Criptoarte, NFT y otros temas en línea
Desde hace poco circula en las redes sociales un video que levantó más de una polémica en el mundo del arte contemporáneo. En las imágenes, el empresario mexicano-estadounidense Martin Mobarak le prendía fuego dentro de una copa, luego de desmarcarlo, a Fantasmones siniestros, un dibujo que la mexicana Frida Kahlo realizó en su diario, valorado en unos 10 millones de dólares y del que poco se conoce, pues había estado siempre en colecciones privadas. Entre aplausos y mariachis, el dibujo de Frida Kahlo se convertía en unas pocas cenizas.
El empresario, quien se considera un admirador de la obra de la artista desde su niñez en Ciudad de México, aseguró que Fantasmones siniestros había sido previamente digitalizado y que ahora, luego de arder el original, sería convertido en 10 mil NFTs (tokens no fungibles) y el 30 % de las ganancias serían donadas —no podría ser de otra manera— a diferentes causas sociales. Esta es una forma de transitar al arte digital a través de los NFTs, aseguró, pues “convertir esta obra en un NFT es la manera en la cual podemos inmortalizar las obras y la vida de ella; estamos haciendo el puente entre el arte tradicional y el nuevo arte, que es el arte digital (…) Es algo que va a generar controversia, con esto podemos asegurar el éxito del proyecto”.
De ello se encargará Frida.NFT, que se describe como “una plataforma innovadora y pionera que aprovecha la tecnología blockchain para reformar la industria de la caridad a través de una mayor transparencia, frecuencia de donaciones e incentivos para los donantes”. Además, esta “iniciativa impulsada por la comunidad” crea “el puente entre el mundo del arte tradicional y el potencial en expansión de la Web 3.0” y tiene “la visión de introducir el trabajo de Frida en el metaverso y aprovechar su poderosa semejanza para reunir a una comunidad de coleccionistas, creadores y amantes del arte en una misión para fusionar el mundo del arte tradicional con el potencial en expansión del mundo del arte digital e inmortalizar la historia de las humanidades”.
Un breve recorrido por Frida.NFT nos ofrece un número limitado de 10 mil NFTs, formando una colección exclusiva que circulará como “la única conexión auténtica” con el dibujo de Frida Kahlo y que, luego de adquirirlo, el coleccionista podrá tener “una parte de la historia” en su propiedad. Para ello Frida.NFT realizará tres fases que incluyen la presentación, el lanzamiento VIP para los primeros 150 poseedores de la llamada Colección Génesis, una experiencia phygital durante Art Basel Miami, regalos exclusivos para los titulares de los NFTs, beneficios de membresía, un Festival de Arte solo para miembros… El precio de cada NFT oscila en torno a los 3 ETH, con lo cual se espera recaudar más de 40 millones de dólares (ETH o Ethereum es una divisa digital desarrollada en un software de código abierto, basada en la tecnología de blockchain. Al momento de escribir estas líneas, 1 ETH equivale a 1336,03 dólares, estando un 72,69 % por debajo del máximo histórico: 4891,70 dólares).
Varios medios y artistas catalogaron el hecho como un atentado al patrimonio artístico de México, y el Ministerio de Cultura de ese país abrió una investigación para analizar si se destruyó la obra original o fue una reproducción utilizada para fines comerciales. En México la destrucción deliberada de un monumento artístico constituye un delito en términos de la Ley Federal. La cuestión, como hemos visto, no es el criptoarte en sí, que, como sabemos, es el resultado de la unión entre arte digital y sistemas criptográficos que permiten autenticar una obra, pues más allá de la digitalización de la pieza de Frida Kahlo, esta no es una creación digital; ni tampoco la venta de los NFTs que generará el dibujo, sino la destrucción de la pieza para logarlo, pues con el original en existencia, o sea, el dibujo, los NFTs pierden parte de su valor (el año pasado, el primer NFT que subastó Christie´s, una obra del artista Mike Winkelmann, conocido como Beeple, se vendió por la asombrosa cifra de 69 millones de dólares).
