Carlo Fidel Taboada: “El dolor no se hereda, el miedo tampoco”
19/7/2019
Puestos a escribir sobre cantautores lo primero es coger la duda por los cuernos: ¿qué es un cantautor? ¿Todos los cantantes son cantautores a condición de que compongan sus propias canciones? Sí y no. Cuando pensamos en cantautores nos viene a la imaginación un tipo de canción, tirando a melódica, acompañada de una letra tirando a lírica. Algo más concreto que el hecho de componer y cantar. Pero como no se trata de lanzar teorías al vuelo, lo mejor es ir a lo seguro: si alguien es seleccionado para participar en el certamen internacional de cantautores Abril para Vivir, que desde hace 18 años se celebra cada primavera en Granada, debe tratarse de un cantautor. Si se convierte en un finalista del concurso, además debe ser realmente bueno. Si gana, ni te cuento.
Carlo Fidel Taboada, nacido en Los Mangos, una región de Matanzas, en Cuba, ha sido el último en llevarse el galardón. Es la segunda edición consecutiva en la que el primer puesto se muda al otro lado del Atlántico. En este caso, además, también ha salido de la península el segundo premio, ganado por Teresa González, natural de Chile y residente en Argentina. Vaya la verdad por delante: al principio pensábamos realizar una entrevista coral, con los tres finalistas, pero si algo se le da bien a los cantautores es expresarse mediante la palabra. Así que según fue avanzando el proyecto se volvió evidente que necesitaríamos al menos dos números de la revista para publicar las entrevistas. Y eso que los comienzos no pintaban sencillos. Carlo, de vuelta en Cuba, descartaba Skype. Pero no tardó un segundo en ofrecerse a contestar la entrevista por escrito tan pronto como fuese posible. Mereció la pena.
Eres el reciente ganador de la última edición del concurso Abril para Vivir. ¿Qué ha supuesto para ti el paso por el certamen? ¿Conocías Granada? ¿Qué impresión te ha merecido la ciudad?
El certamen ha sido muy importante en mi carrera. Es la primera vez que participo en un concurso de cantautores, y alcanzar el máximo reconocimiento es un honor y una certeza de que mi obra puede ser disfrutada y entendida por un público ajeno al contexto cubano. Eso me alegra mucho, siempre he perseguido la universalidad en mis canciones.
No conocía Granada, es la primera vez que camino por sus calles estrechas y empedradas, me he quedado maravillado, no solo con ese patrimonio tangible, también con la música. Ya conocía un poco de la música andaluza, uno de mis guitarristas de cabecera es Paco de Lucía. Realmente siempre fue un sueño tocar en Andalucía, respeto mucho la tradición flamenca y guitarrística de esta región.
En esta edición ha ganado un cantautor procedente de Cuba y en la pasada un cantautor procedente de México. ¿Está más viva la canción de autor en el lado oeste del Atlántico?
Me ha llamado mucho la atención este tipo de resultado dos años consecutivos, sumándole el hecho de que este año el segundo lugar fue la cantautora chilena Tere González, es decir, que los dos finalistas que no eran españoles se llevaron las dos primeras posiciones. Para mí, esto dice mucho de la calidad del certamen y del compromiso que tiene el jurado con los valores de la canción, venga de donde venga. Ciertamente no creo que la canción española esté en crisis ni mucho menos. Este festival me dio la oportunidad de conocer cantautores españoles cuya obra tiene valores increíbles, cada uno con una estética y un lenguaje particular, herederos y desheredados por convicción de esa tradición cancionera dentro del universo cultural español.
En España, algunas personas tienen la impresión de que existe menos libertad de expresión en Cuba de la que pueda existir aquí o incluso en otros países de habla hispana. ¿Es cierta esta impresión? ¿Resulta difícil componer con libertad en Cuba?
