Cuba y su emigración (I)
El pasado 19 de julio nuestro parlamento aprobó la nueva Ley de Migración, luego de un amplio debate previo de los diputados, la consulta a expertos y la recepción de cientos de opiniones de los cubanos dentro y fuera de la Isla. Esta Ley se complementó con otras dos normas que conforman una tríada imprescindible para nuestro ordenamiento jurídico, la Ley de Ciudadanía y la Ley de Extranjería; sin embargo, la primera de ellas fue la que más debate generó por su alcance y trascendencia.
El pasado 19 de julio nuestro parlamento aprobó la nueva Ley de Migración, luego de un amplio debate previo de los diputados, la consulta a expertos y la recepción de cientos de opiniones de los cubanos dentro y fuera de la Isla.
La aprobación de estas leyes responde al amplio proceso legislativo dinamizado a partir de la aprobación de la norma suprema en el 2019, pero también se inscriben en un camino ascendente e irreversible de normalización de los vínculos de la nación con su emigración, proceso que tiene su origen en el diálogo con representativos de la comunidad cubana en el exterior que condujo magistralmente el Comandante en Jefe en 1978 y que constituyó un giro de 180 grados en la relación con la emigración cubana, reconociendo que esta no era un ente monolítico y que se trataba por encima de todo, de atender un problema nacional, secuestrado por el impacto de la política agresiva de Estados Unidos contra Cuba.
Contexto del diálogo del 78
La confrontación Cuba-Estados Unidos, el uso de la política migratoria hacia la Isla por parte de Washington como instrumento de agresión y subversión, habían generado durante la década del sesenta y buena parte de los años 70, un escenario convulso y de conflicto entre la nación cubana y su emigración. Pero al ocurrir el Diálogo del 78 entre el gobierno revolucionario y representativos de la comunidad cubana en el exterior, se dio un giro en sentido inverso a esa relación que marcaría los años y décadas posteriores.
Varios factores habían contribuido a crear un contexto propicio para un cambio de visión con relación a los emigrados cubanos y el diálogo histórico que se produjo: el reconocimiento por parte del gobierno cubano de una tendencia dentro de la Comunidad Cubana en Estados Unidos propensa al acercamiento pacífico y constructivo, así como los vínculos establecidos con elementos representativos de la misma; la propia consolidación de la Revolución Cubana; la política de la administración Carter hacia Cuba bajo el enfoque de mejorar las relaciones bilaterales; el impacto que produjo en la Isla la visita de la Brigada Antonio Maceo —integrada por jóvenes cubanos residentes en Estados Unidos que habían sido sacados de Cuba cuando aún eran niños o adolescentes—; las gestiones realizadas ante el gobierno cubano por Bernardo Benes y Carlos Dascal y otros miembros y grupos de la Comunidad Cubana en el exterior; fueron los elementos que, de conjunto, estimularon a que la máxima dirección de la Isla decidiera apostar por el Diálogo, con el objetivo de solucionar los problemas más acuciantes que afectaban tanto a la Comunidad Cubana en Estados Unidos como a la propia Cuba; entre ellos la liberación de prisioneros, la reunificación familiar y las visitas en ambas direcciones. Ello a sabiendas de que este Diálogo no iba a ser del todo comprendido a lo interno de la sociedad cubana:
Yo recuerdo incluso que la política del diálogo —señala el investigador Jesús Arboleya[1]— y la de los viajes fueron de las más cuestionadas en este país, hasta el punto de que Fidel Castro tuvo que reunir a todos los cuadros revolucionarios en el teatro Karl Marx, y dijo que los enemigos de esa política eran solo los conservadores de allá y de aquí, y que —nunca se me olvidará esa frase—“la ciencia de la Revolución era convertir a los enemigos en amigos, y que esta era esa política”.[2]
Dentro de todos estos factores hay que resaltar el impacto que tuvo la visita a Cuba, a finales de 1977, de la Brigada Antonio Maceo. Como colofón de la misma, los jóvenes integrantes sostuvieron un encuentro con Fidel, el 13 de enero de 1978.
