“La voz de Mauricio Castillo, más conocido como Chinoy, provoca reacciones radicales. Tan simple y rotundo como que se le ama o se le odia, no hay manera de huir de esa encrucijada que provoca una desconcertante garganta aguda, sin saber muy bien si canta un hombre o una mujer. Chinoy se ha movido entre el folclor urbano, el rock y la electrónica, como encarna sin competencia la imagen del artista maldito con trazos de genialidad y desborde”.

Las líneas anteriores ya despiertan curiosidad y, de repente, se sienten deseos de escuchar a uno de los cantautores chilenos más populares en los últimos años. Encontrar temas en Youtube no es difícil, sin embargo, la ambición periodística trasciende y las redes sociales se convierten en aliadas perfectas para contactarle. Anticipar su presentación en Casa de las Américas, este viernes 13, es el objetivo, y su manager Lucero Van Dick fue muy amable al facilitar la comunicación.

Para Chinoy, joven músico chileno, el arte es un juego con los sentidos.

Quizás Lucero pensó, y Chinoy también, que enviaría un cuestionario menos trabajoso, asociado tal vez a la promoción de la inclusión de Cuba en su gira actual. Pero no fue así, y aunque confesó Chinoy que le había costado un poco de trabajo —teniendo en cuenta sus compromisos en México— le agradezco que le haya dedicado tiempo a responderlo.

¿Dónde encontrar tus motivaciones para dedicarte a las artes?

Mis motivaciones para buscar los caminos del arte se entrelazan con la búsqueda de los elementos, el juego con el trabajo de los sentidos, de la palabra, de ver las soluciones del mundo, de las sorpresas del día a día.

Hay de todo un poco en mi obra, he crecido aprendiendo de las artes. A los 8 años empecé a leer y dibujar mucho, pero tuve un celo especial por la música. Desde niño me fui acercando a la música, con unos coros del colegio, luego festivales de la canción… y desde chico se despertó en mí un área relacionada con el cantar, con el emocionar.

Aprendí a tocar la guitarra, estuve en una banda de rock y luego en una banda de punk rock. Por esos días había una ola grande punk, había un gran público que amaba esa movida a la que pertenecí.

Trabajé mucho la canción en esa época, luego la banda se disolvió un poco y al cabo de los años me dediqué a leer, a escribir poesía. A los 25 me fui a Valparaíso como trovador, a trabajar en bares y hacer una aventura con las canciones a diario. Me hice conocido en 8 o 9 meses en varias revistas, como un fenómeno de artista callejero que empezaba a ganar fama.

Llevo ahora 15 años de camino recorrido, siete discos, y uno nuevo en el que trabajo ahora en México con Francis Durán como productor, quien trabajó con Los Bunkers. En Cuba grabaremos algo seguramente como muestra de admiración, una manera de decir que siempre la Isla está entre nosotros. Siempre hemos sabido de su cultura, de su gente. Por eso estoy feliz de estar acá.

Realmente mis motivaciones siempre están en la aventura, en conversar con el otro desde la honestidad, en poner distintas realidades de manera bella e intensa, para que el otro lo sienta en su sentimiento.

Mis motivaciones están desde siempre en mí, en la oportunidad que tengo de dedicarme a este oficio. Ligado al día a día, al asombro, a la búsqueda de un elemento desconocido que vendría siendo el sentido de la vida, comunicarme con la belleza. Muchas de las motivaciones están ahí como en el ayer. La clave está en el descubrimiento diario de quien hace algo con los elementos artísticos.

“Realmente mis motivaciones siempre están en la aventura”.

Sé que te han identificado como “El Bob Dylan chileno”. ¿Este símil limita o expande tus sueños musicales? ¿Cómo lo asumiste?

Comprendí que se me comparó por las canciones, por las historias de las canciones, con la libertad dentro de lo escrito. “El Bob Dylan chileno” me dicen, y yo tratando de ser yo mismo. De cualquier modo, llega la comparación a muchos lugares, y quizás eso me ayudó a generar un público que, quizá, fuese con otras intenciones a verme, a escucharme, y decidió elegirme al final.

¿Cuál consideras que es tu aporte artístico a tu país, a tu región, al mundo?

El aporte sería para con los artistas, para crear nuevos artistas. Mi trabajo tiene mucho de experimental y mi interés es llegar a la gente. Los que nos dedicamos al arte, intentamos hacer una traducción de la vida humana. Yo siempre trabajo por distintos flancos con el ejercicio diario de la pintura, la escritura y la lectura, y quiero finalmente llevar el límite cada vez más lejos: interpretar la realidad para lograr la emoción.

¿Proyecciones futuras?

Mi futuro está en la gira ahora. México, Colombia, Cuba, Argentina y Chile, quizás se sume Perú. Las proyecciones tienen que ver con el libro, la primera antología de poemas de músicos chilenos que saldría en noviembre, y tendremos singles.

Además, preparo una exposición pictórica que se mostrará en México. Un poco más de arte, y felices de avanzar para terminar el disco y la muestra este año, y seguir mostrándole a la gente lo que hacemos.

“En Cuba grabaremos algo seguramente como muestra de admiración, una manera de decir que siempre la Isla está entre nosotros”.

Quedaron algunas preguntas por responder, pero encontrar las respuestas en sus conciertos en La Habana y en Matanzas es la mejor opción. Las reseñas especializadas destacan su impecable lírica, sus “canciones hechas con colores y pinceles liquidados”. Lo confirmaremos.