La penca de yarey en la mano derecha al frente de los tambores, erguido como un príncipe al pasar entre la gente, sonrisa al viento y palabras que pesan. La autoridad se sustenta en una obra artística y humana que se funden en una sola clave. De esa imagen, de ese ejercicio irreductible de autenticidad, pueden estar orgullosos los santiagueros, los cubanos y, por supuesto, él mismo cuando mire lo que ha sembrado a lo largo de una vida que alcanza este 15 de junio de 2021 los 95 años.
Enrique Bonne es música y pasión. Lo supo desde muy temprano en San Luis y Palma Soriano, cuando escuchaba canciones y orquestas de baile en la radio y las victrolas, o en casa al conocer por su madre, al piano, los meandros de los clásicos. Pasión que se fue afirmando con el tiempo y que se resume en unos cuantos hallazgos esenciales en la saga de la música popular cubana.
A Bonne se le identifica con el ritmo pilón. El golpeteo del grueso mortero sobre los frutos del cafeto le sugirió, desde mucho antes de que se propusiera acuñar un ritmo, la célula tres-dos presente en la matriz sonera. Con intuición y sabiduría, en los años 50, Bonne, que tenía en vena la sonoridad del órgano oriental y de la sección rítmica de la orquesta Chepín-Choven, terminó por aventurar la variante sonera que daría a conocer como pilón, con lo que también afloraba una vocación identitaria relacionada con su entorno más inmediato.
Si bien el primer pilón propiamente dicho fue “Mujeres no lloren”, la popularidad de la novedad introducida por Bonne sobrevino en los 60, luego de su alianza con Pacho Alonso. El carismático bolerista y sonero santiaguero ya había grabado alguna que otra pieza de su amigo una década atrás, pero lo que sucedió a partir de los carnavales de 1963 no tuvo nombre. El pilón, diríase hoy, se hizo viral con Pacho y los Bocucos y obras como “Que me digan feo”, “A cualquiera se le muere un tío”, “Yo no quiero piedra en el camino”, quedaron en el imaginario popular.
“Enrique Bonne es música y pasión”.
Ahora bien, hay otras zonas de la creación musical que Bonne ha fertilizado y deben ser muy tomadas en cuenta. La hazaña de sus tambores, de concebir un gran conjunto de percusión, con bocuses, tumbadoras, shekeres y cuanto instrumento de la familia, no tiene paralelo.
También pesan los boleros; “Dame la mano”, en la voz de Pacho perdura, más estaría bien recordar “Perdone usted”, interpretado a finales de los 50 por Luis García; o “Usted volverá a pasar”, que la recreó con singular y lógica empatía su hijo Angelito Bonne.
Recientemente el maestro recibió un alegrón. En el Cubadisco 2020-2021 mereció el Premio de la Obra Discográfica y Autoral concedida al álbum Entre la trova y el son, del santiaguero grupo Granma, registrado en los Estudios Siboney de la Egrem, en la urbe oriental. Es como si renaciera con temas de extraordinario vigor, en una diversa paleta genérica con el oído puesto en el alma popular.
En vísperas de su cumpleaños 95, entrevistado por el colega Gonzalo González, Bonne declaró: “Aquí estoy, vivo. Es lo más importante”.