¿Bombas de tiempo millonarias en Cuba?
22/5/2018
Hay quienes en Cuba no toleraban oír hablar de la propiedad privada, y ahora estiman desatinado hacer críticas o expresar preocupaciones, por leves que sean, sobre peligros que podrían darse o se dan en ella. Alguien ayer abanderado, sin matices, de la propiedad social, puede hoy abogar apasionadamente por el fomento de la privada para eliminar escollos asociables con la prolongación de la Ofensiva Revolucionaria de 1968.
Foto: Cubadebate
Tales reacciones no salen del aire. Restablecer formas de propiedad privada como las interrumpidas aquel año, y acaso otras, se ha considerado insoslayable para evitar el agotamiento de una centralización que se había valorado como necesaria. La economía reclama mayor dinamismo, eficiencia, pero sin entregar el país a las leyes del mercado. Estas, dejadas de la mano, conducirían a un tipo de sociedad que ni de lejos sería la equitativa por la que Cuba ha hecho grandes esfuerzos y sacrificios.
Todo eso estará claro en el pensamiento con que —Partido, Estado, participación popular mediante— la nación se ha planteado alcanzar la solvencia necesaria para que el país sea vivible y no se asfixie en una resistencia sin salida. No obstante, si se pone el oído a la vida, se perciben señales o pruebas de que alcanzar ese logro vital sin sucumbir al pragmatismo economicista del capitalismo puede ser un deseo mayoritario, pero no necesariamente unánime, ni tendría por qué serlo.
El asunto es complejo, y Cuba no puede ni ha de aislarse del mundo; pero ¿debe por eso confiar el futuro socialista que busca a formas de capitalismo de Estado o del modo de producción asiático? En el nombre del primero el núcleo es capitalismo, y el segundo, aunque se actualice, es tan ajeno a la cultura del país como la realidad sueca u otras marcadas por una socialdemocracia que se concibió para cerrar puertas al socialismo que parecía erigirse en la euroasiática URSS y en algunos territorios europeos.
Acaso conceptos claros y controles eficaces no sean suficientes, pero sí indispensables si se quiere edificar un socialismo plenamente participativo, con el pueblo en el centro de las decisiones, para no perder el rumbo de una Revolución cuya esencia radica en haber sido y ser hecha por los humildes, con los humildes y para los humildes. Las excepciones pueden ser luminosas, pero son minoritarias.
Que lo planeado como una cooperativa municipal pase a ser una empresa privada con sucursales desde Guantánamo hasta Pinar del Río puede acarrear males de difícil reversión, o sin retorno. La influencia del despropósito aumenta si la entidad no produce presillas para tendederas, sino algo tan vital como viviendas, tarea con serios déficits acumulados y de la cual el Estado no debe desentenderse. Siempre serán útiles las rectificaciones necesarias. Pero frente a males mayúsculos poco valdrían autocríticas y lamentaciones. El dueño de la exitosa empresa se las arreglaría, y recursos no le faltarán, para tener testaferros que, enmascarados como presidentes de cooperativas territoriales más o menos “modestas”, den la cara por él.
¿Es fácil lograr controles perfectos, invulnerables, e impedir que surjan millonarios? Cabe suponer que no lo es. Por eso mismo se requiere aplicar las medidas prácticas más eficaces, no solo para que no surjan monstruos, sino incluso para que también los réditos de las entidades que cumplan las leyes se reviertan de veras en la sociedad, según lo establecido. Con ese fin se ha creado un sistema de impuestos que seguramente podrá perfeccionarse. Pero sería ingenuo imaginar que quienes se hagan de negocios particulares estarán pensando primordialmente en asegurar la construcción del socialismo, y no en fomentar sus ingresos personales, o familiares.
Como en otros tiempos, en el nuevo sector privado puede haber y habrá patriotas que no han renunciado ni renunciarán a los grandes ideales de la Revolución, y estén dispuestos a seguir defendiéndola hasta con las armas si fuera necesario. Ahora bien, no hace falta negar esa posibilidad, o realidad, para saber que la base del proyecto socialista radica en la propiedad social bien entendida, ni para saber por qué el imperio como sistema —no solo un “mago” suyo como el “encantador” Barack Obama— apuesta por ese sector y proclama que únicamente en él tiene Cuba personas emprendedoras, y soluciones.
Para impedir descarrilamientos no basta la propaganda enfilada a sustentar valores y a decir que aquí el socialismo —aún en construcción, y con tremendos obstáculos que vencer— es irreversible, y el capitalismo no podrá volver jamás. Aunque todo eso está muy bien como reclamo de rumbo y defensa del deber ser, la experiencia internacional muestra que no cabe confiar en supuestas irreversibilidades como si fueran un hecho fatal, inevitable, designio de dioses. Junto con la propaganda bien intencionada, y sustentaciones de los más altos ideales, se requieren mecanismos que de veras funcionen como se desea y se necesita que hagan.
Lucidez y prevención resultan indispensables, pero estarán inseguras si entre los seres humanos encargados de cuidarlas no priman la ética, la disciplina y la honradez. Sería incauto suponer que estas se hallan del todo garantizadas cuando no faltan indicios de desorden y comportamientos aberrantes, para no hablar de escandalosos actos delictivos probados. Estos, aunque no suela informarse sobre ellos en la prensa tanto como se debería, son la expresión más ostensible de violaciones desarrolladas al amparo de una insuficiente asunción de lo que significa la propiedad social, a veces entendida como una entelequia que no le pertenece a nadie o es patrimonio del Estado, no del pueblo.
Para que la redistribución social de las ganancias se distorsione, o naufrague, basta el relajamiento más o menos generalizado, aunque fuese a bajos niveles, del orden, la convivencia y la legalidad. El mal se agrava si actúan unos cuantos —¿pocos?— inspectores venales y otros agentes del orden que, en lugar de cumplir sus funciones, las supediten al logro de ganancias y prebendas inmorales. Por ese camino proliferan la defraudación del fisco y pueden darse casos en que, si lo establecido y legal es, digamos, la tenencia de un solo restaurante, alguien se las amañe para ser dueño de varios establecimientos de ese tipo, y de otros, como hoteles, y quién sabe cuántos más.
Pensar que no se debe poner límites al enriquecimiento, o al menos controlarlo, supone abogar por una libertad de empresa que no llevaría a tener un sector privado que, además de obtener sus ganancias, sirva al desarrollo del país con afán socialista. Se fomentarían propietarios privados que acabarían teniendo una influencia social y económica contraria al fin de construir el socialismo. Ese es un propósito para el cual no basta que numéricamente la propiedad social sea básica: es indispensable que resulte eficiente y que la privada no le pase por encima ni en los hechos ni a nivel simbólico.
La escasa o nula inclinación de Fidel Castro a la aparición de ricos —no ya de millonarios como los que van surgiendo— no era cuestión de manual, sino voluntad práctica de prevenir males. Uno de ellos, y no el menor, sería la imagen de prosperidad dable a la vía privada en menoscabo de la social, vistos los hechos desde el egoísmo. A lo que el desequilibrio representaría simbólicamente, se añadiría en los hechos el influjo deformante de lo que puede recibir distintos nombres, pero equivaldría a comprar conciencias, por los “favores” que el rico puede prestar a quienes le rodean, y por el deseo de emularle que su nivel de vida incentive en otros que no han llegado a ser ricos, pero lo añoran. Máxime si los salarios en el sector social son insolventes.
Hace poco, de visita el autor de este artículo en un pueblo de cuyo nombre sí quiere acordarse, pero no viene al caso mencionarlo porque tal vez no sería un caso aislado, los candidatos a diputados por el territorio al Poder Popular fueron recibidos con cordialidad, esperanzas y euforia justificadas. La mayor aportación para el recibimiento —un lechón asado— no fue obra del colectivo, sino de un propietario rico que, a su vez, es delegado de su circunscripción. No hay por qué negarle el derecho a serlo, y llevar a cabo en ello una buena labor, ni escatimarle el reconocimiento de buenas intenciones; pero hechos e imágenes tienen su propio valor en la realidad, en la vida.
A lo largo del país el enriquecimiento de un propietario de finca—terrateniente, aunque no sea latifundista— puede haber venido de tierras otorgadas por el Estado, incluso por la vía de la fundacional Reforma Agraria, que no se concibió para fomentar desigualdades, sino para erradicar o mermar las que existían, y prevenir otras. Además, no todos los ricos se hallan en el sector agrícola, que tampoco se libra forzosamente de las generalidades, y el enriquecimiento puede proceder de varias fuentes, no siempre de la consagración al trabajo y de ganancias bien habidas.
