Cuba Libre, un filme sobre el pasado para mirar el presente
15/1/2016
Desde el anuncio del restablecimiento de las relaciones con EE.UU. el pasado 17 de diciembre, se percibe en Cuba y en el mundo un estado colectivo de expectación. El estreno de una película como Cuba Libre (2015) en este contexto podría considerarse como un hecho fortuito o un ardid del destino.
Lo cierto es que, más allá de criterios puramente cinematográficos, el último largometraje de Jorge Luis Sánchez (El Benny, 2006 e Irremediablemente juntos, 2012) nos pone frente al espejo del lejano 1898 para pensar el actual 2015. El símbolo del pasado nos revela un paralelismo con el presente; en ambas situaciones la interrogante es la misma: ¿Qué Cuba queremos? He ahí, a mi juicio, el valor esencial de un filme como Cuba Libre.
Producida por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y el Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC), la cinta cuenta con las actuaciones de Jo Adrián Haaving, Isabel Santos, Adael Rosales, Manuel Porto y los niños Alejandro Guerrero y Christian Sánchez. En el venidero Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano será una de las propuestas de Cuba para el concurso de largometrajes de ficción.
Sobre las interioridades de una historia audiovisual compleja e intensa, pero, sin dudas, seductora y alejada de clichés panfletarios, dialogamos con su guionista y director Jorge Luis Sánchez, vía correo electrónico.
¿Qué objetivos se propuso al crear una película relativa a un periodo histórico apenas abordado en la cinematografía cubana?
Hace algunos años, en 1998, terminé de escribir este guión. Me interesaba mostrar las conductas de dos niños que viven uno de los períodos de mayor frustración nacional, el más terrible según lo veo, pues no creo que haya habido otro similar. Aunque niños, el contexto y las riendas manejadas por los adultos los vana violentar a cada minuto. Tanto, que a veces se verán obligados a comportarse como adultos, para, en definitiva, atravesar tal período como jugando al odio, acaso sin tanta conciencia de la gravedad del momento en que viven. Esa puja entre inocencia, rabia, dolor, credo y amor me excitaba demasiado, cinematográficamente hablando.
¿Cómo fue el proceso de concepción del guion y el recorrido investigativo previo sobre la época y los sucesos acontecidos?
Efectué una investigación lo más rigurosa posible en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional, sitio crucial por los periódicos y las decenas de fotos sobre la intervención norteamericana que allí se guardan. Ante no pocas fotos, jugaba a meterme dentro de ellas e imaginar intensamente la vida tras la aparente inamovilidad. Era un ejercicio mental muy fuerte de viaje a aquel pasado, para intentar entenderlo en su más sencilla cotidianidad, de ahí que no pocas me sugirieron reescribir alguna que otra secuencia.
También leí muchos ensayos, novelas y libros de historia sobre la intervención. Una inspiración permanente fue encontrar en los libros de Lydia Cabrera las referencias que sus viejos informantes hacían sobre los tiempos de la intervención norteamericana, las cuales, inconscientemente, estaban delatando un sesgo, un corte, una manera diferente del comportamiento de los cubanos en aquella cotidianidad.
Pero la certidumbre mágico-investigativa se me ofreció en 2001, cuando me invitaron como jurado al Festival de Documentales Santiago Álvarez in Memoriam. El hotel donde me alojaba estaba a unos metros de la famosa colina de San Juan, en Santiago de Cuba. Sin saber exactamente donde me encontraba, una mañana caminé y prácticamente choqué con trincheras, símbolos, casetas, armas, tarjas con nombres de militares, el sitio donde se firmó la paz, etc. Indudablemente, fue un imprescindible impacto hijo de la casualidad que terminó convertido en certeza. Allí me estremeció la huella, cierta atmósfera, y la angustia. Años después, todavía con aquel influjo bien resguardado, volví con mi esposa meses antes de la prefilmación y junto a los actores durante esta, pero obviamente, ya la carga fue más racional.
¿Por qué apelar a dos niños como protagonistas para llevar el hilo conductor de la historia?
Los niños son los únicos humanos que saben por qué tienen que jugar. Quizá no lo es, pero puede ser un misterio la necesidad en ellos de jugar, de realizarse configurando los mejores o los peores destinos en sus juegos, donde matan y destruyen, o crean y edifican. Recuerdo haber leído a Chaplin teorizando sobre la crueldad y la franqueza en los niños. Mientras escribía el guion fui Simón y Samuel, por lo que tuve que regresar a mi infancia para reproducir y comprobar determinadas conductas en ellos. Fui un niño bien niño, pero a la vez, muy arriesgado y con bastante fundamento, como solía decirme mi abuela.
