La definición aristotélica de la amistad, a pesar de ser muy hermosa, suele encerrar la carencia de un concepto dolorosamente transitorio. Eso de que la amistad es “un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita en dos almas”, no especifica límite de tiempo, según el gran filósofo griego. El sabio fundamentaba su concepción filosófica en que la experiencia es la fuente del conocimiento, y ello implica —o al menos permite inferir— que él fue muy feliz con sus amigos. En la vida real, todos tenemos amigos, aunque se distinguen por más de una categoría: las amistades de la niñez, las de la etapa laboral, las que surgen en la vida por pura afinidad en cualquier etapa, y aquellas que heredamos de la familia, o incluso de otros amigos. Llega un momento en que creemos que ya la cuota de corazones que habiten nuestra alma se ha agotado, que no es posible incorporar nuevos nombres al listado de fieles, y, sin embargo, a veces la vida nos sorprende, para bien y para mal. Ocurren ventarrones que borran amigos, y suceden sorpresivas novedades en materia de amistad. Lo curioso es que nunca será posible desentrañar del todo las causas de las bajas, ni los motivos que nos llevan a crear nuevos lazos amistosos. Misterios de la existencia humana.

“Son el respeto compartido y una rara empatía lo que quizás determine estos intrincados lazos”.

Tengo, o mejor dicho tenía, un amigo que creía entrañable, a quien confié mis más profundos secretos. Un mal día, mi amigo mostró indiferencia rotunda, y la relación se enfrió por arte de magia, hasta congelar nuestros vínculos. A todos puede habernos sucedido, no es algo sobrenatural. Al principio de dichas reacciones, como es lógico, se intenta averiguar los motivos, pero casi nunca nos satisfacen, no encontramos razones suficientes, y dejamos que el tiempo sane las heridas de la ruptura inexplicable.

En contraste con lo anterior, en el camino de la vida pueden hallarse personas que, increíblemente (dado los años que ya vamos teniendo), comparten cosas con nosotros. Puede ser el criterio ideológico, o el afán por la justicia; puede ser el gusto cultural, culinario o estético, en cualquiera de sus variantes, pero fundamentalmente, son el sentido del humor y la bondad lo que, a mi juicio, determina la confirmación de nuevas amistades. Nos sorprende que a estas alturas hallemos colegas que se parecen en el comportamiento a nosotros mismos: es un regocijo difícil de explicar, pero sucede.

“Cada nuevo amigo que ganamos en la carrera de la vida nos perfecciona y enriquece, más aún por lo que de nosotros mismos descubre, que por lo que de él mismo nos da”. Miguel de Unamuno. Imagen: Tomada de Internet

También existen las amistades transitorias, esas que duran un tiempo exacto, y cuya disolución no es dolorosa, porque se sabía que eran las circunstancias lo que determinaba el vínculo. Y otras, que parecían fugaces, permanecen con nosotros para siempre, casi sin percatarnos. Son el respeto compartido y una rara empatía lo que quizás determine estos intrincados lazos, cuya aparición no permite vislumbrar a priori qué tipo de amistad se está estableciendo.

“La amistad, misteriosa e inapresable como el amor, se basa en la confianza, en el afecto, en la simpatía, en ese habitar en varios cuerpos…”

Con el advenimiento y desarrollo de las comunicaciones digitales, y la consiguiente posibilidad de integrar grupos como los de WhatsApp, ha surgido una nueva forma de mantener relaciones que suelen ser duraderas y eficaces en materia no solo de afectos compartidos, sino de ayudas perentorias, sin esperar nada a cambio. Necesidades impostergables, que aparecen de súbito, son satisfechas gracias a estos colectivos que, sin verse, se comunican más de una vez por día, por el mero placer de mantenerse dialogando, compartiendo experiencias que necesitamos compartir, aunque solo sea por el requerimiento de ser escuchados, de saber que alguien está pendiente de nosotros y viceversa. Resulta altamente curioso y satisfactorio a la vez, que podamos encontrar, por ejemplo, un medicamento, o una consulta médica, un plomero o un remedio casero con solo entrar y solicitar ayuda en unos de estos sitios corales, en los cuales pueden habitar individuos que conocimos en un tiempo lejano o cercano, pero cuyas disponibilidad y amable actitud se mantienen intactas.

En resumen: la amistad, misteriosa e inapresable como el amor, se basa en la confianza, en el afecto, en la simpatía, en ese habitar en varios cuerpos que tan difícil resulta de explicar, pero cuyo valor, de inestimable e inmenso, nunca debemos desdeñar. Hablando en plata: tener amigos es la mejor manera de encontrar consuelo aun en los más difíciles momentos de nuestra vida.

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