Como leer el alma del pueblo cubano
La fuerza, el abolengo y la maravillosa riqueza de la música cubana en sus mejores expresiones, tanto populares como cultas, fueron elogiadas por Alejo Carpentier en un texto firmado en el año 1954 e incluido en una enciclopedia ilustrada publicada entonces en la capital cubana.
Reflexión que he recordado al concluir la lectura de Sones en mi Habana (Editorial Cubaliteraria, La Habana, 2023),este libro de Ricardo R. Oropesa Fernández, en que el autor ha reunido esos textos dispersos, aparecidos en publicaciones digitales, en que se acerca al universo de la música popular cubana.
Estructurada en tres secciones, esta propuesta editorial —que el propio investigador define como un “homenaje musicográfico”— revisa esos temas relacionados con la fecunda música popular de la isla que, a lo largo del tiempo, le han preocupado y ocupado.
Son interesantes acercamientos, sustentados en un amplio conocimiento y estudio, y presentados a través de una amena narración, sobre la obra de compositores, intérpretes, agrupaciones, verdaderos protagonistas de la música popular cubana.
“Cuba, con su policroísmo musical —escribe Oropesa Fernández en el primer texto antologado—, revela una increíble variedad de ritmos y géneros al pentagrama musical, pero ninguno tan vencedor y universal, en la breve historia de nuestro pueblo, como el son”.
A partir de tal presupuesto, el lector conocerá a Ignacio Piñeiro, “el poeta del son”; sabrá del origen de “Suavecito”, una de las piezas más emblemáticas del creador, y se acercará a la historia del Septeto Nacional, fundado en 1927, que lleva el nombre del insigne músico.
En “Cuba, la tierra del son”, la segunda parte del volumen, se contará de agrupaciones como el Sexteto Gloria Matancera y la Orquesta América, del universalmente conocido chachachá, del notable flautista Richard Egües y de las nuevas generaciones de soneros nacidos en la isla.
Estructurada en tres secciones, esta propuesta editorial revisa esos temas relacionados con la fecunda música popular de la isla que, a lo largo del tiempo, le han preocupado y ocupado.
La tercera y última sección de esta entrega, se dedica a comentar la vida de soneros —como Ninón Mondéjar, Antonio Bacallao Alcázar, Moisés Cárdenas Hierro, Luis Rodríguez Macías…— quienes, con mayor o menor alcance, han enriquecido la música creada en la Mayor de Las Antillas.
Quienes se aventuren en las páginas de Sones de mi Habana, podrán advertir que este es un libro diferente, que solo pudo ser pensado y escrito por alguien que, más allá de los conocimientos que posee sobre los temas abordados, siente una evidente pasión por la música.
Si se revisa la biografía intelectual de Ricardo R. Oropesa Fernández (Cienfuegos, 1955), se podrá comprobar su vínculo, desde los años juveniles, con la música, como director, en los años 70 del siglo pasado, del Septeto Cuba Nueva y, por entonces, coordinador del Movimiento de la Nueva Trova en la capital.
Doctor en Ciencias Pedagógicas por la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, Oropesa Fernández se ha desempeñado como productor artístico y promotor cultural. Por más de dos décadas fue integrante del Septeto Nacional Ignacio Piñeiro.
En su bibliografía aparecen, entre otros libros, La Habana tiene su son (2012), texto que mereció el Gran Premio Internacional de la Feria del Libro de Puerto Rico 2015; Las oscuras leyendas de Chano Pozo (2017), y Miguelito Valdés, Mr. Babalú: La voz del tambor (2017).
Son interesantes acercamientos, sustentados en un amplio conocimiento y estudio, y presentados a través de una amena narración, sobre la obra de compositores, intérpretes, agrupaciones, verdaderos protagonistas de la música popular cubana.
Recuerdo que, en una entrevista que hace algunos años grabamos para una emisora de radio, al preguntarle a Ricardo R. Oropesa cómo definiría al libro, no dudó en responderme que para él era, sencillamente, “el alma de los pueblos”.
Estoy convencido de que, al concluir la lectura de Sones en mi Habana, este libro de Ricardo R. Oropesa Fernández que descubre la fuerza, el abolengo y la maravillosa riqueza de la música creada en la isla, habremos descubierto el alma del pueblo cubano.