciosa, intuye que cada momento en que asciende y desciende es dueño de su destino, de ahí que el conocimiento mismo del sinsentido, ese que debía ser su tormento, es, en cambio, su victoria.

¿La vida del pobre asalariado es menos absurda? El trabajo deviene hilo conductor de una vida que no viven. Construyen una existencia basada en hábitos que matizan una vida fugaz y rutinaria, rutina advertida por pocos, rutina que debe llevar a la aceptación o a la rebelión.

El hombre, en su eterna búsqueda de dicha, descubre el absurdo como elemento inseparable y cuando se aferra a ella, a la búsqueda de la felicidad, al anhelo de ser feliz, la angustia multiplica el peso y dificulta el tránsito en la vida. De tal forma sucumbe el hombre ante la roca. La clave de la alegría es (re)conocer el sinsentido de la existencia, más allá de mantener la especie, en erigirse dueño de nuestro propio destino. Sísifo no cree en divinidades, tampoco en una fuerza superior. Persiste en construir su destino.

La heroicidad de Sísifo radica en no abandonar, en regresar por su carga, en hacerlo aun cuando sabe que esta volverá a caer; el recorrido hacia la cima, sin embargo, le basta para ser dichoso. Ese, precisamente, es el recorrido de la perseverancia.

Albert Camus plantea tres salidas al absurdo. La primera, el suicidio. Idea que rechaza al considerar cobarde. Además, precipita un acontecimiento que se halla en el camino, sin necesidad de atajos. La segunda: creer en una realidad trascendental, en la divinidad. Tampoco, nos dice, es esta la solución; y no lo es al identificarla con la enajenación y, a esta, a su vez, con la destrucción de la razón. La tercera resulta aceptar el absurdo, rebelarse. Y esta es, para él, la única solución real. Se vive mientras se acepta (y adopta) el absurdo de la vida; la vida, nos dice Camus, puede ser vivida del todo mejor, aun cuando carezca de sentido.

Julio C. Llamas Rodríguez plantea, en Albert Camus y su filosofía del absurdo, que esta filosofía establece que los esfuerzos realizados por hombres y mujeres en función de hallar el significado total (y previamente determinado) dentro del universo fracasan dado que no existe tal significado, al menos en relación al ser humano. Por tanto, nos dice, propugna Camus como sentido último de la existencia la creación de una significación particular, propia. La vida es insignificante per se, y la inexistencia de un sentido supremo en la misma debe conducir a una situación de regocijo y no de desolación. Así pues, cada persona es libre de moldear su vida, libre de construir su propio porvenir. Según Camus, la vida humana carece de sentido, de meta; lucidez que nos sacude de la desesperación y de la apatía si se reconoce al ser humano como único constructor de su futuro.

Si Sísifo es el héroe del absurdo, Meursault, en cambio, es el antihéroe. Personifica la carencia de valores del hombre, degradado por el absurdo, por su propio destino. Ni el matrimonio, ni la amistad, ni la superación personal, ni la muerte de una madre tienen suficiente importancia para Meursault: la angustia existencial le inunda. No es capaz, en resumen, de cargar su roca.

En El extranjero se establecen ideas afines a las desarrolladas en El Mito de Sísifo. La fuerza de la costumbre crea en el hombre sentimientos de comodidad, ello lleva a sentimientos de añoranza, luego se retorna a la adaptación/aceptación de las nuevas circunstancias. Aludamos al momento en que la madre de Mersault es recluida en el asilo: “Durante los primeros días que estuvo en el asilo lloraba a menudo. Pero era por la fuerza de la costumbre. Al cabo de unos meses habría llorado si se la hubiera retirado del asilo. Siempre por la fuerza de la costumbre”. Contrastemos lo anterior con esta sección que nos llega desde Sísifo: “…y el dolor estaba al comienzo. Cuando las imágenes de la tierra se aferran demasiado fuertemente al recuerdo, cuando el llamamiento de la dicha se hace demasiado apremiante, sucede que la tristeza surge en el corazón del hombre: es la victoria de la roca”.