Entre dichas fuentes figura la explotación de unos seres humanos por otros, realidad medularmente opuesta a los ideales socialistas, pero que ocurre siempre que alguien medra con la plusvalía extraída del trabajo ajeno. Eso no lo impide el mero hecho de que alguien entusiasta y bien intencionado quiera suponer que Cuba es un caso tan particular que en ella no funcionan las leyes de la historia y de la economía. Estas son palmarias y actúan aunque no se les quiera tener en cuenta ni se mencione el marxismo. Acaso operen con mayor fuerza cuando se incurre en omisiones tales.
Y hay otras fuentes posibles, o comprobadas, de enriquecimiento. Dos pueden guardar especial relación entre sí: una, aludida ya, es la ineficiencia —que no es inevitable, sino a menudo fruto de errores y desidias— de la propiedad social; otra, la corrupción, las malversaciones, la pérdida de lo que debería llegar al erario público para beneficio ciudadano, y toma otro camino. Como si todo eso fuera poco, nada autoriza a ignorar que entre las vías para hacerse rico en Cuba puede hallarse el dinero recibido del exterior, y no precisamente de un reservorio creado, en Marte, para financiar la equidad en el planeta Tierra.
Vale recordar lo sucedido en lo que fueron la Unión Soviética y el campo socialista europeo. De la corrupción surgieron en esos lares mafias que calzaron fruitivamente —ni siquiera furtivamente en todos los casos, sino quizás ante la vista pública— el desmontaje del socialismo y la suplantación de este, desde dentro, por la maquinaria capitalista. En ningún lugar se debe decretar que tales deformaciones sean imposibles. Tampoco en Cuba, aunque exista el firme propósito de impedir que ocurran.
Este país, que está rodeado por un entorno mundial capitalista, viene de un capitalismo dependiente contra el cual unas décadas de afán socialista pueden no blindar lo bastante el triunfo deseado. Téngase especialmente en cuenta que sus relaciones con el exterior incluyen de manera descollante, y traumática, la hostilidad de una potencia imperialista vecina que apuesta por aplastarlo y borrar de la faz de la tierra el “mal ejemplo” que él viene dando al mundo desde 1959.
Nada de eso puede desconocer Cuba, ni siquiera por la creencia de que esta nación ha tomado un camino del cual no hay fuerza alguna capaz de desviarla. Salvo que, por su excepcionalidad, real o supuesta, le nazcan millonarios y millonarias que, dados con vehemencia a estudiar a fondo El manifiesto comunista, La historia me absolverá y los documentos del Partido, abracen como la pasión de su vida construir el socialismo. Pero ¿hay por qué contar con que así sea? ¿No sería aconsejable más bien tener presente la propia historia de la nación, en caso de que no se quisiera mirar al mundo?
Cuba viene de una trayectoria en la cual el independentismo halló inicialmente líderes surgidos del seno de la opulencia, con mayor o menor grado de crisis, o sin ella, y al final de la Guerra de los Diez Años lo representaban y defendían básicamente patriotas ubicados en sectores de menos recursos económicos, pobres incluso. Así, radicalizándose, llegó esta nación a la gesta de 1895, y a la etapa de luchas que, iniciada en 1953, le abrió en 1959 el rumbo que la ha traído hasta hoy.
Si para la Cuba de su tiempo halló Martí la palabra de pase en crear, José Carlos Mariátegui entendió el socialismo como un acto de creación heroica. Que los toros sean indóciles, no será razón para ignorarlos, sino para agarrarlos por los cuernos y tratar de que no funcionen como bombas de tiempo contra el socialismo.
Imagino que esos metamórficos, hoy abanderados y defensores a ultranza de la privatización, o mejor dicho, por el momento, defensores a ultranza de la cuentapropiszacion, tengan nombres y apellidos, no precisamente creo se llamen Juan Albañil, ni el Profe Roberto, ni Juanita la jubilada que vende cigarros a menudeo, ni Panchito ají cachucha, yo presumo que esos paladines del cuentapropismo tengan algún espacio político de influencias como para ser tomados en cuenta, por lo que debían ser visibilizados y que puedan ser conocidos, para ver cuan buena es la voluntad que los inspira.
“Que los toros sean indóciles, no será razón para ignorarlos, sino para agarrarlos por los cuernos y tratar de que no funcionen como bombas de tiempo contra el socialismo”. Ese es el caso de Venezuela, que realizo una revolución a través de las urnas, y ese es precisamente su reto, a través de las urnas, seguir profundizando los cambios estructurales, y avanzar en la construcción del socialismo, agarrando al toro heredado por los cuernos y amansarlos, pero nuestra revolución, que se gesto a través de la lucha armada y la toma del poder de la dictadura del proletariado, después de muchas vidas otorgadas, y que elimino todo o casi todo vestigio del capitalismo, los nuevos toritos que hemos creado circunstancialmente, debemos castrarles los cuernos desde su propia génesis y no permitir que, en el intento constante de regeneración, se convierta en una bomba de tiempo, me refiero a los cuernos de nuestros toritos.
Como muchos cubanos que estamos convencidos de la necesidad y viabilidad del socialismo, apoyo lo expuesto en este artículo. La principal tarea en la Cuba de hoy es política, tanto o más que económica y no entender esto es marchar hacia un desastre que llevaría al fin de nuestra independencia. El Socialismo NO ES ni puede ser un Sistema que se base en el individualismo, en la “Ley de Oferta y Demanda”, en el sálvese quien pueda, en acumular riquezas de manera individual vengan estas de donde vengan, aunque los medios de producción fundamentales sean propiedad estatal. Y no puede ser sencillamente porque estas son las leyes que mueven a su antípoda: el Capitalismo. En efecto, es imprescindible dejar un margen para el trabajo individual y el cooperativismo (sobre todo cooperativismo, mil veces más que “negocios” privados) , pero absolutamente todo el control de estas formas de propiedad, y también de los mecanismo estatales de distribución, tiendas, etc, deben estar en manos de las BASES de los Poderes Populares, de los delegados (y otras personas designadas) de circunscripción y los consejos populares, incluso los CDR, siempre bajo la guía del Partido, porque es A ESE NIVEL que los que controlan dan la cara directamente a la gente y es justamente a ese nivel que se sabe todo, se maneja la actividad concreta de cada bodega, tienda, rastro, de cada”cuentapropista” ( o cooperativa) y es a ese nivel que cara a cara, se enfrenta al inmoral, al corrupto y al egoista, es a ese nivel que se pueden y deben tomar las decisiones más justas, repartir lo poco que hay, ayudar al más útil a la sociedad y al más necesitado y no abandonarlo como ocurre ahora, a mecanismos insuficientes e ineficientes. El Socialismo NO ES ni puede ser un sistema basado en el control y dirección de la sociedad por parte de funcionarios, de contra, mal pagados, que son puestos por funcionarios escogidos, a su vez, por otros funcionarios, ninguno de los cuales, a ningún nivel, responden de manera DIRECTA a la población, sino que permanecen protegidos detrás de membretes, siglas, instituciones y mecanismos burocráticos realmente diabólicos. El Socialismo es el único modo posible de conseguir que la especie humana evolucione a un estadio superior donde el hombre sea hermano del hombre, manteniendo una relación armónica con la biosfera y el planeta y no un infierno donde prime “la competencia”, SOBRE TODO cuando somos un país humilde, de pocos recursos, agredido y bloqueado. No hay porvenir para Cuba, no habrá independencia para Cuba si retorna el Capitalismo, porque el sistema capitalista nació globalizado, gracias al colonialismo y hoy es más globalizado que nunca y sus leyes imponen el dominio de los poderosos sobre los países pobres. Abrir brecha al individualismo exacerbado, como se ha venido haciendo desde la década del 90, ha lacerado seriamente nuestra sociedad y nuestro proyecto socialista. Solo la democracia participativa, el poder en manos de las bases obreras y a todos los niveles, bajo la dirección del Partido, bajo principios ideológicos EFECTIVOS y no de palabra, se puede construir el Socialismo.
Muy atinado el artículo, lo que sucede es que la mejor forma de impedir que las CNA se conviertan en monstruos es abrir la posibilidad de que haya muchas, muchísimas, mientras siga la “experimento”y se mantenga esa posibilidad en manos de hijos-amigos-socios de dos o tres, entonces seguirá pasando lo mismo. Lo digo porque con todos los papeles en regla y un grupo muy capaz no me han aprobado la nuestra, porque el experimento sigue con las mismas
Yo sólo me pregunto 2 cosas:
1- cuándo el individuo dejó de ser más importante que el Estado y el Partido?
2- publicarán mi comentario ?
