Celebrar la existencia de Viengsay Valdés es un lugar común en nuestra época. Más allá de su juventud, del talento desplegado a lo largo de tres décadas para el arte del ballet, es ella una realidad palpable, a simple vista. Aunque su vocación se haya convertido en un hecho natural, también es cierto que nació de una opción asistida por la experiencia de una enseñanza artística que brotó, a su vez, de una práctica, de un ingenio y de una técnica que responden a la esencia de la Escuela Cubana de Ballet que fundara la prima ballerina assoluta, Alicia Alonso. 

Viengsay Valdés es, hoy por hoy, la más fehaciente muestra de los resultados obtenidos por la enseñanza artística nacional.

La expresión corporal de esta bailarina recorre las gamas de un oficio más que depurado porque se va filtrando entre los matices de una sensibilidad nuestra, a prueba de balas, que confirma su transparencia entre las dos orillas del océano.  Un espejo de esta aseveración se encuentra en su magistral interpretación de la Carmen, de Bizet, que logra recrear a partir de la noción que ha dejado para la historia del ballet, entre dos siglos, su maestra, Alicia Alonso.

“Cuando se alza el telón, los aplausos para Viengsay Valdés se vuelven una lluvia constante de los trópicos…”

Viengsay resume una tradición y abre puertas a la modernidad que la distingue. De los coreógrafos clásicos a los contemporáneos, pasando por creadores nacionales, su espléndida brújula se inclina, con una reverencia, para confirmar los valores de una relevante Escuela Cubana de Ballet, presente en su estilo propio, en su luz.

Cuando se alza el telón, los aplausos para Viengsay Valdés se vuelven una lluvia constante de los trópicos —que no cesa— porque ella es “de acero y nube”[1] como ha afirmado Carlos Tablada, autor de una biografía de la artista.


Notas:

[1] Ver Carlos Tablada Pérez: De acero y nube.  Biografía de Viengsay Valdés, La Habana, ed. Letras Cubanas y Ruth Casa Editorial, 2014, 302 págs

*Escrito y leído por su autora el sábado 14 de Septiembre (2024), en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, en la función dedicada al XXX aniversario del debut profesional de la bailarina Viengsay Valdés, directora del Ballet Nacional de Cuba.

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