“Ha llegado el momento de pensar que no se puede tratar de escribir historias paralelas de la nación y de la Iglesia cubanas, pues ambas están imbricadas íntimamente”.
Se requiere un intenso amor que trasciende lo citadino y que entra de lleno en lo cubano porque La Habana es, como capital, una superior entre iguales. No es que sea mejor, es que es diferente y me atrevo a afirmar que no lo es sólo en el limitado alcance del archipiélago cubano, ni siquiera de Las Antillas… lo es en América y en el mundo.