Durante generaciones, el abordaje de la historia precolombina en Cuba por los centros de educación ha acuñado como cierta la extinción total de los aborígenes en nuestro archipiélago. Tal afirmación ha sido puesta en duda por diferentes estudios antropológicos realizados por especialistas como el doctor Manuel Rivero de la Calle (Camagüey, 1926-2001), con quien tuve la posibilidad de compartir durante los días que estuvo en Trinidad desenfardelando una momia peruana varias décadas atrás.
“Las nuevas investigaciones realizadas sobre el tema de la extinción de nuestros ancestros indígenas durante la conquista y colonización han sido finalmente derogadas”.
Él había investigado en la región oriental sobre la existencia de comunidades que conservaban aspectos esenciales de la cultura taína. Solo faltaba demostrar tal aserto antropológico y etnográfico desde estudios interdisciplinarios, llegó a comentarme. Ese día se hizo realidad con el libro Cuba indígena hoy, sus rostros y ADN. Se trata de una obra publicada por ediciones Polymita y la Agencia Española de Cooperación para el Desarrollo (AECID) que sobresale no solo por su valor científico, sino también por el cuidadoso diseño y la calidad de las cien fotos a color que la ilustran.
En exclusiva
Cuba indígena hoy está estructurado fundamentalmente en cinco artículos y una presentación de José Barreiro, donde se abordan el proceso y resultados de la investigación realizada en las zonas más orientales del archipiélago cubano sobre la sobrevivencia de comunidades con ancestros indígenas. Integraron el equipo autoral Beatriz Marcheco, doctora en Ciencias Médicas; Alejandro Hartmann, historiador y antropólogo; Enrique Gómez, doctor en Ciencias Sociológicas; Julio Larramendi, doctor en Ciencias y fotógrafo; y Héctor Garrido, fotógrafo etnográfico.
Abre el libro el artículo “Cuba indígena: génesis de un proyecto necesario”, donde Garrido ofrece una explicación inicial de cómo surgió el proyecto mediante contactos con Hartmann, quien venía estudiando durante años acerca de la existencia de comunidades originarias de ascendencia taína. Paulatinamente comenzaron a aparecer los que serían integrantes, entre otros, del futuro equipo: Beatriz, Gómez, Larramendi, Laura de la Uz y, finalmente, el cineasta Ernesto Daranas aceptó su propuesta de hacer un documental que dejara testimonio de quiénes son y cómo viven los descendientes de aquellos indígenas cubanos.
En “A manera de presentación: persistencia en la raíz”, Barreiro ofrece un recorrido pormenorizado por los estudios y opiniones encontrados sobre la sobrevivencia de ancestros indígenas hasta el presente. Cita, por ejemplo, la opinión generalizada de José Martí y del sabio cubano Fernando Ortiz, quienes estuvieron convencidos de la extinción de los primeros habitantes de la Isla. De igual modo notifica las investigaciones de especialistas cubanos y extranjeros que realizaron estudios de campo en comunidades intrincadas de la región oriental, como las del antropólogo Manuel Rivero de la Calle y el geógrafo Antonio Núñez Jiménez.
“(…) el proyecto Cuba indígena nació en respuesta a un requerimiento de Alejandro Hartman, historiador de la ciudad de Baracoa y estudioso de las culturas de todo el oriente cubano quien, incansable y permanentemente, llevaba años haciendo un llamado abierto a sus amigos fotógrafos para documentar el mundo casi desconocido de los descendientes de los habitantes originales de Cuba”.
“Aquí estamos”, artículo de Hartmann, expone su titánica labor de muchos años junto a Barreiro por dar a conocer la existencia de ancestros aborígenes cubanos en zonas de Baracoa y áreas aledañas. Para calzar tal aserto, enumera hábitos y costumbres culturales autóctonas como la cura del sapo, la construcción colectiva de bohíos, el consumo del casabe, la siembra con la pértiga afilada en la punta o coa, el uso ceremonial del tabaco cimarrón, los tejidos de algodón, las cayucas y balsas para navegar el río Toa, las tradiciones artesanales a base de fibras vegetales, invocaciones al Sol y la Tierra y los llamados puntos cardinales para garantizar, oralmente, los buenos augurios dentro de la comunidad. Cada tópico es ilustrado fotográficamente por el lente escudriñador de Larramendi.
“Cuba indígena: huellas en el ADN”, presenta los estudios científicos pormenorizados realizados por la doctora Marcheco en laboratorios de Cuba, Dinamarca, Alemania y Suecia, con el apoyo de especialistas de esos países que corroboraron, mediante pruebas de ADN, el porcentaje genético amerindio cubano de varias familias radicadas en la región oriental, que llega, en algunos casos, a cerca del 40 por ciento. Con esas evidencias contundentes se validaban estudios anteriores antropológicos, etnográficos, sociológicos e históricos que defendían el criterio de la existencia actual del componente taíno en nuestra cultura.
Con “Herencia aborigen en el siglo XXI”, Gómez traza un paneo acerca de los comentarios desfavorables a la tesis de la sobrevivencia aborigen, y expone las experiencias del grupo en sus visitas a comarcas de familias de ascendencia precolombina. Al final concluye afirmando: “De ese legado ancestral aborigen, menospreciado desde la ilustración occidental, emergen hoy alternativas para trascender la hegemonía epistemológica de la modernidad. Reivindicar la presencia taína en el etnos cubano es absolutamente imprescindible, y constituye la única postura ética consecuente con la lucha decolonial del proyecto revolucionario cubano”.
