Ana Cairo: “Soy una humanista”

Mayra García Cardentey
19/2/2016

Ana Cairo Ballester es una intelectual como pocas. Aguda, precisa. Exacta. Un diálogo con ella pudiera convertirse no solo en un ejercicio periodístico sugerente, peculiar, sino en una magistral clase de Historia, Literatura…”Humanidades”, como le gusta insistir.

Sus respuestas están llenas de hipertextualidad como si en cada frase fuera hilvanando décadas de estudio, investigación, docencia. Su vocación enciclopédica, sobre todo relacionada con la historia y los protagonistas del siglo XX cubano, la convierten en una voz autorizada de las ciencias en el país.

Aunque su nombre y obra son de las más conocidas en la casa capitalina de altos estudios, la autora insiste que la UH, como más se le conoce, no es una persona: “La Universidad es una forma de comunidad humana; la integran profesores, estudiantes, trabajadores; cada facultad tiene sus peculiaridades en cuanto a los claustros, a las características estudiantiles y a los tipos de trabajadores”.

Y esa visión multicausal, relacional de los hechos, los procesos, los protagonistas la asume en todos los planos de su vida profesional: la lleva a indagar horas y horas en archivos tullidos, ocres, a riesgos de alergias y dermatitis.

Porque Ana Cairo, es más que Doctora en Ciencias Filológicas, o Profesora Titular de la añeja casa de estudios. Es más que Premio en Ciencias Sociales y Humanísticas 2015. Es MEMORIA VIVA. Así, en mayúsculas.

En una entrevista usted confesó que en ocasiones tenía una “decena de proyectos, aproximadamente, de libros que llevo en varios estados de preparación”. ¿Cómo mantener semejante intensidad laboral-investigativa?
Un investigador es una persona que se mueve en determinados sistemas de conocimientos. No todo el mundo indaga sobre todo. Y si llevan más de 40 años como yo, una establece líneas de trabajo. La investigación es un ejercicio fundamental: te abre puertas. Cada línea, cada proyecto genera nuevas preguntas que a su vez, se relacionan con otros temas.

A veces trabajo varios libros al mismo tiempo, y los tópicos se cruzan. En ocasiones, tengo una premisa de investigación de la cual se pueden derivar varios textos. Cada indagación tiene muchas preguntas y estas, a la par, te llevan a distintos tipos de problemas. Lógicamente, amplía mucho el espectro. Después, claro, organizas cómo vas transmitiendo esas informaciones, en distintas coordenadas.

Por eso insisto en que soy una humanista: me muevo en temas diversos: uno literario me conduce a uno histórico… Defiendo la multiplicidad.

Usted aseveró en otra ocasión que “los retos investigativos más urgentes de la historia de la sociedad cubana están en el siglo XX y se precisa acelerar al máximo el ritmo de los estudios y de los debates sobre ello”. ¿Cree todavía en esa urgencia?
Me gusta trabajar ese período. Soy una especialista del siglo XX cubano. Este era y sigue siendo el siglo menos estudiado. Esa ausencia teórica crea interrogantes a las cuales debes encontrarle salida. A veces he ido al siglo XIX buscando respuestas para problemas del XX.

Ningún fenómeno se puede estudiar solo desde el pedacito que te toca. Eso te puede llevar a la necesidad de moverte sin fronteras.Para trabajar obras y figuras, hay que estar dispuestos a desplazarse en un sin número de campos. Tampoco me limito a Cuba, muchas veces para poder estudiar cuestiones nacionales, he tenido que estudiar relaciones con EE.UU., España, México, Argentina… Ningún fenómeno se puede estudiar solo desde el pedacito que te toca. Eso te puede llevar a la necesidad de moverte sin fronteras.

En ese sentido, usted recalca ausencias en las investigaciones sobre el siglo XX
No hay ausencias, hay océanos de ignorancia.

¿A qué se deben estar carencias?
Después del 59, hay una tendencia a privilegiar los temas de la Colonia. Cuando empecé a estudiar el siglo XX nadie lo hacía escasas personas lo hacían y eso supuso una relación muy particular con sobrevivientes de algunos acontecimientos. A diferencia de otros momentos, cuando comencé a indagar los años 20, uno de los períodos de mayor interés para mí, todavía estaban vivos algunos de los protagonistas o testigos.

Y en ocasiones resulta un proceso complejo, porque las percepciones individuales pueden discrepar entre sí…
Todos quieren contar su verdad. No hay nada como escuchar la versión de las personas. Sabemos que es una visión sesgada porque es como ellos quieren recordar o como quieren ser recordados. Pero eso te brinda también pistas que no están en la información documental.

Nosotros trabajamos con protagonistas que tienen una mirada, una cosmovisión.La investigación también utiliza las técnicas de la entrevista como mecanismo de comunicación basado en una relación de confianza. Nosotros trabajamos con protagonistas que tienen una mirada, una cosmovisión. Tú no se la vas cambiar, lo que harás es tratar de entender su pensamiento. A diferencia de otros investigadores que ven en un entrevistado a un libro o un nombre, yo veo a la persona que conocí.

Independientemente de su interés en los años 20, su obra también tiene un acercamiento al legado martiano…
Soy una estudiosa de José Martí. Él aportó claves para el siglo XIX; para todos los tiempos. Es una figura a la cual regreso mucho; no porque lo crea un Dios, sino por ser un intelectual que se adelantó a su tiempo. Lo mismo que Fernando Ortiz. Eso implica que sean autores contemporáneos.

