Cuerpo: la intención dentro del concepto
5/11/2019
Recientemente en el Centro Hispanoamericano de Cultura, ubicado en el malecón habanero y perteneciente a la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, pudo verse una exposición del destacado artista de la plástica Ernesto García Peña, quien con esta muestra —titulada Cuerpo— quiso no solamente rendir personal tributo a la Villa de San Cristóbal en su medio milenio sino, también, a su generación, la del 70.
Cerca de una veintena de piezas (entre 1, 40 y 1 metro) conformaron Cuerpo, que, según reveló García Peña (Matanzas, 1949) en entrevista exclusiva a La Jiribilla, continúa “sobre la misma intención, pero ya no tan erótica o tan sensual, sino un homenaje al cuerpo y con él, al ser humano”.
El cuerpo siempre ha estado en el centro de su trabajo y lo ha asumido como soporte para expresarse: en 2015 expuso El alma desnuda, ¿qué la diferenció de Cuerpo?
En El alma desnuda, todos los fondos eran muy claros, el color estaba ausente totalmente y lo que primaba era la línea. La gran diferencia es que en Cuerpo intervinieron los tonos, el claroscuro, que son los que marcan las pautas y el color se insinúa un poco más, aunque no tanto como en otras muestras que eran más coloridas.
En etapas anteriores se caracterizó por ser muy colorido: los rojos, los azules y el amarillo predominaban, y luego vino una reducción de la paleta…
En esta exposición continué con la idea de la síntesis, de la esencia, de la espontaneidad, de la sugerencia, aunque entré en un fuerte dilema que debí resolver porque hubo más drama, un poco más de complejidad en lo que quise expresar, pero a través de fragmentos, que es lo que primó en Cuerpo.
Habitualmente muestra los cuerpos completos, a veces en posiciones hasta no anatómicas; en este caso, hay una oreja, un dedo, es decir, que son partes de un todo…
El ser humano es el que ha hecho posible el surgimiento de la civilización, el que ha logrado el hábitat, por lo tanto, no se puede separar de la ciudad que, a su vez, está poblada de cuerpos. ¿Qué seríamos sin las mentes maravillosas que ha dado esta Habana, como la del propio historiador, Eusebio Leal?
En Cuerpo hubo dos o tres piezas que, creo, rompían un poco con el resto: es como un García Peña escondido detrás de otro García Peña…
Pienso que sí, que hay piezas que se sienten muy diferentes al resto, aun cuando la intención está dentro del concepto. La del seno, por ejemplo, es una forma de ver un poco diferente. Todo es menos explícito; sin embargo, hay cosas que deben de ser más directas y otras más insinuadas. El tema me obliga a cambiar un poco; tal vez esa necesidad de ir en función de un tema es lo que me hace modificar el lenguaje.
¿Y le gusta trabajar con un pie forzado?
Sí, porque me lleva a estudiar, me obliga a investigar, a trabajar con más pasión, a entregarme, cuestionarme y autocuestionarme más. No estaría satisfecho de hacer una exposición y que al espectador que acuda no le suceda nada, que salga de la sala como mismo entró. Eso no tendría sentido. Por suerte, cuando las personas ven mi obra —aun sin firmarla— dicen: “eso es de García Peña”. Ahí aparece algo que la gente descubre, que es mío. Algo de mi espíritu es palpable.
¿Cuánto de continuidad, de giro o de ruptura tuvo Cuerpo?
Creo que hay una ruptura, pero también hay una continuidad. Sigo en la intención de ser cada vez más directo, más simple, más esencial.
Hay artistas que se sienten cómodos pintando a lo grande y no tienen la posibilidad de dominarse la mano. ¿Cómo puede pasar de un formato a otro sin problema alguno?
Está dado porque estudié y porque he trabajado mucho, lo cual implica ganar oficio. Desde que uno es estudiante aparece la tendencia a querer hacer trabajos en grandes formatos. Eso es riquísimo y para un artista de la plástica es muy placentero. Lo que sucede es que hay obras que quedan bien en pequeño formato y otras que quedan bien en grande. También la vida te enseña que esas obras grandes, a veces o casi siempre, hay que hacerlas pensando dónde van a hacer expuestas o colocadas. No haces nada con concebir obras grandes para, luego, esconderlas o guardarlas porque no hay paredes donde colocarlas. Eso es una realidad en la que hay que pensar y meditar.
Por otro lado, no se puede obviar que trabajé intensamente en el Taller Experimental de Gráfica de La Habana, y la litografía, que es la manifestación en la que mayor cantidad de obra produje, se concibe como piezas pequeñas. Tal vez me entrenó la mano y la manera de concebir el espacio.
¿Siempre vuelve al grabado?
¡Claro que sí! Cada cierto tiempo voy a Cuernavaca, México, a La siempre Habana, taller del también artista cubano Luis Miguel Valdés y allí trabajo. Gracias al nivel profesional de él y de su equipo, que es maravilloso, en unos pocos días hago tres, cuatro o cinco piezas en litografía y xilografía. El grabado y la pintura clasifican como dos de mis grandes pasiones.