No creo que en mi país exista más o menos libertad de expresión que en otros países. Tampoco quiero decir con esto que desconozco los abismos de la censura y las consecuencias que puede traer cuestionar al poder. Siempre el poder va intentar defenderse de lo que considera agresivo hacia su estatus. Ahora bien, yo he dicho en este país lo que he querido, mis canciones las he escrito desde la más honda sinceridad, ellas hablan de mí y de los míos, mi visión, sus experiencias. Nunca me han recriminado por eso. También creo que la libertad de expresión a veces empieza por nosotros mismos, y me circunscribo al contexto cubano al afirmar esto. Hace algunos años la ignorancia de algunos funcionarios dio lugar a erróneas interpretaciones del discurso artístico de una generación que tenía ante sí el reto de la Revolución, esos cambios profundos en la cabeza de la gente, porque la Revolución en esencia fue el cambio de paradigma en la conciencia de los cubanos: la búsqueda de la justicia por encima de todo. Aquellos años del “Quinquenio Gris” fueron tristes para la cultura cubana, es una parte oscura de nuestra historia reciente, pero eso ya pasó, todos aprendimos, artistas y funcionarios. Por mi parte no hay rencor, es mi decisión no guardar nada que me oscurezca el espíritu. El dolor no se hereda, ni el miedo tampoco. Nunca he tenido temor de decir lo que pienso, o, en este caso, de cantarlo.
En cualquier caso, eres cantautor en un país con una larga tradición. Cuba es el país de Silvio Rodríguez, de la vieja y la nueva Trova. ¿Supone una responsabilidad proceder de una tradición así? ¿Cómo se hace para encontrar algo nuevo que decir en el país de Silvio?
Silvio Rodríguez es uno de los músicos más influyentes del siglo pasado, su obra trasciende los límites de cualquier calificativo genérico, es un artista que supo construir todo un universo a partir de una partícula. Sin embargo, lo que Silvio cantó, cantado está. Él no inventó el lenguaje, de hecho no creo que haya dicho nada realmente nuevo, lo trascendental está en la forma en que lo dijo, los recursos expresivos que utilizó. El cancionero cubano es de una riqueza tremenda, viaja por diferentes facturas (pianística, guitarrística, de conjunto, etc.), por disímiles períodos estilísticos, el mismo Silvio no es más que un árbol dentro del bosque tupido de esa tradición, en cuyo hábitat hay siempre sorpresas escondidas, canciones impresionantes a la espera de un oído curioso.
Soy heredero de la Trova Santiaguera y de la Nueva Trova, pero también rompo con esa herencia, confronto con mis raíces del mismo modo que las reivindico, me parece que es el único modo de lograr expresarse de manera auténtica. Lograr tener una voz dentro de la multitud es quizás la mayor dificultad en materia artística. Estoy seguro que en los 60, cuando Silvio comenzaba su andar con las canciones, ya existía alguien que lo había “dicho todo”.
No creo en los estereotipos, el cantautor es un artista, como lo es un oboísta, o un cantaor, o un rumbero. La poesía es un medio expresivo que define a la canción de autor, es inherente a este calificativo. Quizá el matiz profético de un cantautor puede estar en su capacidad de alejarse del mundo para tener una visión holística y poder escribir sobre él con mayor honestidad.
Durante muchos años, en España al menos, debido al contexto político, se llamó a la canción de autor “canción protesta”. ¿Sigue siendo necesaria esa protesta actualmente? ¿Contra qué?
Sí. Es totalmente necesario protestar. El mundo no ha cambiado mucho desde aquellos años de la canción protesta, sigue existiendo opresor y oprimido, por lo tanto no nos podemos conformar. Desde luego, la protesta no tiene que estar definida solo por la confrontación, hay modos de protestar más efectivos y pacíficos.
¿Nos hemos acostumbrado quizás a una música más complaciente? ¿Preferimos que no nos canten verdades?
Definitivamente. El consumo cultural masivo es cada vez más superficial, se ha confundido arte con entretenimiento y, aunque lo primero incluye lo segundo, hay una diferencia esencial. El entretenimiento nos ayuda a pasar el rato, mañana quizá ni me acuerde, el arte hace que sumemos esos ratos a nuestra experiencia de vida, nos perfila como individuos singulares, va hacia la fibra que nos define.
La pérdida de valores artísticos en el producto cultural que ofrecen los grandes distribuidores a nivel global es alarmante, las ansias de generar utilidades a través de la cultura han llevado a estandarizar el consumo, de modo que, aunque no lo sepamos, estamos escuchando las mismas canciones una y otra vez, solo cambian las campañas promocionales, las figuras, los títulos, el disfraz. En consecuencia, la música ha pasado a ser algo colateral, abrimos Spotify, seleccionamos una playlist y mientras tanto hacemos lo que realmente nos ocupa. Muy pocas veces nos detenemos a escuchar, a prestar atención.
