Cuba y EE.UU. en convergencias danzarias
La danza contemporánea cubana es uno de los espacios culturales donde las convergencias entre Cuba y EE.UU. han rendido buenos frutos. Bastaría decir que el maestro Ramiro Guerra es discípulo de Martha Graham, uno de los nombres claves de la historia de la danza. También habría que subrayar la presencia de la norteamericana Lorna Burdsall en los momentos fundacionales del movimiento de danza moderna cubana. Pero el toma y daca danzario entre ambos países no concluye ahí.
De Ramiro Guerra
Cuenta Ramiro que llegó a Nueva York a fines de la década del 40 y, con el poco dinero que le quedaba, pagó tres clases en la escuela de la Graham. Luego, ante el deseo de continuar los estudios y la penuria económica que atravesaba, preguntó si era posible alcanzar una beca. La respuesta no demoró en llegar: las becas solo las concedía el Estado para los veteranos de guerra, pero la maestra le autorizaba a acudir a las clases.
La danza contemporánea cubana es uno de los espacios culturales donde las convergencias entre Cuba y EE.UU. han rendido buenos frutos.Años después, Ramiro evoca a su maestra: “Difícilmente podía ella imaginar que varias décadas más tarde Cuba podría darse el lujo de contar con varias compañías y una escuela de danza donde su técnica, debidamente adaptada a la idiosincrasia del cuerpo y temperamento del cubano, daría una formación física y profesional a varias generaciones de bailarines”. [1]
No fue casual el arribo de Ramiro a Nueva York. Estados Unidos ha sido una de las plazas fuertes de la danza en el siglo XX. La lista de figuras del país del Norte que renovaron este arte incluye a la transgresora Isadora Duncan, quien dio libertad al cuerpo del danzante. A Mary Wigman, atenta a los dictados de su sicología para bailar. A Ruth St Denis y Ted Shawn, creadores de la Denishawn, con la cual sentaron las bases para la reacción que situó en el mapa danzario a Martha Graham, Doris Humphrey y Charles Weidman. Ruth empleó las herramientas del teatro —léase vestuario, escenografía, luces— e incorporó el misticismo de las danzas orientales. Ted reivindicó el rol del bailarín masculino. Doris Humphrey relacionó los movimientos del cuerpo con la gravedad, gran teórica de la danza también, ella creó una técnica basada en el continuo alternar de balance y falta de balance. De la Graham dice Ramiro Guerra:
“Su estilo de producción teatral es notablemente revolucionario. Su sentido del vestuario funcional a las necesidades de la danza, y su uso de la escenografía como simples formas escultóricas o mínimos toques de decoración solo evocativo, en vez de representativos, la sitúan entre los grandes renovadores del estilo teatral contemporáneo”. [2]
Nombres como el de Ivonne Rainer, Trisha Brown, Steve Paxton, Twyla Tharp y Meredith Monk, influyeron también en la danza cubana, aunque fue la alemana Pina Bausch con quien interactuamos de manera más constante.
Ya en los 60 a los discípulos de la Judson Church, también de Nueva York, les tocó el turno de incinerar a sus maestros. El movimiento cotidiano fue materia de danza, se alejaron de las emociones, se fragmentó el tiempo narrativo, se mezclaron los géneros, se experimentó con la música. Nombres como el de Ivonne Rainer, Trisha Brown, Steve Paxton, Twyla Tharp y Meredith Monk, influyeron también en la danza cubana, aunque fue la alemana Pina Bausch con quien interactuamos de manera más constante.
De Lorna Burdsall
Al calor del triunfo de la Revolución aterrizó en La Habana, para quedarse, Lorna Burdsall, bailarina norteamericana enamorada de uno de los protagonistas de la gesta libertaria, el comandante Manuel Piñeiro, conocido como “Barbarroja”. En la primera presentación del entonces Departamento de Danza del Teatro Nacional, los nombres de Ramiro y de Lorna marcaban para siempre los destinos de la danza contemporánea cubana.
Lorna trajo al repertorio de la compañía las primeras obras de coreógrafos internacionales, a través del montaje de “Estudios de las aguas” y “Vida de las abejas”, de la norteamericana Doris Humphrey. Las coreografías Mulato y Mambí, de Ramiro, pusieron en escena al cubano en todo su mestizaje racial y cultural.
Los nombres de Ramiro y de Lorna marcaban para siempre los destinos de la danza contemporánea cubana.Formada en la mítica Juilliard School, Lorna aportó sus dotes pedagógicas para contribuir a la formación técnica de los bailarines, a partir de su dominio de las técnicas de Graham, Merce Cunninghan, José Limón y Doris Humphrey. Ella introdujo el trabajo en el piso, una de las bases fundamentales de la técnica cubana de danza moderna.
