Cuando Andrés Eloy arriba a la capital caribeña por segunda vez, el conocido Lucilo de la Peña —uno de los que más lo animara a organizar su primer viaje—, lo pone en conocimiento de quien se convertiría en otro amigo, Emilio Roig de Leuschering. A tenor de esa nueva relación, el poeta relata: “Fue en el bufete de Roig, en su propia maquinilla, donde escribí, en agosto de 1925, mi ‘Carta a Udón Pérez’; el 18 de septiembre mi soneto ‘Este Lucilo de la Peña’; y en ese mismo mes de septiembre mi poema ‘Las tres velocidades’, canto atropellado al automóvil de Miguel Baguer”.[1]

En Poda aparecerían esos textos de sus días habaneros, como el “Poema de las tres velocidades”, que según uno de sus panegiristas, Sanoja Hernández, es un “fotopoema, diría yo, de la Cuba de 1925, cuando Zayas se pasaba a Machado y el automóvil de Miguel Baguer era vibración bohemia y modernizante de La Habana (El Prado, El Vedado, El Malecón) con amaneceres de ron Bacardí y conversaciones sobre la revista Actualidades”.[2] Así podría resumirse el simbolismo de modernidad que recreaba el poema: “Si el automóvil de Miguel Baguer no era ‘más bello que la Victoria de Samotracia’, a lo mejor se parecía”.[3]

El poeta deja testimonio de lo que fueron para él y su educación intelectual y cívica esas primeras visitas a la Isla. Con relación a la primera, nos recuerda Domingo Miliani: “(…) a su regreso triunfal de España, toca en uno de los sitios de mayor inquietud ideológica de los años veinte: Cuba. Allí se relaciona de manera inmediata con los intelectuales y luchadores cubanos. El clima habanero de 1924-25 era de una gran efervescencia cultural y política”[4], años de agitación y emergencia ideológica que de forma medular Juan Marinello definiera como “década crítica”.

Andrés Eloy Blanco reconoció que a partir de su encuentro con Cuba se operó en él una transformación espiritual e ideológica. Imágenes: Tomadas de Internet

Experiencia cardinal de sus primeras develaciones habaneras que así se podrían resumir: “Esta visita y la que realizaría nuevamente ocho meses después significaron ‘una transformación completa en mi actitud’”.[5] El estudioso apunta sobre su segundo viaje en septiembre de 1925, ya con Gerardo Machado estrenándose como presidente: “En el escrito ‘Mi segundo viaje a La Habana’ hay unas líneas que registran la transformación espiritual e ideológica operada en él desde el primer contacto con lo que bautizó como ‘mi zona cubana’. En el segundo viaje se aloja con revolucionarios marxistas venezolanos, en un piso de la calle Teniente Rey. ‘Allí vivía con los hermanos Norman, los Machados, De la Plaza y cuantos llegaran en busca de refugio; con ellos y con categoría de persona y voz predominante asistí a las marchas de un espíritu que, en virtud de acontecimientos propios, ajenos o ambientales, realiza incursiones y traslaciones que lo conducen a veces a una definitiva transformación que sin duda alguna tiene también su épica’”.[6]

En esa época escribe “Carta a Udón Pérez”, para mí su primer texto “cubano”. “La lucha entre el sentimiento y el juego verbal se exterioriza. La ‘Carta a Udón Pérez’ (…) discurre en sentido similar, pero llega más lejos en la estructura formal. El poema dedicado al poeta zuliano es asimétrico y por momentos busca romper la rima con encabalgamientos y expresiones de prosa para ir hacia el verso libre. El lenguaje coloquial y con visos de humorismo anuncia al trasgresor de solemnidades”.[7]

“En esa época escribe ‘Carta a Udón Pérez’, para mí su primer texto ‘cubano’”. 

Juan Lizcano resume que en esos versos, el poeta “afirma el lenguaje coloquial y tiene el antecedente de una ‘Carta a la madre’ de Salustio González Rincones”, en referencia al escritor tachirense que contribuyera a la renovación literaria como uno de los primeros vanguardistas y que con este texto rompe con la retórica al uso del momento.[8] Además, “Carta a Udón…” es uno de los muchos ejemplos de un humor original, que desarrolló a lo largo de su obra “con talento indiscutible”.[9] Lo escribiría en 1925, durante su segundo viaje a Cuba, y después lo incluiría en su libro Poda (1923-1928).[10]

