“Cuando la Revolución se venga abajo…”

Oni Acosta Llerena
30/4/2020

La Revolución Cubana ha estado muy ligada a diversas aristas tal vez poco convencionales para un proyecto político de su tipo. Apenas pocos meses después del arribo de la misma al poder, varias leyes y la creación de instituciones hicieron palpable el amplísimo carácter cultural y científico de la incipiente -entonces- etapa revolucionaria. Todo ello venía gestándose como parte de la plataforma política liderada y creada por Fidel, que tuvo como epicentro fundacional el famoso alegato utilizado como auto defensa en el juicio por los sucesos del ataque al Cuartel Moncada en 1953, recogido para la posteridad como las fundamentaciones que ya tenía concebidas el proyecto político y revolucionario del joven abogado. Me refiero por supuesto a "La Historia me Absolverá".

 

Ya lograda la liberación en enero de 1959, no fueron palabras voladoras u olvidadizas las proclamadas en LHA, ni tampoco las que durante el período posterior de lucha guerrillera en que se sumaron otras fuerzas del país fueron perfilando el pensamiento, siempre en evolución y dialéctica constantes, del líder cubano. Es por ello que nada de lo ocurrido a partir de 1959 es obra de la casualidad, ni producto de una macabra improvisación como han querido mostrar algunos.

La apuesta que rápidamente hizo Fidel con la creación artística y el desarrollo de numerosos caminos enfilados al sector intelectual cubano no se hizo esperar. Aquí expongo varios ejemplos: la creación del ICAIC, del Ballet Nacional de Cuba, la Campaña de Alfabetización, la Escuela Nacional de Arte, la Imprenta Nacional, la Orquesta Sinfónica Nacional, la Casa de las Américas…. Ellos son apenas una parte del profundo pensamiento cultural y aglutinador de Fidel, que a la vez que mantenía al país en pleno ejercicio combativo ante agresiones, atentados y terrorismo, multiplicaba el acceso al conocimiento para lograr así la plena emancipación de un país empobrecido desde lo más hondo de su raíz social.

 

Los aportes de la Revolución a las artes en Cuba fueron in crescendo, marcando hitos y desterrando fantasmas y aberraciones que intentaban lacerar ese entorno. La visita a Cuba de disímiles personalidades del arte y las relaciones -muchas veces de largas charlas- con Fidel, fueron consolidando un proceso muy original de la relación del líder con esa esfera a la vez que el país disfrutaba de una verdadera transformación sin precedentes en el hemisferio, con el volcado casi total de las editoriales en aras de fomentar un rescate en lo referente a la literatura nacional, regional y universal. Fue tanta la avalancha de títulos que aun hoy repletan anaqueles de libreros callejeros, y personales.

¿Y por qué, a pesar de avatares económicos muchas veces adversos, Fidel creía y apostaba tanto por el desarrollo cultural del país? ¿Qué veía el líder cubano en el consumo cultural y el afianzamiento de esa praxis en todos los niveles de la sociedad cubana?

Era tanto ese esfuerzo que sirvió inclusive para algún tipo de chiste, emparentando a un machetero en plena contienda del ´70 con la lectura de un libro en algún momento de descanso. Irreal e impensable, la capacidad generadora de hombres como Fidel o el Che, intentaban plasmar experiencias únicas de etapas de fuertes contradicciones que inexorablemente llevan a comprender el conocimiento del espíritu, del alma, de lo enriquecedor de la lectura o la apreciación artística. No por gusto la prisión y la Sierra Maestra fueron esenciales para grandes hombres y dirigentes del país.

 

Hoy, otros contextos demandan nuevas maneras de liderazgo y combates ante replanteamientos históricos o de guerra cultural, y sobre todo en escenarios no visibles para todas las miradas. Desde su discurso político, el actual presidente cubano ha hecho llamados a asumir esas nuevas tácticas de confrontación con inteligencia, y haciendo uso del legado histórico emprendido por Fidel hace más de 60 años. Pero el imperialismo utiliza diversas formas de seducción ahí donde el dolor es palpable, en zonas donde lamentablemente la desidia ha imperado y, no seamos ilusos ante su poderío: el capitalismo también ha perfeccionado sus armas ideológicas. Tras la euforia que surgió con la aniquilación del comunismo en Europa y su paso a economías de mercado y terapias de choque, la derecha comprendió que no podía seguir jugando el mismo papel de enemigo tradicional y adversario frontal. Tras años de espejismos dirigidos al bloque del Este -y a Cuba por supuesto- finalmente estaban dispuestos a repartirse el pastel antes prohibido, pero bajo el rol de salvadores y no de victimarios, donde enamoraba más una Coca Cola que un disparo. También usaron un frente intelectual para conformar un discurso de solidez aparentemente ontológica, que, a raíz de su victoria temporal al lograr disolver a la URSS en 1991, ha ido perfeccionándose. Y esa teatralidad nos invade hoy día, inclusive viéndose reflejada en la visita del ex presidente Barack Obama a La Habana donde asumió la falsa postura de conciliador, pero con la certeza obstinada de lograr un cambio de gobierno por “las buenas”.

