Apuesta por la inclusión y el diálogo intercultural
28/1/2016
Lograr la igualdad en la diferencia; reconocer la identidad de cada cual; conformar una sociedad incluyente, pluricultural y multilingüe en el siglo XXI, donde se establezca el diálogo simétrico y horizontal en la educación, la cultura y el conjunto de la sociedad. Hacia estos objetivos se encuentra encaminada la lucha de los pueblos indígenas de Nuestra América, según afirma el reconocido poeta y ensayista nahua Natalio Hernández, quien reconoce que el desafío principal es cimentar la alianza con los distintos sectores sociales.
Invitado al Premio Casa como jurado en la categoría de Estudios sobre las Culturas Originarias de América, el destacado activista mexicano conoce muy de cerca la intensa batalla por el reconocimiento de los pueblos indígenas en el continente, un despertar que aconteció de manera tardía, teniendo en cuenta el origen milenario de las múltiples comunidades existentes.
Fue en la década de los 70 del siglo XX cuando se promovió una intensa movilización a través de diversas organizaciones y asociaciones locales, nacionales y regionales, que plantearon un pensamiento propio desde los indígenas para cuestionar el estado cultural y lingüístico homogéneo que existía en México. Este movimiento trascendió más tarde a todo el continente, pero no fue hasta 1992, cuando se cumplieron 500 años de la resistencia indígena, que se estableció la primera reforma constitucional para reconocer la presencia de los pueblos indígenas y a México como nación multicultural, sustentada originalmente en dichas comunidades.
Otros momentos importantes se producen en 1994, cuando surge el Ejército Zapatista de Liberación Nacional; en 2001, que se crea la Coordinación General de Educación Intercultural Bilingüe desde el preescolar hasta la universidad, y en 2003, año donde se aprueba la Ley General de Derechos Lingüísticos y se funda el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, el cual reconoce a las 65 lenguas originarias como nacionales.
El movimiento indígena no solo trasciende en el plano jurídico a través de las reformas constitucionales que se dan en diferentes países de América, sino también empieza a incidir en el terreno de las artes, en este caso en particular, a través de la literatura en las diferentes lenguas.
En el plano intelectual, el también fundador de la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas —de la cual fue su primer presidente— reflexiona: “Existen varios estudiosos y académicos que han estado siguiendo todo este proceso en América Latina, el cual se empieza a desarrollar de forma visible a partir de 1992. El movimiento indígena no solo trasciende en el plano jurídico a través de las reformas constitucionales que se dan en diferentes países de América, sino también empieza a incidir en el terreno de las artes, en este caso en particular, a través de la literatura en las diferentes lenguas. Al respecto hay que ubicar, por ejemplo, el primer Premio de Literatura en Lenguas Indígenas del continente, que concede, precisamente en 1992, Casa de las Américas, el cual abre una ventana muy importante para este siglo de la diversidad y la interculturalidad, una ventana que ayuda mucho a que los países puedan mirarse desde otro lugar. Luego surgió en 1994 el Premio Netzahualcóyotl de Literatura en Lenguas Indígenas de México”.
Acreedor de este último galardón, el autor de los libros ensayísticos Memoria y destino de los pueblos indígenas (1998), El despertar de nuestras lenguas (2002) y De la exclusión al diálogo intercultural con los pueblos indígenas (2009), destaca entre las obras que concursan el presente año un elemento muy importante que las atraviesa a todas: “el derecho a la identidad, una identidad que tiene que ver con una forma particular de ver el mundo, de relacionarse dentro de la comunidad a la que pertenece el escritor”. Asimismo, son tópicos recurrentes el vínculo del hombre con la naturaleza, la madre tierra que sustenta a la humanidad como casa común y la importancia de su preservación.
Siento que Cuba es un país donde confluyeron varias lenguas y culturas, pero que, desgraciadamente, fueron perdiéndose y subsumiéndose en la sociedad mestiza que se ha venido construyendo desde la colonia hasta nuestros días.
