Cintio Vitier lee los Diarios de campaña de José Martí
Un caso paradigmático dentro de los estudios dedicados a los Diarios de campaña lo constituye la figura de Cintio Vitier. Los variados y útiles acercamientos que a los mismos ha dedicado, y los rasgos de singularidad en el proceso de concretización sobre el texto, le dan un especial realce, ya que es un poeta de la Generación de Orígenes que encontró en la obra de José Martí un asidero y una manera de proyección ética y estética para encauzar sus propias obras;[1] es uno de nuestros más preclaros ensayistas, considerado la gran figura de la crítica erudita cubana y el estudioso más relevante en Cuba de Martí en el siglo XX, junto a su esposa Fina García Marruz, pues a ello dedicó casi toda su vida. Para Vitier, al decir de Ette, la obra de Martí constituía la síntesis de todos los anteriores desarrollos históricos y literarios de “lo cubano”, y al mismo tiempo, un acto fundacional de todo aquello que Lezama Lima había denominado los “nuevos actos nacientes”. Si las apreciaciones y juicios sobre los Diarios de campaña en la ensayística de José Lezama Lima fueron escritos en un relativamente corto tiempo, mostrando la misma paradigmática semilla, la larga vida de Cintio Vitier y su sagrada e inveterada pasión martiana le permitieron reflexionar sobre los Diarios en más de una ocasión, y profundizar y enriquecer sus conocimientos al respecto, que develan aristas sociopoéticas insospechadas.
Fue Cintio Vitier quien, persuadido y entusiasmado por la visión trascendente, unitiva y dadora de la patria que tiene Lezama de Martí y de los Diarios de campaña, organizó la antología Martí en Lezama, que ha sido de profunda utilidad para los estudiosos que se han acercado a este imantado tema dentro de la bibliografía martiana.
Pero entremos en el primer acercamiento de Cintio a los Diarios, recogido en ese libro capital para la literatura y la cultura cubanas, y para la comprensión esencial de nuestra lírica: Lo cubano en la poesía,[2] publicado en 1958 bajo el título “Visión de la naturaleza y el hombre nuestros”, en “El arribo a la plenitud del espíritu. La integración poética de Martí. Lo español, lo americano y lo cubano en su obra. Segunda caracterización. Las dimensiones que aporta.” A nuestra consideración, es una exégesis medular y embebida —no en balde se afirma que los mejores críticos son los poetas—, donde realiza una caracterización del texto, y en particular, de su estilo, llegando a definir lo cubano a través de revelaciones profundas, y a distinguirlo de lo antillano, pues lleva a cabo una comparación entre el Diario de Montecristi a Cabo Haitiano y el de Cabo Haitiano a Dos Ríos, rematado todo en un hermoso y penetrante final. Para entender las verdades insondables de este texto lo primero que hace es llamar la atención sobre la mirada, o lo que es lo mismo: definir la mirada en los Diarios, que es casi protagonista, y lo cito:
Cuando Martí arriba a Santo Domingo, en febrero de 1895, está en el colmo de sus facultades humanas y poéticas. El dolor del hombre, la “agonía” de la patria, lo han afinado como un instrumento maravilloso. Su mirada es un cenit. Por eso al enfrentarse con el paisaje y el hombre antillanos, lo ve todo con ojo de piedad entrañable, que no significa lástima, sino participación en la luz del espíritu. (…) Su mirada es una centella. Lo ve todo, hasta el fondo: la solicitud cariñosa, el pudor de los hombres, la pena callada, y también la corrupción, la miseria, el recelo.[3]
Repara entonces Cintio en la mirada de cíclope de Martí, algo que ya había utilizado nuestro escritor, como parte de sus estrategias, en la conformación de sus Escenas norteamericanas: “Así como hace con una sala, que de un ‘ojeo’ dice, la copia, igual hace con un pueblo”.[4] Para llegar a una de las revelaciones profundas que ya anuncié: “Pero leer el Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos es como leer un texto sagrado.[5] El estilo resulta mucho más rápido, más urgido, a puro apunte y cifra. Mundos del alma se acumulan en palabras sueltas, en pausas hondas. (…) Este Diario significa el primer contacto inmediato del espíritu, en el trance supremo del sacrificio con nuestra naturaleza y nuestros hombres”.[6]
