Como muchos poetas cubanos, Emilio Ballagas, a quien recordamos este año en el aniversario 70 de su fallecimiento, fue también ensayista o, quizás, mejor, prosista, solo que su obra de esta naturaleza había permanecido casi ignorada por dos razones: por su relevante quehacer poético y por haber estado sumergida buena parte de ella en las hoy amarillas y a ratos casi ilegibles páginas de revistas y periódicos. Así inició la investigadora y ensayista cubana Cira Romero su conferencia “A setenta años de un poeta que también fue prosista”, con la que quedó inaugurado el espacio teórico “Emilio Ballagas de otro modo”, que en “Palabras compartidas”, evento realizado en las XXXI Romerías de Mayo, en la ciudad de Holguín hasta el próximo día 8, recuerda al autor de los poemarios Júbilo y Fuga (1931), Elegía sin nombre (1936) y Nocturno y elegía (1938).
De Ballagas solamente se conocían los folletos Pasión y muerte del futurismo (1935), Sergio Lifar, el hombre del espacio (1938) y La herencia de Tagore (1944), pero de sus colaboraciones en las publicaciones periódicas solo se sabían los títulos de estas, pero no el contenido de sus textos. Revisarlas e incorporarlas a un libro, como hizo Cira Romero en Prosa de Emilio Ballagas (2008), le permitió apreciar los valores literarios que encierran, además de “constituir un conjunto que, salvo excepciones, afirman que su quehacer estuvo marcado por un propósito casi único y obsesivo: explicar y explicarse a sí mismo qué es la poesía, el misterio que la nutre, lo cual establece a nuestro juicio, uno de los méritos esenciales de su labor mediante la prosa”. Sus ensayos sobre la poesía de vanguardia constituyen un conjunto unitario y ofrecen la oportunidad de conocer cuán al tanto estuvo Ballagas del movimiento poético europeo de vanguardia y hasta qué punto fue beneficiosa su estadía en Europa a finales de la década del 30. “El poeta debe cortar su cordón umbilical con los autores y quedarse solo ante las palabras para así convertirse en un acróbata, en un verdadero aventurero, sin presidios idiomáticos que lo aten a lo ya establecido por los autores precedentes. En resumen, ser un verdadero «prófugo» del idioma para salirse de las palabras ya conocidas”, comentó Cira.
“Sus ensayos sobre la poesía de vanguardia constituyen un conjunto unitario y ofrecen la oportunidad de conocer cuán al tanto estuvo Ballagas del movimiento poético europeo de vanguardia”.
Sus estudios sobre poesía negra fueron el prólogo a su Antología de la poesía negra hispanoamericana, publicada en 1935; mientras que Poda y espiga de lo negro, de 1946, es el prólogo a su Mapa de la poesía negra americana. “Su interés por este tema vino a él desde casi los albores de su iniciación poética y había quedado reflejado en su Cuaderno de poesía negra”. Otro aspecto que destaca dentro de este tema es el del “carácter mestizo que ha adquirido la llamada poesía negra, debido precisamente a los entrecruzamientos raciales entre blancos y negros, y evalúa como de muy positiva esa mezcla, que ha producido lo que llama la «mulatez» literaria, de tan provechosas ganancias para nuestra literatura”, comentó la autora de Laberinto de fuego. Epistolario de Lino Novás Calvo, de quien publicó, además, una Órbita bajo el sello de Ediciones Unión.
Por otra parte, como una muestra de la curiosidad intelectual de Ballagas, Cira ha denominado Otros ámbitos ensayísticos a textos que abordan las figuras de Tagore, Ronsard y Hopkins, pues “estaba persuadido de la necesidad de dialogar no solamente con la cultura cubana, sino con la universal”. Vale mencionar, asimismo, las colaboraciones en periódicos como el Diario de la Marina, donde tuvo dos sesiones fijas: “Periscopio” y “Peristilo”, desde el fin del primer lustro de la década del 40 y casi hasta su muerte, sin que encontremos diferencias de asuntos entre los aparecidos en ellas. También Cira se refirió a sus Notas críticas, comentarios centrados en poetas, la mayoría cubanos: Cintio Vitier, Tallet, Pedroso, Chacón Nardi, Baquero, Mirta Aguirre, Augier…
Penetrar en el complejo mundo de la creación poética de Emilio Ballagas a través de su prosa, para admirar aún con mayor claridad la decantación que iba realizando en su obra en un afán por alcanzar la plenitud artística, ha sido nuestro propósito incitador, pues fue, quizás, la preocupación que más atormentó al poeta, siempre autoconvocado a la búsqueda de caminos que lo condujeran a una sintaxis alejada de lo convencional o manido.
Como colofón de su conferencia, realizada en el Centro Tecnológico, donde suceden las demás actividades de “Palabras compartidas”, evento de la literatura en Romerías de Mayo, la también investigadora del Instituto de Literatura y Lingüística José Antonio Portuondo, aseguró:
Estoy convencida de que la prosa de Emilio Ballagas, en su transparencia genuina, es carne de revelaciones poéticas, es ejercicio del pensamiento que se derrama en los intersticios menos esperados de su geografía escritural, es expresión paralela a su ejercicio creador, es auténtica paideia que muestra las salidas que conducen desde el pasado de lo escrito hasta el presente, en la que pueden disfrutarse desde el ejercicio de lo inevitablemente necesario”. “Debemos deleitarnos con este cielo prometido por Ballagas y quizás ahora medianamente alcanzado, con la certidumbre de que si el sol que lo alumbró ya no está para ayudarnos a sostener la órbita de sus palabras, hay y habrá siempre en ellas un calor de brasa, un rumor de fuegos plutónicos que se sienten sin precisar dónde, como si el movimiento que porta su expresión fuera la brújula que ahora, de manera urgente, necesitamos.