Estimado autor, partiendo de un inobjetable respeto a su trayectoria y solidez intelectual y respetando aún más su opinión como individuo, deseo sumar al debate sobre su artículo algunos breves elementos, tal vez discrepantes, que me he animado a escribirlos desde el móvil sin tiempo para revisar y resumir (ruego se me perdone por ello). 1. Muchas veces cuando se enarbola al supuesto “pragmatismo economicista” como peligrosa tendencia que intenta imponerse en Cuba desde algunas esferas, se parte desde un profundo desconocimiento o subestimación de la ciencia económica. Podría decirse de igual forma (y no recuerdo haber leído esta alerta) de los peligros y las nefastas consecuencias de un “subjetivismo politicista” que hemos padecido durante muchos años que ha borrado, desconocido y estereotipado muchas propuestas rigurosas y audaces desde la ciencia económica realizada por nuestros académicos cubanos (por cierto, de una vocación socialista tan indiscutible como la de los médicos que van al África o los linieros que se movilizan con los huracanes). Las opciones, por lo tanto, no pueden reducirse a una simplificación tan superficial: lo que existe hoy en materia de sistema económico -como quiera que se le llame- vs la opción capitalista privatizadora de las conquistas de nuestro socialismo que vendería el país a las trasnacionales y dejaría desamparado a nuestro pueblo trabajador. No es riguroso plantear el problema con esa simpleza. Hay muchos muchos espacios de transformación de nuestra totalmente disfuncional concepción económica (disfuncional sobre todo para desarrollar las conquistas socialistas), muchas opciones para transformar una muy mala forma de administrar nuestra economía (y no me refiero a los funcionarios consagrados del MEP sino al modelo en el que están entrampados) sin que a nadie se le ocurra entregar las riquezas del país a las manos del gran capital. 2. El socialismo en la URSS no lo destruyeron los cuentapropistas devenidos en empresarios millonarios, sino que fueron los funcionarios del Estado y el Partido -promovidos a sus puestos durante años por un sistema muy parecido al nuestro y con opciones casi nulas de escrutar su gestión muy parecidas a las nuestras- los que se empoderaron y de hecho empujaron el socialismo por el caño. Siguiendo esa comprobada experiencia diría que todas las alertas de nuestra intelectualidad socialista deberían centrarse mucho más en denunciar peligros potenciales más tenebrosos como la inverosímil y ascendente concentración de poder en el Grupo Empresarial GAESA, de la cual el pueblo trabajador no tiene ni la más mínima idea, pues los medios no hacen la más mínima referencia y sus máximos directivos, a diferencia de los de los restantes sectores, no figuran como diputados en la Asamblea Nacional, y ni siquiera son nómina del Comité Central del Partido. 3. El sector privado en el socialismo cubano debe tener su espacio y el cooperativo más. Y el Estado Socialista cubano tiene que transformarse para adaptarse a su existencia, aprender a encaminarlos, a influir sobre ellos, y a establecer alianzas estratégicas de largo alcance. El sector empresarial estatal tiene que mantener su espacio. No tiene por qué preocuparnos tanto la amenaza de una eventual privatización en un contexto en el cual en 8 años de reforma económica -que pasó ya su momento de mayor entusiasmo y audacia- absolutamente ninguna instalación estatal ha pasado ni siquiera a la gestión privada -más allá de un puñado de restaurantes y barberías- y mucho menos cambió de propiedad. Pero el Estado Socialista cubano tiene que transformarse y de una vez entender que las empresas tienen que ser empresas y no departamentos del nivel central, que tienen que tomar decisiones, invertir, asumir riesgos, crecer, fracasar, pagar a sus empleados lo suficiente para garantizar su sostenibilidad. Pero el Estado no sabe cómo lidiar con actores autónomos, cómo controlar e influir en sus comportamientos porque siempre los ha dirigido directamente. 4. Por último, preferiría que evitáramos el superficial modo de referirnos al mercado como un asesino de niños. El mercado es una institución objetivada hace muchos muchos años, incluso previo a que el capitalismo lo acogiera y lo convirtiera en súmmum. Es la tecnología conocida hasta el momento más eficaz para ordenar un mundo de mercancías del cual Cubita la bella forma parte indiscutiblemente. El desprecio que nos han enseñado a profesarle nos aleja del necesario estudio de sus leyes y de los modos en los que se le puede emplear para fines nobles. No son las leyes del mercado las que traen tanto desastre y desigualdad en este mundo. Son las leyes del capitalismo aplicadas por los capitalistas. Construir mercados justos que equilibren la balanza a favor de los consumidores en lugar de entregar poder absoluto a los productores como ocurre en Cuba en la actualidad podría ser también una fuente de equidad social y sobre todo el único camino para combatir al tan estructurado mercado subterráneo, activista principal en la corrosión de valores a nivel social. Hay mucho por donde aproximarnos a la compleja realidad cubana de hoy. Pero la intención tiene que ser aglutinante y no descalificadora. Personalmente quisiera dejar claro, en resumen, que: – Comparto los peligros que entraña para la sociedad cubana el desarrollo del sector privado, pero aceptaría el reto. No veo otra opción que intentar el socialismo de este tiempo desde la heterogeneidad. Por supuesto que implica rediseñar el Estado no solo en el ámbito de sus mecanismos económicos. Pero no es posible dar marcha atrás ni desconectarnos totalmente de procesos globales que estamos lejos de controlar. – El peligro mayor de reversión sistémica radica en el poder incontestable que descansa en empresas, grupos de empresas, supragrupos de empresas, megagrupos de empresas, así como en organismos e instituciones, que al final termina en la mesa de un mortal con nombre y apellidos, con virtudes y debilidades, con aspiraciones ideológicamente correctas o con ambiciones perversas, que requieren urgentemente ser puestas bajo profundo escrutinio público. Perdone la improvisación y la extensión. Muchas gracias por el interés y la paciencia.. Oscar Fernández Dr. Ciencias Económicas Universidad de La Habana
El individuo nunca ha sido más importante que el estado en ningun país, estado independientemente del régimen social y el tiempo en que se desarrollan o desarrollaron. No me referire al partido o partidos, pues ellos sólo son mecanismo de trasmición del poder ideológico y conceptual de la sociedad, por lo que la pregunta no tiene sentido, desde mi punto de vista. Soy del criterio de que Venezuela intento desarrollar una revolución popular burguesa, pero nunca socialista, por mucha retorica que le pongan en torno ese término y precisamente por no poner la propiedad en poder de la sociedad hoy atraviesa la crisis que la azota.
Todo es cuestion de control, el poder real lo tiene El Estado, que institución, organismo, fuerza politica o armada no es del estado?
A la propidad privada individual o coopertiva no hay que tenerle miedo, hay que controlarla de verdad.
Hoy El Estado está dando la espalda para no querer ver la realidad del enriquesimiento, para no darse por enterado de la explotación capitalista, para no ver la cantidad de ilegalidades que existen al rededor de un “negocio”.
Si a un “cuentapropista” (dueño), se le exigiera un salario mínimo según sus ingresos, la distribución primaria de la riqueza fuera mas justa.
Si a un “cuentapropista” (dueño), se le exigiera el control estrito de su contabilidad, legal y documendado, por demás auditable, el pago de los impuestos no se prestaría a dudas y el resultado existoso de sus ingresos sería fruto del sacrificio personal y la inteligencia empresarial.
Si a un “cuentapropista” (dueño), se le exigiera justificar con documentos la tenencia de los medios de producción y del capital invertido, no proliferaran tanto “”negocios” de personas que hasta ayer fueron trabajadores del estado.
Ante algunos juicios emitidos por Oscar Fernández Estrada
A Oscar Fernández Estrada, doctor en Ciencias Económicas y profesor de la Universidad de La Habana, nada tengo que reprocharle —menos aún improvisación y extensión— por el comentario (https://¬elestadocomotal.com/¬2018/06/04/¬oscar-fernandez-estra¬da-comentarios-sobre¬-el-economicismo-en-¬el-debate-en-cuba/) con que honra a mi artículo “¿Bombas de tiempo millonarias en Cuba?”. Sí percibo, por el contrario, ideas sedimentadas.
Agradezco el respeto con que me trata —lo cual habla de su calidad humana y profesional: de lo respetable que él es— y la consideración con que se refiere a mi texto. Hay algo que sí estoy dispuesto a reprocharle por las claras. Al inicio de su comentario anuncia que expondrá “algunos breves elementos, tal vez discrepantes”, por lo que me hizo pensar en la posibilidad de una polémica, pero me dejó con las ganas.
He releído su comentario, y no hallo de donde prenderme para un debate que me habría reclamado altura, dada la del contrincante. Veo argumentos que fundamenta, motivado quizás por mi artículo, cuya lectura por su parte vendría a tener si acaso esa razón. No obstante, aunque hubiera sido únicamente por eso, yo me alegraría de haberlo escrito, solo que la mayor satisfacción se la sigo debiendo al hecho de haber expresado ideas y preocupaciones que mantengo con igual grado de convicción que al escribirlo.