2. “La cultura es una voluntad, no solamente una tecnología”
Más allá del hecho anecdótico de la destrucción del dibujo de Frida y sus implicaciones, el suceso nos permite pensar el fenómeno de los NFTs, el criptoarte y su comercialización, y la influencia en el contexto del arte contemporáneo cubano, dispar durante mucho tiempo, y pujando en el empeño, a otras partes del mundo que modulan los comportamientos y tendencias que, como esta, dependen de la informatización y el ciberespacio como medio vital en la cotidianidad del creador, y como una forma de comercialización de los contenidos artísticos.
La Jornada de Teoría y Crítica de Arte Un disparo en el hueco, en su quinta edición, organizada por el Centro Provincial de Arte de Holguín en octubre, apostó por acercarnos a un terreno que si bien no es nuevo, resulta novedoso para muchos, en el interés por cartografiar desde el análisis y la crítica zonas y fenómenos de la creación contemporánea cuyo desarrollo es parte de nuestra realidad. Ya al auge de las nuevas tecnologías y las prácticas de su uso extendidas a las artes visuales, sobre todo la videocreación, se había acercado la Jornada en su edición de 2018. Con anterioridad, en su génesis en 2014, había analizado el consumo cultural; la pedagogía en el arte en 2016; y en 2020, se enfocó a la hiperconectividad actual y el ejercicio de la crítica de arte. Como vemos, la relación entre el arte y las nuevas tecnologías, propia de la llamada Era Digital —en un contexto de globalización e hiperconectividad— ha estado en la mira de la Jornada.
Para el artista visual, escritor e investigador sobre arte y nuevas tecnologías, el canadiense Hervé Fischer, catalogado como un ciberfilósofo, en entrevista con Rafael Acosta de Arriba en 2005, “el arte digital no tiene ningún mercado, no se colecciona, no se puede vender, no se puede conservar. Es efímero”. Fischer sostenía que “no se puede aceptar la dependencia del arte con la tecnología. No hay progreso en el arte. Una obra hecha a lápiz en 2006 puede ser mucho más importante que una instalación digital interactiva realizada por un algoritmo muy poderoso”. De entonces acá, sobre todo al año 2021, fecha de la explosión de los NFTs en el circuito del arte contemporáneo internacional, el criptoarte se abrió a las posibilidades del mercado, del coleccionismo de sus obras y su venta en Internet. Aunque, como bien asegura Fischer, “la Edad Digital va a crear más acceso a la información y a la diversidad de culturas, más oportunidades de tomar conciencia sobre dicha diversidad, pero no necesariamente más progreso, o más sabiduría”. “La cultura es una voluntad, no solamente una tecnología”, añade.
3. NFT en tiempos de criptoarte y mercado
Si el bitcoin o moneda virtual fue la respuesta digital a las divisas, los NFTs o tokens no fungibles (también conocidos como token digital o vale digital) se consideran la respuesta digital a las piezas de colección. Un activo no fungible —pensemos en una obra de arte— tiene propiedades únicas, por lo que no puede ser intercambiado. Se puede tomar una fotografía con la mayor calidad posible, o que un pintor realice una copia y la reproduzca con exactitud, pero solo existiría un cuadro original, una pieza única, o sea, “la obra”. Los NFTs serían el registro de propiedad de un activo “inimitable” digital que pueden ser comprados y vendidos como cualquier otra propiedad, pero no tienen forma tangible en sí mismos; pueden ser entendidos como certificados de propiedad de activos virtuales o físicos (como sucede con la pieza de Frida Kahlo, ya solo existente en la virtualidad). El Diccionario Collins —al catalogar NFT como la palabra del año, según el número de búsquedas y contenidos creados en torno a su significado, creación y aplicación— lo define como un “certificado digital único, registrado en una cadena de bloques, que se utiliza para registrar la propiedad de un activo como una obra de arte o un objeto de colección”. Con los NFTs, además, el criptoarte puede ser “tokenizado” para crear un certificado digital de propiedad que puede ser comprado y vendido, y que, por tanto, se ingresa en un libro de contabilidad en curso (blockchain, relacionado con el ámbito de las criptomonedas y ahora a este tipo de “bienes” digitales) cuyos registros no pueden ser falsificados. Los NFTs también consiguen poseer contratos inteligentes (smart contracts) que pueden proporcionar al artista parte de ventas futuras del token.
