Una sonrisa amplia, bondadosa y sincera ilumina una tez suficientemente oscura como para justificar un devenido nombre artístico. Una figura como tallada en ébano que ofrece seguridad en sus decisiones. Un sosegado tono de voz y una articulación de la palabra que la hace inconfundible. Unas ideas claras, expresadas con ecuanimidad y firmeza a la vez. Un artista que ha transitado por diferentes caminos, imbuido en sus experimentos y alquimias, de los que emergen insospechadas novedades, tras horas intensas de taller. Cuando juntas todo eso, sabes que estás ante un amigo sincero y un artista que tiene “los pies en la tierra”, tal como se nombró su exposición de 2018, luego de obtener el Premio Nacional de Artes Plásticas en 2017.

Eduardo Roca Salazar, Chocolate o, sencillamente, Choco, arriba hoy a sus 75 años de bregar por este mundo y, para felicidad de todos, buena parte de ellos dedicados a las artes visuales. Varios críticos se han afanado en caracterizar su obra, que si cercana al expresionismo, que si figurativo que coquetea en ocasiones con la abstracción, que si un pintor que graba, un grabador que pinta, un dibujante, un escultor.

“Eduardo Roca Salazar, Chocolate o, sencillamente, Choco, arriba hoy a sus 75 años de bregar por este mundo y, para felicidad de todos, buena parte de ellos dedicados a las artes visuales”.

Esta suerte de debate traduce la energía y creatividad inagotable que lo han caracterizado, su inconformidad y juicio autocrítico que lo impulsan a buscar nuevas formas, nuevas técnicas o materiales, siempre en diálogo con su entorno, sensible a todo acontecimiento histórico y cultural, ávido de hacer y descubrir, de proponer y transformar. De ahí, su diversidad discursiva que, podría centrarse, si fuera necesario, en un principal asunto: el ser humano.

Recuerdo el impacto que tuvo en él su encuentro con la gente y la cultura angolanas, traducido en aquellas figuras femeninas que trajo de vuelta en su imaginario e incorporó a su arsenal estético, mostradas en Angola. Presencia de la mujer (1978). Lo mismo que una tarde, ya siendo un distinguido artista, lo encuentro en el Taller Experimental de Gráfica —esa escuela y espacio creativo que abrió sus puertas para todos los que tuvieran ansias de buscar y, sobre todo, de encontrar y decir—, entusiasmado con lo que estaba logrando con el empleo de la cola y su resultante colagrafía que abrió para él mismo un camino creativo, y que prácticamente le ha dado un sello, un quehacer no sólo artístico, sino como maestro en talleres impartidos en diversas instituciones docentes y artísticas en el territorio nacional y en el extranjero.

“… el empleo de la cola y su resultante colagrafía que abrió para él mismo un camino creativo”. Obra: “Mujer con hoja de tabaco”

Maestro de generaciones de jóvenes artistas, primero en su Santiago de Cuba natal y luego en la Escuela Nacional de Arte (ENA), donde se graduó en 1970 bajo la orientación de un claustro de excelencia que lo instó a lograr el dominio del oficio, pero, sobre todo, a encontrarse a sí mismo, a buscar su ser como artista, a experimentar y crecer. Perteneciente a una generación que vive orgullosa de cómo enfrentaron y condujeron sus caminos diversos, que, tal como afirmó Choco, “no ha perdido su vitalidad, que no ha extraviado sus raíces, que se mantiene con los pies en la tierra, pero pensando en el futuro”.

Ese mismo espíritu y convicción alentó su inagotable mentalidad y voluntad combinatoria, que lo llevó a la propuesta de la “escultura colagráfica”, simbiosis peculiar de su experiencia en la colagrafía con sus aprendizajes en el mundo de la tridimensionalidad de la mano de su amigo y colega Alberto Lescay, según apuntó en alguna ocasión, propuesta que, sin dudas, constituye una de sus más notables contribuciones artísticas.

“… es del corazón de donde surge su pintura”, apreció el poeta Eliseo Diego. Obra: “Abrazo”

El “plano chocal” —de Choco, por supuesto—, como el propio artista lo calificara, se yergue como divisa principal de su obra, que identifica una manera propia de hacer, que no sigue modas ni tendencias prefijadas o aparentemente exitosas, para siempre salir adelante con identidad propia, pues, como una vez afirmara, sigue creyendo con pasión en lo que hace. Y es que en él vive una cualidad tempranamente advertida por otra alma sensible, Eliseo Diego, quien apreció que “es del corazón de donde surge su pintura”.  

Celebremos hoy con el corazón su 75 aniversario, felices de su trascendencia y porque, Choco, querido amigo, compartimos esa pasión en la que crees y que siempre pones en lo que haces.