Ana, Artemisa y el Moncada

Oni Acosta Llerena
30/7/2020

Nací en La Habana veinte años y un mes después del asalto al Cuartel Moncada. Desde que recuerdo, en mi casa las historias de Ana eran recurrentes y hasta increíbles por momentos. Ella, artemiseña, vive orgullosa de los hallazgos que fue descubriendo de sus propios recuerdos, además de otros que le fueron contando a medida que crecía. Todo giraba alrededor de cuando Ana tenía siete u ocho años, en su ciudad natal, Artemisa, especialmente en una barbería.

Ella recuerda, entre 1951 y 1952, en el Salón Llerena (barbería situada en la calle Martí No. 95 entre General Gómez y Zayas* propiedad de su padre) a un risueño y espigado muchacho que alternaba sus estudios con el trabajo, muy típico en aquella época política y económicamente difícil. El aprendiz de barbero, Ramoncito, era de origen humilde, unos doce años mayor que Ana y recibía ciertas visitas o se juntaba con otros jóvenes que hacían sospechar a los adultos de que “andaban en algo”. De esa manera Ramón Pez Ferro estaba moldeando la historia de Cuba.

Continuó Ana creciendo con el recuerdo de Marcos Martí, a quien le decían “el hijo del Curro” y de Ciro Redondo, que trabajaba como dependiente en un negocio en la esquina Martí y Céspedes. La adolescencia de Ana estaría marcada por la cercanía a Sergio (hermano de Ciro a quien apodaban Coco), una amistad signada por todo el fervor revolucionario de aquella generación.

Ana también creció con los recuerdos de otro joven a quien conocían como Ramirito, “el hijo del Vizcaíno”. Él, de quien los artemiseños viven orgullosos, no necesita presentación en la historia de Cuba, sus apellidos lo dicen todo: Valdés Menéndez.

El Salón Llerena donde trabajaba Ramón, fue uno de los sitios utilizados por los jóvenes moncadistas para, de manera cifrada y utilizando las señas y los códigos conocidos por ellos, citar a reuniones y encuentros previos a las acciones del 26 de julio. Ana recuerda una cafetería-restaurante, mejor conocida en la época como fonda, llamada El 6 de enero y que estaba situada frente a la barbería de su papá en la calle Martí. Se creía que también era punto de encuentro entre los jóvenes artemiseños y los enviados de la Habana para despistar a la policía batistiana.

“Llegado el momento indicado y que nadie salvo las familias conocía, hicieron que las niñas lanzaran palomas como símbolo de libertad (…)”. Foto: Internet
 

Ana, la delgadita y adolescente de Artemisa formó parte en 1961 de la Campaña de Alfabetización y convivió con campesinos de San Juan y Martínez, hasta que la trasladaron al Escambray, en específico a Veguitas de Boquerones en la localidad de Manicaragua, donde recuerda cargar un fusil que pesaba cuatro veces más que ella. Años más tarde, en 1969, comenzó a trabajar en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, allí conoció y pudo trabajar muy cerca de varios intelectuales a los cuales admiró. Así fue el caso del poeta Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, a quien le unió una profunda amistad y al que Ana, siempre en tono anecdótico y de respeto, le contaba de su niñez en Artemisa y de aquel domingo de 1953 cuando en su casa oyeron por la radio la noticia del Moncada. Nunca olvidó las horas de tensión de aquellos días ni el dolor de las familias devastadas. Por eso y entre risas, alguna lágrima y anécdotas, Ana siempre le aseguraba a Naborí que su poema “Era la mañana de la Santa Ana” estaba dedicado a ella.

Recuerda Ana el 25 abril de 1958, día de San Marcos Patrón de Artemisa. Dos familias, en acto de plena oposición y desafío al sangriento régimen de Batista vistieron de angelitos a sus hijas en los portales de sus casas de la calle Martí, por donde pasaría la procesión. Llegado el momento indicado y que nadie salvo las familias conocía, hicieron que las niñas lanzaran palomas como símbolo de libertad, posándose algunas en la misma imagen del santo, provocando gritos de “¡Viva Cuba!” y “¡Abajo la tiranía!” en la multitud. A causa de ello, los padres de ambas niñas fueron encarcelados varios días. Uno de ellos era mi abuelo, y nunca se arrepintió de hacer que mi madre Ana lanzara palomas ese día.

 

 

Notas:
* Antigua numeración, hoy día existe otra