Si pudiéramos definir lo ocurrido el domingo 26 en la Sala Covarrubias del capitalino Teatro Nacional de Cuba, diríamos sencillamente: magistral. En la primera parte se presentó en pequeño formato el reconocido pianista cubano Rolando Luna junto a sus invitados, desbordando no solo grandes solos llenos de técnica y virtuosismo, sino con un agudo sentido conceptual del jazz como género pero a la vez como epicentro aglutinador de otras culturas y estilos, desde tendencias ya conocidas como el smooth jazz hasta las maneras más cubanas de entender la timba, el latin jazz, la rumba y la canción.
Luego disfrutamos de la habitual actuación dominical de nuestra Orquesta Sinfónica Nacional, esta vez bajo la conducción del compositor, arreglista y productor musical Joaquín Betancourt con el propio Luna al piano en calidad de solista. Todos, nos llevaron a lugares inusuales desde los contornos sinérgicos tejidos entre el jazz, lo popular bailable, la cancionística cubana y universal, así como por grandes clásicos sonoros de todos los tiempos arropados musicalmente por los arreglos hechos por Joaquín con su peculiar forma de trabajar para formato orquestal. Momentos y motivos sonoros con pasajes atonales además de complejas formas de asumir la armonía contemporánea como vehículo expresivo, nos dieron la certeza no solo de la madurez compositiva de Joaquín sino también de su buen olfato como productor musical y arreglista de talla extra, logrando diferenciar musicalmente cada tema interpretado y llegar, junto a Luna, a un cénit sonoro que bien valdría la pena dejar grabado para futuras generaciones de músicos.
Si bien los temas escogidos son ampliamente famosos, es de ponderar el reto de asumirlos para formato sinfónico pero sin recurrir al mero acompañamiento, sino con todo el rigor que conlleva un lenguaje musical tan diverso pero difícil a la vez: no son versiones con acompañamiento orquestal sino obras donde los caminos melódicos se entremezclan y tanto solista como orquesta asumen un rol concertante de principio a fin, universo creado ineludiblemente por Joaquín. Loable la invitación a músicos como Barbarito Torres, Annys Batista, Carlos Sarduy, Yaroldi Abreu, Felipe Cabrera y Olvido Ruiz, derrochando talento en cada aparición en el escenario.
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En otro concierto, esta vez en la Sala Avellaneda del propio Teatro Nacional pero al caer la tarde, otra propuesta musical llegaría para deleite de todos, especialmente para celebrar los 80 años del maestro Frank Fernández. Este, pieza fundamental del pianismo cubano y universal y que ha producido innumerables discos propios así como para otros artistas, recibió el cariño de su público y de sus amigos con un elenco integrado entre otros por Muñequitos de Matanzas, el Coro Nacional de Cuba y Nachito Herrera quienes, desde sus personales perspectivas musicales han colaborado con Frank en disímiles proyectos en estos más de 50 años de carrera profesional.
Mientras, en el Teatro Heredia en la indómita Santiago de Cuba ocurría otro gran concierto, esta vez a cargo de una constelación de músicos que desde hace poco tiempo integran el proyecto Estrellas de Buena Vista, reuniendo nombres como Alejandro Falcón, Pancho Amat, Carlos Manuel Calunga y Osiris Valdés, entre otros.
El festival Jazz Plaza 2025 también acogerá a disímiles artistas cubanos y foráneos, siendo EE.UU. uno de los países más representados este año con artistas como Ted Nash, Danielle Ponder, Orbert Davis y Jon Cleary; de Alemania llegan Matthias Bublath y Wolf Kerschek; de Francia, Jacky Terrason, de Brasil Renato Borghetti y de Azerbaiyán, Amina Figarova.
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Se suma nuevamente una importante ciudad cubana a esta celebración anual del jazz, Santiago de Cuba y, por primera vez, Santa Clara tendrá su extensión dentro del evento con importantísimos cultores del género que ya han ido calentando motores gracias al joven festival Puchísimo Jazz, gestado por Eliot Porta y que, en sus dos ediciones hasta el momento, ha rendido homenaje al gran pianista lamentablemente fallecido, Pucho López. Dentro de los músicos de esa región que este año se enrolan en esta travesía están Roberto Fortún y el Raptus Ensamble, entre otros.
Este festival de jazz fue creado en 1980 como un proyecto de la Dirección Municipal de Cultura en la capital cubana, específicamente en Plaza de la Revolución (por ello el nombre de Jazz Plaza), y desde ese mismo año tuvo entre sus fundadores al gran músico Bobby Carcassés. Durante esa década recibió la visita de maestros como Dizzy Gillespie o Max Roach y su importancia como evento fue creciendo hasta convertirse en poco tiempo en uno de los más relevantes de su tipo en el país.
A pesar de épocas complejas como la caída del campo socialista a inicio de los 90 y la crisis que vivió Cuba por ese tiempo, el evento logró seguir consolidándose como un necesario espacio de encuentros y confraternidad musical, y llega hasta nuestros días con robusta vitalidad. Constituye un magnífico ejemplo de cómo se han logrado impulsar la calidad musical de nuestros festivales, de nuestros diferentes niveles de enseñanza artística y de la necesaria visibilización de la cultura cubana en estos tiempos donde, inevitablemente, debemos continuar luchando contra muchas adversidades.