En ese sentido, ha estudiado a profundidad la intelectualidad cubana del siglo XX. ¿Palabras a los intelectuales 55 años después?
Palabras… ilustra las altas calidades de Fidel como intelectual. Es un documento que debería publicarse anotado, acompañado de las intervenciones de los intelectuales que con honestidad plantearon sus preocupaciones. Fidel construyó un texto dialógico en el que ofrecía respuestas a cada una de las inquietudes. Cuando se conozca todo lo que allí se discutió, se admirará más su inteligencia para construir un texto llamado a perdurar.

Hablemos de Ana Cairo profesora. A la par de la investigación, lleva varios años en la docencia; su nombre es referenciado no solo por educandos de la Facultad de Artes y Letras sino por estudiantes de la Universidad de La Habana, en general. ¿Cómo llega al magisterio?
Casi por casualidad. Siendo estudiante mi mayor vínculo fue con la investigación. Incluso mis dos últimos años en la carrera los trabajé en el Centro de Estudios Literarios de la Casa de Las Américas. Fue entonces cuando en enero del 73 me ubicaron a pasar el servicio social en la Universidad, en el Grupo de Estudios Cubanos.

En ese tiempo se exigía que, además de la investigación, se debía impartir clases. Así fue como empecé en la docencia, una actividad complementaria a mis investigaciones en el área de Cuba.

Desde esa experiencia de más de 40 años en las aulas: ¿qué características resultan imprescindibles para el buen magisterio?
No me considero un modelo de docente. Creo que mis clases son buenas, adecuadas a mis objetivos permanentes de actualizar la información derivada de mis búsquedas investigativas. Pienso en el magisterio como un mecanismo de actualización-comunicación; por lo tanto, cuando un profesor investiga y tiene materias nuevas sobre las cuales está trabajando, eso mismo le permite dar una docencia diferente.

No soy partidaria de metodologías obsoletas. Para mí el profesor es un comunicador y comunica, sobre todo, a partir de lo que sabe.Cada vez que imparto una asignatura, lo hago de forma distinta: primero porque improviso en el aula; y segundo, porque introduzco nuevos contenidos de los propios resultados de mis pesquisas. La enseñanza se basa en la interacción, en la co-creación, en esa relación dialógica-contextual entre un profesor y una comunidad de estudiantes, que tienen que construir colectivamente el conocimiento.

No soy partidaria de metodologías obsoletas. Para mí el profesor es un comunicador y comunica, sobre todo, a partir de lo que sabe.

Pero existen ciertas insatisfacciones con la enseñanza de la Historia en los distintos niveles de escolaridad…
Los problemas no son de la enseñanza de la Historia, sino la forma de instrucción, en sentido general. Da igual que sea Historia, Literatura que Matemática. Es cómo se enseña y para qué. Las dificultades que arrastramos, las deformaciones no tienen que ver con un tema en particular; se relacionan con el proceso de enseñanza-aprendizaje. A las nuevas generaciones las han educado para que repitan como papagayos. Creo que hay que entrenarlas para que aprendan y se acostumbren a reflexionar con su propia cabeza. El gran problema de la sociedad cubana y mundial es que la gente no piensa.

Bajo este mismo prisma, y con una visión a veces demasiado economicista y pragmática de las Ciencias, se subvalora en ocasiones la importancia de las investigaciones sociales y humanísticas…
Son tendencias que van y que vienen. Aquí creen todos los días que están descubriendo el agua tibia. Las Humanidades, son, han sido y serán primordiales. El problema está en que tú las entiendas o no.

Recientemente se le concedió el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas, entre otras razones por su contribución al fortalecimiento de la identidad nacional. En medio de una imagen estereotipada de y sobre Cuba, ¿Cómo entenderla-potenciarla?
La identidad nacional somos todos. Es un conjunto de relaciones e interacciones. No existe una sola forma de asumirla, y comprenderla. Cuando el programa Palmas y Cañas dice “donde nace lo cubano”, asume una visión totalmente maniquea, reduccionista. La identidad de un pueblo se manifiesta en la diversidad. Se le ha dado un Premio Nacional de Literatura a un africanista que trabaja la oralidad, eso es totalmente diferente a la poesía de Dulce María Loynaz; y los dos, a su vez, son literatura cubana. No hay un solo modelo de lo cubano.

Y ante esa vorágine cultural de diversa procedencia que no beneficia propiamente la identidad nacional…
En Cuba habría que realfabetizar a una parte de la población y también a una parte de la intelectualidad que exhibe grandes muestras de ignorancia.

 

Nota:
Entre sus próximos proyectos se encuentran cuatro libros. Cirilo Villaverde: imaginarios es un volumen que recogerá obras poco conocidas de Villaverde como narrador y costumbrista, como político y escritor de cartas; también compilará textos en torno a su legado escriturario y su novela Cecilia Valdés. También prepara Los locos somos cuerdos, una propuesta que abordará el impacto de José Martí en otros escritores, particularmente en el siglo XX.
A estas entregas se sumarán Las modernizaciones en la Universidad de la Habana (1899-2008) y Los Estados Unidos en la construcción del pensamiento cubano (1899-1959).