Bello y eficaz: el trazo de una gráfica en clave Morante
15/1/2016
Por intuición o por cliché una esboza mentalmente la casa de un escritor o de un pintor como un cuartel intelectual repleto de volúmenes, cuadros, dibujos, cintas antiguas de películas y discos de vinilo. Incluso a un costado, apoyado en la pared espera hallar un gramófono o un secreter, al más puro estilo vintage.
Ilustremos la escena desde el recibidor de un dibujante, que además escribe cuentos, novela, poesía, y por si fuera poco es un melómano. Pongamos que ese alguien es diseñador, para aquellos ávidos por absorber el conocimiento como si fuera alimento vital, la sala de un diseñador se apresta cual banquete espiritual.
Estos seres han sido procreados con una resina distintiva adherida a su ADN: la imaginación—material peligrosamente escaso en el presente—. A lo largo de sus vidas dichas personas quizá cultiven ese don,entonces la capacidad imaginativa administrada en altas dosis de dedicación pudiera derivar en satisfacción y orgullo. Hay quienes logran —los menos— fertilizarla con un abono también en mengua: la creatividad.
Finalmente, si la mezcla da lugar a una reacción química, de la nueva sustancia emergerá un creador nato, o en feliz simbiosis un intelectual como Rafael Morante.
En agosto último el ilustrador recibió el Premio Nacional de Diseño 2015, otorgado por la Oficina Nacional de Diseño; y el Premio Maestro de Juventudes, con el que la Asociación Hermanos Saíz lo homenajeó el pasado diciembre.
En este 2016 que recién comienza, Morante cumple seis decenios de haber incursionado en la publicidad. Fue esta la génesis de su prolífica trayectoria, desde donde se lanzó a gatear como profesional del diseño gráfico con sus primeros trazos para la promoción comercial.En una de esas agencias en las que fue empleado conoció a Raúl Martínez, su maestro y primer Premio Nacional de Artes Plásticas.
A manera de borrador, el trabajo publicitario fue el entrenamiento eficaz que le permitió erguirse y marchar luego con trote seguro dentro de la producción gráfica cinematográfica cubana de los 60.
Morante comenzó por la publicidad, ¿pudo cursar estudios de diseño?
Yo estudié comercio, algo que no tiene que ver conmigo en lo absoluto. Pasé seis años trabajando como ayudante de cuentas corrientes en la Nestlé, hasta que decidí dejarlo porque esa no era mi aspiración.
Entonces me trasladé a una agencia de publicidad en la Rampa, Godoy y Cross, luego a Guastella y después a la OTPLA. En este último lugar entré como ayudante de diseño, que aprendí a golpes.Tuve la suerte de contar con colegas que me enseñaron. Mi jefe fue Raúl Martínez, quien me ayudó muchísimo al igual que el director y pintor Luis Martínez Pedro.
Esa etapa fue de sumo provecho para mi carrera y mi vida, me esforcé incansablemente por aprender y creo que lo hice bastante rápido.La OTPLA se dedicaba a la publicidad comercial, se trabajaba la fotografía y el dibujo, que a mí siempre me ha gustado.Como yo me pasaba el día entero dibujando, entendí de inmediato lo que debía hacer. Me sirvió para experimentar, inventar y entender que dependía de uno el querer superarse. Leí cuanto libro y revista llegaban a la OTPLA, además de nutrirme de las relaciones sociales con personalidades que nos visitaban.
¿Quiénes fueron sus referentes?
Sergio Ruiz, Saúl Bass. Durante un tiempo traté de dibujar como Ben Shan, quien cambió la concepción de lo que es el cartel de cine. Incluso empecé a manejar los pinceles del mismo modo que Shan, en dirección contraria a la mía propia. Me he inspirado mucho en su estética, y su técnica la he empleado para las ilustraciones.
¿Cuánto repercutió en usted aquella época de efervescencia creativa en la que trabajó para el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC)?
Se presentó la oportunidad de trabajar en el ICAIC haciendo carteles y me fui para allá. Fueron dos años muy divertidos los que estuve allí. Éramos un grupito pequeño. Nuevamente la suerte me acompañó al tener la fortuna de compartir la jornada laboral con personas maravillosas e inteligentes como Mario Rodríguez Alemán.
