Apuntes para una guerrilla semiótica
Preámbulo histórico
Quiso la historia de Cuba componer el mes de abril de símbolos políticos y sobre todo patrióticos. En el siglo XIX, uno de ellos es la Asamblea de Guáimaro (1869), en la cual se creó la primera República de Cuba en Armas, su primera Constitución, el nombramiento de Carlos Manuel de Céspedes como el primer presidente del naciente gobierno revolucionario, y la adopción de la bandera de la estrella solitaria como estandarte de la independencia, devenida todo un símbolo de la nación.
Veintitrés años más tarde, y a propósito de la ya significativa fecha, José Martí constituyó definitivamente el Partido Revolucionario Cubano (1892), al que llamó a convertirse en molde visible del alma del pueblo. Tres años después (1895), pero en fechas diferentes, dos desembarcos por costas cubanas permitieron la incorporación a la guerra en curso por la independencia, de algunos de sus principales líderes revolucionarios: Antonio Maceo por Duaba; José Martí y Máximo Gómez por Playita de Cajobabo.
La guerra armada de 1895, estratégicamente pensada como guerra necesaria, fue concebida por su organizador principal, José Martí, como un medio imprescindible para lograr la independencia de Cuba de la metrópoli española y, por lo tanto, del colonialismo. Con esa visión holística de la realidad que le distinguió, Martí concedió gran significación no solo al conflicto bélico, sino en especial a las trincheras de ideas, sobre las trincheras de piedra. Avizoró tempranamente el poder de la conciencia y de las armas del juicio en la lucha de nuestros pueblos de América contra el gigante de siete leguas.
En ese ensayo lleno de predicciones y revelaciones para todos los tiempos que es Nuestra América, escribió además sobre la importancia de crear y enarbolar ideas enérgicas, recalcando el valor de que el mundo conozca esas ideas a tiempo. En función de la libertad de Cuba y ante el peligro de expansión imperialista de los EE. UU. sobre la región, reclamó para los ciudadanos cubanos: cultura, conocimiento de la historia, dignidad plena, la valoración de lo autóctono frente a lo importado, el inevitable llamado a la unidad interna y a la de todos los pueblos latinoamericanos. Todo ello sintetizado en el imperativo de ganar conciencia colectiva sobre y desde la centralidad de las ideas como campo de batalla esencial.
Transcurrido el tiempo, el pensamiento del Héroe Nacional cubano se materializó en la revolución de 1959 y en la obra de su líder natural, Fidel Castro, quien más que discípulo, fue un intelectual orgánico de los principios martianos. Y por eso, ya no basta con leer a uno sin leer al otro. Conociéndolos en su interrelación, podremos comprender por qué y cómo una revolución solo puede ser hija de la cultura y de las ideas, y por tanto de la educación revolucionaria. Asimismo, por qué y de qué modos tiene que contar con las ideas para su defensa continua.
En el siglo XX el mes de abril también sirvió de asidero para la historia patria, real y simbólica. A solo dos años del triunfo revolucionario del 59, tres aeropuertos cubanos fueron bombardeados como antesala de los planes de EE. UU. para invadir Bahía de Cochinos (1961). La máxima de patria o muerte recientemente enarbolada, cobró forma concreta en la defensa de la revolución por sus contemporáneos, convertidos en resolutos guardianes de lo conquistado.
En el sepelio de las víctimas de los aeropuertos bombardeados, Fidel Castro proclamó el carácter socialista de la revolución. Sin dudas un punto de inflexión en la historia de Cuba. A los tres días, dos nuevos sucesos marcaron el destino y carácter de la nación: 1) se asestó la invasión por Playa Girón de mercenarios organizados por EE. UU. y entrenados por la Agencia Central de Inteligencia de ese país; y 2) fue neutralizada en 72 horas convirtiéndose en la primera derrota del imperialismo en América (1961). El valor del símbolo no abandona a abril: la primera gran derrota del imperialismo estadounidense en América —del mismo gigante de siete leguas—, ha sido atizada por una revolución socialista a solo 90 millas de distancia.