No pretendo pasar ni de lejos por especialista en economía, y mucho menos compararme con todo un profesional en esa materia, que tampoco menosprecio. Pero no creo que sea erróneo distanciarse del pragmatismo economicista, que no equivale a economía, como sociología no es homónimo de sociologismo ni biología lo es de biologismo. Y dejemos ahí los ejemplos, para no llegar a imaginar uno extremo como la diferencia entre matemática y matematicismo.
Rechazar el pragmatismo economicista no es razón para que metan a uno en el saco del “subjetivismo politicista”, aunque haya quienes reaccionen con mayor energía contra ese otro mal, quizás por la convicción de que lo hemos padecido durante años. En ese punto pudieran tener particular derecho a sangrar por la herida los economistas revolucionarios que tengan razones para sentirse desoídos.
La política y la economía tienen sus espacios, y no desconectados entre sí: la sociedad necesita una buena aplicación de la economía política. De un extremo no se libra quien se ubique en el extremo opuesto, sino quien logre el equilibrio necesario, aunque este sea harto difícil de alcanzar y no esté en las manos individuales de nadie, por muy sabio que sea. Quién sabe si el equilibrio perfecto es un don reservado para manos divinas o angelicales, pero esas no las conozco. Me pregunto si existirán.
Ahora bien, si el mercado ha sido satanizado probablemente lo haya hecho la realidad misma, no quien escribe estas líneas, a quien le es ajeno el uso, con semejante fin, de la imagen “asesino de niños”. En más de un texto he sostenido que si la sociedad de mercado es diabólica, la solución para librarnos de ella no la daría —no al menos en el mundo conocido— una sociedad sin mercado. Esta, si fuera posible crearla, olería de antemano a parálisis sepulcral.
Pero ni iba por ahí el artículo “¿Bombas de tiempo millonarias…?”, una de cuyas ideas está presente en no pocos otros textos del autor: el peligro de la corrupción creada en la esfera de la propiedad social, o sea, en instituciones, funcionarios y autoridades estatales. Como incontables autores, en varias páginas me he referido a la necesidad de aprender de las deformaciones que minaron y acabaron por destruir el socialismo en la URSS y en el campo socialista europeo. En esas tierras el cambio de rumbo hacia el sistema capitalista corrió parejo con el apogeo de una mafia que catalizó el cambio y no fue importada ni fabricada precisamente desde el exterior, sino de producción interna.
Nada debe descuidarse en un proyecto social que merezca respeto, y menos aún si se quiere construir algo tan complejo y grandioso, y aún no logrado plenamente en ningún sitio del mundo, como un verdadero socialismo, que puede tener en su contra hasta la pésima imagen que acabó teniendo el llamado socialismo real. Según lo dicho por Fernández Estrada, urge prestar atención a una entidad como el Grupo Empresarial GAESA, en torno al cual muestra tener información suficiente para que sus advertencias no se echen ni se dejen caer en saco roto.
Lo que llevo dicho me da pie, sobre todo, para reiterar que no hallé realmente las discrepancias que me habrían movido a la polémica. Según avanzaba en la lectura, fui coincidiendo, por lo menos, en los puntos fundamentales, incluido el criterio de que no es riguroso plantear con simpleza problemas que se las traen.
Podría terminar aquí, pero añado que mi gratitud es mayor porque Fernández Estrada no necesitaba pie alguno para tratar ángulos del problema no tratados, o acaso ni rozados, en un artículo con el cual, aunque dedicado a ella, el autor no intentó retratar a la sociedad cubana en su totalidad, lo que habría sido presuntuoso. Y está claro que nuestro Estado necesita transformarse, para mantener su rumbo socialista y alcanzar mayor eficiencia. Ese propósito reclama fortalecer y cuidar la empresa estatal para que esta cumpla su cometido y pueda mantener una relación productiva y sana, eficiente y honrada, con el sector privado, relación que se tuerce si no se tiene acertadamente como brújula, sobre bases éticas firmes, el carácter social del proyecto que se intenta construir.
Con todo respeto, discrepo del autor en muchos aspectos. Soy del criterio que es necesario un sector privado bien legalizado y regulado, que sea representado por medio de las micro, pequeñas y medianas empresas (MPYMES). El modelo económico, por así decirlo, que se ha seguido hasta nuestros días, ha demostrado ineficiencia, ineficacia, insostenibilidad, carencia de incentivos, y muy poca credibilidad. Con el modelo actual, el estado no puede dar solución al problema de la vivienda (se derrumban al año, más viviendas de las que se construyen), no puede garantizar salarios justos, no puede garantizar la calidad del sistema educativo, y lo digo con conocimiento de causa, soy profesor de universidad. En Cuba nunca se hizo economía, solo después del derrumbe de la URSS, se empezó muy tímidamente a hacer economía. Todos los logros que alcanzó la revolución fueron frutos de decisiones políticas, acompañadas de los grandes y generosos subsidios de la URSS, y no fueron frutos de un manejo económico eficiente, ni de una gran capacidad productora y exportadora de nuestro país, que generara grandes ingresos, lo cual se hizo evidente con el período especial. Hoy en día hay poca confianza en los que dirigen el país, dado su aval, para nada destacable en materia de política económica. Hoy la sociedad cubana reclama cambios, para bien, y no precisamente continuidad, como quieren hacer tratar de ver. Con relación a su artículo, respeto su criterio, pero no estoy en sintonía con él. Saludos.
Hace un tiempo leí que todos los países tratan de luchar contra la pobreza y en Cuba se lucha contra la riqueza, y creo que es muy cierto; este artículo viene a confirmar lo anterior.
No es secreto que después de tanto años del triunfo de los rebeldes en 1959 aun no se logra una economía que sea capaz de satisfacer las necesidades cada vez más crecientes del pueblo. No es posible a estas alturas echarle todas las culpas al bloqueo pues sabemos que han sido muchos los errores, que se reconocen una y otra vez pero que al final seguimos en las mismas. Preferimos echarle las culpas al vecino de nuestros males en lugar de cambiar lo que no ha funcionado.
El socialismo se basa en la propiedad pública de los medios fundamentales de producción, no de todos los medios de producción; eso lo plantearon los clásicos hace mucho tiempo. Nunca dijeron que era la propiedad de todos los medios de producción. Entonces por que tanto rechazo a aplicar lo que ellos dijeron.
El estado es incapaz de satisfacer solo las necesidades de toda la población. Si es así por que no permitir la creación extendida de las cooperativas y de la pequeña y mediana empresa privada que incluso están incluidas en los lineamientos de la política cubana?. Preferimos permitir a extranjeros que inviertan ellos o gastar grandes sumas de divisa en importar insumos en lugar de pagarle al nacional que puede hacerlo y así ahorrar importaciones, con tal de que ese nativo no logre acumular grandes cantidades de dinero. Con la creación de empresas privadas es cierto que los dueños pueden acumular riquezas pero también es cierto que crean puestos de trabajo con una remuneración mas digna que la que es capaz de dar el estado.
Existen métodos impositivos para lograr que los que mas riquezas perciban paguen un tributo mayor y de esa manera contribuyan a la economía del estado.
No estamos en tiempos de utopía y pensar que estado será capaz de solucionar lo que en 60 años no ha logrado. Fide dijo que “Revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado” y que corríamos el riesgo de destruir la revolución nosotros mismos. Si no cambiamos la forma de pensar y actuar se destruirá la revolución, no lo duden.
El artículo del profesor Toledo está muy bien fundamentado, pero su opinión no. Yo le preguntaría, ¿En que se convertirían nuestras grandes empresas si pasasen al sector privado? Pero, sobre todo, ¿En que se convertiría Cuba, que no es ni China ni Viet Nam? Ciertamente nuestro modelo económico necesita reconsiderarse en muchos aspectos, pero eso está ocurriendo desde el VI cuando se aprobaron los lineamientos de la política económica y social de Revolución. Actualizado en el VI con el Modelo económico y social cubano de desarrollo socialista. La propiedad privada es aceptada en Cuba incluyendo las pequeñas y medianas empresas. Se trabaja en las bases jurídicas para su regulación y funcionamiento. Y se trabaja en una ley de empresa que seguro incluye también a las privadas.
Es evidente que usted no ha leído esos documentos.
Hace falta que usted defina sus idas. Su opinión sobre que no había economía en Cuba es un disparate, o usted identifica la economía con la propiedad privada. En tal caso estaríamos hablando del capitalismo. Ya Cuba vivió el capitalismo, y fue un sufrimiento para la mayoría y un enriquecimiento de la minoría, eso que ya ocurrió en Cuba antes de 1959 es lo que ocurre en el mundo de hoy, donde la inmensa mayoría vive precariamente bajo las condiciones expoliadoras de los las trasnacionales y de las políticas neoliberales.
La idea de que se puede resolver la vivienda por la propiedad privada es una tesis espeluznante., Parece que usted no ha tenido que reparar una casa o levantar una pared con los privados, los cuales cobran miles de CUC por cualquier obra menor.
