Entornos mediáticos para la Bienal
17/4/2019
Para el entorno informativo de algunos medios de prensa, no basta que más de mil artistas de varias generaciones, tendencias y opiniones, formen parte de la Bienal de la Habana; tanto en el programa central, que es lo que suele considerarse como Bienal en las bienales, más allá de Cuba, como en su extensión colateral y de estudios abiertos (Open Studio). No es suficientemente visible un programa central, oficial, con un arte sumamente crítico, en actitud y obra, ni es válida la amplitud conceptual del ejercicio de curaduría liderado por el grupo del Centro Wifredo Lam. Ni pizca de mención y respeto parecen merecer en sus reportes, por el simple hecho de que forman parte de la propuesta convocada institucionalmente bajo la plataforma de La construcción de lo posible.
Sara Marsh, de Reuter, publica sus anotaciones como si ella misma fuese una de esas activistas renuentes a aceptar el diálogo o, siempre en nombre de la libertad de expresión, la voluntad de la mayoría de los artistas que no coinciden en criterio. En su reporte de prensa, pasa lista a algunos proyectos como si fuesen el suceso esencial del evento. Como no puede dejar de mencionar las incontestables cifras
“El programa oficial de la Bienal de más de 300 obras de artistas de 52 países se desarrolla en museos, galerías y espacios abiertos de La Habana, incluido su paseo marítimo”, escribe. Parte de sobredimensionar una circunstancia de desafío y confrontación que se ajuste a patrones mediáticos propagados durante décadas.
¿Necesita aun su agencia de estos socorridos esquemas, o es solo inercia informativa personal? Lo cierto es que el tema Cuba les va quedando más estancado que la propia visión que pretende sostener su canallismo informativo. Con solo transitar el malecón habanero habría constatado hasta qué punto varias propuestas sacrifican el peso específico del arte que ellas mismas proponen, por asumir denuncias complacientes y parciales y asirse a gestos trillados del esquema #Cuba. Allí están las obras a la vista de todos, tanto en espacios abiertos, como en museos y galerías, cuya entrada es libre y gratuitas y, por tanto, de pleno acceso público.
incluido su paseo marítimo”. Foto: Pepe Cardenas
¿Por qué un periodismo que se presenta como puntillista en los detalles (si se me permite la ironía), obvia el flujo de dinero que organizaciones como la NED (National Endowment for Democracy) inyectan en proyectos cubanos? People in Need Eslovaquia (PIPA), organización que declara a Cuba entre sus centros de acción en el mundo, por ejemplo, recién ha recibido de la NED $108, 808; la Cuban Soul Fundation (CSF), enfocada en incidir en las comunidades con acciones artísticas, ha recibido $80.000. Varias más, cuyos objetivos se centran en ámbitos de la ideología del sector de la cultura, fueron generosamente beneficiadas en el último año fiscal. Así, el presupuesto oficial específico para conseguir un cambio de sistema político en Cuba creció un 22 % en ese periodo, para llegar a la suma de $4,643,525. ¿No hay relación entre ese dinero y las acciones concretas que reportan?
Si se precisa una buena coincidencia, téngase en cuenta una de las tantas declaraciones de Tania Bruguera, por completo centrada en un activismo político disfrazado de arte: “mi lucha para lograr la libertad de expresión en Cuba, mi defensa de los derechos culturales, lograr el fin del odio político entre cubanos y defender el derecho a manifestarse en las calles no se circunscribe a un evento, sino a una misión de vida”. Es el mismo discurso oficialista de las organizaciones de acción subversiva que la NED financia. Y, por consiguiente, se religa al discurso esgrimido por quienes olfatean las partidas financieras y, sobre todo, quienes han comenzado a recibirlas, incluso por vías de inyección a través de terceros. Y he manejado solo cifras oficiales y públicas del Departamento de Estado, que habría que ver cuánto se llega a revelar de negro tránsito.
No es de extrañar, con semejantes truenos, que algunos vean como oportunidad de negocio disfrazar de arte acciones totalmente políticas. Tampoco falta quien revista su arte de un sentido político que es moneda de cambio en el mercado, dispuesto a obedecer, una vez más y siempre en nombre de la libertad de expresión, las exigencias del que paga. Es el perfecto jornalero que cambia la posibilidad emancipatoria de su obra por la ancha avena de aquel que lo sufraga. Sé que este fenómeno reclama un poco más de reflexión y análisis, por cuanto ese mercado del arte ha descubierto que no es imprescindible adquirir obras que gusten, o seduzcan al público, sino construcciones conceptuales que sigan apuntalando la propia ideología de mercado.
No es nuevo a fin de cuentas, que agencias como Reuter se nieguen a cambiar el esquema manido, indemostrable, de falaz agresión al proceso socialista cubano, aunque a varios les surja la pregunta: ¿llevan su pasta también en las partidas?