El carácter sagrado de este texto está íntimamente vinculado a su propio sentido fundacional. Si, como bien afirma Vitier en otra parte del ensayo, toda la vida y la obra de Martí tienen sentido fundacional, el sentido fundacional del Diario es más acendrado, más profundo, es como el hecho metafórico de su gran hazaña: fundar Cuba y la nacionalidad, fortalecer la idea de nación. En tal sentido fundamenta Vitier:
El contacto directo con nuestra naturaleza, monte adentro y en la madurez de su mirada y su palabra, religa a Martí de un golpe con tradiciones poéticas cubanas. (…) Los árboles, tan ingenuamente trabajados por nuestra poesía anterior, los coge ya en su categoría, en su ser completo. He aquí —¡oh, ciegos precursores anhelantes: Poveda, Iturrondo, Cucalambé…!—, al fin satisfactoriamente asumido y nombrado, no como simple paisaje, sino como fondo natural absoluto del desfile, el bosque cubano.[7]
Comprobamos aquí, como ha afirmado Ottmar Ette, que Vitier recurrió, consciente o inconscientemente, a una línea de tradición, sobre todo respecto a la reparación de lo literario y su sacralización, que había sido expuesta por Rubén Darío y continuada más tarde por Gabriela Mistral. Al destacar producciones estéticas y de la historia de las ideas dentro de la literatura cubana, alejó a Martí de las necesidades políticas cotidianas. Para Vitier la obra de Martí constituía la síntesis de todos los anteriores desarrollos históricos y literarios “de lo cubano”, y al mismo tiempo, el acto fundacional de todo aquello que Lezama había denominado los actos nacientes.[8]
El rumor, asumido aquí como manifestación de la naturaleza cubana, aflora en el Diario en el momento en que recrea el bosque nocturno: “A la fiesta y delicia y misterio del rumor (ya anotado por Colón, según vimos) se dedica la página más poemática del último Diario, su fragmento más libre de poesía.”[9] Y cita entonces el pasaje que comienza: “La noche bella no deja dormir” y termina en “la danza de almas de hojas”. Ese rumor es traducido por Martí, por medio de poético despliegue, en algo que ha dado en denominar sabiamente “festón y hojeo”, sobre lo que lúcidamente Cintio Vitier explica: “En medio de una naturaleza que no es nunca desmesurada, que tiene siempre la medida manual del hombre, que es puro destello y rumor. ‘Festón y hojeo’, y vetas cambiantes del aire, los hombres comunes, oscuros, que nos pinta Martí (a veces de un solo trazo), están rigurosamente hablando a la intemperie.”[10] Aquí lo cubano “se nos abalanza como hiriente inmediatez”.[11]
Cintio en este libro de cabecera ha visto al Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos como cristalización de lo cubano, como me dijo igualmente un insigne pintor. El ensayista “ha probado que Martí da a lo cubano ‘dimensiones espirituales’: sentido trascendente de la vida, visión y símbolo, experiencia directa de la naturaleza y la gente cubanas, e integración de lo americano y ‘lo hispánico eterno’, su muerte es “la semilla más dura de nuestra realidad, el tesoro mayor que tenemos”.[12] Porque “el Diario es también “La jungla” de Lam. El preclaro ensayista ha visto, como nosotros, que el Diario es en Martí no un texto de consagración literaria, sino de consagración cubana, latinoamericana, la que construye el hombre sobre su tierra luego que esta le ha coronado.[13]
Luego de nuestro estudio hemos comprobado que el capítulo dedicado a los Diarios de campaña en Lo cubano en la poesía constituye el principal aporte de su autor a la bibliografía pasiva sobre esta obra cumbre de nuestro Héroe Nacional, la cual ha sido tomada en cuenta por varios de los relevantes ensayistas que a lo largo del tiempo se han referido a los Diarios,[14] pero que su continua reflexión en el tiempo sobre la misma lo lleva a precisiones de gran importancia que son volcadas en los ensayos que ahora aquí comentaremos.
