La Jiribilla se viste de gala para cantarle a Rachel, homenajear al cimarrón Esteban Montejo, visitar el Parque de la Fraternidad y trazar un mapa del tiempo en torno a la vida de este coloso de las letras cubanas, cuya obra vigentísima no entiende de relojes de arena, pues simplemente él practica, como muy pocos, un oficio de ángel.