Como pedagoga, Lorna tuvo grandes satisfacciones de las que deja constancia, pues formó a muchos de los que han marcado huellas en el amplio espectro de la danza hecha en Cuba: “Entre mis antiguos alumnos bailarines graduados de la Escuela de Danza Moderna, que tienen su propia compañía, se encuentran María Elena Boán (Danza Abierta), Rosario Cárdenas ( Danza Combinatoria), Narciso Medina ( ganador del premio Maurice Béjart a la mejor coreografía por su trabajo Metamorfosis, Lourdes Cajigal ( Así somos II) y Maricel Godoy ( Codanza) entre muchos otros”. [3]
Por su carácter inquieto Lorna fue también la fundadora, en 1981, de Así somos, el primer grupo alternativo de danza, teatro y performance que a temprana hora adelantó algunas de las búsquedas de la danza que se hacen hoy en Cuba. Con bailarines de diferentes formaciones, con el concurso de artistas plásticos, auxiliada de materiales audiovisuales, reciclando materiales para elaborar el vestuario y la escenografía, priorizando el cuerpo sobre el movimiento, promoviendo un diálogo inteligente con el espectador, trabajando en espacios no convencionales, Lorna abrió nuevos caminos a la danza en Cuba.
Elfriede se desempeñó como directora de la Escuela Nacional de Danza Moderna y Folclore, y su impronta fue decisiva para consolidar la formación de la especialidad de Danza Moderna.
De Elfrida Mahler
Otra norteamericana, Elfriede Malher, llegó a Cuba en 1960 para aplatanarse. Formada en la compañía de Alvin Nikolais, montó Playa Girón, coreografía en alusión a la victoria frente a la invasión mercenaria. Elfriede se desempeñó como directora de la Escuela Nacional de Danza Moderna y Folclore, y su impronta fue decisiva para consolidar la formación de la especialidad de Danza Moderna. Luego se fue a la región más oriental del país, y allí sentó las bases del extraordinario desarrollo de la danza en Guantánamo. Fundó Danza Libre, devenida en escuela de bailarines y coreógrafos como Alfredo Velázquez e Isaías Rojas, donde trabajó hasta su fallecimiento, en 1998.
De Morris Donaldson
Fue Morris Donaldson, bailarín norteamericano imbuido del espíritu del movimiento de las Panteras Negras, el autor de las coreografías Los discípulos del Diablo y Malcom X, estrenadas el 28 de mayo de 1969, en el entonces Teatro García Lorca de La Habana. Con música de Edgar Varese y diseño de Donaldson, Los discípulos del diablo hacía referencia a la discriminación racial en EE.UU., un tema que ha vuelto a ocupar los titulares de la prensa norteamericana en los últimos días, dada la violencia policial contra los ciudadanos negros de ese país. En las notas al programa se leía:
[…] el negro norteamericano sufre persecuciones, es humillado hasta límites que no se sospechan […]. El negro ha despertado […] y a partir de la autovaloración de su importancia como factor social y cultural, se convierte en el más peligroso enemigo del Imperialismo. […] Donaldson resume su danza en estas palabras: “Conflicto, Opresión, Lucha, Justicia a todo costo”.
Grandes intérpretes componían el elenco del estreno: E. Quintana, S. Bernabeu, L. M. Collazo, E. Rivero, I. Rolando (Los Negros); S. Bernabeu o E. Quintana, C. L. Rodríguez o M. del C. Cañedo, G. Lastra o Víctor Cuéllar, E. Veitía, J. López (Los Blancos); P. Rodríguez, C. Linares, N. Doncel, A. Vázquez, M. Arango, M. E. Valdés, P. Trujillo, A. Patterson, V. Cuéllar, J. Barroso, G. Pérez, E. García (El Ku-klux-clan, los policías y el pueblo).
Una extraordinaria personalidad como la del líder afroamericano Malcom X centró los siete minutos de duración de una pieza con música de Miles Davis, solo que fuera interpretado por Morrison, Isidro Rolando o Eduardo Rivero. Según las notas al programa, de la autoría del coreógrafo:
“Es como un poema, una danza abstracta. Trata de reflejar las cualidades de este hombre; la majestuosidad de su carácter, su búsqueda y el alumbramiento del encuentro”.
