TEMAS: José Martí, José María Heredia, poesía, poesía cubana
Es curioso encontrar en una de las partes, la número IV, del poema de Heredia “Placeres de la Melancolía”, la unión entre alusiones a la patria y a la noche. Se contrasta la noche del destierro y de la patria. La noche del destierro es también de la muerte y el vacío [1]. Este último elemento está presente en “Dos Patrias”, pieza de dimensiones poéticas y filosóficas irreductibles:
“Placeres de la Melancolía”
¡Patria…! ¡Nombre cual triste delicioso
Al peregrino mísero que vaga
Lejos del suelo que nacer le viese!
¡Ay! ¡Nunca de sus árboles la sombra
Refrescará su dolorida frente?
¡Cuándo en la noche el músico ruido
De las palmas y plátanos sonantes
Vendrá feliz a regalar mi oído?
[…]
Por la noche,
Entre el bronco rugir del viento airado,
Suena el himno infeliz del desterrado.
O si el Océano inmóvil se adormece
De junio y julio en las ardientes calmas,
Ansioso busco en la distante brisa
La voz de sus arroyos y sus palmas. [2]
“Dos Patrias”
Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche
¿O son una las dos? No bien retira
Su majestad el sol, con largos velos
Y un clavel en la mano, silenciosa
Cuba cual viuda triste me aparece
[…]
Cual bandera
Que invita a batallar, la llama roja
De la vela flamea. Las ventanas
Abro, ya estrecho en mí. Muda, rompiendo
Las hojas del clavel, como una nube
Que enturbia el cielo, Cuba viuda pasa…
Amén de las semejanzas, en el texto de Heredia Cuba es una profundísima añoranza; mientras, en “Dos Patrias” es una visión, la efectiva representación de una nocturna mujer, que intensifica, al tiempo que vuelve trascendente, su dolor por la patria ausente [3]. La condición del destierro en Heredia es aludida con luctuosa frecuencia. Dicha condición en Martí es asumida desde el comienzo del poema, y sugerida en construcciones profundamente originales.
Tras la lectura atenta de la poesía de Heredia saltaron a mis ojos algunas peculiaridades que conectan de manera sutil los poemas de Martí y los del cantor del Niágara:
“A mi caballo”
Amigo de mis horas de tristeza,
Ven, alíviame, ven. Por las llanuras
[…]
Perdona mi furor: el llanto mira
Que se agolpa a mis párpados… Amigo,
Cuando mis gritos resonar escuches,
No aguardes, no, la devorante espuela:
La crin sacude, alza la frente, y vuela. [4]
“Académica”
Ven, mi caballo, a que te encinche: quieren
[…] Ven mi caballo: con tu casco limpio
A yerba nueva y flor de llano oliente,
Cinchas estruja, lanza sobre un tronco
Seco y piadoso, donde el sol la avive,
Del repintado dómine la chupa,
De hojas de antaño y de romanas rosas
Orlada, y deslucidas joyas griegas, –
Y al sol del alba en que la tierra rompe
Echa arrogante por el orbe nuevo.
P.C., T. I, p.61
En ambos poemas se invoca al caballo, y con el mismo verbo se le solicita como algo propio, y aunque no con la misma potencialidad e intencionalidad que en Martí, Heredia también concibe al caballo como sinónimo de lo libre y natural. Así también lo exige en la estrofa final del poema, aquí citada, que pudo haber incidido en la conformación de “Académica” [5]. Obviamente Martí toma el mismo motivo y le insufla nuevas esencias, mostrando, a través de este símbolo de lo libre y lo brioso, la rebeldía contra las cárceles métricas y estróficas a que estaba sometida por aquella época la poesía, y la nueva lírica que él propone. Martí transgrede el motivo poético evidenciando que en vez de tomar ha conquistado [6].
A veces encontramos clamores poéticos en Heredia que iluminan grandes centros de pensamiento en Martí. La pasión inextinguible por la libertad que Martí bebió en “el primer poeta de América” lo hace exclamar: “Yo quiero que la ley primera de la República sea el culto a la dignidad plena del hombre” [7].
En su mente, ya tamizados, estaban estos versos del cantor del Niágara:
Al brillar mi razón, su amor primero
Fue la sublime dignidad del hombre. [8]
Al repasar las huellas del poeta santiaguero en Martí, recordamos haberle oído a la eminente poeta y ensayista Fina García Marruz que el arranque del poema “No, música tenaz, me hables del cielo” era herediano, y es cierto, véase si no el comienzo de su soneto “Sócrates” [9]: “No, jueces, condenéis con ciega ira! De la augusta verdad al sabio amante y aquel verso de “Placeres de la melancolía” [10]: “¡No me abandones, padre, desde el cielo”. La forma [11] y la fuerza del empuje, del apóstrofe es la misma, con idéntico esquema de puntuación y el mismo ritmo. El arranque del soneto, situado en un texto de alabanza y franca elevación del ejemplo del héroe griego es llevado en Martí a un plano metafísico donde la imagen queda en vilo, encerrando unos versos tremendos, oraculares, que por su condición logran una independencia del resto del poema. En nuestra atenida lectura se unieron versos de una sola esencia:
Heredia
Sola el alma del alma es el centro
“Himno del desterrado”
Martí
Ven que la soledad será tu escudo
“Bosque de Rosas”
Todo el que lleva luz se queda solo.
“Yugo y Estrella”
En todos ellos se enuncia que la soledad da la medida de la grandeza del alma de los hombres, apartados de las miserias humanas, las traiciones y los procederes antiéticos. ¿Tangencias? ¿Filtraciones? Digamos más bien que resonancias. El verso de Heredia exhibe una construcción difícil, con la violencia que el hipérbaton crea en la sintaxis. Como en el verso De gorja son y rapidez los tiempos, de “Amor de Ciudad Grande”, en “el nivel semántico existe igualmente un disloque, ya que el verso en realidad no quiere decir nada hasta que llegamos a la última palabra, es una serie de sonidos, de ruido sin sentido. Aun el verso completo, aparte del problema del hipérbaton, es de difícil interpretación tanto por la rareza ya vista […] como por el extraño uso de la palabra como predicado nominal” [12].