Imagínese cuánto costaría todo el cemento que se da a las personas subsididadamente si las fábricas cementeras fueran privadas. La Revolución ha construido más de un millón de viviendas, ciudades enteras han nacido de esa obra extraordinaria que el PE limitó pero no detuvo definitivamente. Luego pienso en la gente humilde que necesita una vivienda y a los capitalistas resolviéndolo, ni la ciencia ficción más osada me permite imaginarlo. Me gustaría saber que piensan de su idea los millones de cubanos que han recibido viviendas a muy bajos precios si las hubiesen tenido que pagar a los precios del mercado inmobiliario mundial, para no hablar de los precios del mercado de la construcción privado en Cuba.
Su idea sobre el intercambio entre los países socialistas es completamente es descabellada y denota grandes lagunas en su cultura sobre el tema, espero que su profesorado universitario no sea de economía. Solo por ilústralo levemente: los soviéticos al comprarle a Cuba níquel y azúcar asumían un costo oportunidad de más de 2000 millones de dólares anuales por no tener que comprar estos productos en el mercado mundial. Las relaciones entre los países del CAME eran un ejemplo de cómo debería ser el intercambio entre las naciones de diferentes estados de desarrollo.
Hemos leído tanto el artículo de Toledo Sande como su comentario. El primero tiene una gran argumentación, el suyo es totalmente especulativo.
En mi caso me gustaría plantearlo de una manera fácil.
He conocido varias personas, cercanas a mi, que cuando han ostentado altos cargos en el Estado han sido defensores empedernidos del sistema actual, vale aclarar que en ese caso existían viajes, hoteles, carros con gasolina para el mes, contactos, influencias, etc, todo debidamente subsidiado por el estado para que puedan ‘cumplir sus tareas adecuadamente”, algunas de esas personas cuando por X o por Y dejaron de ostentar el cargo, dejo de gustarles como funciona el sistema, ya no existían esos subsidios, y tenían que lidiar el dia a dia con sus 800 CUP de salario, comprar en las mismas tiendas que compraban sus ex-empleados y lidiar con el dia a dia del 80% de la población cubana.
Entonces, que cambio aqui?
Simple, a todos los seres humanos les gusta tener una buena calidad de vida, tener acceso fácil a comodidades, y ”no pasar trabajo”o ”no sobrevivir en vez de vivir”dicho en buen cubano.
El sistema actual, con sus pros y sus contras es una maravilla para los que lo dirigen, y una pesadilla para los que los viven, los primeros no pueden tener idea de lo que realmente es porque sencillamente no lo sufren, lo viven.
entonces, cabe preguntarse. Es el socialismo que tenemos del proletariado? mirando a sus intereses? Ahora mismo me quedan dudas.
Lo justo? Creo que lo justo es que exista un camino ilimitado para el que quiera volar vuele, mientras no inflija la ley, pero sin limites. A cada cual le toque lo que con su esfuerzo y sacrificio puedan lograr. Eso es justicia social, eso es una sociedad incluyente.
La prosperidad no es un vicio ni la miseria una virtud, como erróneamente nos hicieron creer.
Coincido cien por cien con su texto compañero Luis, mucho cuidado que el capitalismo ya tiene cierto avance.
Creo que no hay que ir ni a un extremo ni al otro. Sólo porque el autor se centre en el análisis de algunos de los factores que a su juicio constituyen “bombas de tiempo” no quiere decir, para nada, que sean los únicos. Eso, no lo afirma en ningún párrafo del artículo.
En muchas de las respuestas, sobre todo las que dan los especialistas en la materia, se exponen otros factores que también deben ser tomados en cuenta; eso me queda claro.
Pero también tengo muy claro, -porque vivo en este país, no tengo familia que me envíe remesa, gano un salario “institucionalizado” y me tengo que “lanzar de cara al Mercado” (así con mayúsculas) cada vez que tengo necesidades materiales que cubrir- que las generalizaciones de “experimentos”, “programas”, “proyectos”, y otras modalidades, nos ha traído demasiados problemas a lo largo de la historia más reciente, como para seguir creyendo que lo que es bueno para algunos, lo es para todos.
No soy partidaria del centralismo a toda costa y a todo coste. Creo que hay algunas ideas en el debate que bien pensadas, podrían dar frutos, solo que para ello, debemos que extirpar de raíz muchas “facultades centralizadas” que hoy no permiten la libre expansión de las capacidades instaladas en todas partes en este país. Sobre todo las que tienen que ver con las personas y su preparación. Sólo en los espacios más micros –llámese como se quieran llamar- es donde se perpetúa y transmite la identidad, la nacionalidad y lo que nos hace ser cubanos y no otra cosa. Creo que muchas de las generalizaciones implementadas como políticas, contradicen las particularidades y especificidades de muchas regiones del país, y eso sí es atentar contra nuestra condición más intrínseca, que es la del “ser nacional”.
No soy partidaria para nada del capitalismo, y también creo que realmente se están desarrollando en nuestra sociedad estas llamadas “bombas de tiempo”, pero tampoco soy de la opinión que sólo con cambios, y sin continuidad, lograremos avanzar como aspiramos. Por lo menos, si las aspiraciones son de verdad alcanzar la prosperidad, la justicia y la sostenibilidad en NUESTRO Socialismo.
No estoy de acuerdo con lo planteado por Luis Toledo Sande. El título habla de millonarios, pero el texto en general cuestiona la posibilidad de los cubanos a enriquecerse en Cuba. ¿Qué hay de malo con la riqueza? No se puede distribuir lo que no se crea.
¿Ustedes piensan que una persona que quiere una casa, un salario de 200 CUC mensuales o un servicio eficiente, va a preocuparle el debate filosófico sobre si todo esto proviene de una empresa privada encubierta como cooperativa?
Además, hay una realidad concreta en el presente: los trabajadores contratados por privados ganan un salario mucho más alto que los del sector estatal. Independientemente de cualquier proyecto mesiánico, así amaneció hoy Cuba y no se le puede pedir a los cubanos, una vez más, que posterguen sus aspiraciones individuales y la satisfacción de sus necesidades personales, porque esa riqueza es legal, pero políticamente incorrecta.
Si le decimos a la gente que en el socialismo y en su país no hay espacio para el enriquecimiento personal en un plazo razonable a lo largo de sus vidas, ¿qué proponemos: una utopía o al última razón que necesitan para marcharse?
Muchas gracias, profesor Toledo Sande. Ahora, cuando mis amigos jóvenes me pregunten por qué no pueden tener licencias, negocios, crear y expandir hacia el infinito (y legalmente) sus proyectos individuales de prosperidad en Cuba, los voy a remitir a este texto. 🙂
Por favor, si quieren no publiquen mi comentario (no sería la primera vez) pero que el profesor lea esto, a ver si deja de hablar de aquello que no conoce. http://www.ritual-mag.com/sugarcane-stalinism-state-capitalism-and-development-in-cuba/
Es cuanto menos un disparate, plantear que la propiedad privada es la solución a los problemas económicos de Cuba. Basta ver el saldo repulsivo que ha dejado en pocos años, con el enriquecimiento de unos pocos, en la mayoría de los casos ayudados por todo tipo de ilegalidades y el empobrecimiento de las mayorías que tienen que acudir a ellos, como es para comprar alimentos, reparar viviendas o recibir servicios, a veces tan sencillos como pelarse. Y eso que en su mayoría, se trata del sector de servicios. Es correcto y debe dejarse un espacio para la micro-empresa privada y las cooperativas de todo tipo, agropecuarias y no agropecuarias, pero controladas, en primera instancia, por los órganos locales de poder y las organizaciones revolucionarias de base, auxiliadas técnicamente por los organismos del Estado, sean la ONAT, Contraloría o Ministerios. Pero primero, allí en la base, el pueblo, con poder para decidir en cierto margen los impuestos e incluso, topar precios. Y que puedan fiscalizarlo todo, también al sector estatal, excepto a las grandes empresas. Algo de esto se propone ya en la nueva Constitución. Es un absurdo científico (incluyendo a las ciencias económicas) y práctico pretender que una empresa de mediana o mayor envergadura pueda ser más eficiente y útil para el país si está en manos de un dueño. La dirección colectiva y colegiada incluyendo a sus trabajadores es mucho más eficiente. Lo que no puede justificarse es administrar una empresa como se manda un batallón militar o que lo que gana la gente no alcance ni para comer, hagan lo que hagan. Los principales problemas de Cuba jamás serán resueltos por ningún sector privado. Los graves problemas económicos del país están dados por la escasa inversión de capital extranjero, la escasez de créditos, la aún insuficiente capacidad exportadora dada la poca capacidad productiva. Y en todo esto el bloqueo y el hecho de ser un pais pobre, casi sin industria y con escasos recursos juega el papel fundamental. Es difícil, muy difícil, en el munndo de hoy, desarrollarse en estas circunnstancias. Pero entre TODOS podemos, no con el “sálvese quien pueda” y el otro… ya sabemos. Al doctor en economía le recuerdo que no hay ciencia económica al margen de que sistema socio-económico se trata. Los paradigmas del Capitalismo, vigentes en todo el mundo, de implantarse en Cuba terminarían con la poca economía que tenemos, el proyecto humanista sustentado por casi 60 años y al final, con la independencia nacional, lo cual conduciría a la más horrible inestabilidad. Y el Mercado, con sus “sacro-santas” leyes, solo puede jugar un papel limitado en la sociedad cubana. La muestra es lo que está pasando al permitir que unos exploten a otros. Además, la humanidad es anterior al Mercado y continuará su existencia en algún momento sin este. Ya hoy en día, existen muchas posibilidades y tecnologías para de manera paulatina, irlo borrando de la existencia humana. Solo que los que mandan en este planeta, viven del Mercado y no tienen el menor interés en dejar de mandar.