Probablemente necesitaba decirme que los años no me han apartado de cierta visión de niño, que puede ser ver la vida como a través de un juego,en este caso,aquel momento bien jodido para el país.Finalmente, Cuba es el nombre que se lee en la corona de papel de la niña que la representa, pero que juega con Samuel antes del estrechón de mano entre los coroneles cubano y americano.
¿Qué papel simbólico les otorga como realizador a Samuel y Simón dentro de la trama?
Aunque no me gusta estar contando cómo organizo a mis fantasmas durante el proceso creativo, no es un secreto que Simón y Samuel toman destinos diferentes al final de la película.Aquel, aunque entrega el arma del padre a cambio del dinero que ofrecen los americanos, presumimos que se va a revelar en un futuro cercano. Y este regresa al aula de donde ilusamente se emancipó, pero ahora vestido con mezclilla, como quién tiene que prepararse más para el trabajo que para los estudios. Aclaro que Alejandro Guerrero y Christian Sánchez actuaron sus personajes como simples mortales,defendiéndolos en sus virtudes y en sus defectos, nada de símbolos permeó la actuación de ellos. Naturalmente que esa condición de símbolo, una vez terminada la película es que aparece en la cabeza del espectador, porque si de buscar la verdad se trata ni en el guion debe estar esa responsabilidad.
¿Cuáles fueron los criterios que se tuvieron en cuenta para la selección final de los actores Alejandro y Christian? ¿Cómo fue el trabajo con ellos?
En las primeras versiones del guion eran tres niños. Uno era negro, Samuel; el otro blanco, Sebastián, y el tercero mulato, Simón; jugando con los tres Juanes de la Caridad del Cobre y mostrando la mezcla que somos los cubanos. Pero Iohamil Navarro, el Productor, me sugirió que los redujera a dos, pues encontrar a tres niños con la responsabilidad actoral que demandaba la historia iba a ser muy difícil. A regañadientes le hice caso, porque pasar de tres a dos personajes implicaba un cambio considerable y agotador en la estructura del guion. Finalmente lo ajusté y es donde desaparece Sebastián, quedando muy reducido al Lucilo final.
Pero a los seis meses, cuando estoy haciendo el casting, el primer niño con excelentes condiciones histriónicas que aparece es Otto Buchholz, que interpreta a Lucilo. No volví a la versión anterior por respeto a mi palabra ante Iohamil, pero ganas no me faltaron. Luego apareció Alejandro, y por último, Christian. El primero con una formación tremenda en la compañía teatral infantil El Hombrecito Verde, que dirige Jorge Pedro Hernández; el segundo solamente había hecho un documental medio autobiográfico, pero nada retador desde el punto de vista actoral. Puse a un lado sus respectivas experiencias y los tres tuvieron que pasar por varias pruebas que les dieron el aval para entrenarse junto a otros dos niños más, con Malú Tarrau primero y luego con Marlon Pijuán, los cuales lograron un excelente resultado que agradezco. Finalmente, las últimas pruebas de actuación demostraron quién debía interpretar a Simón, a Samuel y a Lucilo.
Existen en el filme personajes representativos de determinadas actitudes y grupos sociales de la época, como la maestra, el cura, el jefe mambí, el coronel del ejército norteamericano, etc. Quisiera que me hablara de la construcción de dichos personajes, si están inspirados en alguna(s) personalidad(es) reales y sobre el proceso de casting y los actores que los interpretan.
Ninguno de esos personajes está inspirado en alguien en concreto. Son parte del guion porque la historia que me propuse escribir los necesitaba. Estos cuatro y los demás tienen un rol en el conflicto y cada uno sintetiza una verdad, según las circunstancias en las que se desenvuelven sus conductas. A nivel dramatúrgico, tengo cierta tendencia a que no solamente sea el personaje carácter el que se transforme, sino que también los personajes tipos presenten alguna evolución, que empiecen de una manera y terminen de otra. Algo de eso sucede con la Maestra y el Cura, por poner un ejemplo.