“El Diario es en Martí no un texto de consagración literaria, sino de consagración cubana, latinoamericana”.
En 1969 ve la luz el ensayo “Etapas en la acción política de José Martí”, el cual había sido escrito en 1962, año en que Cintio comienza a trabajar en la Sala Martí de la Biblioteca Nacional.[15] Aunque es un estudio que abarca todo su bregar en pro de la independencia de Cuba, hace referencia a los Diarios de campaña y constituye una visión sucinta y especificativa de lo dicho en el capítulo aquí analizado de Lo cubano en la poesía. Allí refiere y caracteriza el Diario de Montecristi a Cabo Haitiano: “En él se encuentran algunas de las páginas más jugosas que escribió”. Nos participa que existen tres versiones del desembarco: la de Gómez en sus Diarios de campaña, “del guerrero”; la del propio Martí, “la del poeta doblado en hombre de acción”, y la de Marcos del Rosario, “oralmente transcrita por el Licenciado Freddy Prestal Castillo”, que es “la del hombre mágico de pueblo”. Caracteriza igualmente el Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos como relación detallada del trayecto y las experiencias de Martí en los campos de insurrección de manera vívida y maestra, y llama la atención sobre “la especie de transfiguración” que tiene lugar en nuestro mayor escritor al contacto con la naturaleza cubana y con los mambises; una de las causas de las singularidades que se manifiestan en el estilo de los Diarios, además de la sensación de sentirse plenamente útil, redimido del cargo de incapaz para los duros trabajos de la guerra y sus peligros.
En 1991, con motivo del centenario de “Nuestra América”, Cintio Vitier escribe el ensayo “Las imágenes en ‘Nuestra América’”, que vería la luz a manera de prólogo de la edición crítica a esta obra dedicada.[16] Allí incurre en precisiones mejor configuradas, pero que tienen como base el ensayo contenido en Lo cubano en la poesía. Hace referencia al estilo de Martí, y con especificaciones, al estilo de los Diarios:
Desde El Presidio Político en Cuba hasta el Diario de campaña la escritura de Martí es en gran medida la obra de un pintor verbal –expresionista, impresionista, muralista, retratista. Maestro de la imagen poético-verbal en todas sus formas: ensanchamiento del ángulo visual y la rapidez y simultaneidad exigidas por las crónicas norteamericanas. La imagen resulta así un “medio” e incluso un método de conocimiento.
Si en el ensayo dedicado a Martí en Lo cubano en la poesía decía que en los Diarios, “así como hace con una sala, que de un ‘ojeo’, dice, la copia, igual hace con un pueblo”, ahora dirá:
“De un ojeo copio la sala” dice en una página del Diario, que es donde su capacidad de vivencia física y espiritual alcanzó máxima velocidad y precisión. De un ojeo también copia la historia, solo que la copia es de esencias transmutadas en imágenes. Lo que nos ofrece no es una descripción ni un análisis ni, al menos intelectualmente hablando, una síntesis, sino, quizás, lo que Duns Scoto llamó “haceitas”, es decir, lo universal en lo singular, o más bien lo universal como singular.[17]
Con lo que describe el método de conocimiento martiano a través de la imagen e incurre en especificaciones muy valiosas que dan relevancia en el tiempo a sus juicios sobre los Diarios de campaña.