He leído el trabajo del destacado intelectual Luis Toledo Sande, y desde el principio no he podido evitar una sonrisa, sobre todo cuando habla del “modo de producción asiático”. Recuerdo haber aprendido en mis estudios universitarios de Economía Política que era así como Marx denominó al modo de producción históricamente imperante en las formaciones socioeconómicas de producción de Asia, y el estado de cosas en esas mismas sociedades cuando en su época Marx las conoció. No me he reído porque quiera ser irrespetuosa con Toledo Sande, quien supongo me recuerde de los tiempos en que nos conocimos, cuando yo era una casi adolescente correctora de pruebas y estilo en la imprenta Urselia Díaz Báez, junto al cuartel de bomberos de Zulueta, y él era ya exactamente la misma persona que es hoy. Me he reído con total espontaneidad porque por la forma en que Toledo Sande se expresa, tal parece que ese modo de producción estudiado por Marx y que tanto intranquiliza a Toledo no hubiera cambiado hasta estos días del siglo XXI.
Si durante más de medio siglo los cubanos hemos sido capaces de adoptar como nuestro (y mantenernos fieles a) un modelo socieconómico que comenzó a aplicarse en una sociedad semifeudal como era Rusia en 1917, y terminó, como todos sabemos, en la Rusia actual del presidente Putin —a la que no me queda claro si Toledo Sande tiene algo que reprocharle—, ¿por qué tenemos que huir como doncellas pudibundas perseguidas por Panes lujuriosos de los cambios en las políticas económicas aplicados en países tan hermanos nuestros como China y Viet Nam? De pronto, así, pensando en mi casa, se me ocurre que hasta son más hermanos nuestros que la URSS, porque en el caso de China, todavía quedan miles de cubanos con sus genes paseando por toda la isla. China y Cuba no solo son hermanas político-filosóficas: son hermanas de sangre. Si el modelo económico que han adoptado estos países amigos es tan malo y repulsivo y conspira tanto contra el mantenimiento irrevocable del sistema socialista, ¿por qué China y Viet Nam siguen siendo socialistas y teniendo un Partido único, y por qué Viet Nam, arrasado tras sus largas guerras de resistencia primero contra Francia y luego contra los Estados Unidos, logró revertir los catastróficos efectos de esas guerras en apenas 25 años, mientras Cuba tras medio siglo no consigue salir de sus enormes dificultades económicas y el nivel de vida de sus ciudadanos decae cada vez más? Porque si todos los cuentapropistas cubanos ya son o se volverán millonarios, el resto de los cubanos como yo que vivimos de un salario estatal, (qué somos y en qué nos convertiremos, Toledo..? Es una pregunta retórica y no requiere respuesta.
Quiero dejar muy claro que no poseo ni tengo intenciones de poseer, a mis 62 años de edad, ningún negocio particular, ni siquiera una modesta venta de maní, y cuando con mi reducidísimo salario de periodista quiero invitar a mi única hija, limitada físico-motora, a comer en la Paladar de mi cuadra unos espaguettis con helado, simplemente no puedo a menos que tenga otras fuentes de ingreso que nada tienen que ver con la propiedad privada. No estoy, pues, defendiendo intereses personales.
El mundo cambia, y cambia porque cambia el pensamiento de los seres humanos. Es lamentable que personas inteligentes y con un considerable prestigio social que les permite influir en la opinión pública —como el señor Toledo Sande— insistan en ignorar cómo funciona la sociedad, a la que no hay que empeñarse en halar hacia atrás. Esta frase no es mía, se la escuché al doctor Calviño en una entrevista que le realizó recientemente Rusia Today y fue televisada por el canal Multivisión, si no recuerdo mal. Pero me encantó porque es una metáfora muy fáctica y efable para convertir en imagen una realidad de privaciones asfixiantes que soportamos desde hace ya demasiado tiempo. Fidel dijo: “Revolución es cambiar lo que debe ser cambiado”. Tenemos muchas fórmulas que han demostrado en la práctica su inviabilidad, y no solo en Cuba. Los enemigos del cambio necesario son los verdaderos enemigos de la Revolución y del pueblo de Cuba. Pretender mantener fórmulas socioeconómicas que no han tenido como resultado el desarrollo económico de la isla ni su inserción en la economía del mundo actual es un atentado contra la Nación, contra la Patria y contra cada uno de los cubanos que vivimos en esta isla. Los intelectuales de mentalidad retardataria hacen daño a Cuba, mucho daño.
En mi opinión modestísima, pues soy escritora y periodista, no economista, lo que se impone en este momento con respecto a nuestras urgencias económicas es aprender cómo China y Viet Nam se las han arreglado para liberar sus economías y, en el caso de China, liderar el mercado internacional sin perder el control político del Estado. Tal vez no resulte factible copiar exactamente sus modelos, porque la copia al carbón es un error que Cuba no debería repetir nunca jamás. Pero esa labor de estudio y de análisis compete al Gobierno de Cuba, no al señor Toledo Sande, cuyo pensamiento observo, con gran pena, no ha cambiado un ápice desde que le conocí y le observo hace ya unos 40 años.
Yo sugiero, también con total humildad, al señor Toledo Sande que si realmente desea hacer algo en bien de nuestra nación, emplee todo el peso de su prestigio intelectual NO en combatir con sus muy cuestionables ideas a los cuentapropistas (que ahora mismo no son el mayor de nuestros males y creo que ni siquiera están entre ellos), porque está halando con esfuerzo hercúleo a nuestra sociedad hacia atrás y distrayendo la atención general de asuntos cuya solución es más urgente y necesaria para nuestra sobrevivencia como sistema social y nuestra salud y dignidad como conglomerado humano. Hay, en este momento en que se prepara nuestra nueva Constitución, temas que tratar de suma importancia, como por ejemplo el mejoramiento de nuestras leyes, pues algunas son extremadamente básicas, como por ejemplo el concepto de Delito, fuera del que se están quedando muchísimas actitudes y situaciones atentatorias contra la integridad humana, y que provienen en cierto número de casos precisamente de avances tecnológicos que muchos cubanos hemos ido adquiriendo y que, inexplicablemente, en vez de hacernos seres humanos y ciudadanos más evolucionados nos inducen a actuar cada vez más como salvajes y entusiastas violadores del derecho ajeno y de las normas de la vida en comunidad. Véase, por mencionar solo un ejemplo, la incompletud del Decreto 141 del Consejo de Estado y su lista de Contravenciones al Orden Interior, que debería ser revisado y mejorado sin perder ni un segundo más, comenzando por ajustar el monto de las multas, pues el actual es risible y carece tanto de valor educativo como sancionatorio o preventivo.
Yo sugiero también al señor Toledo Sande que combata con sus bríos y todo el peso de su prestigio intelectual a los funcionarios corruptos y a los funcionarios negligentes, que no cumplen con sus funciones y son los culpables más visibles —aunque no los únicos ni los principales—del mal funcionamiento de muchos aspectos de la vida en nuestro país. Los funcionarios sobornables, los funcionarios indiferentes, los funcionarios sordos, los funcionarios oportunistas y arribistas, los funcionarios incompetentes, los funcionarios inaccesibles como Dios (todas estas especies se encuentran sobre todo en los gobiernos municipales, bien al abrigo de las miradas del poder supremo). Esta fauna burocrática es una plaga auténtica y letal para la Revolución y causa a nuestra sociedad un daño gigantesco que estamos padeciendo en tiempo real. Llevamos más de medio siglo sufriendo a los funcionarios innobles. A los cuentapropistas hace poco tiempo… ¿Quiénes serán los peores: los funcionarios o los cuentapropistas…? ¿De quiénes deberíamos protegernos más? ¿No cree el señor Toledo Sande que urge revisar los plazos de mandato de los funcionarios estatales, quienes tras permanecer demasiado tiempo en sus cargos crean una red de relaciones que los hace inaccesibles e impunes? Uno de los mayores males que puede sufrir una sociedad es la impunidad que inutiliza a las leyes y puede convertir a un Estado de jure en una parodia de Estado.