Expuestas estas breves valoraciones y ante un contexto de confrontación novedoso e inteligente, nuevas guerras estarían por librarse desde esa “sincera apertura” propiciada por quien fue catalogado por Fidel como “el hermano Obama”, y, viendo hoy este lapso desde la horizontalidad de la Historia, nada más cerca de la realidad que ese irónico calificativo. En esta etapa, convulsa y enmascarada desde el juego antagónico, el pensamiento del actual presidente cubano ha sido claro: dotar de invulnerabilidad económica y productiva al esquema nacional, haciendo una revisión a fondo de los males que aquejan y traban el esperado avance del país en esa dirección. El acceso pleno a plataformas como Internet ha sido clave en la agenda del presidente, aún cuando eso signifique propiciar brechas para el trabajo de servilismo y anexionismo de una parte -pequeña, pero con apuntalamientos visibles y notorios- de nuestra sociedad. El reto del actual gobierno cubano está trazado con sólida base en lo que el presidente acuña como Pensar como país, que mucho tiene que ver con el testamento político de Fidel conocido como el Concepto de Revolución. ¿Por qué el énfasis en pensar juntos como país? ¿Qué entraña ese aparente juego de palabras para el enemigo? ¿Cómo apelar a un uso coherente de los logros de la Revolución en tan complejo escenario?

Es imperativo acompañar estos cambios que se plantean. La ralentización en implementar los pedidos del presidente en varias esferas lastra la visión de su pensamiento joven y atemperado a estos tiempos. Por ejemplo, casi desde su primer día en el cargo, Díaz-Canel ha llamado a la informatización del país, a acelerar procesos que deriven en mejor y más confianza en ese sentido para lograr mayor independencia, lograr rentabilidad y poder insertar al país en un mecanismo mucho mas eficiente de cara a los desafíos internos. Otra de las dinámicas emprendidas por el presidente cubano va dirigida a la descentralización de decisiones y dar vía expedita al Estado en cuestiones más cruciales, teniendo en cuenta el concepto del Poder popular, mal utilizado muchas veces para atacar conceptualmente nuestro proyecto social. Por ejemplo, la capacidad de Fidel de estar presente en disimiles ramas de la economía del país, unido a un planeta con otras características, permitió que los cubanos viviéramos en un mundo casi ideal donde se estaba a salvo desde el regazo del líder eterno. Y se extraña, claro que sí. Pero el prisma actual es bien distinto. Primeramente, el imperialismo patalea y se revuelca en una crisis para nada infantil con un orate en papel de emperador galáctico, desplegando como nunca antes fuerzas letales en el planeta. En segundo lugar, vivimos un cerco económico contra Cuba en su etapa más feroz en 60 años lo que nos lleva a un tercer plano: un país al que le urge producir con la disyuntiva de no tener acceso a divisas y tecnologías internacionales hace que se abran muchos más la frentes de combate a la vez y donde la Revolución se pone a prueba con la inclusión de todos los revolucionarios, y donde todos aquellos que ocupan una responsabilidad tienen que cumplir sus labores. En ese sentido el presidente ha conformado un joven equipo de ministros que batalla por el país, toda vez que cada día cambian las reglas del juego para Cuba y la capacidad de respuesta y anticipación a la jugada enemiga es prioridad.

 

En esa línea, una de las mejores armas contra nuestro país es el uso de la Mass Media, una industria puesta en marcha desde el nacimiento del imperialismo pero que ha evolucionado y sutilizado su discurso: así como exportaron al mundo su visión de la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana consistente en sus Rangers vencedores y épicos frente a mambises brutos, descalzos e ignorantes (manipulaciones de códigos visuales y diegéticos), hoy demonizan no sólo el programa político de Cuba, sino que en cada rincón de la vida nacional donde hayamos obtenido un mínimo de bienestar, lo presentan hecho trizas hasta el cansancio. Ahí entran la ciencia, el deporte, la cultura, la salud, la educación y todo lo que concierne a lo logrado en todos estos años de Revolución.

Es en este escenario en el que se hace imprescindible pensar como país y sostener la idea de continuidad frente a la ruptura que tratan de imponernos, primero en las mentes y luego en la realidad. Sólo así “cuando la Revolución se venga abajo” será un irónico verso de una inolvidable canción pero jamás el deseo realizado de nuestros enemigos.

 
Tomado de: La pupila insomne