Considero un acierto que en el marco de celebraciones por el Día de la Cultura Cubana se dedique el espacio El Autor y su Obra, que organiza el Instituto Cubano del Libro, a Jesús Lozada Guevara, poeta y narrador oral de verdadero valor y destacada trayectoria artística. Con tal motivo, este 16 de octubre, se reunieron en la Biblioteca Nacional “José Martí” un grupo de escritores que conformaron un panel para versar sobre la obra del homenajeado, y un público admirador conformado por autoridades del Instituto Cubano del Libro, colegas, lectores y admiradores.

La poesía de Jesús Lozada tiene un marcado carácter antropológico y esplendente.

Caridad Atencio, poeta, ensayista e investigadora del Centro de Estudios Martianos, antes de referirse a los valores de su obra poética, afirmó que:

(…) su persona emana una luz como alguien que va acompañado por la gracia de Dios —no soy religiosa profesante— pero la observación y la intuición me llevan a decir esto. Su presencia cálida, emocional, sincera y profunda se derrama sobre el espíritu de sus amigos, y llegas a sentir que te acompaña un hermano que no rivaliza contigo, como la mayoría de los escritores que se creen algo notables. Es una persona que corre hacia el afecto y el amor, y como fundamento te lo entrega.

Luego expresó que en su obra poética son supremos el amor y la muerte, como la religiosidad. Asistimos a la personificación de Dios en el músculo finito del hombre, por eso su poesía contempla con asombro que Dios, el hombre y el país son una misma cosa. Estamos en el reino de Dios, pero profanando a Dios, de ahí la tragedia del hombre.

Es una poesía que une comunión, revelación y rebelión, con marcado carácter antropológico y esplendente. Este hombre que pretende ser Dios sabe que no lo es, y de ahí su via crucis, pero anhela que el hecho de personalizar a la naturaleza también sea algo grande, poderoso, que de una nueva dimensión a los frutos.

El poeta se ha entendido en el decir de otros, ahora tiene el atisbo de quién es, y agradece a sus amigos escritores, a los otros amigos… Foto: Cortesía de la autora

Marta Lesmes, ensayista e investigadora del Instituto de Literatura y Lingüística, se refirió a la obra poética de Jesús Lozada donde se unen vida y muerte, y el amor es la salvación en la fe, donde encontramos un sistema ecléctico de pensamiento que evidencia su conexión con José Lezama Lima, un misticismo con raíz en el sufismo, y tres símbolos tutelares: la luz, el agua y el árbol. Señaló, igualmente, que muchas veces el poeta se trasmuta en narrador y viceversa, y hace uso de una grafía experimental.

Por su parte, Omar Valiño, ensayista, teatrólogo y director de la Biblioteca Nacional se refirió a la cuidadosa labor de Lozada como editor de la Colección Alarcos, a la cual prestigia por su condición de experimentado narrador oral. Por esa colección han visto la luz importantes títulos como Celebración del lenguaje de Alfredo Colombres, El vuelo de la flecha, antología de textos sobre narración oral compilados por el poetahomenajeado, y El trigo y la cizaña, libro de testimonios y reflexiones sobre la narración oral agrupados igualmente por él. Son en verdad títulos muy demandados en las ferias internacionales del libro. Roberto Manzano, poeta, ensayista y profundo estudioso de la poesía, se refirió a la relación entre la amistad y este género literario, y a que conoció a Jesús Lozada desde que este era muy joven, y lo quiere como amigo y excelente narrador oral, autor de El trigo y la cizaña que es un panorama artístico y antropológico de la narración oral.

Muchas veces el poeta se trasmuta en narrador y viceversa.

Pero habla de la primacía de la poesía en la obra de Lozada, y subraya que el autor cultiva una poesía antropológica de carácter ideogramático y actitud sacerdotal que habla de lo humano óptimo que es lo divino, y a la vez de nuestro destino como cubanos. Su eclecticismo viene de Varela y de Martí. Para Manzano, Lozada es un enorme poeta cubano que ya está inscrito en la historia de la lírica nacional. Finalmente, Jesús Lozada refirió una anécdota de cuando Flaubert llevó a Valery a La Sorbona para explicarle su propio El cementerio marino. Revela que hoy le ha pasado a él algo parecido, se ha entendido en el decir de otros, ahora tiene el atisbo de quién es, y agradece a sus amigos escritores, a los otros amigos, a su familia, y a Dios por estar allí.

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