La propiedad privada ni hundirá ni salvará a Cuba. Será, si sabemos sacarle el partido que ella puede ofrecer al país, un vehículo de mejoramiento de nuestra economía y un incuestionable aporte a la esfera de los servicios. Nuestros grandes males son otros y no los menciono porque ya lo han hecho otros foristas aquí, pero copio un párrafo tomado de uno de ellos que ha escrito bajo seudónimo:
Los principales problemas de Cuba jamás serán resueltos por ningún sector privado. Los graves problemas económicos del país están dados por la escasa inversión de capital extranjero, la escasez de créditos, la aún insuficiente capacidad exportadora dada la poca capacidad productiva. Y en todo esto el bloqueo y el hecho de ser un país pobre, casi sin industria y con escasos recursos juega el papel fundamental. Es difícil, muy difícil, en el mundo de hoy, desarrollarse en estas circunstancias.
Por cierto, y como una simple acotación al margen: no somos un país tan pobre como creemos ser. Una mirada a nuestro potencial minero podría sacarnos de esa idea errónea de la que tantos de nosotros estamos tan convencidos. Nuestros yacimientos minerales, altamente valiosos, siempre han estado donde mismo están ahora. No pienso que la explotación minera por sí sola pueda convertirnos en una potencia económica ni mucho menos, pero esa riqueza es nuestra. Y tenemos otras. ¿Tenemos ya cuentapropistas dueños de alguna mina en territorio nacional?
Si el asunto no fuera tan serio, empezaría por sonreírme ante la extrema humildad de la comentarista: piensa que alguien que la ve una vez, pudiera olvidarla. Pero no es cierto que yo sea exactamente la misma persona de hace tantos años: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”. Tampoco ha de serlo la comentarista, a quien no estoy seguro de haber vuelto a ver. Pero eso es dato menudo, y no tengo ningún interés en personalizar —ni con delicadezas siquiera, y menos aún con sornas e insolencias—, discusiones que resultan más productivas si se encauzan por el terreno de las ideas.
Entiendo que haya hasta desesperación —yo mismo la siento— por ver una Cuba con la solvencia económica que su pueblo necesita y merece. No tengo los beneficios de la propiedad privada, y sé cómo vive la mayoría del pueblo cubano, porque soy parte de esa mayoría. Pero no creo que la solución necesaria esté en aplicar el modo de producción asiático: ni el estudiado por Marx ni sus derivaciones posteriores. Cada pueblo es como es y trabaja como trabaja. Eso forma parte fundamental de su cultura, de sus tradiciones. Y cada pueblo tiene el derecho, o la responsabilidad, de escoger su camino.
Además, parece que no basta asumir el calificativo socialista, ni siquiera oficialmente, para merecerlo de veras. Pero eso es tema para otra discusión, más académica, digamos. En Cuba, para no hablar de otros lares, nos corresponde crear, hallar soluciones propias, sin desconocer los rumbos del mundo ni plegarnos resignada o acríticamente a ellos.
En varias ocasiones he deplorado que herencias del modo de producción asiático estuvieran presentes, ¡y con qué fuerza!, en lo que existió en otros sitios con el nombre de socialismo real, rótulo en que finalmente —a pesar de los empeños emancipadores que estuvieron en las raíces o en los ancestros de aquel socialismo— no quedó muy claro si el adjetivo real venía de res (realidad) o de rex (realeza). Por ahí andan textos en que lo he deplorado a lo largo de un cuarto de siglo, cuando menos. Y andan también textos en que he repudiado igualmente el burocratismo, la corrupción, el oportunismo, la ineficiencia y otros males que tanto obstaculizan el logro de la justicia social y de cuantas otras metas dignas merezcan abrazarse.
Lo que yo piense de Putin y el gobierno que él representa no viene al caso, y menos aún, quizás, si lo que interesa es construir el socialismo. Aunque tampoco proceda ignorar que la política rusa de hoy pone importantes muros de contención al imperialismo capitaneado por los Estados Unidos.
Reitero que tengo muchos deseos de que Cuba se torne un país cada vez más vivible —lo he dicho en varios textos—, y para eso parece que necesita alcanzar una prosperidad verdadera y sustentable. Pero si la propiedad privada se concentra indebidamente, y con ella la riqueza, considero muy difícil que la prosperidad se adune a la equidad y a la justicia social tanto como quisiéramos los que deseamos socialismo y no creemos que la solución necesaria esté en la proliferación de millonarios (y millonarias) o aspirantes a serlo, o a servir de distintos modos a quienes consigan tal estatus. Con el aumento de millonarios crecerían las desigualdades y, con ellas la pobreza de la mayor parte del pueblo. Si solo ocurriese en términos relativos, ya sería indignante; pero no se descarte que también suceda en términos absolutos.
Sospecho asimismo que si otras cosas o realidades son datos menudos, no lo es el bloqueo que Cuba viene sufriendo por más de medio siglo y que no debe quedar para el final, como una mera referencia al paso, si de analizar la situación cubana y sus perspectivas de soluciones se trata. Tampoco es cosa menuda citar a Fidel para defender un pensamiento contrario al suyo, aunque parece que esa práctica se va tornando cada vez más frecuente, como hace mucho tiempo lo es, en no pocas personas, minimizar el peso del bloqueo. (Por favor, espero que se haya visto que ya aquí, en esta misma nota, he condenado el burocratismo, la corrupción, el oportunismo, la ineficiencia y otros males contrarios a la justicia social.)
La recuerdo, Gina Picart, la recuerdo a usted con la simpatía que sentí al conocerla en aquella imprenta que mi memoria guarda con especial cariño. Eso me ha animado a valorar su comentario como estoy haciendo, aunque habitualmente no respondo los que se dedican a mis textos, no solo porque suele faltarme el tiempo que necesitaría para convertirme en lo que se llama un forista, sino porque cada quien debe usar su turno, y respeto el de quienes comentan lo que escribo cuando hago uso del mío. A usted va y hasta le agradezco sus sugerencias, sus llamamientos, sus consejos, aunque no le prometa que los atenderé hasta guiarme por ellos para pensar. De hacerlo, estaría robándole a usted las ideas, y eso sería inaceptable, aunque estuviera usted dispuesta a regalármelas, sean o no sean originales.
Un ingenioso torero cordobés dijo, y suelo citarlo: “Ca uno es ca uno, y hace su cauná”. Algo similar pudiera afirmarse en cuanto al acto de pensar: “Ca uno es ca uno, y piensa su cauná”. No sé si lo que digo —pienso, luego escribo—, tendrá algún poder de influencia o ninguno, pero no puedo expresar sino lo que pienso, como cada persona debe hacer. En último caso, y al decirlo voy mucho más allá del comentario que motivó estas líneas, prefiero estar en el bando de los vencidos. En el de los vendidos, no.
CA UNO NO ES CA UNO Y … AUSENCIA NO QUIERE DECIR OLVIDO
Gracias por su galantería versallesca, yo sé que fui inolvidable. Tiene usted razón, el paso del tiempo cambia a algunas personas y ya no disfruto de aquella inocencia e ingenuidad que fueron propias de mi juventud. La sorna es una de las adquisiciones de mi madurez, un bien que tengo en alta estima aunque no lo adquirí por libre elección; la condición lobuna del mundo me lo ha impuesto como única respuesta posible ante ciertas aberraciones que suelen aparecer con demasiada frecuencia en el camino de los hombres y de los pueblos. Y vamos, no me negará que la sorna es divertida.
Yo no creo en ideas originales ni en el robo de ideas, algo de lo que no se me ocurriría culparlo a usted (con respecto a mí). Tampoco creo en soluciones originales. Creo, como dijo alguien en este foro —con gran sabiduría— en el reciclaje de las ideas y las culturas, en tomar de aquí y de allá lo mejor y más conveniente según las peculiaridades de cada quién y de las circunstancias, para crear algo distinto y mejor. Creer que somos el pueblo elegido para encontrar la fórmula ortodoxa gracias a la cual el socialismo será viable, cuando —OJO: tal cual lo conocemos hasta ahora— no lo ha sido en ninguno de los países europeos que lo aplicaron y solo se mantiene en dos de los tres países asiáticos que lo adoptaron gracias a que han mostrado inteligencia y flexibilidad para los cambios económicos, es una postura carente de objetividad. Insistir en fórmulas restrictivas que no han tenido buenos resultados esperando que, por repetición, los tengan algún día, es algo que uno puede darse el lujo de hacer en su vida personal (y sufrir las consecuencias), pero ¿cuando se trata de la vida de un pueblo y la existencia de una nación…?