Volver a los orígenes
Danza Contemporánea de Cuba se presentó en EE.UU. en mayo del 2011. Era una suerte de viaje a la semilla, era el reencuentro entre la maestra Martha Graham y su discípulo Ramiro Guerra. La compañía fundada por Ramiro fue a la Gran Manzana bajo la dirección del bailarín y profesor Miguel Iglesias, quien ha diseñado una estrategia de trabajo donde converge la técnica de la danza moderna cubana con las tendencias más renovadoras de la danza contemporánea.
La compañía fundada por Ramiro fue a la Gran Manzana bajo la dirección del bailarín y profesor Miguel Iglesias, quien ha diseñado una estrategia de trabajo donde converge la técnica de la danza moderna cubana con las tendencias más renovadoras de la danza contemporánea.Para la ocasión se organizó un programa que incluía Sulkary, la legendaria pieza de Eduardo Rivero, un canto a la fertilidad, una invocación a los hombres y mujeres africanos que vivían libres en su tierra antes que llegaran los colonizadores a esclavizarlos. Es la obra que mejor revela el diálogo creativo entre la danza moderna norteamericana y la danza contemporánea cubana. De ahí su inclusión en el programa. En el prestigioso escenario del Joyce Theater, de Nueva York, la coreografía de Eduardo Rivero se presentó el 13 de mayo, el día que celebraba los 40 años de su estreno, plena de vitalidad en el cuerpo de bailarines que no habían nacido cuando la obra vio la luz.
Con piezas que dan fe del virtuosismo de los bailarines de la compañía y de la diversidad de estilos que cultivan completaron el programa. Casi casa, del renombrado sueco Mats Ek; Mambo 3XXI, de George Céspedes, el coreógrafo cubano más reverenciado de este momento; Demo-N/Crazy, del catalán Rafael Bonachela, pieza que ha sido aclamado en varios escenarios europeos; y Horizonte, de Pedro Ruiz, primer cubano-americano que colabora con Danza Contemporánea de Cuba. Se presentaron en el Sandler Center for the Performings Arts, en Norfolk, Virginia; en el Kimmel Center, de Philadelphia; en el Strand Theatre y en el The Sanctuary Theatre, ambos en Boston. El público norteamericano los aplaudió y la prensa los distinguió. En el New York Times, el 9 de mayo, Victoria Brunet apuntaba:
…Los bailarines y coreógrafos que han trabajado con la compañía dicen que el entrenamiento es riguroso, que incluye ballet y estilos folklóricos, lo cual produce un cuerpo de bailarines inusualmente fuertes, atléticos.
“Este es un movimiento muy sofisticado que viene del conocimiento de la danza folklórica y popular”, dijo Suki John, profesora de la Universidad Cristiana de Texas, quien escribe un libro sobre la danza cubana. “… bailarines que son extraordinariamente virtuoso. Ellos pueden hacer casi cualquier cosa”.
Los bailarines cubanos han desarrollado una “técnica maravillosa” que los hace extremadamente versátiles, dijo Abigail Levine, una coreógrafa radicada en Nueva York que ha trabajado extensamente con Danza Contemporánea…
Varias son las compañías cubanas de danza que se han presentado en los escenarios de Estados Unidos. Así lo hicieron Danza Abierta, la compañía de Danza Lizt Alfonso y, recientemente, MalPaso, con una coreografía de Osnel Delgado, cuya partitura musical fue creada por el cubanoamericano Arturo Ofarril. Cruzaron las 90 millas que nos separan llevando bailarines virtuosos, formados en el sistema de enseñanza artística cubana, cuyos planes de estudios fueron elaborados por las norteamericanas Lorna Burdsall y Elfriede Malher. En este recuento debería hablarse de la presencia de Alicia Alonso en el American Ballet Theatre, pero ese es tema reservado al doctor Miguel Cabrera, historiador del Ballet Nacional de Cuba, quien ha investigado el tema durante largos años. Tampoco puede obviarse el intercambio entre la Academia de Ballet que conduce la bailarina y coreógrafa Caridad Martínez en Boston, quien sostiene fraternales contactos con la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso y con su directora, la maestra Ramona de Saá.
En resumen, podemos afirmar, sin sonrojo, que la danza ha sido uno de los puentes más sólidos y duraderos entre Cuba y Estados Unidos. No ha desatado tantas pasiones como la pelota, ni ha recibido tanta promoción mediática como la música, pero el flujo que comenzó cuando Ramiro tomaba las clases de la Graham en Nueva York se renueva cada vez que un bailarín cubano recibe los aplausos del público.
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Guerra, Ramiro: Siempre la danza, su paso breve, Ediciones Alarcos 2010
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Guerra, Ramiro: Siempre la danza, su paso breve, Ediciones Alarcos 2010
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Burdsall, Lorna: Más que una nota al pie, Ediciones Unión 2012