Bobby Carcassés o el tiempo para escuchar y sentir
19/1/2018
Son los primeros días del Festival Internacional Jazz Plaza de La Habana y el público asistente encuentra en las numerosas sedes, propuestas variadas para satisfacer sus gustos. Amateurs o asiduos, jóvenes y mayores, son complacidos durante esta trigésimo tercera edición. No obstante, una propuesta se distingue, atemporal, accesible a todas las edades gracias a su sensibilidad exquisita: el showman de Cuba, Premio Nacional de la Música 2012 y fundador del Festival Jazz Plaza, el gran Bobby Carcassés, a sus 80 años muy bien llevados, apela a la eternidad del espíritu y la alegría del saber hacer, del gozar, del respirar y destilar la música por los poros, a cada paso.
Varios jazzistas cubanos y extranjeros se presentan en diferentes espacios de Santiago de Cuba.
Imagen: La Jiribilla
En el gran concierto de la noche del martes 16 de enero, el maestro Bobby compartió escenario con artistas de disímiles generaciones. Su repertorio consistió en el homenaje a músicos y compositores de la tradición tanto clásica como popular. El inicio no podía ser más rutilante: nuestro showman improvisa sobre el “Vocalise”, de Sergei Rachmaninov, traduciéndolo a su lenguaje y aprovechando la particular belleza de su línea melódica para discursar, desde el scat, sobre la vigencia de lo sensible y lo hermoso. Pero lo contemporáneo no se encuentra solo en el sonido, sino que esta vez la improvisación, tan recurrente en el género jazzístico, se homologa en el hacer de uno de los bailarines del Ballet Afrojazz (BA), quien en contrapunteo con la voz, discursa sobre tradición y renovación, sonido y movimiento.
Sobrevino luego otra colaboración, la del saxofonista Yosvany Terry que, junto al Bobby, abordó la obra de un grande: José Antonio Méndez. Partiendo de una introducción con aires mozartianos, este dúo nos brindó una sensible interpretación de “Mi mejor canción”, seguido por los aires nostálgicos y evocadores de “New Orleans” del Quinteto de vientos Santa Cecilia, integrado por jóvenes mujeres que, desde su particular formato, abogan por un espacio para el jazz dentro del repertorio clásico académico.
Pero sin lugar a dudas dos de los homenajes contemplados en este concierto encandilaron al público: Thelonious Monk-tuno, dedicado al célebre pianista norteamericano y En memoria de Chano Pozo, para nuestro querido Chano, fueron dos de los platos fuertes de la velada. Con solos de notable complejidad e ingenio por parte de los jóvenes músicos del conjunto Afrojazz, estas dos piezas sobresalieron por su brillantez, su energía, así como por la carismática aparición de los bailadores de Santa Amalia, quienes le arrancaron al público ovaciones varias. Coincidencia intencional de referentes, el estilo de Monk se encuentra una vez más con la música cubana para celebrar el puente de hermanamiento entre nuestras dos culturas. También en este sentido, el músico norteamericano David Armam regresó al escenario nacional, luego de un largo tiempo, para ofrecer con Bobby su reverencia a Chano Pozo, desde su composición original y de la mejor manera en que podría hacerse, con una gran y sentida descarga, siguiendo la máxima de este concierto: toda edad es buena para la música, si esta se siente.
Ya en el cénit de esta gran fiesta se agasajaron a los rumberos a partir de dos interesantes y alborozadas versiones del “Caravan”, de Duke Ellington y Jorge Tizol, y de “A night in Tunisia”, de Dizzy Gillespie; y no pudo faltar entonces la intervención oportuna de Don Pancho Terry en el chekeré, a la cual se sumaron Yasek Manzano y Orlando Valle. La explosión era inminente y los ánimos se elevaban con la contagiosa danza de los bailarines del BA. Próximos a la conclusión y parafraseando al maestro Carcassés, “ya no hay más nada que decir”. Fue obvio para cada uno de nosotros, quienes estábamos ya contagiados por la alegría febril del resonar, que el tiempo en el hombre es ilusorio y perfectamente timable. No hay juventud más que la imperecedera, esa impoluta y bella que reside en el corazón y vive a lo largo de toda la vida. En ese sentido, la música es parecida y no discrimina en edades ni procedencias.
Comenzó el Festival Jazz Plaza con un discurso abarcador e inclusivo, un discurso de amor hacia el arte, hacia la vida y hacia la alegría del hombre expresada en su música. Es entonces buen tiempo para escuchar y sentir.