El libro ofrece finalmente, bajo el título “Los rostros del ADN”, una documentada selección de 50 excelentes retratos fotográficos, de entre los cien que conforman el libro, realizados por Garrido a habitantes con componentes genéticos comprobados en los laboratorios especializados. De ese modo cierran los capítulos de Cuba indígena hoy, sus rostros y ADN.
Al encuentro con Garrido
Las nuevas investigaciones realizadas sobre el tema de la extinción de nuestros ancestros indígenas durante la conquista y colonización han sido finalmente derogadas. Sobre el particular dialogué con el fotógrafo español aplatanado en Cuba Héctor Garrido, uno de los principales protagonistas de Cuba indígena hoy, sus rostros y ADN. En el espacio multiuso de amplios ventanales del ARTeHOTEL Calle 2, de El Vedado, compartido con la actriz Laura de la Uz, en un ambiente de recogimiento espiritual visitado por zunzunes y bajo los agradables estímulos del “espumeante” café, me contó, sintéticamente, la génesis y desarrollo de tal proyecto con varios años de estudios de campo y verificación en laboratorios clínicos.
Los primeros contactos
Como expongo en el libro, el proyecto Cuba indígena nació en respuesta a un requerimiento de Alejandro Hartman, historiador de la ciudad de Baracoa y estudioso de las culturas de todo el oriente cubano quien, incansable y permanentemente, llevaba años haciendo un llamado abierto a sus amigos fotógrafos para documentar el mundo casi desconocido de los descendientes de los habitantes originales de Cuba. Tras décadas de investigación, Hartman quería revelar aquellos rostros y sus formas de vida como evidencia indiscutible de una descendencia aún viva y, a través de nuestros retratos, demostrar al mundo que la extinción de estos pueblos era poco más que un mito. Soy fotógrafo, y como es lógico, la propuesta era muy tentadora. Pero tardé un tiempo en verme implicado en esta aventura, entre otros motivos porque era consciente de que unas fotografías no constituían la evidencia indiscutible que Hartman, y al final la historia de Cuba, necesitaban.
Inicios de un proyecto
Fue en un viaje a Baracoa, a principios de 2018 ―continúa explicando Garrido― cuando realmente se fraguó el proyecto definitivo con el libro. Inaugurábamos entonces una exposición de mis fotografías en la ciudad primada y acudí con mi familia, invitado por el propio Hartman. Al amanecer del día siguiente a la inauguración, subíamos ya hacia la cabecera del caudaloso río Toa, buscando algunas de las comunidades que albergaban descendientes indígenas, mientras un apasionado Hartman nos hablaba de la historia, aún no bien contada, del proceso de las encomiendas, de los apellidos heredados y de las rutas de ocultación seguidas en los últimos 500 años a través de las montañas del oriente de Cuba. En ese momento no éramos conscientes de que estábamos realizando la primera expedición, la que marcaría las claves de un proyecto en el que debíamos involucrarnos por completo. Al atardecer regresábamos aturdidos e impactados por la evidencia abrumadora de una descendencia a todas luces real y al mismo tiempo ignorada injustamente por la historia.
El proyecto a contracorriente
Como se dio a conocer en publicación periodística posterior, un grupo de expertos en diferentes materias científicas y también artísticas estuvimos trabajando, durante varios años, en las montañas orientales cubanas para obtener conclusiones sobre la afirmada extinción de los indígenas en ciertos textos docentes. El proyecto trabajó sobre la hipótesis de que aún existen descendientes con un alto porcentaje de genes indocubanos, y que muchos de ellos viven en comunidades en las montañas de Guantánamo, Holguín, Granma y Santiago de Cuba. Este planteamiento resultaba contrario a la tesis que ha imperado hasta ahora en el relato histórico, que habla de la extinción absoluta a partir de mediados del siglo XVI. No obstante, otros investigadores han estado insistiendo en la falacia de tal conclusión. Pichardo Moya, Rivero de la Calle, Núñez Jiménez, Rugles, Barreiro, el propio Hartman, defendieron con sus estudios la existencia de descendientes en diferentes zonas orientales del país.
La demostración científica
En definitiva ―concluye Garrido― la investigación nombrada Cuba indígena expuso un acercamiento combinado a esta polémica desde una óptica multidisciplinaria, basado en el estudio genético comparado y el estudio fenotípico a través de la fotografía de sus rostros. A ello se unieron los aportes que harían las disciplinas antropológicas, etnográficas, arqueológicas, sociológicas e históricas. La doctora Beatriz Marcheco, directora del Centro Nacional de Genética Médica, asumiría a su vez la investigación desde criterios genéticos concluyentes. De modo que el libro Cuba indígena hoy: sus rostros y ADN constituye una sustancial contribución historiográfica que revierte la tradicional afirmación de que nuestros ancestros amerindios o posibles taínos no lograron sobrevivir a la cruel conquista y colonización de la Isla.
Concluido el encuentro con Garrido, tuve la posibilidad posterior de leer el libro que ha suscitado la polémica entre defensores y algunos detractores del tema. Para él y su equipo no existen dudas de que aún se mantiene vivo un componente esencial de nuestra cubanía. La razón de tal afirmación se hace plausible con tantas evidencias. De modo que habría que afirmar que aún hay descendencia taina en la Cuba del siglo XXI. Como el aleteo del zunzún que ahora liba frente a la ventana del ARTeHOTEL, queda suspendido en el aire un asunto que hemos hecho invisible durante siglos.