El poema comienza: “Mi viejo tigre: /Agosto… treinta y seis sobre cero…/ Usted en Maracaibo…Yo en Cuba… ¡Compañero!/ ‘Salimos por la tarde y entramos por el día’,/ con el calor a cuestas de la filosofía”. Y más adelante recrea la experiencia de la estancia habanera, recién estrenado el Gobierno de Gerardo Machado, que aún no ha devenido dictadura: “Coja usted un pedazo de Venezuela, un poco/ de nuestra dulce tierra con tres matas de coco,/ unas piñas de Oriente, unas cañas de Aragua,/ un par de caraqueños… y échelo todo en agua,/ y tendrá usted entonces a Cubita la Bella,/ que es más venezolana que el Pasaje Ramella./ Me dirá usted: —La Habana es muy grande—. Es verdad,/ le diré yo: —La Habana es una gran ciudad; /casas de doce pisos, el Malecón, el Prado/ y los nuevos proyectos que “proyecta” Machado,/ pero el resto es la guasa caraqueña, la guasa/ que no es tan precisa como un loro en la casa;/ mucho entusiasmo, mucha gravedad, fantasía/ fuego al principio y luego, lo de siempre… agua fría”. Y remata con picaresca caribeña la siguiente estrofa: “Y así vive La Habana, feliz y hospitalaria,/ con su maravillosa risa universitaria,/ con sus cubiches doctos en el “rascabucheo”/ —le explicaré más tarde… rascabuchear es feo…—/ con su Morro y su Alhambra, su Plaza, su Inglaterra,/ su reparto Almendares, que es gloria de la tierra/ y su Centro Gallego y su Zayas Bazán,/ —un hombre que no quiere que ellas den lo que dan—.(…) San Rafael, la calle de la mujer cubana…/ la cubana… ¡qué hermoso motivo para un crimen!/ (exima el consonante, porque algunas lo eximen)”.[11]

“Su segunda visita a la isla en agosto de 1925 es en apariencia solo para su quehacer periodístico, pero también está asociada con labores políticas”.

En este retrato poético-satírico, recrea con humor y fidelidad la ciudad y la sociedad que conoce, incluyendo versos a la vez irónicos y premonitorios —recuerden que los escribe en 1925—, y zahiere “los nuevos proyectos que ‘proyecta’ Machado”, que después tomarían cuerpo en obras como El Capitolio y la Carretera Central.

Su segunda visita a la isla en agosto de 1925 es en apariencia solo para su quehacer periodístico, pero también está asociada con labores políticas, llevando ropa y calzado “al grupo de compatriotas que habían plantado su tienda de exiliados en un modesto piso de la calle Teniente Rey”, estando entre ellos Salvador de la Plaza, con quien nueve años antes había compartido la aventura de dirigir la Revista Universitaria. En “Mi segundo viaje a La Habana”, cuenta de los fuertes vínculos que establece con sus compatriotas exiliados con quienes convive y con la intelectualidad del patio, ya sea como redactor del Diario de la Marina o en las tertulias, paseos y recitales con los amigos hechos en el primer viaje, a los que pudiéramos sumar entre otros a Emilio Roig, Gustavo Sánchez Galarraga o el colombiano Porfirio Barba Jacob, todo un personaje de la bohemia habanera de entonces.

Con un ferviente discurso, Eloy Blanco elogió al equipo de Venezuela que ganó ante Cuba el IV Campeonato Mundial de Beisbol. 

Entre sus varios viajes a Cuba, contando otros que se registran durante años sucesivos, está el de agosto de 1936 —parece el mes marcado para visitarla—, cuando arriba designado por el Gobierno de Eleazar López Contreras como inspector de consulados del Ministerio de Relaciones Exteriores, que incluye a la Isla en su periplo por el Caribe y Norteamérica[12]; en octubre de 1944 viaja a La Habana para asistir, en su condición de presidente del Comité de Amigos de la República Dominicana, al Congreso de Unificación Antrujillista, para organizar un frente común contra el sátrapa dominicano. Es recibido en la Cámara de Representantes, y ofrece conferencias y lecturas de poesía en la Universidad, el Lyceum, el Ateneo y otras instituciones. En diciembre, de regreso a Caracas, visita Camagüey y Santiago. En 1945 recorre Jamaica, Cuba, México y el sur de los Estados Unidos (Texas y Luisiana), como comisionado del Congreso Nacional de su país. El 24 de julio de 1946 viaja nuevamente a Cuba y a Ciudad de México.

