En el Centro Cultural Cinematográfico Fresa y Chocolate, en 23 y 12, tiene lugar la exposición Carteles vs. violencia. Veinte carteles del proyecto Cartelón (2020) vuelven a presentarse en el marco de las actividades teóricas y fílmicas relacionadas con la temática de la violencia contra la mujer. En esta ocasión se ponen de manifiesto dos hechos: la continuidad del cartel en función de concienciar a la población sobre las problemáticas más acuciantes de nuestra sociedad, y la presencia de la mujer, como tema, y como creadora. En consecuencia, la exposición presenta un número de diseñadoras gráficas representativas de la más reciente generación de cartelistas, las que expresan los sentimientos y razones de sus propuestas-denuncias mediante este medio de comunicación visual.
“…se ponen de manifiesto dos hechos: la continuidad del cartel en función de concienciar a la población sobre las problemáticas más acuciantes de nuestra sociedad, y la presencia de la mujer, como tema, y como creadora”.
En el cartel, como en toda manifestación de las artes gráficas, la verdad se manifiesta en relación directa con la excelencia técnica y probidad estético-comunicativa con que expresa un determinado mensaje. Y en Carteles vs. violencia el tema no puede ser más justo. En consonancia con todo lo comentado, y por razones obvias, creemos resumir el espíritu de la exposición a partir de tres de los carteles expuestos, de la autoría de Annelis Noriega, Lyly Díaz y Dela.
En el cartel de la Noriega, No es amor, es trabajo, la “cacharrería” colgante con cierre en forma de corazón del llamado “Pulso de Pandora”, nos alerta con respecto a una mejor redistribución del cúmulo de tareas que asume la mujer en el hogar, en particular en ese vital espacio que ocupa la cocina. Mientras que el cartel de Lyly Díaz, No lo llames amor, aunque representa un cinto de hombre con forma de corazón, su valor de símbolo también puede insinuarnos un posible comportamiento posesivo o, en caso extremo, represivo.
En cuanto a las tres advertencias o negativas —según como lo tome el lector— a la incitación sexual asunto del tríptico de Dela, Mi escote… Mi falda… Mi ombligo no es una invitación, tiene su interés mayor en representar tan polémico asunto en una línea estilística de filiación abstracto-concreta, solo con registros de excelencia en un reducidísimo número de carteles cubanos. De hecho, en estos tres carteles la asunción de la abstracción alcanza una conceptualización y codificación visual consecuente con sus contenidos, como si buscara en formas geométricas puras la purificación del mensaje, o sea, lo que la veleidosa moda deja ver del cuerpo femenino. A propósito, en el momento en que escribo estas líneas, solo conozco a Dela de nombre, igual de abstracto, por cierto, que su propuesta de tríptico.[1]
Hasta la gráfica siempre… ¡Y cuídese!