Con las luces en el alma
27/6/2016
El concierto de Fito Páez este 20 de junio en el teatro Carlos Marx está flotando en el aire como si no hubiera terminado. Lo comentan con mirada iluminada los que estuvieron y los que no fueron igualmente lo comentan; se ha regado como pólvora el acontecimiento y ya cobra aires de leyenda. Y es que fue un conciertazo de un rock muy fuerte, depurado, interpretado, poético, nuestroamericano, y todavía más: un concierto de alguien que siente su vida atada a la Isla, a su público, con intimidad de grandes amantes, con la desfachatez total de quien se quita la ropa en casa y sale (si acaso, envuelto en una toalla) hacia el baño a darse una ducha. Fito Páez abrió todas sus puertas porque cantó en la Cuba de hoy, en el complejo momento que vive su Argentina, que vive nuestra América, y Fito es siempre un cantor de su tiempo.
Se escucha una radio, alguien va recorriendo el dial hasta que queda sintonizado Gardel, que canta “Yira Yira”. La voz del gran cantor se queda en eco y entran los acordes de “Giros” tocados por la banda en vivo. Sale Fito Páez corriendo, saludando en medio de la estruendosa ovación.
Giros…
existe el cielo y un estado de coma
cambiar en torno de persona en persona.
Giros…
dar media vuelta y ver qué pasa allá afuera
no todo el mundo tiene primaveras.
Flaco ¿dónde estás?
Estoy aquí en La Habana que es mi ciudad.
(el público aplaude, silba, grita…)
Estoy juntando información
estoy queriendo ser otro.
Mi necesidad
se va modificando con las demás
así mi luna llega a vos
así yo llego a tu luna.
Fito termina su emblemática canción de saludo y entre la ovación nos ha dicho, con tono amenazante, que los que tengan niños y tengan que irse temprano, que se preparen; que lo siente, pero esta será una noche larga. Cantaré todo el disco Giros, y luego de otros hasta que… (dice algo así como “dios sabrá…”)
Pasa el disco Giros como aquella vez de hace 30 años: qué sonoridad, qué rock tan argentino, tan nuestro; seco y duro el drum a veces es como un bombo legüero; marca el bajo una chacarera; el sintetizador hace de bandoneón; el sonido compacto, con aire rebelde, algo tenebroso; las letras hablan de un mundo de mierda, de avaricia, de crimen, y de soñar con cambiarlo pese a todo.
No soy un pez ni un arlequín
ni un extranjero
no tengo edad para morir
vamos al cielo
no voy a esperar
alguna vez voy a ser libre
libre mi amor
como el amor
como quisiste.
“Alguna vez voy a ser libre”, canta Fito. Ya nos ha provocado para que cantemos y gocemos diciendo algo así como: “vamos, qué pasa, están fríos; vamos, para que esto sea La Habana…”. De inmediato su gente le responde, grita y las palmas siguen con energía los golpes de la batería.
Porque yo no tengo mapa de este mundo
porque yo doy vueltas sobre el mismo punto.
Fito nos cuenta: “En 1987 hubo un festival en Argentina y me encontré con Chico Buarque y Pablo Milanés. Yo estaba pasando por muy mal momento, un tiempo antes habían asesinado a mi familia, cuando había estado de gira por Europa, precisamente con el disco Giros. En ese encuentro en Buenos Aires, Pablo Milanés me dijo, casi me exigió: `te vas conmigo a La Habana y cantas allá´. Yo estaba realmente muy mal y esa vuelta a la Isla me salvó la vida”.
Agradece por siempre a Pablo Milanés y sale el trovador legendario a escena. El público de pie está varios minutos aplaudiendo. Se escucha el piano de Fito emprendiendo el himno.
¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
Tanta sangre que se llevó el río,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
No será tan fácil, ya sé que pasa.
No será tan simple como pensaba.
Como abrir el pecho y sacar el alma,
una cuchillada de amor.