A veces los músicos tampoco escapamos de este juego perverso, adoptamos verdades que nos alejan del espíritu humano, olvidamos que la música nació de y para el espíritu.
Hoy más que nunca hay que cantarle al humano, a la vida, de esta manera no habrá complacencias… ni lujos.
En España se han producido un par de casos de cantantes de hip-hop encarcelados por sus letras. Esta situación lamentable solían vivirla en el pasado los cantautores por el compromiso de sus canciones. ¿Ha ocupado el hip-hop el lugar de los cantautores en lo que respecta a crítica social?
Es muy interesante esta pregunta. Yo siento que en Cuba el rap (dicho como estilo interpretativo y, en este caso, independiente de la cultura hip- hop) va a la vanguardia en cuanto a contenido contestatario. En Cuba la canción de autor ha pasado a otro plano, ya no es masiva, como sucedió en los 70-80. En mi opinión, el vuelo poético que define este tipo de canción, lamentablemente la ha alejado del ciudadano común, el rap tiene esto a su favor, llega más rápido, utiliza medios expresivos cotidianos. No creo que esto sea algo negativo para la canción de autor, no es que dicha canción no indague en temas de crítica social, es que lo hace con un lenguaje más lírico. En Cuba los cantautores no renunciarán jamás al lirismo, a la belleza. Es quizá preocupante, y llama a la reflexión, que el público no se sienta tan identificado con este modo de decir. Pienso que a nivel mundial pasa algo similar.
A veces da la sensación de que los cantautores tenéis una mirada distinta sobre el mundo, más precisa, más sensible que la mayoría. ¿Qué ve Carlo Fidel al contemplar el estado del mundo actualmente?
Es una pregunta difícil de responder sin parecer pretencioso. He tenido la oportunidad de viajar un poco y de conocer varios tipos de órdenes sociales, varias culturas y al mismo tiempo creo que he llegado a una edad (30 años) que me permite hacer balance de mis experiencias. Me parece muy inquietante mirar atrás, muy atrás, y pensar que hubo un momento en que se nos ocurrió asignarle “valor” a los bienes naturales, no entiendo cómo llegamos a ponerle “precio” a la tierra y sus frutos, cuando nosotros de alguna manera somos frutos también. Creo que esto marcó nuestra concepción de la vida, todo tiene un lugar en nuestro sistema jerárquico, así, aprendimos a segregar, a marginar, a moralizar, etc. Me parece que hay todavía mucho por aprender a nivel de especie para llegar a una conciencia colectiva que permita un orden social justo con nosotros y con nuestra madre Tierra.
En cuanto a consumo cultural es triste ver cómo países altamente desarrollados desconocen la raíz de su cultura, lo que los define, y comienzan a perderse en las propuestas superficiales que inundan los espacios promocionales, siendo muy fácil el acceso a la información en estos países, no hay tiempo para pensar y detenerse a discernir qué es lo que los ennoblece.
La canción de autor muchas veces se dirige al universo interno, a lo pequeño, a lo íntimo, a lo que precisa una digestión lenta. ¿Tiene cabida ese tipo de canción en el mundo de la velocidad y lo público? ¿En el mundo de los likes, Facebook, los memes y las redes sociales?
La vida se ha vuelto rápida, el ser humano tiene cada vez menos intimidad, la música ha pasado a ser, en muchos casos, un ruido ambiente, un elemento “ameno – ajeno”. Todo este fenómeno del universo digital tiene sus beneficios y sus peligros. Las redes sociales generan un cúmulo de información sin precedentes en la vida de nuestra especie. Sin embargo, esta información es, en muchos casos, inservible, pero en otros, de gran utilidad. El discernimiento siempre depende de nosotros, es eso lo que define a la tecnología como herramienta al servicio de nuestros propósitos. Un martillo sirve para construir o para cometer disímiles crímenes atroces, es una herramienta, como el reactor nuclear.
La canción de autor tendrá lugar siempre, independientemente del contexto tecnológico, pues es un modo de expresión que comienza y termina en la sensibilidad humana. El reto está en utilizar las redes sociales y el universo digital como vía expedita para compartir el producto cultural y en hacer que este brille por encima del mar de chatarra que flota en el océano binario. Lo que no podemos hacer los cantautores, y los artistas en general, es negar las nuevas tecnologías y perder la oportunidad de asumirlas como un modo más de expresarnos.
