Con Fidel en la vanguardia, y a la ofensiva
12/8/2020
El ejemplo de Fidel Castro perdura íntegramente, y no solo para refutar las mentiras del gobierno de los Estados Unidos contra Cuba, aunque era notable que disfrutaba esas lides de un modo especial. En ello se piensa ante el invento de los ataques sónicos, sumado por el imperio al bagaje de calumnias anticubanas.
De no ser por las perversas intenciones que tales ardides persiguen, se diría que brotan de una ciencia ficción humorística. Sin embargo, son tan endiablados, que si al refutarlos no se empieza por desmentirlos rotundamente —con la razón que a Cuba le dan sus principios y su conducta—, se correría el peligro de caer en las trampas de la “lógica” imperial. Por ese camino los argumentos válidos para desenmascararlos pueden parecer galimatías.
y sus sucias maniobras”. Foto: Tomada de Cubadebate
No debe ocurrir que la propia honradez y la decencia con que Cuba actúa la muevan a creer que lidia con caballeros que se equivocan pero que pudieran ser pundonorosos, o con monjes magnánimos a quienes incluso en sus errores los guía la piedad. Los voceros del imperio empiezan por calumniar desvergonzadamente, y esgrimen sus falacias como si fueran verdades.
Sostener que los imperialistas no tienen manera de probar sus artimañas no es lo mismo que afirmar que Cuba no comete fechorías que son propias de ellos. De antemano se sabe que no podrán demostrar lo que es falso: antes se comprobaría que el derribo de las Torres Gemelas y los ataques sónicos —si es que han existido— han sido obra de agentes del propio imperio. Sin embargo, Cuba no debe colocarse a la defensiva ni ir tras la saga de los infundios con que se le acusa.
A los fabricantes de ignominias muy poco o nada les importan las verdades. La decencia les resulta ajena y disponen, entre otras fuerzas materiales, de un poderío mediático que aumentaría su ventaja escénica si en las voces de quienes pueden desenmascararlos se percibieran dudas. Los personeros imperiales parten de afirmar sin ambages que para ellos son una posición oficial las acusaciones contra Cuba, no un tema que admita discusión.
Frente a la sarta de intrigas imperialistas contra nuestro país, viene al recuerdo la “Proclama de un adversario al gobierno de Estados Unidos”, dirigida por Fidel al amenazante presidente de turno, George W. Bush, el 13 de mayo de 2004. La proclama, leída por el líder revolucionario al inicio de la Marcha del Pueblo Combatiente realizada ese día, en La Habana, concluye con este desafío:
Puesto que usted ha decidido que nuestra suerte está echada, tengo el placer de despedirme como los gladiadores romanos que iban a combatir en el circo: Salve, César, los que van a morir te saludan.
Solo lamento que no podría siquiera verle la cara, porque en ese caso usted estaría a miles de kilómetros de distancia, y yo estaré en la primera línea para morir combatiendo en defensa de mi patria.
En nombre del pueblo de Cuba,
Fidel Castro Ruz[1]
Esa es, y será, la claridad con que Fidel seguirá guiando a su pueblo —en la vanguardia, y a la ofensiva— en las batallas de las armas, en las ideológicas, en las diplomáticas. Su luz continuará siendo garantía del camino victorioso de la Revolución en su enfrentamiento al imperio y sus sucias maniobras.
Para desmontarlas se deben usar también todos los argumentos válidos; pero estos, por muy científicos y sólidos que sean, pueden atascarse en un diálogo de sordos con quienes cultivan infamias ajenas a la razón y al decoro. No hay frente a ellos mejor inicio de respuesta que acusarlos resueltamente de mentirosos, y lo merecen.