Yo creo que actualmente —les expresó Fidel—, sobre todo en Estados Unidos, hay un grupo que son unos cuantos cientos de los que integran estos elementos terroristas. Es un grupo frustrado, muchos de ellos fueron preparados para actividades terroristas en Estados Unidos, se acostumbraron a vivir de eso, y son los que constituyen hoy día una minoría. Tienen influencia porque, mediante el terror, tienen influencia; siembran el miedo, no solo en ciudadanos cubanos, sino en ciudadanos norteamericanos. Ellos han puesto bombas en empresas de aviación que han hablado de viajar a Cuba, de venir a Cuba; tienen una influencia mediante el terror allí. Pienso que no tienen perspectivas de ningún tipo. Una parte de ellos trabaja con el FBI, otra parte trabaja con la CIA, porque están penetrando.
Ustedes constituyen una cosa que es la antítesis de todo eso. Creo que ustedes hacen una tarea histórica importante, y la veo como una tarea revolucionaria, no la veo de otra forma. No los estoy mirando a ustedes como un grupo de jóvenes que simplemente ha venido a Cuba, sino como jóvenes que tienen sensibilidad política, que tienen ideas políticas, y que tienen una calidad especial.
[…]
Él —se refiere a las palabras de uno de los jóvenes de la Brigada— nos ha dado una lección también a nosotros muy importante, de la cual tal vez ni siquiera estábamos conscientes, porque pensando en todo el tiempo que han estado ustedes lejos de Cuba y nosotros sin ningún contacto con ustedes, y es la idea de que el sentimiento de la patria es bueno. Realmente eso es lo que está presente aquí en todo momento. Y déjenme decirles: no les quepa la menor duda de que nosotros los consideramos a ustedes parte de nuestra familia […].
Yo creo que ha crecido el país.[3]
Sobre el impacto de la visita de la Brigada Antonio Maceo expresaría Fidel:
No te puedo decir cómo surgió eso, yo no recuerdo. Sé que un día algunos compañeros nos plantearon la posibilidad de que viniera una brigada de hijos de emigrados. Eso era una cosa rara, digamos. Incluso, bueno, ¿se entenderá esto?, fue lo primero que nos planteamos nosotros. Algunos compañeros eran partidarios: que sí vengan. Pero, ¿lo entenderá el pueblo? ¿Cómo recibirá el pueblo esto? Porque digo que había un clima de hostilidad y de lucha (…).
Bueno, pues fue una prueba. Digamos que fue una prueba. Entonces, por dondequiera, desde el primer momento, ellos se entrevistaron con todo el mundo aquí, en todas partes. Y con muchos dirigentes también. Yo me reuní con ellos también al final. Pero yo venía observando que todas las personas, los cuadros políticos, los dirigentes, todos los que se entrevistaban con ellos, recibían una gran impresión, y se emocionaban. Eran emocionantes las reuniones. Y a los pocos días en el tiempo en que estuvieron aquí, en el trabajo, trabajaron bien, el gesto de ayudar a construir una obra social determinada, eso fue creando un ambiente siempre muy favorable a ellos, muy favorable (…).
Bueno, al final se convirtió en un acontecimiento, y una de las cosas que más ha impresionado.[4]
Una página en la historia
La propuesta cubana de conversar sobre estos temas se trasmitió el 6 de septiembre de 1978, cuando en conferencia de prensa con periodistas vinculados con la Comunidad Cubana en Estados Unidos —casi todos de origen cubano—, Fidel Castro invitó a representativos de dicha comunidad a participar en un diálogo directo. La única condición excluyente que fijó el líder revolucionario para la selección de los participantes de la comunidad fue que no podían asistir “cabecillas de la contrarrevolución”.[5] Cualquier otra persona representativa, independientemente de su orientación ideológica, si estaba dispuesta a trabajar con seriedad por la solución de los problemas que afectaban las relaciones entre el gobierno cubano y la Comunidad Cubana en los Estados Unidos, podía participar en las conversaciones.
En el encuentro, Fidel señaló que, aunque había grupos que llevaban años trabajando en esta dirección, y obviamente debían estar representados en las conversaciones, esta tenía que ser amplia, es decir, incluir un amplio espectro de la comunidad respecto a los límites de lo negociable. Además, Fidel expresó que las cuestiones de los presos políticos y la reunificación familiar eran discutibles, excepto en cuanto a la posibilidad de liberar, antes de cumplir sus sentencias, a los presos condenados por crímenes durante la tiranía de Batista y los que mantenían vínculos con grupos terroristas activos.