En la década del 90 es fundada en la Universidad de La Habana la Cátedra de Estudios Caribeños, fundamentada en la necesidad que tienen nuestros pueblos antillanos de conocerse y estudiarse, y ser objeto relevante de investigación para el mundo. Por ella es invitado Cintio Vitier a dictar una conferencia sobre “Cuba: su identidad latinoamericana y caribeña”.[18] En la misma el preclaro ensayista analiza los elementos caribeños y antillanos en la obra literaria de José Martí, donde los Diarios de campaña ocupan un indiscutible lugar, aunque, por supuesto, la conferencia es más abarcadora. Sus ideas sobre los Diarios de campaña aquí se profundizan, se especifican aunque sigan teniendo como base lo expresado en el capítulo dedicado a José Martí de Lo cubano en la poesía aquí analizado. La conferencia ahonda en lo que Cuba, a través de su cultura y su historia, toma de la historia y cultura latinoamericanas y caribeñas, y en este sentido señala la intuición de un vínculo profundo entre libertad y naturaleza, que en Martí adquiere dimensiones que no dependen solo de su genio, sino también de la perspectiva histórica en que su genio se manifiesta. En tal sentido refiere la fundamental antillanidad de nuestro destino, manifiesta en la obra de Martí, sobre todo en el primer artículo de las Bases del Partido Revolucionario Cubano, en su “entrañable Diario de Montecristi a Cabo Haitiano”, en el Manifiesto de Montecristi y en sus cartas finales a Federico Henríquez y Carvajal y a Manuel Mercado, donde las Antillas libres aparecen, en relación con el proyecto revolucionario cubano, como la misma clave del “equilibrio del mundo”.
Califica sus notas de paso por Livingston o Curazao como buscadoras siempre de lo primigenio americano y caribeño, y afirma que los más ricos ejemplos de expresividad lingüística y gestual los conoció Martí entre los negros caribeños de Livingston. Todo el camino andado de reflexión sobre los Diarios de campaña le permite calificarlos y resumirlos como “centelleantes páginas” que constituyen “uno de los sucesos espirituales más conmovedores de nuestra historia”, y comprender, quizás persuadido por la excelencia de otras lecturas de los ensayos ya para esta época conocidas, cómo en los Diarios el nosotros está representado a través del yo. En dicha conferencia también trata sobre las manifestaciones de elementos caribeños que hacen el éxtasis de Martí:
Morirá atrozmente en Dos Ríos, pero ya tuvo el llanto de David, de las Islas Turcas, la encarnación más viva del amor que le fue dado conocer y tuvo, anticipadamente concertándose con la cubana “música de la selva, compuesta y suave, como finísimos violines”, la música mágica y maravillosa de nuestro mar haitiano, de nuestro mar Caribe, unitivo y fundador.[19]
Hasta llegar a calificar al pasaje del mar y el rito vudú como el primer pálpito de lo que Alejo Carpentier llamaría “lo real maravilloso”. En este acercamiento Cintio nos devela cuánto de autoctonía y de universalidad hay en los Diarios de campaña.
En 2004 ve la luz Vida y obra del Apóstol José Martí, de Cintio Vitier, que es un relevante aporte del escritor a la comprensión de la existencia y legado de nuestro mayor escritor y héroe. Allí se le dedica un capítulo a los Diarios de campaña.[20] Luego de advertir que amplias ideas de este ensayo se reproducen en su estudio “Visión martiana de Haití”,[21] y que los asuntos más relevantes del ensayo “El arribo a la plenitud del espíritu. La integración poética de Martí…” están contenidos aquí, podemos apuntar que si en el capítulo de Lo cubano en la poesía había advertido la importancia del rumor en los Diarios, ahora, llamando la atención sobre la agudización de los sentidos poéticos que se reproducen en el texto, ejemplifica la presencia de luces, color, centelleo y rumor en el mismo, con los que Martí logra un fragmentario hechizo. Repara Vitier igualmente en la presencia de soberanos retratos y en la plenitud bienhechora de la naturaleza y la patria en estos Diarios. Sobre la viñeta del negro haitiano ante el mar, afirma, en expresión de estético humanismo: “A todos nos representa y nos ilustra esa visión última en que el hombre primigenio encarnado en su imagen unitiva resplandece”.
La capitalidad de los Diarios de campaña para los origenistas es hermosamente puesta en evidencia en la entrevista que ofreciera este genial ensayista en el año 2018 a Patricia Ramos, y que fuera publicada en La Gaceta de Cuba.[22] Es decir, que allí se contextualizan algunos aspectos de su lectura de semejante monumento de nuestras letras. Comienza señalando la pertenencia de los Diarios de campaña, las crónicas y los discursos a la poesía de Martí: “A nosotros eso fue lo que más nos motivó con Martí, y sobre todo, porque coincidieron esos años con la aparición de Diarios de campaña, que fue una revelación. La primera edición salió publicada allá en Ceiba del Agua, cosa extraña”. Con esta última afirmación Cintio establece una conexión metafórica entre el lugar de publicación de los Diarios y la naturaleza agreste y mágica de aquellos, algo propio de un poeta.
