Metamorfosis de Orishas o es difícil amarte como eres

Jorge Ángel Hernández
20/7/2020

Según indagaciones que he podido hacer con altos directivos de la agencia Clave Cubana, la agrupación Orishas se ha desvinculado de esa entidad sin valerse, al menos, de una comunicación a distancia. Si bien un conflicto entre artistas e instituciones es común, no debe serlo si este arrastra incumplimientos legales. Han violado acuerdos y han dejado de aportar lo que corresponde según lo contratado entre ellos. Se ha quebrado el trabajo y, más no faltaba, se ha lanzado el desafío, público y ambiguo. La ambigüedad persigue, claramente, descargar sobre la Agencia —y por extensión sobre el Ministerio de Cultura y el proceso revolucionario cubano— un arsenal de culpas difusas que les permita recuperar lo que no consiguen con la calidad del trabajo musical. Los patrones propagandísticos en juego parecen de manual y se ajustan al llamado de agresividad injerencista que la guerra fría cultural ha reordenado con respecto a Cuba.

La dependencia absoluta de los temas de los cuales se apropian —o plagian— apenas deja espacio para aportes propios. Foto: Internet
 

Al parecer, estos desplantes arbitrarios y egocéntricos son una práctica habitual de la banda, que siente la necesidad de actuar a su santa gana, sin el menor respeto por la alteridad. Luego de su regreso a la isla bella, fueron acogidos sin rencores ni reclamaciones de ninguna índole, más bien con apoyo entusiasta y, acaso, desmedido. Las indagaciones que hice con los citados directivos me lo confirmaron. Hay hijos pródigos que muerden la mano de sus padres, que traicionan el amor de quienes los siguen amando a pesar de su egoísmo. En este punto, la agrupación ha decidido convertir en inescrupuloso plagio el recurso de apropiación que la posmodernidad ha hecho legítimo, al menos desde la perspectiva de quien toma, o usurpa, la obra ajena. Primero entrando a saco en la canción “Ojalá”, de Silvio Rodríguez, luego, y con la misma fórmula escolar de baja creatividad, con “Ámame como soy”, de Pablo Milanés.

La dependencia absoluta de los temas de los cuales se apropian —o plagian— apenas deja espacio para aportes propios, que son, por cierto, lugares comunes que la confrontación plattista esgrime contra Cuba justo en el escenario de la posverdad. En ambos casos, se tergiversa el tema original hasta dejarlo en su caricatura, hasta, no hay otro término, traicionar su esencia.

La opinión que sustenta el declive creativo de Orishas la sostiene, con demostraciones técnicas y especializadas que cualquier ciudadano sin estudios de música puede comprender, el crítico musical y musicólogo Oni Acosta, en su artículo El kilo no tiene vuelto, no, aserekó. Así, el agotamiento creativo conduce a una fórmula de mercenarismo ideológico que tampoco es nueva, para no ser menos en esa práctica de apropiarse, tergiversar y traicionar. Como de los textos, se apropian sin discriminación de la fórmula de propaganda política. No obstante, la inconsistencia social de las denuncias deja peor plantada a la carrera artística de la agrupación que al propio sistema que —por iluminación de pura plata— dicen confrontar. Nada es sutil en su comportamiento. Tanto es así, que ni siquiera alharaca o mínima repercusión han conseguido. Y es que hay actos que se pagan a un precio que el dinero no cubre. Dilapidar la identidad es uno de ellos.

Llegados a este punto y volviendo al ámbito estrictamente laboral por donde comencé este razonamiento, me queda muy claro que cualquier ruptura contractual entre la empresa Clave Cubana, de Artex, y Orishas, más que un legítimo acto de legalidad, aparece como un necesario gesto de amor por la isla bella —y convulsa— en que vivimos.