Precisamente algunas de tus canciones aparecen niños casi enfrentados al mundo… ¿hemos perdido esa mirada sincera e inocente del niño sobre el mundo?
Tuve una niñez maravillosa, fui un niño feliz aunque corrían los años más duros de la economía cubana: la crisis de los 90, el Período Especial; yo ni me enteré, por supuesto. Hay una pureza espiritual en los niños que me interesa mucho abordar artísticamente. Un niño no necesita mucho para ser feliz, con esa creatividad sin límites va a construir su felicidad con lo primero que encuentre en el camino. Eso prueba que la felicidad y el bienestar no están en las cosas, no están afuera, están en nosotros mismos. En un orden mundial que promueve el consumo constantemente, así como el anhelo de “ser alguien en la vida”, suele pasar que olvidamos que somos la vida misma y que la felicidad está siempre en nuestros bolsillos, permanecerá inadvertida si seguimos empeñados en guardar objetos imprecisos.
Otras de tus canciones apenas contienen dos o tres versos. ¿Es un intento de desprenderse de lo accesorio para quedarse solo con la raíz?
Una canción comprende música (acompañamiento) y texto. De estos dos elementos el más subjetivo es la música. Yo estoy convencido de que una canción puede llegar a ser una obra de estructura libre; partiendo de ese concepto puedo hacer casi lo que quiera en términos estructurales, solo debo respetar la duración del tema y la consecuencia del discurso en la unión de texto y música. El acompañamiento deja de tener ese rol secundario y pasa a un primer plano, ahí hay un discurso, sitúa al auditorio en un espacio oscuro donde la percepción del propósito artístico es aún difusa, lo prepara para que cuando entren esos pequeños versos sientan todo el peso de la luz sobre un objeto en particular dentro de ese espacio. Sería erróneo identificar al texto como la raíz de este tipo de canción, es, en todo caso, el último indicio para encontrar el camino hacia la conmoción.
Esa misma idea a veces se refleja en la actuación de los cantautores: sin más compañía que la guitarra en medio del escenario. ¿Es un género que favorece entender la música como una comunicación sincera e íntima?
Creo que sí. La música siempre será una forma de comunicación sincera e íntima con la gente, no importa la factura en que llegue, ya sea orquestal, de cámara, de conjunto, o simplemente de solista. Incluso puede toda una orquesta sinfónica interpretar una obra que suene íntima. Sin embargo, en la canción acompañada solo por la guitarra hay un misterio que atrapa. Hay una especie de susurro místico que llega a conmover cuando la propuesta es auténtica y de calidad. Se produce una empatía maravillosa entre el público y esa persona solitaria que está ahí abrazando un instrumento y cantando su vida.
En una ocasión, hablando de la poesía implícita en muchas canciones, un cantautor me confesó que aprendió a tocar la guitarra solo para ligar con chicas. ¿Los comienzos son siempre tan poco poéticos? ¿Qué te llevo a ti a agarrar la guitarra?
Creo que a veces los comienzos son poco líricos, no precisamente poco poéticos. Es profundamente poético agarrar un instrumento musical y comenzar a estudiarlo diariamente solo para cantarle una canción a un ser amado, no para ser famoso, no para perseguir lujos, no para “construirse un futuro”, no para complacer estereotipos familiares, solo para expresar amor. ¡Eso es poesía!
En mi caso, sentí fascinación por la guitarra cuando escuchaba a mi mamá tocar las dos o tres canciones que se sabía. Durante el Período Especial (década del 90) ella echaba mano a la guitarra y yo quedaba hipnotizado. Después, en la adolescencia, asumí la guitarra como el medio para vencer la timidez que todavía hoy me ataca y poco a poco se fue convirtiendo en el eje gravitacional de mi existencia. La música me ha dado todo… y me ha quitado mucho.
No lo conozco, pero las respuestas ofrecidas muestran tal grado de sinceridad que, de tenerla sus canciones, estoy seguro llegará al público cubano. A pesar de su juventud se aprecia una adecuada observación de la sociedad, ojalá reciba en consonancia una correcta difusión de su música.