Aquí vale la pena intercalar un pasaje, asociado con su pasión por el beisbol y la importancia que ha tenido este deporte en la sociedad venezolana, con el referente esencial de sus vínculos con la isla hermana. En noviembre de 1941, el autor de Carta a Juan Bimba pronunció, en el estadio nacional El Paraíso, en Caracas, un encendido discurso, no exento de la visión social que atravesó su obra, con el cual saludaba a nombre del pueblo al equipo que de forma inolvidable acababa de ganar unos días antes contra la favorita Cuba el IV Campeonato Mundial de Beisbol Amateur. Se trataba del célebre duelo en el estadio habanero La Tropical entre Daniel Chino Canónico y el Guajiro Conrado Marrero. Para festejar, “se bebió largo y tendido, como dijo el famoso escritor Guillermo Meneses en una de sus más celebradas obras. Esa tarde —afirmó el poeta Andrés Eloy Blanco—, ‘[…] un grupo de los nuestros, y no de los que han vivido mejor, sino de los que tienen que correr más detrás de un pan que de una pelota, impusieron su músculo y su mente en concurso con atletas internacionales’”.[13]

En noviembre de 1941, Andrés Eloy Blanco pronunció, en el estadio nacional de El Paraíso, en Caracas, un encendido discurso con el cual saludaba a nombre del pueblo al equipo que de forma inolvidable acababa de ganar unos días antes contra la favorita Cuba el IV Campeonato Mundial de Beisbol Amateur.

Amén de que la Mayor de las Antillas está presente en su obra en múltiples referencias, como su admiración consecuente por José Martí; sus grandes amistades como Nicolás Guillén o Sara Hernández Catá, entre muchas; o sus afinidades espirituales y afectivas —“la aventura del espíritu” le llamaría— con el ser cubano y sus múltiples contactos con la hermana nación; encontramos testimonio de esos vínculos en sus escritos que recogen la experiencia de sus visitas iniciáticas, como lo publicado en la emblemática revista que era entonces Bohemia: “Mi primer viaje a Cuba, hace veinticinco años. Mi primera ‘invasión’ a Cuba. Un incidente en Madrid. La ‘habanera Usted’.[14] La minoría sabática. Cubanos y venezolanos”[15]; y “Mi segundo viaje a La Habana. La aventura del espíritu. Intelectuales cubanos y venezolanos de 1925. Fiestas y tertulias. Una función en ‘La Comedia’. Desterrado de ayer y de hoy”.[16]

En su prosa y en su poesía encontramos los registros de ese depositario de “la aventura del espíritu” que fue para él toda su relación con Cuba.


Notas:

[1] Domingo Miliani. “Poeta en su tiempo”, prólogo a Andrés Eloy Blanco. Poesía. Ob. Cit., p. LVIII.

[2] Jesús Sanoja Hernández. “Andrés Eloy todavía” (Papel Literario, El Nacional, Caracas, 27 de septiembre de 1998).

[3] Jesús Sanoja Hernández. “Andrés Eloy todavía”. Ob. Cit.

[4] Andrés Eloy Blanco. Poesía. Ob. Cit. p. XXII.

[5] Andrés Eloy Blanco. Poesía. Ob. Cit. pp. 290.

[6] Domingo Miliani. “Poeta en su tiempo”, prólogo a Andrés Eloy Blanco. Poesía. Ob. Cit., pp. XXII-XXIII.

[7] Domingo Miliani. “Poeta en su tiempo”, prólogo a Andrés Eloy Blanco. Poesía. Ob. Cit., p. LXV.

[8] Andrés Eloy Blanco. Antología popular (Prólogo Juan Lizcano. Monte Ávila Editores, 1997), p. 21.

[9] Andrés Eloy Blanco. Antología popular Ob. Cit. p. 22.

[10] Andrés Eloy Blanco. Poda (1923-1928) (Élite, Caracas, 1934, 259 p.).

[11] Andrés Eloy Blanco. Antología popular Ob. Cit. pp. 78-79.

[12] Andrés Eloy Blanco. Poesía. Ob. Cit. pp. 295-96.

[13] José Cheo González. Beisbol, petróleo y dependencia (Universidad de Zulia, Venezuela, 2007), p. 55.

[14] Un guiño humorístico, a mi entender, a la antológica habanera de Eduardo Sánchez de Fuentes, “Tú”, muy difundida en Iberoamérica.

[15] Puerta sin llave. Revista Bohemia, 22 de mayo de 1949.

[16] Puerta sin llave. Revista Bohemia, 19 de junio de 1949, pp. 8, 122-23, 131.