Si el bitcoin o moneda virtual fue la respuesta digital a las divisas, los NFTs o tokens no fungibles se consideran la respuesta digital a las piezas de colección.
¿Algo impide que las personas copien un NFT? Realmente no, millones de personas han visto (y pueden tener una reproducción y compartir en sus redes) la pieza de Beeple vendida por casi setenta millones de dólares; pero aunque en Internet existan copias y versiones, el NFT corresponderá al contenido original, al que se le asigna una especie de certificado de autenticidad, una serie de metadatos que no se van a poder modificar y que garantizan su originalidad, registra el valor de partida y todas las adquisiciones o transacciones que se hayan hecho de la obra digital. Aunque muchas veces el artista retiene el derecho de autor y puede reproducir y vender copias de la obra, solo el comprador del NFT posee un token que prueba que él (y solo él) es el verdadero propietario de la obra original, aunque muchos posean una similar. En 2021 los precios subieron en el mercado y alcanzaron, como hemos visto, cifras millonarias, considerándose ese el año de la explosión de los NFTs, pues se llegó a vender desde un píxel gris (literalmente un píxel), un meme, dibujos en PNG, fotografías, breves videos… Incluso no solo se ha vendido arte digital: Jack Dorsey, el fundador de Twitter, vendió su primer tuit en la red social por unos 2,9 millones de dólares. Disímiles comentarios —desde catalogar el fenómeno como una burbuja que puede explotar cualquier día, hasta las dificultades de comprar algo que no está ahí y que todos pueden tener— circulan sobre los NFTs.
En Cuba existen varias experiencias, incluso una comunidad en crecimiento, relacionadas al criptoarte y los NFTs, sobre todo de artistas jóvenes que encuentran una forma de comercializar su trabajo en estas plataformas. Ernesto Cisneros, uno de los creadores más reconocidos del criptoarte cubano, asegura que en el país existe una “comunidad magnífica. Hacemos arte y lo ponemos en las blockchain; el espacio es global, está en todas partes, solo se requiere una conexión a Internet”. “Da igual si eres joven o viejo. El circuito del arte tradicional es una opción y los NFTs son otra. Yo prefiero los NFTs porque nadie me dice qué hacer, cuándo hacer, cuánto cobrar, dónde publicar. En ese escenario el artista goza de total libertad para decidir sobre cómo va a hacer todas las cosas, desde soñar su pieza hasta publicarla y ponerle precio… Un artista no necesita de nadie para hacer y vender su obra en el mundo entero con total libertad de contenido, horario, territorio, formato, valor… es el artista quien gana directamente y existe una comunidad enorme que lo apoya (…) Dicho esto, los circuitos de arte tradicional están en franca desventaja”, explica Cisneros.
En Telegram circula parte de la comunidad cubana interesada en el criptoarte y los NFTs. También en Discord y en Twitter, donde la comunidad NFT global se mueve de forma estable. En nftcuba.art y en cubancryptoart.com existe información sobre el tema en el escenario cubano. La Fábrica de Arte Cubano posee, además, una plataforma para promocionar los NFTs de artistas nacionales (la exposición virtual Rostros de otra dimensión se sumó a esta iniciativa) y el Museo del Criptoarte Cubano (MOCCA) corona y visibiliza iniciativas en este ámbito.
El fenómeno NFT —imposible de desligar del avance de Internet y la “aldea global” que el canadiense Marshall McLuhan preconizaba desde los años sesenta del pasado siglo— relacionado al criptoarte y su comercialización, cobra fuerzas en nuestro país y va dejando, junto al interés, múltiples preguntas e inquietudes, relacionadas, entre otras, con el acceso a las posibilidades de la tecnología (las prácticas sociales en la red, las dinámicas y herramientas… que su uso amerita) y la influencia que en el mercado del arte y el llamado metaverso tendrían los NFTs, hasta el coste energético y medioambiental que conlleva la circulación del criptoarte y los NFTs. Quedan estas notas para un debate mayor, como el realizado en los días de la V Jornada de Teoría y Crítica de Arte en Holguín, necesario espacio que nos permitió mirar un poco más allá, buscando las señales dejadas por el disparo en el hueco.