He tenido el privilegio de seguir de cerca la carrera de Daniela Águila, una de las jóvenes pintoras cubanas con mayor potencial de cuantas actualmente viven y trabajan en la Isla. He sido testigo de su laboriosidad y disciplina, del rigor que le imprime a cada exposición, a cada propuesta; también, de la madurez que ha ido alcanzando paulatinamente, pieza a pieza, paso a paso, exposición tras exposición.

Supe que estaba frente a una creadora con mucho que ofrecer el día que me enfrenté a su muestra personal Aisladas (galería La Nave, La Habana, junio-julio de 2021). Lo primero que me llamó la atención fue el interés de Daniela por acercarse desde la pintura a las manieras de los grandes maestros que a finales del siglo XIX y principios del XX sentaron las bases, desde el Impresionismo y sus secuelas, para el surgimiento de lo que hoy llamamos arte moderno o de las Vanguardias. Luego, los guiños al Pop Art y el reiterado tratamiento de lo femenino en un discurso susceptible a ser valorado desde una perspectiva feminista.

“Giverny, souvenirs et joies”, 2024, 130 x 110 cm.

Sus mujeres, representadas en una pausa radioactiva, enmarcadas por paisajes a lo Rousseau, destacaban ante todo por el riquísimo universo interior: radiantes microcosmos fundamentados en la introspección necesaria, el autorreconocimiento y la pausa fecunda. Algunas de esas mujeres están presentes en la muestra que por estos días Daniela somete a consideración de los espectadores con Réveries et Mémoires. Un après midi de Paris à La Havane.  

La Historia del Arte es un largo ejercicio de violencia patriarcal. Hoy mencionamos con notable facilidad el nombre de pintores célebres; en cambio, apenas oímos hablar de Lavinia Fontana, Judith Leyster, Sofonisba de Anguissola, Angelica Kauffmann y Artemisia Gentileschi. Los manuales de la especialidad han sido redactados por hombres y ellos han impedido que lleguen a sus páginas los nombres y las obras de las grandes maestras. Históricamente, la creación artística ha sido propiedad masculina. Asimismo, los artistas se han arrogado el derecho de representar a las mujeres en función de sus intereses y aspiraciones, colonizando sus cuerpos desde lo iconográfico y, por consiguiente, desde lo simbólico.

“La Historia del Arte es un largo ejercicio de violencia patriarcal”.

Ahora, Daniela se adentra en la producción simbólica de los primeros maestros modernos. Pero no se trata del obediente homenaje que un fiel discípulo ofrecería al artista que admira. Aunque ella remite a determinados personajes, situaciones, entornos y símbolos presentes en la obra de dichos pintores, opta por un discurso propio que concede protagonismo absoluto a la mujer contemporánea, y no precisamente desde una perspectiva colonizadora o sexista. No hay aquí rotundos desnudos, turgencias ni voluptuosidades. Antes bien: estas mujeres, coloreadas por sus luces interiores, dicen «aquí estamos» con una fuerza, una seguridad y una autodeterminación despojadas de toda cosificación son hermosas, ciertamente, en su variedad racial, pues Daniela no es una artista que renuncie a la belleza formal, pero están más centradas en ganar fuerzas antes de proseguir el camino la realización personal que en la reproducción de patrones de belleza impuestos desde el patriarcado.

“Et si ma tête est dans le ciel”, 2024, 130 x 110 cm.

De entre las piezas que componen la muestra quiero detenerme específicamente en “Mujer con gato”. Aunque está inspirada en una pieza de Bonnard realizada en 1912, la contemplo y es inevitable que me remita al célebre cuadro “Olympia”, ejecutado por Manet en 1863 y conservado actualmente en el prestigioso Museo de Orsay. Cuadro polémico donde los haya, “Olympia” (título concedido por Baudelaire) nos muestra a una prostituta reclinada en su cama. Detrás, una mujer negra que le acerca un ramo de flores. El zapatico de tacón en la punta del pie izquierdo de la meretriz remite a la pérdida de la inocencia, de la virginidad. El gato en el extremo del lecho simboliza la ambigüedad y el apetito sexual. El je-ne-baise-plus atado al grácil cuello nos indica que su portadora no desea el intercambio sexual. No lo desea, pero de eso vive.  

“Femme au chat Hommage à Pierre Bonnard”, 2024, 69 x 94 cm.

Entre los tantos desacatos que cometió Manet en esta célebre obra destaca el convertir al espectador en cliente. Somos nosotros quienes irrumpimos en la alcoba de Olympia, prestos a requerir de sus servicios. Pero aún no hemos pagado el importe; por consiguiente, la meretriz, casi una niña, se cubre el pubis con la mano izquierda. Todavía no tenemos derecho a ver. Ni a tocar.

La “Mujer con gato” de Daniela concede protagonismo a la mujer negra del fondo, lo cual equivale a jerarquizar a la mujer loca en el ático, a darle voz, a dirigir los focos hacia ella. Las flores han cedido paso a una copa de vino. Esa mujer, en actitud reflexiva, nos cuestiona, y el pacífico gato nos remite más a su humanidad que a su sexualidad.

Sirva este divertimento semiótico para acercarnos con mayor atención a la obra de Daniela, en general, y a esta nueva muestra en particular. Personalmente, le deseo muchos éxitos y mucha, mucha más pintura en los tantos años por venir.

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