“Las obras apuntan hacia la conformación o reconfiguración de los estados como naciones pluriculturales y multilingües. Hay representación de Colombia, México, Perú, incluso Cuba. Siento que Cuba es un país donde confluyeron varias lenguas y culturas, pero que, desgraciadamente, fueron perdiéndose y subsumiéndose en la sociedad mestiza que se ha venido construyendo desde la colonia hasta nuestros días. En el caso del texto que escogimos, nos parece relevante porque justamente pondera el pensamiento de los pueblos originarios de América a través de la literatura”.
Luego de un proceso visibilizatorio de la producción literaria indígena que ha recorrido ya más de 20 años, existen hoy obras de calidad que no son valoradas únicamente al interior de las propias comunidades, sino por una sociedad más amplia: “No solo las publican instituciones culturales, sino también académicas, particularmente las universidades. Incluso las propias librerías empiezan a abrir espacios para que la producción literaria de los pueblos indígenas circule en los mercados nacionales e internacionales”.
Si bien durante los primeros diez años se percibieron muestras de una poesía demandante que reflejaba, en muchos casos, el lamento, la frustración y la impugnación hacia la sociedad mayoritaria y el estado nacional de cada país; para el organizador del Primer Encuentro Mundial de Poesía de los Pueblos Indígenas “Voces de colores para la madre tierra” —a celebrarse en México en octubre de 2016— en la última década empieza a haber “una poesía más creativa, de diálogo amplio con la sociedad, una producción literaria más esperanzadora y propositiva”.
La promoción y divulgación del quehacer artístico literario indígena resulta vital en el mundo contemporáneo, acosado por las guerras, la violencia, la pobreza y desigualdad, el abuso de poder, el individualismo, el mercado y el consumo desmedido;
La promoción y divulgación del quehacer artístico literario indígena resulta vital en el mundo contemporáneo, acosado por las guerras, la violencia, la pobreza y desigualdad, el abuso de poder, el individualismo, el mercado y el consumo desmedido; sobre todo por la cosmovisión y el imaginario cultural que refleja, en contraposición a dichos patrones occidentales que ponen en peligro la propia vida en la tierra.
“A este mundo globalizado donde los capitales se mueven como golondrinas en cualquier parte, creando megaproyectos industriales, los pueblos indígenas pueden aportar la propuesta —y diría la apuesta— del siglo XXI, que es la solidaridad comunitaria y el paradigma del bien vivir o buen vivir, el cual se está empezando a desarrollar mucho en América Latina. Me parece fundamental posicionarse desde lo local para mirar el mundo. No se trata de tener el último modelo de carro, sino las necesidades básicas que deben cubrir el individuo y la sociedad, en este caso la comunidad indígena, para poder desarrollarse. También son imprescindibles los conocimientos ancestrales milenarios que, afortunadamente, muchos pueblos mantienen en la memoria, en la oralidad y en sus relaciones cotidianas”.
Contra este paradigma conspiran la desarticulación del tejido social de las comunidades indígenas, el deterioro ecológico y ambiental, y los nuevos mecanismos jurídico-políticos externos que han desestructurado la organización y autoridad interna de las comunidades. Frente a estas problemáticas, el profesor del Programa México Nación Multicultural de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señala tres retos principales: re-establecer el tejido social y la producción desde la propia unidad, afianzar el desarrollo comunitario sustentable, y formar a las nuevas generaciones de las comunidades indígenas en esta nueva realidad y disyuntiva que se presenta dentro del contexto actual.
“No es fácil —reconoce— porque América Latina se debate en un modelo de formación a partir de un paradigma europeo. Nos constituimos de esta manera desde el preescolar hasta la universidad, entonces eso hace difícil el camino para desarrollar verdaderamente una educación que propicie la afirmación de las identidades y el desarrollo desde la propia cultura, desde la propia lengua e historia, y desde la propia cosmovisión. No se trata de tener comunidades cerradas, sino que, desde la particularidad, establezcamos diálogos y relaciones nuevas de equidad, de respeto y dignidad, entre nosotros mismos y con la sociedad en su conjunto de cada país”.