Pienso en la América nuestra en un momento difícil —¿de retroceso?—, con las derechas tratando de echar abajo lo ganado socialmente; pienso en la misma Argentina con Macri intentando borrar los avances de su pueblo, lo alcanzado con los Kirchner; veo a Liliana Herrero, esa otra gran cantora, hermana —como quien dice— de Fito, protestando con su canto, incluso en las calles, y llamando a no cruzarse de brazos.
Luna de los pobres, siempre abierta,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Como un documento inalterable,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Y uniré las puntas de un mismo lazo,
y me iré tranquilo, me iré despacio,
y te daré todo y me darás algo,
algo que me alivie un poco más.
La gente es sabia: canta más alto cuando es Fito y cuando es Pablo quien canta, la gente susurra; es el acontecimiento, la vibra; un continente emergiendo desde ellos, desde nosotros.
Cuando no haya nadie cerca o lejos,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Cuando los satélites no alcancen,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Hablo de países y de esperanza,
hablo por la vida, hablo por la nada,
hablo por cambiar esta, nuestra casa,
de cambiarla por cambiar nomás.
¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
El público despide de pie a Pablo, que se retira cuando aún el bajo y el piano están marcando el ritmo al compás de las palmas que hace la gente.
Al piano, Fito rememora: “Imposible cantar esta canción sin recordar a mi amigo del alma Santi Feliú”. Ovación y lágrimas en algunos. Supongo que esa bohemia infinita, rocanroleada y ebria por las madrugadas habaneras le sepa ahora mutilada a Fito sin Santiaguito; no es posible imaginar un “tal para cual” que los supere.
Si estas entre volver no volver…
¡Qué clase de disco Giros! 30 años después, como Gardel, suena mejor, con los mismos arreglos; qué innovador, qué roquero y qué argentino musicalmente; qué poéticos sus textos, qué manera de describir los dolores de su pueblo que acababa de salir, en aquel 1985, de la dictadura militar, de la masacre, de la amnesia, de la mutilación de los amores desaparecidos.
Y si tu corazón ya no va más
si ya no existe conexión con los demás
si estás igual que un barco en alta mar
tírate un cable a tierra.
Recuerdo perfectamente al Santi, con su pulóver y enguatada rojos, saliendo a escena aquella noche en ese mismo Carlos Marx y entrando a la canción a pura bomba. Ahora Fito se queda por debajo en algunas frases, como si se estuviera reservando o —y esto no es especulación de emocionado— dejándole la otra voz a Santiago, cual si no se percatara de que no está o esperando acaso que hagamos por él. Y donde debía subir, la gente hace la segunda desde el coro del público.
No creas que perdió sentido todo
no dificultes la llegada del amor
no hables de más, escucha el corazón
ese es el cable a tierra.
Con el impulso del coro arremete en los momentos finales, Fito está cargado… El Santi parece estar a unos metros de él, parado, exprimiéndose porque la vida va en esa estrofa:
Si estás entre volver y no volver
si ya metiste demasiado en tu nariz
si estás como cegado de poder
tírate un cable a tierra.
“Esta es la canción de un general hijo de puta”, dice ahora Fito.
Cocaína
Alguien decide por el país
No me culpen,
No estoy dispuesto para morir sobre un crucifijo
Tiran, y tiran líneas… Aspiran…
Generales
Mataron media generación
Una guerra no es un negocio ni una ilusión
Una guerra es sangre
Vienen y van al baño
Y toman apresurados la decisión (la decisión)
Y no entiendo, yo aquí no entiendo nada…
Es la canción Decisiones apresuradas. Se oye en el puente la voz de un general llamando a la Guerra de las Malvinas. Norberto Campos interpreta al general Alcoholtieri:
Yo quiero decirles
Que no cederemos un solo metro
De las tierras (…) conquistadas.
Y yo, pretendo, representarlos,
Ser, ser el hombre, que decida,
Decida, lo que, lo que ustedes tienen que hacer
Sigue in crescendo la fuerza del rock que toca la banda, suena compacta, estoy en tercera fila y me llega, además, la satisfacción en los rostros de sus músicos.