Específicamente en torno a Huber Matos manifestó que no estaba excluido de las negociaciones y de la posibilidad de ser excarcelado antes de cumplir el término de su sentencia en 1979. Por otro lado, el líder de la Revolución Cubana informó a los participantes que se había decidido liberar a 48 presos y que se habían entregado las listas a Estados Unidos, donde se estaban estudiando.
A su vez, el Comandante en Jefe hizo énfasis en que solo discutiría estas cuestiones con la comunidad emigrada, porque eran asuntos que le preocupaban a ambas partes, pero no con el gobierno de Estados Unidos, al que no le incumbían. Asimismo, recalcó que la materialización del diálogo era posible sin que ello representara una concesión de principios frente al gobierno de Washington.
Las primeras pláticas entre representativos de la comunidad y el gobierno cubano[6] se celebraron en La Habana los días 20 y 21 de noviembre de 1978 y en ellas estuvieron presentes 75 miembros de la Comunidad Cubana en Estados Unidos. Unos días después, el 8 de diciembre, se celebró el segundo momento del diálogo, y en esta ocasión la cifra de integrantes de la Comunidad llegó a 140. Entre los participantes se encontraban 30 representantes de la izquierda; 34 intelectuales de diversas profesiones y tendencias ideológicas; 19 dirigentes de organizaciones coexistencialistas; 5 religiosos de varias congregaciones; exprisioneros del gobierno de Batista sobre los que no pesaban acusaciones de crímenes durante la dictadura, expresos contrarrevolucionarios, así como algunos que habían pertenecido a organizaciones contrarrevolucionarias o participado en la invasión por Playa Girón.
Desde el inicio del encuentro Fidel resaltó que no se trataba de una política oportunista, sino que la Revolución buscaba una política constructiva donde se tomaban en cuenta los intereses de la Comunidad:
Es cierto que esta nueva política —no les oculto— puede ser de resultados positivos para nuestro país, sencillamente porque se trata de una política constructiva; pero nosotros nunca hemos seguido una política constructiva para buscar determinados beneficios u objetivos, sino que todo lo que nosotros hacemos, o creemos que hemos hecho y creemos que hacemos y creemos que haremos será teniendo por objetivo una política constructiva. Es decir, la política constructiva no es un instrumento de la Revolución, es un objetivo de la Revolución. Y siempre que hay una política constructiva en cualquier sentido, es útil para el país, y así será útil para nosotros.
Pero tampoco les oculto que en nuestra actitud han estado presentes los intereses de la Comunidad Cubana en el exterior, por paradójico que parezca después de tantos años de hostilidad, de aparente hostilidad, porque había un error tal vez incluso de ambas partes, puesto que nosotros mirábamos como un todo a esa comunidad y no lo era; y además, podía haber tenido una actitud en un momento, otra actitud en otro; nosotros nos habíamos percatado de los cambios. Además, de una manera o de otra, por distintas vías, habíamos llegado ya a tomar conciencia de los problemas de la Comunidad Cubana en el exterior, de su deseo de mantener su identidad, de su deseo de preservar sus valores morales, sus valores culturales; en fin, un esfuerzo de identidad, problemas lógicos en una comunidad de latinos dentro de Estados Unidos, cualesquiera que hayan sido los éxitos de esa comunidad. Esos problemas los tienen casi todos los latinos en Estados Unidos, y nosotros en definitiva hemos estado preocupándonos por los latinos en Estados Unidos, como principio, con más razón teníamos que hacerlo, o teníamos el deber moral de hacerlo, de preocuparnos, de tomar conciencia de las cosas que pudieran interesarle a esa comunidad.[7]
Aunque habían tres puntos fundamentales planteados como agenda del Diálogo, las propuestas realizadas por diversos representativos de la Comunidad fueron mucho más lejos, entre ellas: posibilidad de crear un organismo estatal o alguna institución en Cuba para atender los asuntos de la Comunidad; revisión del problema del artículo 32 de la Constitución [de 1976] sobre el no reconocimiento de la doble ciudanía; derecho a la repatriación; promoción de viajes a Cuba de jóvenes de la Comunidad para el intercambio educacional, cultural, deportivo y científico; posibilidad de participar en las elecciones y otros procesos políticos importantes del país; derecho al voto, elegir y ser elegido; derecho a participar de alguna manera en las organizaciones políticas y de masas; derecho a la posesión del carné de identidad; considerar la posibilidad de una publicación dirigida a la comunidad en el exterior; viabilizar contribución de técnicos, científicos, profesionales y obreros calificados residentes en el exterior al desarrollo económico de Cuba, así como de trabajadores intelectuales y culturales residentes en el exterior, al desarrollo cultural y educacional en Cuba; campamentos de verano, escuelas, becas de estudio en Cuba para hijos de cubanos residentes en el exterior; crear algún tipo de mecanismo para institucionalizar el diálogo; entre muchas otras propuestas audaces para aquel contexto histórico. Estas iniciativas fueron recibidas con interés por el gobierno cubano.[8]
“Desde el inicio del encuentro Fidel resaltó que no se trataba de una política oportunista, sino que la Revolución buscaba una política constructiva donde se tomaban en cuenta los intereses de la Comunidad”.