Mientras escribía no pensaba en ningún actor en particular, eso sucedió mucho después cuando el guion, luego de dos intentos anteriores, ya iba a convertirse en película. Había trabajado con Isabel Santos en El Benny, donde pudo interpretar a un personaje inusual en su carrera, y con Cuba Libre, ella, ¡al fin!, podía hacer un personaje del siglo XIX, igualmente inédito en su extensa filmografía.
Para Manuel Porto era sin discusión el Cura. Con Serafín también trabajé en El Benny y desde ya pude constatar el magnífico y camaleónico actor que es. Tenía otras opciones para Ma’ Julia, pero me fascinó la fragilidad externa de Georgina Almanza, en absoluta contradicción con la reciedumbre interna del personaje. Debido al bloqueo, el Coronel Johnson no lo podía interpretar un actor norteamericano, por eso hubo que buscarlo en Noruega, y así llegó a la película Jo Adrian Haavind, quien le dio el vuelo necesario a su personaje. Salvo José María y el Teniente Coronel Lamberto, no tuve grandes problemas al asignarle los demás personajes al resto de los actores. Y es que ambos estaban escritos con determinados matices para romper cierto estereotipo que abunda sobre nuestros mambises, por lo que, tanto Adael Rosales como Yasmani Guerrero los enriquecieron con sus extraordinarias dotes actorales.
La historia, aunque se desarrolla en un solo filme, sugiere una película narrada en dos partes diferentes, dado que la primera mitad se centra en la vida cotidiana de los niños protagonistas, con el contexto social de fondo, y ya en la segunda se produce un punto de giro donde ambos infantes transitan hacia un plano secundario y la intervención norteamericana y la relación entre ambos ejércitos pasa a ser el centro de atención. ¿Podría hablar sobre esta estructura, original dentro de un filme de ficción, y cuáles fueron sus objetivos?
Cuando llegan los norteamericanos hay, no un punto de giro, sino una fractura en todos los personajes. Se rompe un orden que es sustituido por otro. Entonces me propuse que, más que verse, debía sentirse ese cambio en la estructura de la película. Es decir, que también debía sentirlo el espectador. Si lo sentiste, mi agradecimiento, porque a nivel visceral fue un propósito.
Hábilmente, los norteamericanos lo subvierten todo, porque es la única manera de ir garantizando su hegemonía. El Coronel Johnson cumple al pie de la letra el guion de hierro que le orientaron sus superiores, por lo que socava constante e insistentemente la autoridad de los cubanos. Aunque se advierte desde el siglo XIX, contemporáneamente reta a José María en el campo donde ellos son muy eficientes,en el uso de los símbolos. No importa si creándolos o apropiándoselos. Puede ser una estatua de la Libertad o el cadáver de José María; también Simón y Samuel, que cuando ya no les sirven, sencillamente los desechan.
Al ocupar el pueblo, necesitan el valor simbólico que significan ambos niños. Para mayor fortuna, uno habla inglés y el otro es el hijo del adversario a quién hay que domesticar o apartar como sea. No creo que la importancia de los niños desaparezca, si no que se transforma en la medida que el juego se va terminando porque los norteamericanos, de aliados simpáticos pasan a erigirse en dueños absolutos.Todo esto es tan grotesco y trágico a la vez, que esos niños ya no volverán a reír nunca más en la película. Solamente ríen el 4 de julio el Coronel Johnson y Lamberto, este último ahora vestido de Alcalde, porque al eliminar al traductor ya no les hace falta un intermediario para entenderse.
La coincidencia temporal del 17 de diciembre con el estreno del filme supone, sin dudas, una connotación diferente para Cuba Libre. ¿Qué importancia le atribuye a este evento casual y qué efectos positivos y/o negativos podría otorgarle a la película?
Un día de octubre de 2014 Iohamil estuvo en la casa; ya la película tenía su primer corte y yo estaba trabajando con los niños en el agotador doblaje de voces, cuando le pregunté cómo se vería la película el día en que EE.UU. y Cuba ya no fueran adversarios. Más que una pretensión, porque un filme no decide nada, era la certeza de que este ofrece un punto de vista complejo sobre una relación igualmente compleja entre dos países enfrentados, pero dicho enfrentamiento no puede ser reducido a criterios simples, esquemáticos, festinados. Por tanto, le concedo toda la importancia posible al 17 de diciembre, que aunque ya era una fecha de devoción y respeto para una parte del pueblo practicante del culto a Babalú Ayé, ahora se ha relanzado para convertirse en la de mayor expectativa,sobre todo para los que hemos vivido todos estos años porque, gústele a quién no le pese y pésele a quién no le guste, es el reconocimiento del contrincante a la resistencia de la inmensa mayoría de un pueblo, de un país. Si en 1898 los cubanos de entonces, con sus errores, se la pusieron fácil a las pretensiones de los norteamericanos, con los cubanos de hoy ha ocurrido todo lo contrario.