Si te dejo en una habitación
frente a frente con Charly García
te orinarías y saldrías corriendo
te daría miedo, no lo bancarías
no seas tarada no podés sacarte fotos
con el león que se come a las fieras
el rock and roll tiene la sagacidad…
Rock and roll revolución, de 2014, nos trae a un disco reciente, dejando aún algo de Giros para más adelante.
“Yo te amo”, “No sé vos”, “La rueda mágica”, “Naturaleza sangre”… están recorriendo otros discos.
Fito dice algo así como: “Siempre que vengo a La Habana nos reunimos un cuarteto”, donde no faltaba Carlos Varela. El autor de “Como los peces” sale entonces con su habitual vestuario negro y hacen juntos una pieza con tono marcadamente suramericano, titulada “Parte del aire”, del CD Euforia. Incluso, diría que la letra me recuerda “La estrella polar”, de Carlitos. ¿Quién la habrá escogido para el dúo?
Y allí va, parte del aire
y allí va en libertad.
Música de grillos del Paraná
cada enero nuevo se hacía escuchar
como un buen presagio de las comadres.
Él amó una estrella en su soledad
y una noche antes de navidad
recortó los cables con un diamante
Y allí van… Parte del aire
Y allí van… en libertad
El amor más grande que conocí
sin querer un día pasó por mí
por la vía láctea se encontrarán
en algún planeta, en algún lugar.
Dice Fito: “¡Esta Isla es increíble! Tanta música… Hace años estaba en París y me encontré con una de las bandas más impresionantes de este planeta. Improvisamos algo con un genio, El Tosco”.
Fito al piano y José Luis Cortés (El Tosco), ahora finísimo y audaz con su flauta, están como jugando en improvisado vuelo común en el que se monta también el público. Todos en el teatro hacen suyos “Un vestido y un amor”:
Todo lo que diga está de más
las luces siempre encienden en el alma
y cuando me pierdo en la ciudad
vos ya sabes comprender
es solo un rato no más
tendría que llorar o salir a matar
te vi, te vi, te vi
yo no buscaba a nadie y te vi.
“Esta canción la estrené aquí”, dice Fito. Y rompe “Gente sin swing”.
Pienso en su segunda presentación en La Habana con banda, concierto que comenzó con “Ciudad de pobres corazones” y —si el atropello de tanta poética no me falla— fue cuando vino con Juan Carlos Baglietto, el cantor por excelencia del rock nacional argentino. Entonces fue un privilegio escucharle “Dios y el Diablo en el taller” y “Carta de un león a otro” (que dejo para otro momento).
Gente sin Swing
como ratones.
Gente sin swing
mundo sin soles.
Son un poder, como naciones
siempre estarán hasta que exploten.
Y aunque te inviten a su mesa
No estarán de tu lado
Otros dos grandes íconos pasan cantados por Fito, al incluir las canciones “Funky”, de Charly García e “Instantáneas”, de Luis Alberto Spinetta, del CD La la la.
Sigue creciendo en complicidad y energía la noche. Fito toca pailas. Ya todos roncos cantamos “Tumbas de la gloria”.
Algo de vos llega hasta mí,
cuando era pibe tuve un jardín
pero me escapé hacia otra ciudad
y no sirvió de nada,
porque todo el tiempo estaba yo en un mismo lugar,
y bajo una misma piel y en la misma ceremonia
Yo te pido un favor, que no me dejes caer
en las tumbas de la gloria.
Llegando a la cumbre de la noche Fito le dedica a Pablo ese manifiesto de rebeldía que es “Al lado del camino”. Le doy entonces la espalda a Fito para escudriñar en el público. Es vivificante ver a tanto joven saboreando a voz en cuello esta pieza:
En tiempos donde nadie escucha a nadie
En tiempos donde todos contra todos
En tiempos egoístas y mezquinos
En tiempos donde siempre estamos solos
Habrá que declararse incompetente
en todas las materias del mercado
Habrá que declararse un inocente
o habrá que ser abyecto y desalmado.