La firmeza ideológica y el espíritu revolucionario ya eran cualidades en el pueblo. Así como el apóstol cubano, Fidel Castro comprendió la importancia superior de desarrollar la conciencia política como parte de la concepción de guerra de todo el pueblo. Fue sobre esta premisa que años después instituyó la Batalla de Ideas, como el arma política más poderosa. En el terreno de la lucha ideológica y frente a un enemigo hegemónico y monstruoso —cuyas entrañas denunció José Martí un siglo antes—, Fidel Castro apeló a la inteligencia humana. Trabajó arduamente en base al antimperialismo, la unidad, la solidaridad, la moral socialista y el humanismo, para lo cual fue necesario crear nuevos modos de producción y apropiación de lo espiritual y lo intelectual.
Fue un conocedor profundo de las características del imperialismo, ya bajo su forma de globalización neoliberal. Como Martí, también tuvo la capacidad para reflexionar más allá de su época, y desde esa lucidez nos dirigió. En 1999, en un discurso en Venezuela que bien merece volverse a leer, preguntó qué debían hacer los pueblos de América frente a la expansión neoliberal del imperialismo sobre la región y sobre las mentes de la humanidad. En ese sentido, apostó por la integración regional y la unidad latinoamericana y caribeña, siempre con énfasis en el desarrollo de las capacidades humanas y de la Batalla de Ideas.
En pleno siglo XXI, la pregunta aún pertinente sobre qué hacer, inspira nuevas reflexiones en función de una geopolítica mucho más compleja que la de hace veintitrés años. Es de cierta forma, también, interrogarse sobre cómo revitalizar esa Batalla de Ideas para hacer de ella escudo y arma política de estos tiempos. En la época en la cual la clase dominante descansa en la ciencia y la tecnología —o más bien, en un tipo de ciencia y por tanto un tipo de tecnología subordinadas a la ideología capitalista—, para arrastrar frenéticamente la humanidad y las subjetividades a nivel planetario.
Hoy se habla con absoluta naturalidad en términos de sociedad del conocimiento y Era de la posverdad; de comunicación digital, internet de las cosas, metaverso, inteligencia artificial, transhumanismo y guerras híbridas. Y mientras las antaño pioneras películas de ciencia ficción parecen ya superadas, sus escenas se extienden a la vida real en un panorama de colonización de nuevo tipo. Entonces la pregunta sobre qué hacer no solo se vuelve ética sino imprescindible para un país con semejante tradición de lucha anticolonial, antimperialista, independentista y de justicia social. Pero además, donde durante siglos se ha obrado desde la comprensión de la importancia y la fuerza de la verdad, la cultura, la conciencia, y las ideas. El concepto de Batalla de Ideas que lo simboliza y sintetiza, necesita hoy ser adecuado; revitalizado en función de las nuevas formas que ha tomado en definitiva la lucha ideológica del capitalismo por su supervivencia.
Estamos llamados a pensar los modos mediante los cuales actualizar esta batalla de las ideas y las conciencias, como cultura contrahegemónica para el presente y el futuro.
“En pleno siglo XXI, la pregunta aún pertinente sobre qué hacer, inspira nuevas reflexiones en función de una geopolítica mucho más compleja”.
Semiótica revolucionaria
La semiótica (a secas) es la disciplina dedicada a estudiar aquellos procesos, componentes y reglas mediante los cuales se da la producción del sentido. Es también conocida como la disciplina de los sistemas de signos, y de la producción simbólica. Pero por sí sola, la semiótica no basta para brindar el armazón teórico y metodológico integrador que necesitamos como punto de partida para subvertir las formas en las que se produce el sentido social hoy. Es decir, para ser capaces de entender de forma orgánica los modos en los que nuestras subjetividades están siendo condicionadas por esa lógica del (autoproclamado) capitalismo cognitivo y su guerra híbrida. Y lo que es más importante aún, no basta para trazar un plan de acciones que conciba una praxis creadora, con capacidades no solo para cuestionar, sino para transformar esa realidad y a sus sujetos.
Sin el marxismo no se puede comprender el mundo, dice una vieja verdad habitualmente silenciada por sus detractores. Sin el marxismo crítico en particular, no sería posible, por ejemplo, interpretar, comprender y explicar las condiciones objetivas que intencionadamente se ocultan detrás de los procesos de comunicación digital, de guerra mediática, de la centralidad de internet y las redes sociales virtuales en la vida cotidiana, de la guerra cognitiva; y sobre todo, no sería posible argumentar que el motor impulsor de todo ello sigue siendo la lucha de clases. Sigue siendo la disputa por la hegemonía ideológica, económica y política del sistema capitalista, imperialista y neoliberal a nivel global, que tiene en EE. UU. su centro neurálgico.