Sobre el tema del restablecimiento de las relaciones con EE.UU., ¿qué inquietudes y percepciones tiene en lo personal y como realizador acerca del nuevo contexto cubano que se está viviendo en este sentido?
La nueva realidad de las relaciones ofrece un sinnúmero de desafíos, porque la suspicacia y el recelo de años no se eliminarán de un borrón. Estoy de acuerdo en que hay que mirar para adelante, pero sin olvidar el pasado, porque hay corrientes entre nosotros los cubanos; de una parte los que están en la línea del personaje de Lamberto, que se fascinarán y deslumbrarán por el brillo y las promesas. De la otra, los necesitados de un respiro, a los que la cotidianidad se les ha hecho bien difícil en estos últimos años de carencias. En la película hay subtramas y peripecias que concebí con criterios de contemporaneidad, que si hubiera que enfrentarlas en la realidad implicarían, por parte de los cubanos que dirigen el país,una alta dosis de madurez, visión política, valentía y sabiduría. En fin, que hay viejos y nuevos asuntos, como dice la canción de Marta Valdés, “que merecen atención”.
¿Cuáles fueron los principales retos y dificultades de Cuba Libre, teniendo en cuenta el contexto y suceso histórico que trata, la duración del filme, los puntos de giro, la carga protagónica en dos infantes, etc.?
Debo recordar que esta es una película cien por ciento producida por el ICAIC y sacada adelante con el apoyo inestimable de muchos: de Jorge Alfonso, director del Fondo de Bienes Culturales, cuyos artesanos hicieron una labor de ambientación extraordinaria; de Omar González, expresidente del ICAIC ahora, pero en ejercicio durante la arrancada del guion, y de Roberto Smith, actual presidente del ICAIC, quien puso todo para garantizar la realización. Mi gratitud para ellos, y para todos los que creyeron y apoyaron la película.
En el caso concreto del equipo de filmación, un día de rodaje, ante determinadas dificultades,alguien se me acercó y me preguntó si la película no le quedaba grande a más de uno. Aunque no suelo tiranizar a los creadores que trabajan conmigo, si les exijo mucho. Para mí, el rigor y la perfección no son una obcecación hormonal ni un estado depresivo, sino una actitud. Ahí está el trabajo del Productor y del Director de fotografía Rafael Solís. De Nanette García en la Dirección de Arte, de Maikel en el diseño escenográfico y de Alejandro Marrero en las Construcciones. De Osmany Olivares en el Sonido y de Juan Manuel Ceruto en la Música. De Ernesto Sánchez Valdés y sus Asistentes de Dirección. De Víctor López y su equipo en los Efectos Visuales. De Bernardo Falcón en la asesoría militar y de Ana Elizabeth Rodríguez en las traducciones al y del inglés.
En este tipo de película de época, de construcciones, de extras y con niños, todo suele ser difícil. Pero,en sentido general, tuve el honor de encabezar un equipo de cineastas que lo dio todo y cuyo resultado en pantalla habla de la competencia y el dominio que se necesitaba para hacerla bien.
Hasta el momento, ¿qué tipo de reacciones ha percibido en el público que ha visto Cuba Libre y qué proyectos tiene en relación con su exhibición y participación en eventos internacionales?
Habrá que esperar al estreno en diciembre terminando el Festival de Cine, que será justamente el jueves 17; otra casualidad. En esos días seré una esponja invisible en las salas de cine, escuchando, valorando, o sufriendo. Porque los directores sufrimos demasiado cuando la película la proyectan en pésimas condiciones y no se ve bien, o los espectadores no se comportan debidamente, o por la piratería, que no solamente mercantiliza una película que no le costó un centavo, sino que lo hace con copias de ínfima calidad. En fin, que lo leeré todo, desde las respiraciones hasta los silencios, en el intento por descifrar el alcance de mis fantasmas en la mente de los espectadores.