Buena suerte viviendo
7/6/2018
Mi entrañable Roberto:
Tú, que no fuiste una estrella de béisbol porque has sido una estrella de verdad, has llegado a ese punto en que puedes mirar cara a cadera rumbo a la Cruz del Sur. Sí, con los ojos de un tremendo tercermundista en celo. Hoy, con las mismas manos de cumplir 85, dejas que el humo de tu tabaco caiga sobre las piedras totales de la infancia.
Yo, que tengo la edad de tu “Caliban”, puedo mirarte como a un padre. Puedo decir: ¡así que este hombre está vivo! Y, claro, sigue escribiendo palabras para el agua, sigue enseñándonos a tocar los bordes de una mujer o de la noche… Yo mismo, con no ser más que yo mismo, he tenido la dicha de leerte y de escucharte; de ver cómo en tus versos germina la palabra de ese pueblo que te aplaude en la cátedra y te grita “socotroco” en la autopista. Y allí vienen entonces la carcajada que termina en punta, la amistad que no cree en generaciones y mi orgullo, Roberto, de ser contemporáneo, coterráneo, de quien enciende fuego junto al mar y ya, entre cielo y tierra, no ha dejado una sola palabra sin canción.
Un fuerte abrazo.