En El extranjero se establecen ideas afines a las desarrolladas en El Mito de Sísifo

 

Camus cree en una existencia atea donde el hombre resulte amo de sí mismo, no cree en destinos asignados por entes superiores. De ahí que en El Extranjero sostenga lo siguiente: “Quería aún hablarme de Dios, pero me adelanté hacia él y traté de explicarle por última vez que me quedaba poco tiempo. No quería perderlo con Dios. Ensayó cambiar de tema preguntándome por qué le llamaba ‘señor’ y no ‘padre’. Esto me irritó y le contesté que no era mi padre: que él estaba con los otros. (…) Le había tomado por el cuello de la sotana. Vaciaba sobre él todo el fondo de mi corazón con impulsos en que se mezclaban el gozo y la cólera (…) ninguna de sus certezas valía lo que un cabello de mujer”. Idea que se presenta paralela, hermanada, en El Mito de Sísifo: “Expulsa de este mundo a un dios que había entrado en él con la insatisfacción y afición a los dolores inútiles. Hace del destino un asunto humano, que debe ser arreglado entre los hombres. Toda la alegría silenciosa de Sísifo consiste en eso. Su destino le pertenece. Su roca es su cosa. Del mismo modo el hombre absurdo, cuando contempla su tormento, hace callar a todos los ídolos. En el universo vuelto de pronto a su silencio se alzan las mil vocecitas maravillosas de la tierra. Lamentos inconscientes y secretos, invitaciones de todos los rostros constituyen el reverso necesario y el premio de la victoria. No hay sol sin sombra y es necesario conocer la noche. El hombre absurdo dice que sí y su esfuerzo no terminará nunca. Si hay un destino personal, no hay un destino superior, o, por lo menos no hay más que uno al que juzga fatal y despreciable”.

El absurdo para Camus se constata porque el hombre busca la verdad, la unidad, la felicidad y el sentido en el mundo, búsqueda que le conduce a encontrar lo opuesto: diversidad, contradicciones y sinsentido. Precisamente esa confrontación, esa entre el deseo del hombre y la realidad irracional del mundo, es el absurdo.

En la monografía El absurdo de la existencia en Albert Camus, Ricardo Duarte define tres etapas en la reflexión filosófica del francés. El primer período identifica el sentido de la existencia con lo que él llama “religión de la dicha”, el goce de vivir, el contacto con la naturaleza. La felicidad está en vivir el presente, en la sana inocencia animal. Esa felicidad es el disfrute de la vida. En esta etapa el sentido de la vida reside en vivir desterrando preocupaciones, disfrutar de lo que ofrece la naturaleza.

En un segundo momento sostiene que esa religión de la dicha no permanece para siempre. El goce del instante choca (brutalmente) contra el muro de la muerte. Y es ahí donde Camus descubre el carácter absurdo de la existencia, donde advierte que todo deviene absurdo. El hombre constantemente anhela la felicidad y el goce de vivir, halla, sin embargo, sufrimiento y muerte, dualidad esa que destruye su deseo. De ello llega la fuerza rotunda del absurdo.

En la última fase de reflexión, Camus anhela superar el absurdo. Urde, como respuesta, la rebeldía. La rebelión es la única alternativa a ese absurdo que se concretiza en la enfermedad. La lucidez se consigue solo desde la rebelión, suerte de confrontación del hombre con su propia oscuridad.

El hombre rebelde es aquel que asume su condición personal y combate contra el absurdo en función de despertar y ayudar a despertar a otros hombres. Camus opta por la justicia y la solidaridad, binomio que, no obstante, no logra superar el absurdo. Y no lo logra porque he ahí que prevalecen injusticias, nos dice, y nunca desaparecen el sufrimiento y la muerte de los inocentes. Urge, sin embargo, y ese es el sentido último en Camus, ese es su grito, asumir el sinsentido y luchar por disminuir el mal en el mundo.

 

Bibliografía
Camus, Albert. El mito de Sísifo
Camus, Albert. El extranjero
Rodríguez C., Carlos Arturo. Análisis de la obra “El Extranjero”
Monroy, Juan Antonio Camus. Filosofía del absurdo y existencialismo
Duarte, Ricardo. El Absurdo de la existencia en Albert Camus.
Bonafina, Prof. Pablo H. Entorno al “absurdo de la existencia humana”
Llamas Rodríguez, Julio C. Albert Camus y su filosofía del absurdo.
Gajardo, Manuel. Lo absurdo de la teoría de lo absurdo
Pavon, William. La filosofía del absurdo
Ángel G., Roberto. La Filosofía de Nietzsche y Sartre en El extranjero, de Albert Camus