La soledad salta a la vista. La del veterano de la guerra y la de su vecina, cuyos hijos y nietos emigraron. La del adolescente rodeado de comodidades materiales, la de la muchacha con la vida torcida por culpa de un tatuaje y la de su padre, abandonado por su madre; pero ante todo, ensimismado en la tristeza del reto de acompañarla, pese a todo. La soledad del viudo, la de la profesora de literatura, abrumada por la depresión. Solo está el joven que no cuenta sus deseos y ansiedades, sola se quedará la mujer casi cuarentona que anhela tener su hijo si su esposo decide tomar otra decisión… Solos, solas por naturaleza, podemos convertirnos todos en víctimas de la soledad, incluso cuando en ocasiones, la necesitamos.
Sin embargo, prefiero quedarme con otro gran tema de la película AM-PM, dirigida por el cineasta cubano Alejandro Gil y filmada con el apoyo del Fondo de Fomento del Cine Cubano, estrenada este 6 de julio en el cine Charles Chaplin, como paso inaugural del Festival de Cine de Verano en la capital.
Me refiero a las segundas oportunidades. ¿Las ofrecemos? ¿Las aprovechamos? Y pienso en las trampas. Otro gran tema. Las trampas de la vida, las zancadillas que otro nos pone, lo ingenuos que podemos ser y por ello, sufrir. ¿Otros temas de la película? La emigración, la vejez, la violencia de género, el suicidio, la paternidad responsable, la mentira, la lealtad, la solidaridad, la frustración.
La cotidianidad nos envuelve, nos hace perder de vista lo más importante; nos aplasta, nos carcome. Y al cerrar la puerta, cada cual se hunde en su propio drama. Mayor o menor, da igual, no siempre una mano amiga puede salvarnos.
Pero sí siempre una película brinda la posibilidad de encontrarle colores y reflexiones a la vida que tenemos; además de apreciar su fotografía, la calidad de las actuaciones y otros aspectos artísticos que, como siempre digo, serán mejor defendidos por los especialistas en estos temas.
Predecible o no, y con una magistral manera de crear la red entre los personajes, el guion de Amílcar Salatti se lleva aplausos, y hasta el Premio SGAE de Guion para largometraje Julio Alejandro 2018. Una mariposa simboliza tanto; sin dudas fue bien puesta, cada vez. Un pescado, en cambio, fue colocado en el lugar errado, y por poco ese descuido cuesta una vida. El tono, sin embargo, fue uno de los mayores retos que asumió Alejandro Gil, y lo cito cuando dijo: “¿Qué tono debía emplear para mostrar la cercanía de la muerte, la violación de una mujer, la enfermedad de una hija, el abandono y la mentira que tensan las relaciones entre personas cercanas o desconocidas? Mi camino ha sido el del drama intimista con algunas pinceladas de humor dadas por el equívoco narrativo”.
Se quedó entonces con el convencimiento de que “esta es una película sobre la Cuba de hoy, con la mirada puesta en los entresijos de la vida cotidiana y las motivaciones de personas sin rasgos extraordinarios, más allá de su propia fábula como seres más o menos anónimos, vecinos más o menos identificables, cuyos microdramas humanos se esconden al cerrar las puertas”; y así también lo recordó Víctor Casaus durante las palabras de presentación que ofreció, ante la sala llena de espectadores, en el Cine Chaplin.
Dedicada al actor cubano Enrique Molina, la película me deja otro recuerdo sublime. El de ver a un cine completo ponerse de pie espontáneamente para aplaudir sin cesar a la actriz Verónica Lynn, mientras caminaba de su butaca al escenario, ante el llamado de reencuentro frente al público. Fue muy emotivo notar ese cariño inagotable de quienes han seguido, fielmente, su carrera. La Gladis que encarnó, caló en mí tanto como otros personajes quizás más visibles en pantalla. Ella se llevó el ramo de flores otorgado antes a Gil, porque él quiso continuar rindiéndole homenaje, ese que inició cuando ella se levantó del asiento.
Ese es también un valor excepcional del filme: armar un elenco con Verónica Lynn, con Enrique Molina, con Blanca Rosa Blanco, con Eman Xor Oña y con Jorge Martínez; junto a actores más jóvenes como Yaremis Pérez, Clarita García, Armando Miguel Gómez, Luis Ernesto Bárcenas, David Pereira y Anarelys Ruiz. Y acompañarlo con un equipo en el que figuran: Carlos de la Huerta en la producción, Ángel Alderete en la fotografía, Magdalena Álvarez en el maquillaje, Osmani Olivares en el diseño de banda sonora y Jorge Céspedes en los efectos especiales, entre otros. Rodada en circunstancias complejas, debido a la propagación de la COVID-19, la película se convirtió, además, en un desafío para la supervivencia de todos ellos.
En la presentación Gil agradeció al cine cubano actual y de todos los tiempos, al Icaic, a los cineastas y al público. AM-PM, lo publicó antes en esta misma revista: “es una película moderada, que no provoca la carcajada febril, pues busca la respuesta del espectador con la presentación de personajes tan humanos, que en su fragilidad y sencillez, en sus equívocos y descubrimientos, terminan confortándose”. Como nos sucedió a todos al verla.