Con gran visión, Lourdes Casal hizo una de las intervenciones más brillantes del encuentro cuando solicitó que las organizaciones presentes en el Diálogo o sus integrantes individualmente se sumaran al Comité Pro Normalización de Relaciones entre Estados Unidos y Cuba:
¿Por qué planteo esto? Porque yo creo que la solución a largo plazo de los problemas planteados por el incremento de visitas, por la cuestión de los retiros, por la cuestión de los presos, por la cuestión de las visitas familiares, por la cuestión de envíos de paquetes, por la cuestión de envíos de dinero, hasta la cuestión de envíos de cadáveres, que a nosotros alguien nos ha planteado: yo quiero que me entierren en Cuba. Bueno, lo que sea, llevado hasta lo más extremo. Y no lo digo a manera de chiste, es verdad, eso se ha planteado. Si todos estos problemas van a tener alguna solución, realmente permanente, que no requiera medidas ad hoc cada vez que haya que resolver una de ellas, va a estar pendiente de que se resuelva el problema de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. Yo sé que el gobierno cubano no quiere negociar estas cosas con Estados Unidos. No estoy planteando eso. Me estoy dirigiendo ahora aquí a la comunidad, aprovechando la oportunidad —creo, única en la historia— de que estamos todos aquí reunidos. Yo creo que es esencial que nosotros entendamos que la solución permanente de muchos de estos problemas depende de que se encuadren dentro de ese restablecimiento de relaciones. Y a esos fines insto a que la gente se integre a ese Comité Pro Normalización, que ya existe, ya digo, individualmente o incluso colectivamente en las asociaciones que están aquí presentes.[9]
Hubo también no pocos pronunciamientos contra el bloqueo, pero se valoró que no era táctico incorporar ese tema dentro del acta de la reunión. Al respecto expresó Fidel:
Pedir que Estados Unidos suspenda el bloqueo. Esa es también una cosa de ustedes, pero yo sé que sobre eso hay criterios variados, y habría que analizar realmente cuál es el momento más táctico para hacer una petición de esa naturaleza. Puede haber, en cierto sentido, un propósito, un deseo. Hay que analizar si tácticamente conviene en este momento, cuando hay muchas gestiones por realizar, que ustedes se manifiesten colectivamente en contra del bloqueo y parezca que nos están haciendo concesiones a nosotros. Nosotros les agradecemos infinitamente la lucha contra el bloqueo, pero ni siquiera les hemos puesto nosotros a ustedes la condición de que para que lleguemos a determinados acuerdos tienen que hacer una campaña contra el bloqueo. Ayer hablé amplio de eso, y dije que ese problema se lo podíamos pedir nosotros a Estados Unidos, pero con Estados Unidos no estamos negociando, y no queremos ponerles condiciones a ustedes de esta índole; por lo tanto, ustedes mismos deben analizar qué deben hacer y cuándo es más conveniente hacerlo con relación al bloqueo, aunque es cierto —absolutamente cierto— que la existencia del bloqueo conspira contra los objetivos en el terreno práctico, en la realidad conspira contra los objetivos que estamos persiguiendo.[10]
Como resultado de las conversaciones, ambas partes acordaron la liberación de los 3.000 sancionados a prisión por delitos contra la seguridad del Estado cubano y 600 más que habían violado las leyes de emigración, a razón de 400 por mes; también la liberación, sin excepción, de todas las mujeres sancionadas. Asimismo, la parte cubana expresó que, continuando con su política de solucionar la situación personal, social y familiar de numerosas personas que fueron arrastradas a la contrarrevolución por las distintas administraciones estadounidenses, se autorizaría la salida del país junto a sus familiares más cercanos de los sancionados por delitos contra la seguridad del Estado que ya habían cumplido sus sanciones. Por su parte, los representativos de la Comunidad Cubana en el exterior se comprometieron a realizar las gestiones necesarias con las autoridades del gobierno de Estados Unidos para conseguir las visas de entrada a ese país para los exreclusos y sus familiares, así como para los actuales reclusos y familiares que desearan hacerlo.
