Desde su arribo a los Estados Unidos a finales de la década del 30 del pasado siglo para iniciar una carrera profesional en el mundo de la danza, Alicia Alonso se vinculó como alumna y luego como profesional al movimiento de ballet, que por entonces tomaba auge en ese país. Fue la etapa en que se vinculó a las comedias musicales que suben a los escenarios de Broadway y al elenco del Ballet Caravan, dirigido por George Balanchine y Lincoln Kirstein. Allí enriqueció su repertorio con obras de coreógrafos norteamericanos contemporáneos como Eugene Loring, Lew Cristhensen, William Dollar y John Taras.
“Esta joven bailarina ascenderá, por derecho propio y antes de lo previsto, al más famoso rol de Giselle”.
Es en esa etapa que tiene su primer encuentro con Giselle, bailada por Alicia Markova y Antón Dolin con el Ballet Ruso de Montecarlo, en el Metropolitan Opera House de Nueva York; obra que desde entonces se convirtió en una gran aspiración para ella al integrar el elenco del Ballet Theatre de Nueva York poco después de su fundación en 1940. La joven bailarina cubana tuvo la posibilidad de bailar en esa obra, escenificada por el propio Antón Dolin como una de las amigas en el acto I, y como Moyna, una de las willis en el acto II. Su desempeño atrajo hacia ella los ojos del experto coreógrafo y bailarín británico, hasta el punto de ser seleccionada por él para interpretar el rol de Carlotta Grisi en su versión del pas de quatre.
Su desempeño en tan exigente estilo romántico le ganaron los más cálidos elogios del público y la crítica. El prestigioso columnista del periódico The New York Times, John Martin, no vacilaría en dejar plasmada para la historia la primera profecía que habría de vincularla al célebre rol, al decir que “la exquisita interpretación de Miss Alonso del rol de la Grisi, en el pas de quatre no es más que una advertencia de que esta joven bailarina ascenderá, por derecho propio y antes de lo previsto, al más famoso rol de Giselle”.
Pero ante este triunfo se opondría la adversidad que la obligó a tres operaciones en sus ojos y a permanecer en reposo durante año y medio por el desprendimiento de la retina de sus ojos. En esta dura etapa de su vida, decidida a no dejarse vencer, Alicia desde su lecho supo aprovechar su tiempo, repasando mentalmente los roles que había interpretado y especialmente el muy soñado Giselle.En la medida en que avanzaba su convalecencia y a escondidas, fue preparando su cuerpo para recobrar el tono muscular y adaptarse a las nuevas posibilidades de visión cónica en que habían quedado sus ojos.
En el verano de 1942 volvió a los escenarios en funciones de la Escuela de Ballet de Pro-Arte Musical, y al siguiente año tomó la decisión de regresar al Ballet Theatre de Nueva York, donde la esperaban con gran entusiasmo. Allí retomó sus antiguos roles de solista y asumió el reto de bailar Capricho español junto al célebre bailarín ruso Leonide Massine en un desafío ciclópeo que fue venciendo por sus excepcionales condiciones físicas y disciplinado quehacer. De pronto, se levantó frente a ella un nuevo desafío: la célebre Markova estaba enferma y el empresario Sol Hurok se negaba a suspender la función de Giselle ya programada y vendida en el Metropolitan Opera House. El resto de las solistas se negaron a enfrentar el reto y la joven bailarina cubana no vaciló ante el reto. Fue el propio Antón Dolin quien en unos pocos ensayos la preparó para el personaje y la acompañó como partenaire en el histórico debut del 2 de noviembre de 1943.
Esa noche histórica la Alonso dio muestras de un carácter indómito capaz de vencer la adversidad; colocó a su país en el mapa mundial del ballet y patentizó el derecho de las bailarinas latinoamericanas a asumir un rol devenido con el paso de los años un derecho privativo de las bailarinas eslavas y anglosajonas.
Durante el medio siglo transcurrido desde aquel histórico debut hasta el 2 de noviembre de 1993, la Alonso recibió la aclamación mundial en Giselle, en su doble condición de intérprete y de coreógrafa de una versión juzgada entre las mejores de la escena contemporánea y llevada al repertorio de compañías tan prestigiosas como el Teatro Griego de Los Ángeles, el Teatro Colón de Buenos Aires, el Ballet de Bellas Artes de México, la Ópera de París, el Teatro San Carlos de Nápoles, la Ópera de Viena y el Ballet del Teatro Teresa Carreño de Caracas. Más de seis décadas atrás, al verlael crítico Fernando Emery, afirmó: “Alicia Alonso nació para que Giselle no muera”.
En este XXVII Festival, el especial ciclo programado de representaciones de Giselle, con la participación de los bailarines cubanos y estrellas invitadas, hace vigente el vaticinio del prestigioso crítico argentino. Lo grande de su magisterio nos sigue acompañando para orgullo de todos sus compatriotas.