En ese momento todos éramos aprendices incluso los directores de cine.El ICAIC solicitaba carteles para todas sus películas y además se encargaban anuncios. A pesar de la inopia material había que imprimir y las propias carencias te obligaban a inventar. Cuando no había papel para las impresiones se hacía sobre periódico. Para el cartel de Muerte al invasor, se nos ocurrió comprar diarios viejos, imprimimosel diseño del cartel encima de las páginas del periódico dejando el fondo tal y como estaba con el texto detrás. Resultó muy gracioso porque cada ejemplar era diferente, en algunos salía el diseño sobre la página de deporte y en otros sobre las notas culturales. Lo que no podíamos era dejar sin cartel una película tan importante como esa.
Cuando se fundó la Cinemateca (de Cuba), Héctor García Mesa,su director a la sazón, me pidió que le diseñara un cartel relacionado con el Cine Chaplin, y de ahí nació la imagen que todo el mundo conoce y que se ha reproducido hasta el paroxismo. Continué ideando carteles hasta 2003, aunque para el ICAIC solo hasta 1963.
Posteriormente comienza a colaborar con el Instituto Cubano del Libro en la concepción del diseño editorial.
Hay una comunión muy cercana entre el diseño de un cartel de cine y el de la cubierta de un libro, para mí es semejante, lo que en un formato más pequeño. El diseño para libros me permite experimentar por igual. En ese periodo aprendí a manejar las habilidades para diseñar en la computadora,con la cual puedo dar soluciones visuales a una gran velocidad, sin embargo es muy impersonal.
En el prólogo del libro “Diseño. Diseñar.Diseñado. Teorías, estrategias y procedimientos básicos”, usted se refiere al resultado del diseño como “el hecho artístico informacional”. Al margen de su función utilitaria, ¿concibe el diseño como arte también?
Por supuesto, existen diseños que empiezan a comunicar porque están bien hechos desde el punto de vista científico y bellamente realizados, ahí se unen dos intenciones.Su función primaria utilitaria es informar, ahora, se puede realizar de una manera hermosa o de lo contrario grotesca.
No todos pueden catalogarse como arte, empero esa es una separación complicada y arbitraria para mí. A veces me pongo a diseñar carteles para piezas o cubiertas de libros inexistentes sólo por el placer de investigar y el deseo de descubrir algo nuevo que tal vez pueda utilizar luego.
¿Cuánto de ciencia y cuánto de arte tiene el diseño?
Mi principio para diseñar es comunicar una idea rápido y claro. Para ello concibo un trabajo sintético, que con uno, dos o pocos elementos pueda comunicar varias ideas o un grupo de preceptos.
En el mundo se vive a una velocidad tremenda. Las personas tienen poco tiempo para “leer” un diseño porque priorizan otros asuntos de mayor urgencia, entonces tienen que comunicar de un modo directo y elegante. En mi caso trato que mis trabajos sean claros y hermosos. Prefiero apostar por la belleza porque es más agradable para las personas,y al mismo tiempo los demás muestran interés.
¿Cómo reacciona a frases del tipo “¡qué bonito!” o “¡qué feo!”, expresadas con respecto a un diseño?¿Como autor qué espera de las personas cuando se hallan frente a un trabajo suyo?
Espero ante todo que comunique, esa es la idea básica. En cuanto a que si es feo o es bonito, esos son criterios muy subjetivos que no tienen sustento teórico alguno, depende del carácter de la persona que lo mira, lo analiza, el contexto puede influir también.
¿Todavía imparte clases en el Instituto Superior de Diseño (ISDI)?
Me encanta dar clases. La publicidad, el ICAIC y la docencia —en los últimos años—, han sido las tres etapas más importantes de mi carrera. En el ISDI fui profesor de comunicación, y por supuesto enseñaba dibujo. Ahora doy clases de diseño gráfico en (la Academia de Bellas Artes) San Alejandro.
Estoy muy contento con esos estudiantes, leen, ven cine, oyen música, son capaces de discutir. Sin embargo, los diseñadores jóvenes no leen, cuando la lectura era un principio inviolable de mi generación.La ecuación es sencillísima, mientras más culto seas más recursos tendrás para valerte. Un diseñador tiene que conocer un poco de todo, para saber dónde buscar cuando lo necesite.