Otro acuerdo rubricado, dirigido a contribuir a la reunificación familiar, planteaba que Cuba autorizaría la salida permanente hacia Estados Unidos u otras naciones, por razones humanitarias justificadas, de aquellas personas que tenían un vínculo familiar directo con ciudadanos o personas de origen cubano residentes en dichos países. Además, el gobierno de Cuba señaló que, a partir del mes de enero de 1979, permitiría las visitas a la isla de cubanos residentes en el exterior, aunque podían quedar excluidos de dichas prerrogativas determinadas personas por sus antecedentes y conducta.
Al concluir el encuentro del día 21 de noviembre Fidel expresó: “Siempre he partido del criterio de que estas banderas que estamos discutiendo aquí son banderas muy buenas y son banderas invencibles. (…) No hicimos esto para escribir una página en la historia, pero tal vez sin pensar la estamos escribiendo”.[11]
Días después, al concluir la reunión del 8 de diciembre destacaría también el líder de la Revolución:
Yo creo, sinceramente, que esto que hemos hecho y que estamos haciendo es revolucionario. Si nos hubiésemos dejado llevar por la rutina, por las cosas más fáciles, entonces no habríamos emprendido esto que estamos haciendo. Creo firmemente que no lo haríamos si no fuéramos revolucionarios. Creo que lo hacemos porque somos revolucionarios.
No se desalienten por la mala fe de alguien. No se desalienten jamás por las campañas, las intrigas, las mentiras, los insultos. Sosténganse en la convicción de que han hecho algo absolutamente correcto, lo más correcto que puede hacerse. Y estoy seguro de que ningún resentimiento, ninguna mala fe, ninguna envidia podrá arrojar ninguna mancha sobre lo que ustedes han hecho. Y estoy seguro de que tanto ustedes, como nosotros, nos sentiremos siempre satisfechos de este esfuerzo que en común hemos realizado.[12]
A partir de entonces, la polarización de la comunidad se hizo palmaria entre aquellos quienes se aferraban al statu quo, y aquellos que, aun no siendo simpatizantes del proceso revolucionario cubano se manifestaban a favor del diálogo con el gobierno cubano. En lo que respecta a los primeros, cada vez más aislados, tanto por el sentimiento generalizado de la comunidad como por la pérdida de apoyo del gobierno norteamericano, incrementaron sus actividades realizando amenazas y atentados contra la vida de los participantes en el diálogo.
Reacciones de la extrema derecha
En esos años que comprendieron el periodo de la administración Carter, el 68% de las acciones desarrolladas por los grupos terroristas anticubanos ocurrió en Estados Unidos, constituyendo según el FBI la red terrorista más peligrosa de las que actuaban en ese momento en territorio estadounidense.[13]
Este sector de extrema derecha hizo todo lo posible por torpedear cualquier posibilidad de avance de una mejor relación entre Estados Unidos y Cuba, y en alguna medida fue un escollo más en el proceso de normalización de las relaciones con Cuba. Sobre todo, cuando comenzó a establecer sus conexiones con la nueva derecha neoconservadora que con estridencia avanzaba en el Congreso, los medios académicos y en los medios de difusión masiva. Además, ejerció fuertes presiones sobre las principales figuras del ejecutivo estadounidense y sobre numerosos congresistas, manifestando su desacuerdo con la posibilidad de mejorar las relaciones con la Isla. El propio presidente Carter recibió disímiles cartas de estos grupos reaccionarios donde lo urgían a adoptar una política hostil hacia la Mayor de las Antillas.
