Cuba y Colombia, un puente de arte y amistad
Para los que seguimos de cerca el quehacer de la danza profesional en América Latina, el fenómeno caleño del Instituto Colombiano de Ballet Clásico, conocido internacionalmente como Incolballet, ha despertado admiración, por cuanto entraña un hecho artístico y social de inusitada dimensión.
Haber convertido a la cálida y dinámica ciudad de Cali, sin tradición sólida en el arte del baile en puntas, en un emporio de la danza en nuestro continente, es algo que merece un análisis detallado, que escapa a los restringidos límites de una crónica ocasional o una reseña periodística.
Cuando en 1978, Gloria Castro, bailarina formada en Cali, su ciudad natal, y con una experiencia profesional en Italia y Checoslovaquia, junto a un grupo de lúcidos colaboradores, se dio a la tarea de buscar, sin prejuicios, en los sustratos más humildes de la población caleña los futuros exponentes de una danza profesional en Colombia, seria y técnicamente preparada, estaban poniendo proa hacia un futuro, convertido hoy en luminoso presente.
No perdieron la confianza en la cantera valiosa que tiene el pueblo para crecerse en el arte, rescatarlo de los feudos aristocráticos y ponerlo al servicio no solo de una nación, sino del resto del mundo como un mensajero de arte y paz.
La riqueza de su baile popular, de su folklore, el dinamismo y la alegría que lo caracteriza y la armónica integración racial, capacitaron pronto a los bailarines caleños para apropiarse y expresar de una manera peculiar una forma de baile, nacida en Europa medio milenio atrás.
El bregar ha sido duro, y necesaria la entereza de una gladiadora del arte, como la maestra Gloria Castro, para enfrentar graves crisis financieras y de incomprensión oficial y poder salir airosa de ellas.
No han dejado perder el talento, lo han puesto al servicio de Colombia y desde allí supieron proyectarlo al mundo como muestra de lo que podían aportar los colombianos al baile escénico internacional.
Esta humilde y fecunda semilla plantada en las tierras del Valle del Cauca, ha dado frutos en el propio quehacer de la escuela y la compañía que ha podido incluir bailarines suyos en entidades tan prestigiosas como el Real Ballet de Londres, el American Ballet Theatre de Nueva York, el Ballet Béjart de Lausana, o los Ballet de Washington y Houston, por solo citar unos pocos de los muchos ejemplos. Incolballet ha cumplido una tarea aún mayor: ha sido un ilustre embajador de Colombia ante el mundo, mediante el lenguaje del arte y la amistad.
Al regreso de Alicia Alonso de Brasil, en 1983, luego de participar como presidenta del Primer Concurso Latinoamericano de Ballet y Coreografía, nos habló de manera entusiasta sobre su encuentro con la maestra Gloria Castro y de la información que había recibido sobre su obra artística y social en Cali.
Se abrió entonces un amplio y sistemático intercambio entre el Ballet Nacional de Cuba y el Incolballet, que ha incluido a bailarines, maestros, coreógrafos y especialistas de nuestra compañía, quienes han brindado un valioso apoyo a la obra de la mencionada institución colombiana.
Personalmente, desde 1987 he tenido el honor de colaborar con Incolballet y acabo de participar en los preparativos de la decimocuarta edición del Festival Internacional de Ballet de Cali, en cuya fundación participé desde 2007, y que en esta nueva edición se extenderá hasta la primera quincena del mes de noviembre.
“Esta humilde y fecunda semilla plantada en las tierras del Valle del Cauca, ha dado frutos en el propio quehacer de la escuela y la compañía que ha podido incluir bailarines suyos en entidades tan prestigiosas como el Real Ballet de Londres, el American Ballet Theatre de Nueva York, el Ballet Béjart de Lausana, o los Ballet de Washington y Houston”.
Es una hermandad que se mantiene con fuerza al paso del tiempo. Baste recordar que en 1992 la compañía se presentó en el Festival habanero de ese año con Curán o La rebelión de las flautas, del coreógrafo cubano Gustavo Herrera, un creador que aportó al conjunto colombiano obras de gran éxito, entre ellas Barrio ballet, que durante años fue una carta de triunfo en sus presentaciones en Colombia y en el extranjero.
En el presente 28 Festival Internacional de Ballet de La Habana “Alicia Alonso”, el Incolballet, actualmente bajo la dirección de José Manuel Ghuiso, a cuya formación han contribuido varios maestros y coreógrafos cubanos, volverá a traernos su arte, en presentaciones que incluyen éxitos como Longing, del brasileño Ricardo Amarante, y Nuestros valses, del venezolano Vicente Nebrada.
Con Incolballet hemos podido compartir en Cali la siembra de la danza en teatros convencionales, universidades, plazas públicas, cárceles, unidades militares, centros escolares, áreas polideportivas y comunas populares de Colombia.
Ha sido y es un gran honor que se multiplica con la presencia de ellos en esta nueva edición del festival cubano, que posibilitará, aún más, estrechar los lazos que unen a Cuba con Colombia, mediante el lenguaje universal de la danza.