Con la virtud como bandera
26/5/2020
En tiempos en los que la canción se manipula para renegar del espíritu de sacrificio de quienes creemos que podemos hacer de nuestra nación el promisorio contexto social que nos merecemos, acudimos a la sabiduría resguardada por una figura cimera de la cultura cubana como Fernando Ortiz, para deslindar matices de carácter ético al respecto.
Comenzaremos por estas sentidas palabras de Don Fernando, quien expresara: “(…) cuando se oye la música de la patria, la música del pueblo en que uno vio por primera vez la luz del sol, se experimenta más fortaleza, se siente más hondo, se palpita más sinceridad, y que esa música sencilla y sentimental le hace cobrar a uno más bríos para batallar y vencer en la lucha por la vida”.
Para lograr que una obra musical alcance tal connotación, no basta con el deseo del compositor. Resulta necesario estar convencido de por qué se quiere hacer una canción y de qué forma esta va a ser concebida para que logre la mayor eficacia artística. Porque de eso se trata, de arte, y no de oportunismo. Cuando se asumen de forma responsable tales presupuestos, al menos, se afronta el reto de trascender la medianía e, incluso, pudiera ser que una obra determinada ascendiera hasta la excelsa categoría de clásico. Aunque es válido admitir que este reconocimiento no depende únicamente del talento del creador, sino de la sabiduría popular; que lo confiere a aquellas piezas sintetizadoras y representativas de lo esencial de una cultura, una sociedad, un pueblo. El público, al consagrar una obra así, realiza un acto de fe, pues confirma el don de quienes conmueven las sensibles fibras de una nación, a veces sin proponérselo.
Por tales razonamientos, a la canción “Mi casa.cu”, de Tony Ávila, podemos considerarla como un símbolo de resistencia de nuestro pueblo en su devenir cotidiano. Quienes están al corriente de que su pícara guaracha “La choza de Chacho y Chicha” es su composición más conocida, saben que no pueden dejar de tener en cuenta “Mi casa.cu”. La última es una pieza también muy aplaudida en sus conciertos debido a la forma amena y cariñosa en que invita a la reflexión, para hacer de Cuba el país que queremos sea cada vez mejor. Es el reclamo inspirado en la franqueza y en el decoro de quienes decidimos recorrer juntos los destinos de esta Revolución; es la convicción hecha música de quienes la defendemos y, por tanto, nos asiste la certeza de que, con las opiniones y la participación de todos, contribuiremos a su perfeccionamiento.
Ante semejante conceptualización de la esperanza en la dinámica social plasmada en esta canción de Tony Ávila, distinguimos la imagen del autor como si hubiera sido retratada, de manera premonitoria, por Ortiz cuando escribiera: “quien siente con el corazón de su pueblo y piensa con el cerebro de su patria, tiene fuerzas para sobre el presente y el futuro levantar el señorío de su nombre”.
En el reverso de la moneda, lamentamos el hecho de que Orishas haya decidido grabar la canción “Ojalá pase”; pieza donde no solo cometieron el error de apropiarse, sin autorización expresa, de una obra emblemática de uno de los principales compositores del siglo XX hispanoamericano; sino que dicha versión no se corresponde con los fundamentos éticos que hemos pormenorizado. La elemental enumeración de complejas realidades por las que atravesamos desde hace décadas —dificultades a las que se alude en “Ojalá pase”— no incluyen la mirada sanadora, comprometida y optimista que necesita la gente en el día a día de este país. No se trata solo de nuestra plena coincidencia con los puntos de vista del eminente pensador cubano en los pasajes aludidos; no es, simplemente, asentir cuando nos advierte que “dondequiera que canten los pueblos, cantarán las patrias, y en dondequiera que las patrias canten, sus cánticos y sus voces nos hablarán de grandezas, de fraternidad, de progreso, de trabajo y de amor”; se trata, también, de que no se pueden fomentar la ausencia de valores humanistas y la carencia de sentimientos enaltecedores en apropiaciones mezquinas del talento ajeno y en burdas manipulaciones de la Historia.
Como si no fuera suficiente, de nuevo Orishas se ha remitido a canciones asentadas en la memoria afectiva de los cubanos. Ahora escogen el reconocido clásico “Ámame como soy”, de Pablo Milanés, pero el discurso de esta versión es mucho más agresivo que el de “Ojalá pase”. Entre los primeros versos se declara que “el tiempo de espera se agotó”, afirmación que nos lleva a cuestionarnos, obligatoriamente, ¿a cuál tiempo de espera se refieren? ¿Es que este planteamiento no encierra, también, la idea de la actual administración Trump? ¿Acaso no será ese el motivo de su escalada agresiva contra Cuba? Vaya coincidencia tan poco refinada. Dicha coyuntura nos conduce una vez más a nuestro José Martí, en específico a la esencia de su conocida frase “Viví en el monstruo y le conozco las entrañas”, experiencia de la que sacó conclusiones como esta: “Los Estados Unidos que nacieron de padres que emigraron de su patria por exceso de amor a la libertad, y austeridad en la virtud, se inclinan a mancillar esa valiosa herencia, compeliendo a pueblos menores a que existan para el provecho y acomodamiento de la Unión Americana”. [i] La sentencia del Apóstol resulta profética en tanto se acerca a una realidad que se repite vergonzosamente, que constituye una afrenta a la dignidad y la soberanía de los cubanos. Coincidir con Trump en sus trasnochadas aventuras imperiales, mientras su propio país vive la agonía infinita de una dolorosa pandemia, equivale a festejar la infamia.
Para concluir, recurramos otra vez al espíritu integrador del relevante intelectual Fernando Ortiz, con el ánimo de convocar a una disquisición en torno al profundo significado de amar a Cuba: “Los pueblos no son fuertes porque sean grandes geográficamente, ni son débiles porque sean pequeños en territorios y en población. Los pueblos grandes son los grandes en virtudes cívicas, y los pueblos pequeños son los que no tienen esas dotes de solidaridad cívica, que son las únicas armas que llevan al triunfo y a la victoria.”
Así somos los que amamos a Cuba; así andamos, con la virtud como bandera.