“A nosotros lo que más nos impresionó fue la integralidad del revolucionario y el poeta en una sola pieza”.
Se describe el deslumbramiento propio y de los origenistas con los Diarios: “Nosotros nos quedamos deslumbrados con ese Diario. El Diario es una especie de decantación última de la mirada y el estilo de Martí. Por ahí es que entramos nosotros realmente a Martí, y esa entrada no había sido frecuente. (…) A nosotros lo que más nos impresionó fue la integralidad del revolucionario y el poeta en una sola pieza”. En dicha entrevista también hace referencia al contexto en que aparece el trabajo de María Zambrano sobre el Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos, así como a algo de veras aportador, y es el papel de los Diarios en la consumación de Martí como poeta, pues, como bien afirma allí, Martí constituye la culminación de un proceso de la poesía como conocimiento, y también como conocimiento de lo cubano, que en él se da como culminación, y es la poesía entendida no solamente a partir de sus versos, sino teniendo en cuenta los Diarios. Esa idea de ver la poesía en Martí como un método de conocimiento es algo que ya está sugerido en el capítulo dedicado a los Diarios en Lo cubano en la poesía, en los juicios de Lezama Lima sobre esta obra martiana escrita en 1895, esbozados de manera fractal en su ensayística, y en los acercamientos de Fina García Marruz sobre el tema. En este devenir ensayístico Cintio ha demostrado su compromiso no solo con Martí, sino con la historia y la identidad cubanas, que siguió apareciendo en sus escritos a manera de especificaciones, profundizaciones o caminos nuevos que tomaban como base el amor por la patria y aquella fe y seducción que Cintio Vitier mostró en Lo cubano en la poesía. Definitivamente y con creces, Martí y sus Diarios de campaña lo acercaron al corazón de su patria y su pueblo.
Notas:
[1] Recuérdese que la Generación de Orígenes comenzó a leer a José Martí por los Diarios de campaña. Véase nota 5 del capítulo “Los Diarios de campaña de José Martí en la pupila de José Lezama Lima”.
[2] Cintio Vitier. Lo cubano en la poesía, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1970, pp. 267-275. Libro que reúne las conferencias ofrecidas en la sede del Lyceum y Lawn Tennis Club por Cintio Vitier (1921-2009) para contribuir al “mejor conocimiento espiritual de la patria” y “al rescate de nuestra dignidad”, según expresa su autor en la nota preliminar. Asiento dedicado a Lo cubano en la poesía escrito por Zaida Capote Cruz en Diccionario de Obras Cubanas de Ensayo y Crítica, t. II, Instituto de Literatura y Lingüística, Ediciones Unión, La Habana, 2018, p. 271.
Este libro, cuyo contenido más general —la búsqueda de la cubanidad a través de su sucesiva expresión en el género literario más importante de las letras nacionales— se emparienta, dentro del contexto hispano y latinoamericano, con otras búsquedas similares: la que se inicia en España con la llamada generación del 98, la búsqueda de la argentinidad presente en la Radiografía de la pampa (1933) de Ezequiel Martínez Estrada o de la mexicanidad realizada por Octavio Paz. (…) Pero al hacer “un estudio lírico acerca de las relaciones de la poesía y la patria”, Vitier también revelaba, a través del proyecto ideológico implícito en su pensamiento poético, la entonces controvertida problemática de la frustrada nación cubana, y precisamente su búsqueda de las esencias de lo cubano mediante el conocimiento poético era también una manera de descubrir en la poesía cubana un proceso coherente de expresión de la integración de la nacionalidad, o como expresa allí: “Iremos viendo, inclusive, cómo la poesía es el espejo fiel de la integración de la patria en el siglo XIX, y del drama de la República después”. Que la poesía pudiera dar ese testimonio, que ese fuera el superobjetivo consciente del libro, ilumina las indisolubles relaciones que establece Vitier entre historia y poesía.
