Hace cerca de un mes culminó el Festival Al Son del Gallo Pío Leyva in Memoriam en la ciudad de Morón. El evento nació como descendiente directo de la celebración del Día del Son Cubano cada 8 de mayo. Con esa transitividad musical derivada de la efeméride, el reconocido pianista, arreglista y compositor Andrés Hernández Font —conocido como Andresito— puso en marcha hace pocos años la idea de nuclear en esa hermosa ciudad a diversos cultores locales y nacionales del género, además de convertirla en referente obligado para la consolidación y consumo de las más abarcadoras tradiciones soneras del país.

“Días intensos y valiosos que ayudaron a desentrañar en gran medida el gran acertijo musical de nuestro son”.

A todo ello debe sumarse la riqueza musical de Ciego de Ávila desde la canción, el bolero, el son, el jazz o la trova —incluso la variante de trova espirituana, que por cercanía geográfica ha llegado hasta allí—, para que, como afluentes que apuntan hacia un mismo río, convergieran en algunos instantes creativos con el son, tanto de ida como de vuelta, además de la incesante efervescencia sonora y plena responsabilidad estilística de cada interacción musical.

Se debate acaloradamente en algunas regiones cubanas sobre el origen del son a partir de la rumba. Podríamos incluso sincretizarlo musicalmente como el signo de la Regla de Ocha al afirmar que “Ikú lobi Ocha” (“El muerto pare al santo”). Pero es en verdad el son quien procrea a otros géneros o complejos sonoros, rítmicos y danzarios en el país, unos con mayor trascendencia y popularidad, producto de sus variantes más conectantes con el cubano de la época; a diferencia de otros senderos musicales afines al son, pero con una complejidad que incluso hoy no goza de iguales mecanismos de asimilación a grandes niveles.

Por eso, de la casta sonera cubana no podremos nunca separar a Andresito Hernández, heredero y renovador del lenguaje pianístico sonero, con un paso certero por vitales agrupaciones del país. Son 14 y el Conjunto Rumbavana se encargaron de foguearlo como el consagrado sonero que es. Hoy, el que una vez fue un intrépido y aprendiz pianista, resulta más que imprescindible en la consolidación generacional de nuestro más famoso género musical.

Esta tercera edición del Festival, dedicada especialmente a César Pupy Pedroso, llegó en situaciones adversas en cuanto a su concreción logística, pero las instituciones apostaron por llevarlo a cabo. El esfuerzo de Musicávila, la Asociación Hermanos Saíz, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, la Dirección Provincial de Cultura, Mambo SRL, Islazul, el Poder Popular Provincial y Municipal, el Partido y otras instituciones lograron articular un encuentro para fortalecer el compromiso con la cultura. El apoyo de formas de gestión no estatales, como Martín Audio y la citada Mambo SRL, también reflejan un panorama inclusivo y unificador en pos de generar una integralidad con resultados visibles y positivos. No es un secreto que han existido experiencias lamentables e irrespetuosas con el gran acervo musical autóctono del país.

“Esta tercera edición del Festival, dedicada especialmente a César Pupy Pedroso, llegó en situaciones adversas”.

El evento tuvo como invitados a varios artistas, entre ellos el conocido grupo Caonao, con un interesante repertorio sonero que lo distingue sobremanera, y el singular trío Trova Tenaz, liderado por los hermanos Poveda, orgullosos de su estirpe trovadoresca y quienes, desde una mirada más trovera y arriesgada por sus arreglos vocales, destacan por el sobresaliente trabajo de su cantante (bajo en constante contrapunteo con el tenorino). Ellos asumen el concepto sonero primigenio (recordemos siempre al trío Matamoros como epicentro del son), pero transitan por obras propias y de contemporáneos como Pepe Ordaz. Otros invitados fueron el septeto Awa Brava, con su original timbre “fañoso” o de “vieja” en los coros, con una impresionante soltura de su cantante, un joven y talentosísimo tresero, y la maestría de sus integrantes. Memorable el actor y declamador Roberto Castillo, Castillito, en su personalísimo homenaje a Guillén al recorrer parte de su poesía más icónica sobre la cubanidad: “Negro bembón”, “Quirino con su tres”, “Vito Manué” y más.

“El septeto Awa Brava, con su original timbre ‘fañoso’ o de ‘vieja’ en los coros”. Foto: del autor

Igualmente hubo miradas críticas al género como la disertación a tres manos dedicada enteramente a Pupy a cargo de Andresito, la musicóloga Miraima García y este cronista, en el evento teórico del evento. Los hilos conductores del legado sonero pianístico cubano no solo deben verse desde una asimilación introspectiva, sino también desde la proyección internacional, incluso el maridaje entre Cuba y Nueva York, no únicamente en concordancias jazzísticas: la estirpe de Papo Lucca y su padre Quique, Eddie Palmieri y otros pianistas que llevaron muchos tumbaos y ritmos cubanos a la Gran Manzana, imbuidos por grandes músicos cubanos como Mario Bauzá, Bebo Valdés, Rubén González, Arsenio Rodríguez, Lilí Martínez e incluso desde los años 80, el mismo estilo de Pupy que tanto han seguido en aquel país. Días intensos y valiosos que ayudaron a desentrañar en gran medida el gran acertijo musical de nuestro son, y sobre todo el compromiso de artistas, directivos y emprendedores de convertir al Moronero Ausente no solo en sede transitoria del evento, sino en la catedral del son en Morón.

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