En este empeño de construir herramientas teórico-metodológicas para penetrar la maleza de relaciones sociales contemporáneas, descubrir sus apariencias, develar las esencias, y erigir un método transformador, la propuesta del profesor y Dr.C. filosóficas Fernando Buen Abad Domínguez consiste en una semiótica en clave revolucionaria.
Recientemente de visita en Cuba —también durante el mítico mes de abril— con un intenso programa de actividades, ofreció conferencias magistrales, charlas en universidades, institutos, centros de estudios, comparencia televisiva, entre otros intercambios que esta vez se extendieron hasta el centro del país. En esos encuentros un hilo conductor animó siempre aquellos en los que pude estar: un conocimiento riguroso del escenario internacional; una exposición lógica, histórica y marxista del orden de los acontecimientos de la actual guerra cognitiva; y en correspondencia una pregunta: ¿mientras la hegemonía burguesa se despliega a través de su descomunal aparato de guerra híbrida, nosotros qué estamos haciendo?; así como la invitación para que juntos conformemos una comunicación revolucionaria.
A pocos días de concluir su visita, la singular propuesta de Buen Abad de una semiótica revolucionaria merece ser pensada y debatida en nuestro país, no para asimilarla de forma mecánica, sino para apropiárnosla como acicate y sustancia de la Batalla de Ideas. Por la trascendencia del tema y con el fin de que alcance nuevos auditorios, me propongo relacionar a continuación algunos elementos de su teoría, basándome fundamentalmente en su conferencia magistral en el Instituto Superior de las Artes (ISA).
Guerrillas semióticas
No debería sorprendernos la terminología bélica seleccionada, si se tiene la astucia de percibir que estamos en guerra. Siempre lo hemos estado de una forma u otra, solo que cuando no son “convencionales”, y las guerras se desplazan a terrenos intangibles, se corre el riesgo de no estar preparados para enfrentarlas ante la incapacidad de percibirlas.
Para quien todavía tiene dudas de esto, debería bastarle con leer los planes declarados por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), donde dice que la siguiente etapa de la guerra híbrida (dígase guerra combinada: financiera, militar y mediático-cultural) es irrestricta: será en el cerebro de las personas. Esto significa que vamos a producir en nuestras cabezas, armas para destruir por lo menos dos o tres voluntades internas: 1) la idea de que podemos fundirnos con otras personas para resolver problemas —principio de solidaridad, unidad—; 2) la idea de que con la unidad se suman fuerzas para cambiar el futuro; y 3) la idea de no resignarse ante el orden de las cosas como si estuvieran muy bien, y querer cambiarlas. Esto no es más que el capitalismo con su fase imperial y neoliberal (Buen Abad, 2022c).
La OTAN es hoy un compendio de inversionistas de la industria bélica mundial; del sistema financiero internacional; de las mafias mediáticas transnacionales y monopólicas que están desplegando en simultáneo una guerra en las tres categorías antes mencionadas (financiera, militar y mediática). Sus planes han podido extenderse a propósito de su más reciente escenario de conflicto con Ucrania de vitrina y su premisa de acabar con los rusos a toda costa. En este sentido la guerra mediática, que es también cultural e ideológica, ha generado mucha confusión ante una audiencia internacional. Así, cuando se dan las noticias sobre el conflicto, no se explica el tipo de relación histórica que hay entre unos y otros; sin embargo, se influye para hacernos olvidar los datos centrales que el discurso de los medios burgueses se ha empeñado en esconder: 1) que el presidente de Ucrania es el producto de la evolución de un golpe de Estado; 2) que las fuerzas que lo sostienen son parte de un movimiento neo-nazi-fascista; y 3) que fue utilizada esta etapa para producir un escenario de conflicto bélico que excede a ese conflicto territorial y que tiene que ver con una geopolítica diferente en el debate. De forma tal que el nivel de información y de análisis sometido a un claro de confusión prefabricado prevalece, lo cual es posible, además, por la descomunal sincronía del discurso, toda vez que dominan la ubicuidad y la velocidad (Buen Abad, 2022c).