La relación entre historia y poesía que nos presenta Cintio Vitier en Lo cubano en la poesía ya había sido señalada por un pensamiento muy afín al de Vitier, quien, al asumir la poesía como forma casi absoluta de conocimiento de la realidad —en este caso, de la historia nacional, no podía olvidar la afirmación de María Zambrano sobre que “la poesía unida a la realidad es la historia”: que “la realidad es poesía al mismo tiempo, y al mismo tiempo historia”. Reparemos en que Lezama Lima había insistido también en esta problemática, como hemos referido en un capítulo de este libro, que García Marruz, en su ensayo sobre José Martí, había tocado esas fronteras entre historia y poesía, tratando de asumirlas unitivamente, ya que no podía ver en la práctica, al menos en el plano de la perspectiva de su pensamiento, también. Gastón Baquero, en un artículo publicado en el periódico Sábado, en 1944, “La historia respira por la poesía”, expresa que: “Al final la historia desaparece convirtiéndose en nueva historia, y solo queda como constancia imperecedera, intemporal, lo que la poesía acarreará y salvará”; o que lo que combate en realidad, lo que mantuvo viva a la historia, lo que rescata perpetuamente de la resaca del ser, las formas cuya reflexión constituyen la esencia de lo humano, es la poesía, por donde puede apreciarse la comunidad ideológica en torno a las relaciones de la poesía y la historia dentro del ámbito del Grupo Orígenes.
Jorge Luis Arcos. “Los ensayistas del Grupo Orígenes: Lezama Lima, Vitier y García Marruz”, Historia de la Literatura Cubana, t. II, Instituto de Literatura y Lingüística y Letras Cubanas, La Habana, 2003, pp. 707 y 708.
El año 1958 es un annus mirabilis para el pensamiento cubano. Las conferencias magistrales culminan en sendas publicaciones de referencia ineludible en la actualidad: La expresión americana de Lezama Lima y Lo cubano en la poesía de Cintio Vitier, obras cumbres del pensamiento de Orígenes. El objetivo, en ambos casos, es, en primera instancia, definir el desarrollo y estatuto del ser hispanoamericano a través de su presencia en la historia, su lucha con la “naturaleza” y su apertura a una “era imaginaria martiana”, y en segundo término, indagar en las constantes y particularidades de esa identidad, de manera que resulte al final, asimismo, un mapa completo del ser de Cuba.
María José Bruña Bragado. “La cubanidad de Cintio Vitier y Severo Sarduy (Lo cubano en la poesía y De dónde son los cantantes). Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, 2007, LXXXIII, Alicante, p. 455.
Esta obra surge al fervor del Centenario de José Martí. La capitalidad de la figura y la obra de Martí para la Generación de Orígenes ha sido explicada y fundamentada en el capítulo dedicado a las aproximaciones de José Lezama Lima a los Diarios de campaña.
[3] Cintio Vitier. Ob.cit, pp. 267 y 269.
[4] Cintio Vitier. Ob. cit, p. 268.
[5] Esta cita es medular dentro de los ensayos dedicados al estudio de los Diarios de campaña. De ella los analistas derivan estrategias de acercamiento, focalizan miradas. Por ejemplo, Ezequiel Martínez Estrada la vincula a la complejidad y al abanico de interpretaciones que posee el texto. Véase nota 14.
[6] Cintio Vitier. Ob.cit, pp. 268 y 274.
[7] Cintio Vitier. Ob. cit, p. 273.
[8] Ottmar Ette. José Martí. Apóstol, poeta, revolucionario: una historia de su recepción, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1995, p. 150
[9] Cintio Vitier. Ob. cit., p. 274.
[10] Cintio Vitier. Ob. cit, p. 274.
[11] Cintio Vitier .Ob. cit, p. 275.
