Cuando todo lo une el agua
“Todo lo une el agua, mi cerebro, mi corazón, mi sexo, los pies donde planto y la tierra que toco”, dice María Magdalena Campos Pons, directora del Proyecto Ríos Intermitentes, en la ciudad de Matanzas, incluido por primera vez en la Bienal.
Bienal de La Habana en Matanzas. Fotos: Yenli Lemus y Bárbara Vasallo
La artista cubano-americana afirmó que este proyecto no es de curaduría, sino de curandería, porque pretende sanar a la gente que llegue a la urbe, ayudar a sus habitantes a apreciar la sabiduría ancestral y que en el mundo se visibilice la localidad como destino que es, y no simple paso hacia Varadero o a otros puntos de la Isla.
Posicionar el arte que se genera, a partir de la magia de los ríos, de los puentes, de la bahía, como lenguaje en el discurso en la contemporaneidad, constituye el propósito del proyecto que involucra a artistas de 16 países y pone a la llamada Atenas de Cuba en total movimiento en el evento, con puertas abiertas desde el 14 de abril hasta el 12 de mayo.
Campos Pons, inquieta, de un lado a otro, coordinando los espacios, dialogando con otros creadores, desmintiendo la imagen de una urbe dormida en el tiempo, pregunta cuál es la función y la dimensión del arte en el siglo XXI, y reflexiona que hoy constituye diseño social, interactúa con la comunidad y el artista se interesa por el destino de su creación.
Salomón, Pacheco e Ingrid
Yunior Gutiérrez Salomón se reencontró con sus espíritus, a la Ciénaga de Zapata fue a buscar carbón vegetal, fibras que ofrece el monte; en esteras que guardan los secretos de la ceremonia yoruba, muestra interpretaciones artísticas de las intensas tradiciones afrocubanas que, por siglos, han prevalecido en la Gentil Yucayo.
Para varios expertos, la XIII Bienal fue inspiración para un crecimiento artístico en este joven pintor: su obra, expuesta en uno de los salones de la Oficina del Conservador de Matanzas, se refunda con materiales originales, cercanos a la esencia del entorno donde habita y es ofrenda a los que vinieron de África y contribuyeron a la formación de la nacionalidad cubana.
Ingrid Calame, de la ciudad estadounidense de Los Ángeles, deja huellas con sus dibujos Wade/Caminando por el agua, los que reflejan desde un rostro, las manos, los pies o cualquier parte del cuerpo sobre un papel fino que se convierte en piel de la arquitectura donde se coloca.
Su intención es grabar las diferentes formas que tiene el ser humano, y que cada espectador interactúe con la obra y pueda enriquecerla.
Ramón Pacheco Salazar ofrece una visión de la humildad de la convivencia, a partir de su instalación donde la fotografía, vajilla, plantas y varios objetos utilitarios en conjunto, dejan el mensaje de la cotidianeidad, la fuerza de sobreponerse a la precariedad, de encontrar la fortaleza en la debilidad.
Pacheco es un consagrado artista de la plástica que no puede desligarse de su influencia como fotorreportero, y capta los matices de la realidad cubana en imágenes agudas, poéticas, hermosas y retadoras.
La ribera del San Juan como eje inspirador
En el taller de cerámica y galería donde Osmany (Lolo) Betancourt y Manuel Hernández conforman un binomio creativo, las esculturas gigantes trascienden el espacio, allí La Quimera de Oro, caricatura en cerámica del autor de los afamados guajiros, recrea a un Chaplin renovado.
Una treintena de artistas crean en los talleres y plasmarán sus producciones por el paseo fluvial. La expectativa es entablar el diálogo con los transeúntes una vez concluido el evento, que en Matanzas acoge a 60 autores consagrados o noveles. Para Manuel, traer la Bienal a Matanzas es despertar lo que dormía, hacer por rescatar en el público el hábito de participar, que la gente vea lo que merece atención.
Eso tiene la Bienal, descubre nuevos rumbos del arte, rompe esquemas y traza caminos contra lo banal, asegura el destacado caricaturista cubano.
María Magdalena considera que este es el punto de partida para atrapar espacios y atención de otros, y que vengan a la ciudad donde nació la rumba, donde los esclavos construyeron un Castillo, donde conspiraron contra los colonizadores y nacieron para siempre la música, la poesía, las artes.
La Plaza de la Vigía, sitio fundacional de San Carlos y San Severino de Matanzas, Monumento Nacional, y el Paseo de Narváez constituyen galerías para la imaginación abierta de cada pintor, escultor, fotógrafo o ceramista, para que el arte fluya por el emblemático San Juan al mar Caribe, al océano Atlántico y se disperse por el planeta.