En aras de repartir solidariamente los horarios de los incómodos apagones, hemos sido cuadriculados. Además de zonas, de áreas, de circunscripciones y de comités, ahora pertenecemos a diferentes bloques. En este ardiente agosto, son los bloques lo que más importa, para qué negarlo. Cuando haya períodos electorales, reactivaremos la memoria de cuál circunscripción corresponde con nuestra zona vecinal, y si nos agarra el dengue endémico o la COVID infinita (cruzo dedos, toco madera y detengo el balanceo de los sillones), sabremos el área de salud que nos atiende; pero ahora mismo, repito, es fundamental seguir las informaciones que se ofrecen para cada bloque, o sea, sus respectivas programaciones. Felicito con fervor a quienes tuvieron la idea de esta alternancia de la oscuridad, de esta repartición equitativa del calor, teniendo en cuenta la comprensión de todos, o de la inmensa mayoría de nosotros, en cuanto a las causas que obligan a los actuales cortes de electricidad. Desesperante situación, es cierto, que no beneficia a nadie, y que será solucionada, sin dudas, en cuanto sea posible. Mientras, entre lo que la luz viene y va, oronda como Pilar, llueven los memes, los chistes, las alusiones, los consuelos, en fin, que proporciona nuestro ya archiconocido sentido del choteo. Todo marchó bien, o sea, la electricidad se marchaba según lo anunciado para cada bloque, hasta que apareció una variante, realmente desconcertante. Es un quizás, es un tal vez, es un sí pero no, es un puede ser o no, que recibe el nombre de transbloque.
El motivo de esta nueva modalidad, también explicado, y en la misma medida, entendible, no es objeto de esta estampa, que no persigue analizar la crudeza de nuestra crisis energética, sino cómo se sortea de la mejor manera posible. Estamos sometidos a la incertidumbre del horario de los bloques, de los transbloques, y de nuevos conceptos que van apareciendo sin previo aviso. La dialéctica se luce, alcanza un esplendor inusitado, quizás debido a la energía que proporcionan paneles solares, sin el rígido estropicio de las termoeléctricas. Es una dialéctica que se alimenta de paneles solares. Así, podemos pertenecer, por ejemplo, al bloque cuatro, que tiene, para los apagones, un horario fijo y otro deslizante, además de ser considerado básico en determinados días, o adicional, nunca se sabe. En otras palabras, simulando al zodíaco, usted puede ser tauro con ascendencia géminis, o aries influenciado por capricornio; pero la semana entrante, de repente usted será leo con ascendencia sagitario. Más allá de las tablas explicativas que se brindan cada semana (porque sí, se anuncian las afectaciones en unos gráficos que aunque nadie entiende a cabalidad, todos agradecemos), es la práctica dura, concreta, objetiva y real, la que señala con exactitud a cuál bloque pertenece nuestra zona, nuestro comité, nuestra cuadra, y al fin, nuestra casa. Se llega al extremo de la división justiciera, con edificios iluminados a la mitad. Sus habitantes, lejos de lamentarse, sienten una rara felicidad, porque viven alternando el lunes con sus vecinos en horarios de cortes de luz, los mismos que el miércoles pasarán la noche en sus dormitorios, cuando les toque a ellos el agobio del calor de agosto. Es como una gran comunidad afable, que comparte almohadas y ventiladores.
“Trabajos, visitas, reuniones, citas y todo aquello que caracteriza la actividad colectiva, se planea según los gráficos apagonísticos”.
Hoy mismo comienza otra semana, y ya todos conocemos, o mejor dicho, hemos leído la programación de nuestro bloque. Entre seguros que sí, quizás, tal vez, 50 % de posibilidades, bloque principal, bloque emergente, que equivale a los juguetes básicos y adicionales de nuestra niñez, resulta que todos y cada uno de los días aparecen marcados en rojo en la tabla o semanario. Y así, en dependencia de las afectaciones, planificamos la vida. Trabajos, visitas, reuniones, citas y todo aquello que caracteriza la actividad colectiva, se planea según los gráficos apagonísticos. Pero resulta que a veces somos perdonados, lo cual, obviamente, nos produce mucha paz aunque no nos atrevamos a aprovechar al máximo esa corriente extra, por si se va enseguida, y a veces, también nos sorprende una especie de cobro, que consiste en que perdemos luz cuando nos tocaba, de acuerdo con las tablas ya citadas. Un aquelarre que molesta, para qué negarlo, un parpadeo irritante que ojalá los extraterrestres no interpreten como señales de bienvenida al planeta. No, por favor, no vengan ahora, queridos seres extraterrestres, dennos un chance, porque hablando en plata, este horno llamado Tierra no está para galleticas.