Los defensores y participantes en el Diálogo con el gobierno cubano, sufrirían todo tipo de represalias. Al respecto señala Jesús Arboleya:
El periodista cubano Manuel de Dios Unanue, asesinado más tarde, fue cesanteado de El Diario La Prensa de Nueva York; al reverendo bautista José Reyes, designado por los asistentes como presidente del Comité de los 75, lo expulsaron de su iglesia. Igual suerte corrieron en la Asociación de Veteranos de Bahía de Cochinos (Brigada 2506) su expresidente Salvador Madruga Otero, y los miembros José Napoleón Vilaboa, Miguel González Pando, José Roblejo Lorié y Francisco González Muñiz.[14]
En la tarde del 28 de abril de 1979, cuando se dirigía en un auto a casa de su madre, Carlos Muñiz Varela, miembro de la Brigada Venceremos y fundador de la agencia de viajes Varadero, en San Juan, Puerto Rico, recibió varios impactos de bala. Después de 36 horas de agonía, con apenas 25 años, fallecía como consecuencia de las heridas recibidas. La organización terrorista Comando Cero se adjudicó el crimen, pero las investigaciones más recientes indican que se trató de una bien urdida conspiración terrorista con ramificaciones en Puerto Rico y varias ciudades de Estados Unidos.[15] Todavía hoy el gobierno de Estados Unidos obstaculiza el acceso a los documentos que pudieran develar completamente los nombres y apellidos de todos los asesinos. Meses después, el 25 de noviembre de 1979 sería asesinado en Union City, Nueva Jersey, José Eulalio Negrín Santos. Lo ultimaron a balazos en un restaurante a plena luz del día y en presencia de su hijo de 12 años. La organización terrorista Omega 7 se adjudicó la responsabilidad del hecho. Cumpliendo los deseos de Negrín, sus restos fueron trasladados a Cuba en 1983 y sepultados en su terruño matancero.
Notas:
[1] Investigador cubano, especialista en relaciones Cuba-Estados Unidos. Doctor en Ciencias Históricas.
[2] Antonio Aja, Jesús Arboleya, Andrés Gómez, Magali Martín, Rafael Hernández: El Mariel treinta años después, p.83.
[3] Conversación del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz con la Brigada Antonio Maceo, Palacio de la Revolución, Archivos del Consejo de Estado, 13 de enero de 1978.
[4] Citado por Jesús Arboleya Cervera, Raúl Álzaga Manresa y Ricardo Fraga del Valle, ob. Cit. Pp.154-156.
[5] “Entrevista a Fidel Castro Ruz por un grupo de periodistas cubanos, residentes en el exterior, y norteamericanos, 6 de septiembre de 1948” en Diálogo del gobierno cubano y personas representativas de la comunidad cubana en el exterior, 1978, Editora Política, La Habana, 1994, pp. 12.
[6] Por el gobierno cubano participaron el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros; Juan Almeida Bosque, vicepresidente del Consejo de Estado; Sergio del Valle, ministro del Interior; Osmany Cienfuegos, secretario del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros; José Machado Ventura, miembro del Consejo de Estado; Jaime Crombet, diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular; Ricardo Alarcón, viceministro de Relaciones Exteriores; Aleida March, diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular y René Rodríguez, presidente del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos.
[7] Fragmentos de la reunión presidida por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, con la participación de un grupo de personas representativas de la Comunidad Cubana en el Exterior. Palacio de la Revolución, 20 de noviembre de 1978. Versiones Taquigráficas del Consejo de Estado.
[8] Ibídem.
[9] Ibídem.
[10] Fragmentos de la reunión presidida por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, con la participación de un grupo de personas representativas de la Comunidad Cubana en el Exterior Palacio de la Revolución, 21 de noviembre de 1978. Versiones Taquigráficas del Consejo de Estado.
[11] Ibídem.
[12] “Palabras de Fidel Castro Ruz al finalizar la segunda reunión (8 de diciembre) con un grupo de personas representativas de la comunidad cubana en el exterior, 9 de diciembre de 1879”, en Diálogo del gobierno cubano y personas representativas de la comunidad cubana en el exterior, 1978, ob. Cit., pp. 120-123.
[13] Jesús Arboleya: La contrarrevolución cubana, p.167.
[14] Jesús Arboleya Cervera, Raúl Álzaga Manresa y Ricardo Fraga del Valle, ob.cit., p.162.
[15] Ibídem, p.167.