El arte de Raúl, que se nutre de la vida y del propio arte, como ocurre en todos los grandes creadores, no conoce fronteras ni puede encasillarse en géneros.
A pesar del bullicio, medita. Siempre medita. Quienes lo juzgan a primera vista, se equivocan: lo pueblan de etiquetas, lo encasillan, tratan de acomodarlo en un molde demasiado pequeño.