Sobrevivir a la COVID-19: el humor gráfico también protege
20/11/2020
“Uno de los primeros síntomas de la COVID-19 fue el humor. O a lo mejor podemos afinar algo más esa frase: uno de los primeros síntomas de que el nuevo coronavirus era un asunto muy serio fue, precisamente, que nos lanzamos como locos a bromear sobre él, a replicar su potencial de expansión con el efecto viral de las redes de comunicación…” —nos dice el periodista español Carlos Benito, citado por el escritor cubano Félix López en su libro El mundo después del coronavirus, realizado a la par del artista visual Arístides Hernández (Ares), obra literaria y plástica que fuera presentada el pasado viernes 15 en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, como preámbulo a la inauguración de la muestra Humor en Fase 3.
Ocho humoristas gráficos desde la imaginación y la calidad de un oficio logrado ya sea gracias al laboreo intenso y a una larga trayectoria profesional, crean un espacio expositivo donde reflexión, sátira y elementos visuales contemporáneos se imbrican en una selección que, en base a las publicaciones de las redes, realizó la curadora de la institución Lisset Alonso Compte.
Creadas la mayoría de las obras inicialmente para las redes sociales en internet, que ha sido la posibilidad más global para los artistas dondequiera que estén durante estos meses de aislamiento físico y cuarentenas del 2020, las imágenes fueron impresas, incluyendo las de Ángel Boligán que las envió desde México y las de Osmani Simanca que las hizo llegar desde Portugal. Oportunidad también doble para nosotros de volver a apreciar la producción artística de ambos creadores que tienen un lugar histórico, asimismo, en la historia del humor gráfico en Cuba.
El conjunto ofrece, sin duda, un recorrido que al hallarse en una galería no virtual, requiere de una atención específica, gracias al montaje de las obras y la ocasión de verlas en dimensión real, algo que diferencia el verlas en el celular.
El itinerario es sucinto porque, como dijimos, la exposición no es amplia, pero sí enfática, pues al desplegarse ante nosotros cual abanico físico permite detenernos todo lo que queramos, ya sea ante la densidad intelectual de Falco, el grosor metafórico de Boligán, la magistral agudeza sociológica de Simanca, la desbordante imaginación de Tamayo (destilada en su depurado oficio), la óptica sensitiva y el ejercicio pictórico de Moro y Valera, la mirada jovial y alucinante de Brady y, por último, mas no menos destacable, la fibra expresiva y de poderosa carga crítica de Ares.
Hay obras aquí que bien pudieran llevarse a una antología a nivel mundial. Y de paso, no está demás afirmar que es posible, al final de esta pandemia, que quizá sea el humor gráfico la expresión más distintiva que permanezca por varios siglos sobre la pandemia de esta centuria.
Si bien como manifestación artística que perdure, sobre todo, con esa rúbrica de Arte, con mayúscula, aunque no sea conceptualmente correcta en el siglo XXI, cuando el arte suele fundirse en sus transgresiones y cambios con la vida misma; mas arte a la vez que aún hay que resaltar enfáticamente, desde la crítica y los medios, porque mucho público en nuestro azul planeta, sigue relegándola como una creación de menor alcance.
En un inicio fue Ares, que llegó al Centro Wifredo Lam con la idea de unir a los artistas en una muestra colectiva. Y es que desde que comenzó la pandemia, fue el humor, no solo en Cuba, sino en el mundo, el primer antídoto sociológico contra una enfermedad que, en un inicio, se convirtió en la diana de la lucha de las ciencias de la salud y de la OMS.
Félix López menciona en El mundo después del coronavirus las bromas que un usuario de Twitter que se hace llamar @CoronaVid19 como el virus: “¿Un sueño cumplido? Vivir en New York”, “Nadie está haciendo tanto por el teletrabajo como yo”, comenta este serio bromista.
Desde luego que ese humor, como otras formas que circulan por las redes (memes, entre otras) no disminuye el peso dramático de las pérdidas humanas por el virus, mas aspira a contrarrestar, eso sí, de manera natural, humanista y prodigiosa la tragicidad fatídica del suceso.
Lisset Alonso, la curadora, seleccionó imágenes de los caricaturistas sobre lo publicado en Facebook y otras redes sociales, y de este modo agrupó obras que, considera, atraviesan, cual surco de comentarios sociales, las diversas etapas de la pandemia, algo que, considera también, pudiera funcionar como un diario donde se revelan diversos problemas socioeconómicos.
En general Humor en Fase 3 nos recuerda el vigor de un arte y su papel en circunstancias excepcionales, su capacidad cuestionadora y vital, su mensaje transformador y crítico, a través de la diversidad generacional y expresiva de los artistas que integran esta exhibición que, mediante la risa y la incitación para preocuparnos por los males que nos rodean, convidan a vacunarnos, como refiere Félix López en el citado libro, contra la frivolidad, la incultura y la vaciedad espiritual en el mejor de los casos.
Y digo así, porque en el peor nos recuerda la imagen de Donald Trump que ha recorrido el mundo con sus frases racistas, sus necias y peyorativas aseveraciones, que padecimos al verlas en los medios de comunicación. Por algo el documentalista estadounidense Michael Moore publicó esa caricatura de un humorista gráfico donde la misma Estatua de la Libertad, desde su altura y maciza solemnidad, lanza con evidente ímpetu al mandatario estadounidense, como reciente perdedor de las elecciones, y que aparece sentado, contra su voluntad, en la liga de un gran tirapiedras, para que vuele, pero muy lejos (no solo él, sino todo lo que representa), y vaya a caer allá en algún sitio innombrable donde no nos alcance, jamás, al resto de la humanidad.