“La singular propuesta de Buen Abad de una semiótica revolucionaria merece ser pensada y debatida en nuestro país, no para asimilarla de forma mecánica, sino para apropiárnosla como acicate y sustancia de la Batalla de Ideas”.
Ante tales circunstancias, las herramientas con las que contamos para responder en muchos casos son las mismas de los años 70 y 90 del siglo XX, a partir de las cuales se desarrollaron cuerpos teórico-metodológicos básicamente diseñados para mirar la realidad con el espejo retrovisor, que no nos permiten hoy analizar esta guerra híbrida, ni aplicarse en este dilema que es estudiar las agresiones en tiempo real. Y en este proceso nos damos cuenta de que dichos cuerpos teórico-metodológicos no están reaccionando como deberían, porque mientras estamos analizando las cosas más o menos presentes, ya hay que atender la siguiente agresión, y la siguiente ofensiva, y la siguiente masa de engaño, etc.; ante lo que tampoco tenemos capacidad de previsión, ni capacidad de intervención sobre ese discurso. De igual modo, estamos apelando a una forma de describir los fenómenos y los hechos con algunos instrumentales con los que ya no es tan fácil describir. Por ejemplo, lo que alguna vez entendimos como guerra mediática, pasó a ser guerra híbrida, y la sola categoría del fenómeno híbrido en situación bélica afecta el orden de los sujetos en guerra (Buen Abad, 2022c).
Cuando se trata de sembrar confusión, cuando no se conoce ni de qué datos firmes asirse para que no nos hagan historias, se requiere de un instrumental para poner un freno a las noticias de hoy. Y no lo tenemos. Por lo que, de inmediato, hay que reflexionar primero si sería oportuno que desarrolláramos un marco teórico-metodológico de este tiempo en las circunstancias que demandan los escenarios actuales. Para decir cómo tenemos que fortalecer el protocolo. Para saber cómo observar y cómo comportarnos en el escenario. Nos hace mucha falta tener capacidad de previsión para articular un dispositivo de mínimos, que nos arme para saber lidiar con todas las informaciones en el espectro amplio de las bases ideológicas con las que nos pretenden informar, y así saber cómo acomodar los matices de lo que se nos dice. Por ejemplo, qué vocabulario usan, por qué acentúan esta idea en detrimento de otras, esta imagen, por qué el sujeto, verbo y predicado se maneja así (Buen Abad, 2022c).
Necesitamos que estén en las agendas de discusión como problemáticas comunicacionales de primer orden del tipo: quién es el dueño de los medios; cuánto está afectando a las democracias la estructura monopólica de medios de comunicación; cuándo nuestra vida está sometida al manejo de unos cuantos negocios mediáticos; cómo nos influyen modelos de propaganda consumista, el fetichismo de la mercancía, la subordinación al valor del dinero, al valor del poder burgués. Todas ellas son problemáticas comunicacionales de primer orden, en tanto estamos en una guerra que anuncia que en su siguiente fase utilizará todos los medios, a todas horas y de cualquier manera para atacar a los pueblos. No encontrar estos temas como agenda urgente y prioridad política deberá ser un motivo de preocupación para nuestra región (Buen Abad, 2022c).
Por lo tanto, la propuesta es erigir una plataforma en la cual, aprovechando lo valioso y útil que ya se ha producido, crear un sistema para ensamblarlo e imbricarlo, en un primer boceto de trabajo colectivo; para poder consensuar cómo construimos ese corpus teórico-metodológico que ofrezca los protocolos de acción crítica. Pero necesitamos una crítica que tenga dentro motores revolucionarios. Que la crítica sea crítica motorizada para la acción revolucionaria y eso impulse el siguiente escalón: la tarea organizativa y la movilizadora. La tarea autocrítica y la retroalimentación para seguir la dinámica de las transformaciones (Buen Abad, 2022c).
