Cuando el valor de la palabra respalda al brazo dispuesto
Al un artista arribar a los 60 años de edad es buen momento para meditar acerca del valor del camino emprendido. Y si se trata de un trovador y, además, cubano, pues dicha reflexión se convierte en una necesidad vital también para todos nosotros. En nuestro país, a cada trovador se le distingue por alguna cualidad en específico, pero hay uno que en su extensa trayectoria nos ha acostumbrado a que pulsar la guitarra es una acción tan aguerrida como inflamar los versos por el amor en la Patria. Hacernos cómplices por su convicción en lo cantado es un don de quienes, al trovar así, evocan la hermosa epopeya de estos años de Revolución. Impregnado del acento trovadoresco de comienzos del pasado siglo y de la intensidad renovadora de la Nueva Trova, en personalidades de semejante estatura, tanto el carisma, como el aliento poético y el dominio de las cuerdas, están en función de honrar la voluntad por alcanzar, al precio que sea necesario, la certeza de que un mundo mejor es posible.
“Sí en Cuba hubiera que ir a una trinchera, con fúsil y bandera, nosotros lo haremos cantando ‘Créeme’”.
Por esa sensibilidad tan auténticamente altruista, a este cantor lo hubiéramos encontrado con la guitarra terciada al hombro en una de las temidas cargas al machete de la caballería mambisa, aunque sí estuvo junto a nuestras tropas en Angola o como confiesa nuestro canciller, el compañero Felipe Pérez Roque, en esta emotiva nota de felicitación al trovador Vicente Feliú, reveladora de la indiscutible dimensión de su obra:
“Sí en Cuba hubiera que ir a una trinchera, con fúsil y bandera, nosotros lo haremos cantando ‘Créeme’”.
Créeme
(Vicente Feliú)
Créeme cuando te diga que el amor me espanta,
que me derrumbo ante un te quiero dulce,
que soy feliz abriendo una trinchera.
Créeme cuando me vaya y te nombre en la tarde
viajando en una nube de tus horas,
cuando te incluya entre mis monumentos.
Créeme cuando te diga que me voy al viento
de una razón que no permite espera.
Cuando te diga que no soy primavera,
sino una tabla sobre un mar violento.
Créeme si no me ves, sino te digo nada,
si un día me pierdo y no regreso nunca,
créeme que quiero ser machete en plena zafra,
bala feroz al centro del combate.
Créeme que mis palomas tienen de arco iris
lo que mis manos de canciones finas.
Créeme, porque así soy
y así no soy de nadie.