Sabemos que muchos de nuestros males se deben al bloqueo, pero también sabemos que otros muchos se deben a nuestra incapacidad, ortodoxia, estatismo, miedo al cambio, oportunismo, ansia de poder acompañada de privilegios y bienes materiales, y otra muy larga lista de males donde ocupa un puesto no poco importante la estulticia. Y no estoy refiriéndome a la estulticia del vecino que bota su basura donde se le antoja, porque él podrá ser culpable de que la basura esté regada fuera de los contenedores, pero no lo es de que esa misma basura se acumule en los basureros durante largo tiempo sin que nadie la recoja. Los cubanos padecemos en muchos aspectos una grave indisciplina social, sí, pero la indisciplina social no es la causa mayor de muchas cosas que están mal en nuestro país porque han sido mal concebidas y peor aplicadas. El bloqueo será culpable de que no dispongamos de camiones especializados en la recogida de basura ni del suficiente combustible para que rueden por toda la ciudad, pero la solución no puede ser que los vertederos invadan la urbe con su inmunda pestilencia y su cohorte de vectores peligrosos. Tal vez si la recogida de desperdicios se permitiera a particulares lograríamos tener una ciudad más limpia y menos agresiva para la salud de sus habitantes. O pudiera haber alguna otra solución estatal, quién sabe. La creatividad no es propiedad privada. Pero cuando veo en la televisión o en el periódico algún reportaje donde se pretende presentar al vecino estulto como único y directo responsable del hasta hoy irresoluble problema de la basura cubana, no me queda más remedio que pensar que algo está raigalmente mal en el basamento mismo de nuestra sociedad. En mi modestísima opinión, todos aquellos que se hacen cómplices de cualquiera de estos retorcidos y distorsionadores argumentos —que no solo hacen su aparición en el tema basural— son malos cubanos, porque no son capaces de llamar las cosas por su nombre y se escudan detrás de malabarismos de la palabra y las ideas. Y ese ocultamiento no tiene otro resultado que acumular daño sobre daño y descrédito sobre descrédito, y contribuye a demorar decisiones y cambios que ya no es posible continuar postergando. No me agradan los refranes vulgares, pero ahora mismo viene a cuento recordar aquel de “es tan culpable quien mata a la vaca como quien le aguanta las patas”.
La propiedad privada no es el pozo negro de donde pudiera venir la amenaza mayor para Cuba. Es magnífico que haya restaurantes lujosos —sea quien sea el propietario— y aunque yo no pueda ir, no porque el dueño sea un bandido que me quiere explotar o me discrimina por ser pobre, sino porque mi magrísimo salario de profesional no me lo permite; paladares, peluquerías, atelieres, heladerías, gremios de artesanos, transportes, plomeros, albañiles, maestros de artes, repasadores, modistas, payasos, conjuntos musicales espontáneos y todas las formas posibles de propiedad privada en las esferas de los servicios y de la cultura. Lejos de hacer daño resuelven muchas carencias que el Estado no ha podido resolver hasta hoy. Dudo que alguien pueda alcanzar la condición de millonario partiendo de la posesión de tres o cuatro de estos pequeños negocios con los altísimos impuestos que tienen que pagar les marche o no el negocio, y sin posibilidades de comprar insumos en mayoristas a menos precio que el del mercado. Dudo que pueda ser perjudicial que alguien críe ganado, ya sea en unos acres de tierra o en una cooperativa, y que venda su leche. Dudo de la satanizada posibilidad de muchas cosas, entre otras razones porque veo que existen en otros países y el mundo no se acaba. He escuchado que Noruega es el país con más alto nivel de vida de su población, junto con Suecia, dos países que nunca fueron imperios ni tuvieron colonias, y hasta donde sé, no podría decirse de ellos que poseen grandes recursos naturales. ¿Cómo han conseguido este grado de desarrollo? ¿Con el moderno “modo de producción asiático” de China y Viet Nam…? Como tendrá que admitir todo aquel que no padezca ceguera voluntaria, no hay una sola forma de hacer las cosas con resultados satisfactorios.
Pero ni siquiera tenemos que volver la vista más allá de los mares para ver cómo otros han resuelto desde hace mucho problemas que todavía nos agobian. Podemos mirar hacia nuestro propio pasado para encontrar algunas fórmulas con potencial resolutivo de problemas sociales. Un desconocido me dijo hace poco en una conversación callejera: “Si reabrieran las escuelas de artes y oficios estoy seguro de que muchos de esos muchachos que hoy pasan sus días sentados en los contenes bebiendo ron desaparecerían de las calles y se harían hombres de bien”. ¿No se pondera mucho la sabiduría popular? Pues este es solo un ejemplo, pero hay muchos, porque la gente, aunque no lo parezca, piensa.
En este foro se han dicho cosas muy interesantes, algunas realmente brillantes, a las que poco puedo aportar dada mi condición de simple periodista cultural. Sin embargo, tengo la firme convicción de que cada persona es dueña de sus criterios, pero también responsable por ellos, y cuando se es una figura pública con posibilidad de influir sobre la opinión general mediante los medios masivos de comunicación, si no se puede o no se quiere llamar las cosas por su verdadero nombre al menos hay que ser cauto en lo que se expresa. Cuando se tiene un prestigio social no es posible salirse de un discurso improcedente o de una actuación insatisfactoria alegando que cada uno piensa y dice lo que desea, y citando a toreros en caló. Cheo el Cojo y Pepe el Globero pueden hacer especulaciones ideológicas, económicas y peloteras en el Parque Central, porque prácticamente lo que digan no tendrá repercusión. Pero este no es el caso. La propiedad privada no salvará (ni hundirá) la economía cubana, pero la necesitamos. El Estado dispone de mecanismos de control que puede aplicar, y lo hará llegado el caso (lo ha hecho siempre), mas no hay que botar el sofá ni tirar al bebé con el agua de la bañera. El periodismo no es para confundir, es para esclarecer.
En cuanto a mis citas de figuras ilustres, no soy responsable de la intención con que lo hagan otras personas, pero recuerdo que hace décadas el delirio de exégesis nos inundó de manuales y con pésimos resultados, por eso lo evito siempre que puedo y me apego a la textualidad. ¿Usted no?
Yo no soy muy visible, es verdad, mas toda mi atención está siempre sobre Cuba. Agradezco su gentil respuesta y no quisiera parecer descortés, pero como yo sí realmente no dispongo de tiempo y ya dije todo lo que he sentido que debía decir, debo usar el punto final para un final real.
Profesor Sr. Luis Toledo Sande
Quiero en nombre mío y de ni familia felicitarlo por el artículo que hemos estado estudiando y quizás no con la categoría de algunas opiniones que por cierto respetamos y en algunos muy coincidentes con lo escrito por Ud. pero de una forma diferente.
La nueva Constitución que se pondrá a la aprobación del Pueblo de Cuba está en ella bien definido lo que es la empresa privada y sus alcances con algunas cuestiones que quedarán en la práctica pues todo no lo puede decir al detalle en ese documento tan importante.
Es verdad que los funcionarios públicos deben de aprender de lo que se quiere y como hacerlo,me parece que con la fuerza de la nueva estructura del Municipio comprenderán como se manejan estas cosas que serán nuevas.
Tendremos una competencia no para mostrar que proyecto es mejor pues en Cuba hay uno solo que realiza reformas que refuercen la capacidad económica del país y de la zona en particular que va a ser así.
Hay que ir por las zonas Tabacaleras del País digamos Pinar del Río para que se palpe las Cooperativas Particulares lo que han hecho con el tabaco y como decir una buena palabra han obligado a las Estatales a coger ciertos mecanismos para sus producciones y la manutención de una fuerza de trabajo estable y especializada.
Las Cooperativas del Transporte en Artemisa han dado resultado la explotación de la técnica sus reparaciones.
Tuve oportunidad de ver en un Polo Turístico como estaban vinculados algunos Hoteles al suministros de viandas y hortalizas con calidad y en el tiempo requerido.
Como expresó un señor para esto hay que tener controles y disciplina en el trabajo así como un incentivo a los trabajadores.
Yo tengo la opinión que ahora no se trata de una lucha en la Macroeconomía sino en la Microeconomía donde está la empresa estatal y la particular luchando por salir adelante,en cada lugar que estén con buenas producciones y servicios.
Se pueden hacer casas y darles mantenimiento a las que están pero mientras que exista el robo, el hurto y la malversación cualquier modo de producción no se desarrollará.
Profesor he dado este artículo a muchas personas importantes para que vean como pensamos y se manejan las cosas en Cuba.
Los felicitamos por ser uno de los mas leídos en el 2018 y por la Clase Magistral que nos ha dado a todos de Conjunto con las Opiniones de todos
Muchas Gracias
JK