La fuerza de Ciudad de pobres corazones rompió todo orden de asientos (si es que alguno quedaba a esas alturas). El público canta, se abraza y baila en los pasillos. Hubo muchachos que se quitaron los pulóveres y los lanzaron hacia el escenario, hubo parejas besándose y desconocidos que se estrecharon las manos. “¿Qué es esto?”, nos decíamos con las miradas o intentando usar palabras que no podían escucharse a una altura de delirio en que la amistad se daba por sentada entre todos los presentes. Una canción que nació del dolor de Fito por el asesinato de su tía y su abuela se compartía entre todos.
¿Qué es lo que quieren de mí,
qué es lo que quieren saber?
No me verás arrodillado.
Dicen que ya no soy más yo,
que estoy más loco que ayer,
y matan a pobres corazones.
Fito se despide, sale de escena y durante más de diez minutos se corea su nombre entre aplausos y cantos futboleros. Retorna la banda y todo lo que diga está de más…
El amor después del amor tal vez
se parezca a este rayo de sol,
y ahora que busque
y ahora que encontré
el perfume que lleva al dolor.
En la esencia de las almas
dice toda religión
para mí que es el amor después del amor.
Las primeras estrofas las cantan los músicos de la banda; Fito aún no ha retornado a escena. En el momento climático salen Fito y otra sorpresa: Diana Fuentes, quien despliega un canto y una energía escénica bien fuertes. Y claro que todos cantamos palmeando:
Nadie puede
y nadie debe
vivir sin amor.
Aquí se puede sospechar un nuevo final; sin embargo, como si nada, llegan “Brillante sobre el mic” (donde Fito improvisó sobre su amor a La Habana) y “A rodar mi vida”.
Entre las ovaciones Fito se acerca al público: “Salud, dinero y amor para todos, pero para todos; si no, no vale”, dice mientras se escuchaban los primeros acordes de “Mariposa tecnicolor”:
Cada vez que me miras
cada sensación
se proyecta la vida
mariposa tecnicolor.
Yo te conozco de antes
desde antes del ayer
yo te conozco de antes
cuando me fui no me alejé…
Ha sido algo imborrable. Creo que muchos sentimos que era el concierto de la vida. Fito se entregó plenamente, como si fuera la primera vez, y con una confianza en los que estábamos allí, cual si fuésemos (y en realidad lo somos) la amiga íntima, el amigo de confesiones en un café. Nos mandó a palmear, rectificó nuestras voces, y nosotros saltamos, coreamos, iluminamos el teatro con las luces de los móviles, bailamos…
llevo la voz cantante
llevo la luz del tren
llevo un destino errante
llevo tus marcas en mi piel
y hoy solo te vuelvo a ver.
Todo tenía que ver: cada palabra, cada acorde eran parte del tiempo, de la historia, de nosotros; todo confluía hacia ese instante en que ninguna buena causa estaba perdida.
Dice entonces, casi envuelto entre la gente: “¡Qué noche! No tengo más que darles gracias infinitas a todos y a Pablo por traerme una vez aquí a La Habana, mi segunda casa. Gracias por darme sus corazones; aquí seguiré”.
Sus palabras de despedida antes de cantar nos abrazan como pueblo. Dijo Fito Páez: “¡América Unida!” y como para dejar bien preciso su adiós: “¡Latinoamérica unida jamás será vencida!”
Y dale alegría, alegría a mi corazón
es lo único que te pido al menos hoy.
Entonces todos estuvimos minutos y minutos cantando dirigidos por Fito, quien se acercó a la punta del escenario, mientras el público todo se había encimado y estaba a sus pies.
Todavía se repite en la mente, como un salmo, su abrazo final:
Y dale alegría, alegría a mi corazón
afuera se irán la pena y el dolor.
Y ya veras, las sombras que aquí estuvieron no estarán.
Y ya veras, que no necesitaremos nada más.