Un modelo de trabajo colectivo
Ese boceto, o modelo que necesitamos para una plataforma de combate semiótico, debería permitirnos crear fábricas de munición semántica para disputar el sentido; con capacidad de preparación para que no nos roben la palabra libertad, ya que la palabra libertad no le pertenece más que a los pueblos en pie de lucha. Porque el modelo diferente al de la democracia burguesa no lo puede construir nadie más que los pueblos que se encuentran, dialogan, discuten, construyen ese concepto de democracia por abajo, en clave de lucha. Porque no puede ser que, en un país donde patria significa humanidad, vengan desde afuera a querer manipular ese concepto; con sus laboratorios de guerra psicológica que saben dónde nos descuidamos, dónde nos dormimos, dónde pasó algo, y ahí nos golpean (Buen Abad, 2022c).
Entonces, como no queremos aceptar que esa disputa y esa usurpación simbólica sigan dándose, nos urge que esta plataforma de guerrilla semiótica contenga un marco teórico-metodológico basado en las tesis duras de Carlos Marx. Hay que reponerles el lugar que deben tener el marxismo y el leninismo (Buen Abad, 2022a-b-c), pues de otra manera estamos perdidos. Tenemos uno de los más importantes y transformadores métodos de la historia de la humanidad y no puede ser que haya temor a hablar de eso. Sería un desperdicio. Por tanto, tenemos un trabajo de comunicación que hacer para reivindicar ese lugar (Buen Abad, 2022c).
Debemos ser capaces, en el corto plazo, de consolidar un boceto, un modelo para poder conversarlo, discutirlo, corregirlo y aumentarlo de manera participativa. Crear espacios para la formación de cuadros en la lucha, que permita tener un ejército capaz de entender esta batalla y de contribuir a mantener alertas las antenas frente a este problema. Ser capaces de multiplicar el conocimiento, la metodología y la dialéctica del enriquecimiento de este cuerpo teórico. Y junto a ello, con urgencia, consolidar un espacio de autocrítica científica que permita hablar con toda libertad de nuestros errores, de nuestras deficiencias, y de las cosas que aún no sabemos, de las que nos falta todavía aprender y estudiar, pero que a veces nos da vergüenza decir que no sabemos qué hacer (Buen Abad, 2022c).
Necesitamos definir. Esta semiótica necesita nombre y apellidos. No es la misma semiótica de la escuela positivista norteamericana, o de la estructuralista francesa. Es una tercera idea distinta, que propone aprovechar la idea de Marx sobre la relación entre la apariencia y la esencia, como cuando escribió que si las cosas fueran lo que parecen, no haría falta una ciencia. En tal sentido, queremos consolidar una ciencia que sea capaz de decir cuándo nos engañan. Una ciencia para esa tarea cotidiana de enriquecimiento, de hacer conciencia para la participación colectiva. No solamente con igualdad de oportunidades, sino con igualdad de condiciones científicas. Ahí está el plan propuesto (Buen Abad, 2022c).
Batalla de ideas para el siglo XXI
Cuando hoy estamos llamados a movilizarnos para construir una semiótica revolucionaria, es clave la comprensión de que no debe ser solo cubana, sino sobre todo latinoamericana y caribeña. Y en esa construcción del sentido propio, debemos partir de la riqueza y diversidad cultural que caracteriza a nuestros pueblos, como puerta de acceso a elementos para una contrahegemonía ante la lógica del capitalismo unilateral.
En el caso cubano, este llamado a conformar un boceto para una guerrilla semiótica, debe tomar como punto de posicionamiento teórico y práctico, una extensa tradición de luchas por la independencia, la soberanía, y la defensa de una sociedad otra, más justa y digna; para lo cual la Batalla de Ideas ha consistido también en la defensa de esos ideales.
“La palabra libertad no le pertenece más que a los pueblos en pie de lucha”.
Como concepto, la Batalla de Ideas es amplio y rico en determinaciones, por cuanto se refiere a la defensa de la Revolución cubana por sus ciudadanos, en un variado espectro de condiciones y posibilidades. La Batalla de Ideas en clave de semiótica marxista crítica y por tanto revolucionaria, está llamada a convertirse en una forma de desafiar estereotipos; un camino para la deconstrucción de juicios prefabricados por la maquinaria mediática; una vía para rescatar los símbolos que constantemente nos usurpa el capitalismo; una estrategia para desmontar conocimientos superficiales, tendencias y modas impuestas; una tribuna para discutir cómo la estética burguesa está sobrevalorada; una plaza para devolver a su justo sentido el significado de conceptos como democracia, libertad, participación, o socialismo. En fin, para al mismo tiempo que desarticulamos la producción simbólica y de sentido de las grandes oligarquías económicas, militares y mediáticas, poder construir subjetividades verdaderamente libres y desalienadas.
