Anotaciones de un guajirito asustado

María Fernanda Ferrer
17/2/2020

Tarde hermosa y de hermandad cómplice la del pasado viernes 14 de febrero, cuando en la Casa del ALBA Cultural, de La Habana, y como parte de la 29 Feria Internacional del Libro, se presentó Diario de mi primer viaje (Alemania-febrero, 1972), de la autoría de Augusto Blanca, fundador del Movimiento de la Nueva Trova cubana.

Foto: Dahomy Darroman. Tomada de Trabajadores
 

El texto, hecho realidad gracias a los esfuerzos coordinados de Ediciones Ojalá y el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, constituye las memorias del primer viaje que realizara Augusto a inicios de la década de los setenta, cuando integró —junto a los músicos Silvio Rodríguez y Eduardo Ramos— la pequeña delegación cubana al Tercer Festival de la Canción Política de Berlín, entonces República Democrática Alemana; tal y como afirmara Augusto, el libro agrupa “las anotaciones de un guajirito asustado”.

El poeta y cineasta Víctor Casaus, director del Centro Pablo, aseveró que la institución que encabeza y que tiene 23 años de creada, seguirá siendo “consecuente en el apoyo a los trovadores y las trovadoras”, pero también cultivadora de la amistad: “este libro materializa un momento de comunión y de hermandad con Augusto, que data de los momentos fundacionales de la Nueva Trova”, reflexionó.

Presentación del libro Diario de mi primer viaje (Alemania-febrero, 1972), en la Casa del Alba.
Foto: Tomada del perfil de Facebook de Iván Soca

 

Por su parte, el músico reiteró: “no me considero escritor”, entre otras razones, porque siente mucho respeto hacia los que se desenvuelven como tal, y narró la génesis de Diario de mi primer viaje (Alemania-febrero, 1972). Este texto —enfatizó— “fue escrito pensando que nunca se iba a leer más allá del ámbito familiar” porque nace de una petición “muy especial”. Según contó, su madre le regaló una agenda roja y le pidió que anotara todo para que, a su regreso, le narrara “con lujo de detalles” lo que aconteció y para que no se le olvidara nada: “y eso hice, pero como había acabado de concluir mis estudios de artes plásticas, me llevé mis lápices y plumones para ir haciendo bocetos de lo que veía, y esos dibujos también aparecen hoy en este libro”.

Foto: Tomada del perfil de Facebook de Iván Soca
 

Recuerda que a su regreso a la Isla, toda la familia “se reunió, disfrutó y se rio mucho” y luego ese diario se fue, junto con su madre, para Banes, pueblito del Oriente cubano del cual es hijo Augusto Blanca. “Pasaron varias décadas hasta que, hace cuatro años, regresé a Banes para recoger algunas cosas que quedaron como recuerdo y descubro este diario, muy bien envuelto, en un escaparate. De regreso a La Habana, empiezo a leer las cosas que había escrito hace ¡48 años atrás! y se me ocurrió pasarlo a digital. Cuando tenía unas tres o cuatro cuartillas se las envié por correo a Silvio para ver si él, al igual que yo, se divertía con esos recuerdos. Inmediatamente, me escribió y me dijo: ‘métele mano, porque es un testimonio de una época y puede ser de mucho interés’. Después de transcribir todo, el libro se convirtió en una realidad; es un texto sin grandes pretensiones, pero hecho con amor y verdad”, concluyó y, de inmediato, tomó su guitarra y entonó “Regalo”, canción compuesta, precisamente, en 1972, días antes de partir hacia Alemania, y que dedicó a Rosy, su compañera de siempre.

Foto: Tomada del perfil de Facebook de Iván Soca
 

Continuó el manojo de canciones con “El tercer deseo”, uno de los temas más hermosos compuesto por Augusto, y después junto a “su amigo desde la ya lejana década de los sesenta”, Santiago García, fundador del grupo Mayohuacán, cantaron —a dos voces— varios temas antológicos, como “Contigo en la distancia”, de César Portillo de la Luz y “Mujer si la distancia”, de Rodolfo de la Fuente, entre otros. Luego la actriz Corina Mestre, “cercana y querida amiga” de Augusto y Rosy —con su impresionante presencia y voz— declamó de los “Versos sencillos” de nuestro José Martí, el número 19: (…) por tus ojos encendidos y lo mal puesto de un broche/ pensé que estuviste anoche/ jugando a juegos prohibidos/ te odié por vil y alevosa/ te odié con odio de muerte/ náusea me daba de verte/ tan villana y tan hermosa (…) También Corina regaló un fragmento de “Elegía”, desgarrador poema de Mirtha Aguirre; otro de Luis Rogelio (Wichy) Nogueras, poeta, novelista y guionista de cine, quien falleció tempranamente en 1985, y concluyó con el ingenioso y simpático poema de Guillermo Rodríguez Rivera, “Receta de amor”, justamente en la jornada que celebrábamos el Día del Amor y la Amistad:  

Tómese un par de corazones,

dos corazones grandes y completos,

dos corazones donde quepan la ternura, la cólera, el error,

el dolor, la pasión más absolutamente desmedida,

y todo el desconcierto.

(Parecerá, a primera vista, que se podría prescindir de algunos de los ingredientes,

pero una vez que se pruebe el resultado, se advertirá que no hay nada superfluo).

Mézclense bien: añádase a los corazones,

¡claro está!, cualquier otra porción decisiva de sus dueños,

y póngase a hervir en su propia sangre

sobre un fuego muy lento.

Si los corazones son de primera clase, como se recomienda,

resultan francamente innecesarias las especias.

Pero si se desea puede añadirse una pizca de cerveza,

una canción o un verso, después que la sangre esté caliente.

El tiempo de cocción es muy variable,

por eso el guiso ha de probarse repetidas veces.

Sírvase en porciones grandes, pero diseminadas

y cómase de manera despaciosa, lujuriosa, reflexiva e intensa.

No se requieren peculiarmente favorables condiciones de ambiente;

al revés, este plato exquisito, caprichoso,

cuece mejor si arde la llama en dirección opuesta a la del viento.

Protéjase, eso sí, de las miradas de la gente.

Si sus propósitos son otros, sencillamente, espere:

la receta de matrimonio se publica la semana siguiente.

Entre risas, agradecimientos y un ambiente totalmente íntimo y camaraderil concluyó la presentación de Diario de mi primer viaje (Alemania-febrero, 1972), de Augusto Blanca, un momento de verdadera “comunión y hermandad”, como lo auguró Víctor Casaus en sus palabras iniciales.