(Mantilla, 1955), antes que el escritor cubano vivo más premiado, publicado y conocido internacionalmente, habría preferido ser pelotero; más exactamente, pelotero del equipo Industriales, que es el centro de sus alegrías y de sus desvelos desde la más temprana infancia. Alguien dijo –y Padura lo ha repetido en más de una ocasión– que se puede abandonar la profesión, la religión, la esposa y hasta el partido político, pero nunca el equipo de béisbol con el que uno ha crecido.
Enumerar todos los reconocimientos literarios que ha recibido sería ocioso. Baste decir que en Cuba se le confirió el Premio Nacional de Literatura (2012) y en España el Princesa de Asturias de las Letras (2015). Su obra narrativa y periodística ha sido traducida a más de veinte idiomas, entre los que se cuentan el ídish y el coreano.
Mario Conde, protagonista de la tetralogía novelística Las cuatro estaciones, se ha fijado en la galería de los personajes más notables de la literatura cubana, y recientemente ha saltado al cine en una serie televisiva producida por Tornasol Films.
Padura es, además, autor de La novela de mi vida (2001), El hombre que amaba los perros (2009) y Herejes (2013). También ha publicado numerosos libros de periodismo y ensayo que se dedican a hurgar en las raíces de nuestra nacionalidad.
En el acto en que se le confirió el Princesa de Asturias –que la televisión cubana no trasmitió ni reseñó–, Padura se presentó con una estricta guayabera (en vez del frac de rigor), y enarboló, antes los reyes de España lo que para él es un símbolo incuestionable de nuestra nación: una pelota de béisbol. (AF)