Es en este sentido que Fernando Buen Abad nos ha hablado de una semiótica emancipatoria, con capacidades para brindarnos un arsenal de recursos para interrogar nuestras realidades y a nosotros mismos; sospechar, cuestionar, dudar de aquellos contenidos, informaciones, noticias, etc., que abarrotan la cotidianidad de sentidos unívocos y valoraciones dominantes; pero también para construir certezas, conocimientos, vínculos, alianzas, bienestar.
Y en este ir y hacer de signos y sentidos, abril marca un horizonte de interpretación, para movilizar símbolos que han forjado el imaginario colectivo y la historia nacional, como la unidad, la participación creadora y el humanismo. Puntos de partida en la concepción de una Batalla de Ideas de semiótica revolucionaria, que sobre todo tenga potencialidades para cimentar, por la vía del socialismo como tránsito, la creación de una sociedad superior; donde los ideales de justicia social, amor y dignidad siempre sean estandarte.
Fuentes:
Buen Abad, F. (2022a). Conferencias impartidas en su visita a la Universidad de La Habana, el 5 de abril de 2022.
Buen Abad, F. (2022b). Comparecencia en la Mesa Redonda de la Televisión Cubana, el 6 de abril de 2022.
Buen Abad, F. (2022c). Conferencia en el Instituto Superior de Arte, el 8 de abril de 2022 (Grabación y transcripción de la autora).
Castro, F. (1999). Una revolución solo puede ser hija de la cultura y de las ideas. Discurso pronunciado en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, el 3 de febrero de 1999 (Versiones taquigráficas-Consejo de Estado).
Castro, F. (2003). La Batalla de Ideas, nuestra arma política más poderosa, proseguirá sin tregua. Discurso pronunciado sobre la actual crisis mundial, al tomar posesión de su cargo en la sesión constitutiva de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en su Sexta Legislatura. La Habana, 6 de marzo de 2003. “Año de gloriosos aniversarios de Martí y del Moncada” (Versiones taquigráficas-Consejo de Estado).
Martí, J. (s.f.). Nuestra América. (Publicado en La Revista Ilustrada de Nueva York, Estados Unidos, el 10 de enero de 1891, y en El Partido Liberal, México, el 30 de enero de 1891) (Versión digital).
Excelente artículo con un llamado a la reflexión y la necesidad del estudio y puesta en práctica del Marxismo.
Muy buen artículo. Hay que escribir mucho al respecto para lograr una mayor comprensión, fundamentalmente en nuestros jóvenes.
Interesante artículo, objetivo, directo y entendible a todos, un placer leerlo y compartirlo para que llegue a más
Que claridad sobre el reto que se nos impone: la batalla de ideas como método para combatir la guerra de pensamiento que se nos hace. Marti lo dijo en su época y Fidel lo ratificó. Fernando Buen Abad lo confirma. Excelente artículo.
Siempre le hablo a mis estudiantes sobre la historia de la Humanidad como la historia de la lucha de clases según Marx, porque todo cuánto acontece hoy en la política, economía,lo social, las guerras, pasan por ese prisma. Por tanto, para mí es un magnífico artículo no
Hoy la Batalla de Ideas debe de tener en el centro al ser humano, ser una prioridad el atender sus necesidades porque si carece de atención en parte ya está ganado por la parte contraria, que es lo que está ocurriendo en estos momentos en nuestro país, existe una empresa y dinero para el desarrollo de infraestructuras que benefician el desarrollo del la nación, pero no existe una empresa y dinero para atender las necesidades de casa de los jóvenes que al final ven como una opción el abandonar el país porque el tener donde vivir es algo que no está seguro nos por ahora ni por los meses venideros, al final las obras sirven para el desarrollo del país pero sin la presencia de quien les de uso y mantenimiento es dinero malgastado
La batalla es de pensamiento ganemosla a Pensamientos.