[12] Asiento dedicado a Lo cubano en la poesía, escrito por Zaida Capote Cruz en Diccionario de Obras Cubanas de Ensayo y Crítica, t. II, Instituto de Literatura y Lingüística, Ediciones Unión, La Habana, 2018, p. 274.
[13] Esta reflexión de Zaida Capote Cruz, que citamos in extenso sobre Lo cubano en la poesía y la visión de este ensayo y este escritor a lo largo del tiempo, puede ser tomada a manera de conclusión de todo este devenir ensayístico viteriano sobre los Diarios:
En la edición de 1970 Vitier incluye un prólogo donde reconoce los “defectos y lagunas” de su lectura, especialmente por la desconexión entre historia y poesía, falsificada antes pero resuelta entonces en la encarnación de la historia en la poesía. Contextualizando la lectura posible de su libro, explica:
La acción revolucionaria nos ha enseñado, entre otras cosas, que la poesía puede encarnar en la historia y debe hacerlo, con todos los riesgos que ello implica, y que en la agonía de esa encarnación se desvanecen las frustraciones que nos paralizaban, quedando solo en pie aquel imposible histórico —la protesta de Baraguá, la obra de Martí, los doce en la sierra, las muertes solitarias de Camilo Torres y el Che—, que es la sustancia y el motor de nuestra mejor historia y (…) de nuestra mejor poesía. Salvada así la conexión entre realidad y la palabra, sálvase también, para el autor de este libro, la conexión de ambas con la fe religiosa, (explícita o implícita), en cuanto ahora sabemos que las obras, esenciales a la fe, han de manifestarse incesantemente en el ámbito de los prójimos, que es el ámbito social e histórico de la vida del espíritu.
Con esta adenda logra Vitier conjugar dos espacios a menudo autónomos —el de la revolución y el de la religión católica que siempre profesó y reconocer la posibilidad de un destino en la historia fuera del mundo imaginario, íntimo de la poesía. La contribución ofrece no solo múltiples asideros a la reflexión sobre las representaciones de lo nacional en la literatura, también ejemplifica cómo el talento y el compromiso pueden hacer del ejercicio de la crítica una entrañable exploración de sí mismo.
Diccionario de Obras Cubanas de Ensayo y Crítica, Instituto de Literatura y Lingüística, Ediciones Unión, La Habana, 2018, p. 279.
Aunque De dónde son los cantantes (1967), novela de Severo Sarduy, parodia a Lo cubano en la poesía, ambas obras “revelan una preocupación central por la definición ontológica y cultural de Cuba (…), —con lo cual se incluye simultáneamente ese texto objeto de parodia—, como deja claro la burla al final a través de la optatio benevolentiae, figura propia de un tratado, pero absurda y descontextualizada en una obra de creación (…). La visión de Sarduy sobre los Diarios de campaña de Martí coincide con la de Vitier al afirmar:
Quizás ha habido ya dos respuestas en el nivel de la escritura, a la pregunta sobre el ser cubano: la palabra cubana ha llegado a su majestad dos veces. La primera es del Diario de Martí, esas últimas páginas cuando Martí vuelve a Cuba ya en vísperas de la muerte cerca de Dos Ríos, y cuando sabe perfectamente que va a morir. Esas páginas tienen un carácter alucinatorio. Desde el punto de vista del habla cubana son centrales: allí hay algo, allí hay una conmoción total, el ser cubano se expresa. Martí escribió eso que no se puede describir. Habría que leer la página. En ese momento, Martí sobrepasó el nivel de significación, el verbo decir, Martí fue, fue eso, fue lo cubano. Ese umbral es la meta ideal de la obra de Lezama Lima y en particular de un poema reciente que se llama “El coche musical” que pertenece a su libro Dador. Hay allí esa evocación de La Habana colonial, que se vuelve republicana, de las ferias y de la música cubana. Ya que la música es muy importante porque es el único nivel en que la síntesis se ha efectuado totalmente. Es interesante la referencia a los Diarios de Martí, ya que en la última parte de la novela, “La entrada de Cristo en La Habana”, Sarduy va a utilizarlos como intertexto. La alusión a Cristo, por otra parte, no remite solo a Fidel Castro sino, a mi modo de ver, al propio Martí “que camina hacia la muerte”.
María José Bruña Bragado. “La cubanidad de Cintio Vitier y Severo Sarduy (Lo cubano en la poesía y De dónde son los cantantes). Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, 2007, LXXXIII, Alicante, p. 459
[14] Tanto Carmen Ochando Aymerich como Leah Bonnin refieren la siguiente cita del acápite sobre los Diarios de Lo cubano en la poesía en los trabajos que estudiamos en el presente estudio: “Dos luces, ya señaló Cintio Vitier en Lo cubano en la poesía, alumbran la Obra Completa del Apóstol de la independencia. (…) “La facultad de objetivación y la capacidad de entrega, de sacrificio”, logran en la expresión martiana la plenitud del espíritu, pero en ningún texto alcanzarán tanto sentido como en su postrer Diario de campaña.” Véanse Carmen Ochando Aymerich. “El último silencio (En torno a la literatura de campaña”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, no. 18, La Habana, 1995 -1996, p. 69, y Leah Bonnin. “El último silencio. Diario de campaña de Martí”, en Revista iberoamericana de cultura, Madrid. Revista digital Otro lunes, 2012. Madrid, no. 21, a. G., enero.
[15] Cintio Vitier. “Etapas en la acción política de José Martí”, Temas martianos, primera serie, La Habana, 1969, Biblioteca Nacional, Departamento de Colección Cubana, pp. 18-66.
[16] Cintio Vitier. “Las imágenes en ‘Nuestra América’”, José Martí. Nuestra América, Edición Crítica. Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1991. El ensayo ha sido leído en la edición de 2001, Casa Editora Abril, pp. 31-57.
[17] Mayra Beatriz Martínez utiliza esta cita en su ensayo “Conciencia y revelación: glosas a la campaña” en Diarios de campaña. Edición Crítica, Casa Editora Abril, La Habana, 1996, p. 11, para afirmar que Martí “apremiado por esas circunstancias que no dan tregua a complacencias de la letra, varía su trabajo tropológico habitual, hasta condensarlo en lo que Cintio Vitier ha denominado “imaginización” o conversión de la realidad crítica en imágenes poéticas, grávida de implicaciones sociales, políticas y humanas.”
[18] Cintio Vitier. Conferencia “Cuba: su identidad latinoamericana y caribeña”, 1992. Texto mecanuscrito, 19 pp., Biblioteca del Centro de Estudios Martianos.
[19] Cintio Vitier. Ob. cit., p. 8.
[20] Cintio Vitier. “Diarios”, Capítulo X, Vida y obra del Apóstol José Martí, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2010, pp. 225-240. “Obra de gran valor crítico, de novedosa estructura que recorre todas las facetas de la vida y la obra de nuestro Héroe Nacional con su epistolario, sus versos, discursos y bibliografías venidas del estudio de su papelería organizada” (www.josemarti.cu). “A principios de 1998, Cintio Vitier, tras largos años de estudios de la vida y la obra del Apóstol José Martí, de los cuales sería imposible excluir la tácita o explícita presencia de Fina García Marruz, entregó estas páginas a la acción de los editores que finalmente, sorteando más de una peripecia, logran trasladar ahora a los lectores” (www.claustrofobias.cu). Recuerdo haber escuchado decir a Cintio que, cuando viajaba y ofrecía conferencias, el público académico solicitaba la existencia de un libro que explicara toda la obra de Martí: este lo pretende y lo logra.
[21] Cintio Vitier. “Visión martiana de Haití”, Resistencia y libertad, Centro de Estudios Martianos, Casa de Nuestra América José Martí, La Habana, 2012.
[22]Cintio Vitier. “José Martí y la crítica de participación”. Entrevista realizada por Patricia Ramos, La Gaceta de Cuba, La Habana, no. 4, julio-agosto de 2018, pp. 4-8. Patricia Ramos (1975) es filóloga de profesión, pero ha devenido directora cinematográfica y ha realizado estudios de Guion en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. También se ha dedicado a la docencia.